martes, 28 de enero de 2014

Demonio Blanco - Capítulo 9


Capitulo 9

Bajé las escaleras con esa sensación extraña que me había dejado Leonardo y Juliana, lo más probable era que estuviera celosa de lo bien que lucían ambos…o también podía estar enojada con Juliana, no me gustaba como trataba a Leonardo, no desde que entró a ese grupo de porristas. Él siempre parecía querer pasar tiempo con ella, a pesar de estar en el colegio juntos, no se cansaba de estar a su lado, pero Juliana simplemente prefería estar en ese grupo de chicas.
Sin embargo no debería estar pensando en ello, sino más bien él en hermoso auto que estaba al frente de mis ojos.

— ¿Y bien? –dijo tío Evan desde la puerta.
— ¡¿Un Volkswagen?! –sí, sin duda mejor me concentraba en el regalo que me habían hecho mis tíos.
—Tu madre me comento que habían discutido porque querías tener un auto.
— ¡Pero es un Volkswagen! Yo quería algo simple pero… ¡esto es mucho mejor! –Me giré y abracé a mis tíos, tratando de demostrar lo agradecida que estaba, esto era increíble – ¡Muchas gracias! ¡No lo puedo creer!…es hermoso.
Tomé las llaves que me pasó tío Evan y corrí al auto color negro, que tenía mi corazón acelerado y mi cabeza en las nubes por la emoción. Encendí el motor y comencé a conducir, tuve muchos recuerdos a la vez, pero los deje pasar, ya que en el pasado había tenido problemas con el auto de mis padres.
Esto me ayudaría a no seguir yendo en el auto de Damián al colegio, era agradable ir con él todas las mañanas porque conversábamos de todo, pero era demasiado el riesgo de que nos descubrieran y que yo tuviera problemas. Además esto me daba la oportunidad de ir donde yo quisiera ¡tener el auto era sinónimo de libertad!
Di una vuelta por todo el condominio y volví a casa. En el camino pude notar como estaba estacionado el auto de Damián, había regresado.
— ¡Esto es magnífico! –le grité a mi familia mientras estacionaba el auto. Me bajé de este y fui hacia ellos.
—Sabes lo que involucra tener un auto, Amaya… —dijo Cristian muy serio, lo sabía muy bien. Él me había enseñado a manejar hacía bastante tiempo atrás, ni siquiera podía tener una licencia pero yo le había insistido tanto que al final aceptó, lo que después trajo más de un problema.
El año pasado había salido con unos compañeros, tomando el auto de mamá a escondidas…terminé chocando contra un árbol porque estaba más atenta a las estupideces que hablaban que al camino, eso fue realmente un mal momento, además del hecho de haber bebido algo.
—Prometo que me comportare con el auto, no haré nada malo…necesito una licencia provisoria, ya tengo la edad suficiente para tener una de esas ¿no? –Él me seguía mirando preocupado –Papá, seré cuidadosa, lo prometo  –le di un abrazo a Cristian y él lo respondió gustoso.
—Muy bien, vamos a dentro que está haciendo frio —ordenó Miriam para que no siguiéramos entumiéndonos.
—No sabíamos que regalarte –dijo Miriam nerviosa ya cuando habíamos llegado a la sala –ya que…bueno, has pasado por una etapa donde tus gustos han cambiado radicalmente así que optamos por darte dinero —me pasó un sobre y solo reaccioné abrazando a mamá, ella sabía que le había tocado una hija complicada y solo trataba de apoyarme.
—Muchas gracias.
La entendía muy bien, había pasado etapas donde me pudieron haber regalado desde un bolso color rosa con un perro sin pelo a otro cumpleaños donde me pudieron haber dado muñequeras para esconder las cicatrices. Así de extremo habían sido estos últimos años, gracias al cielo que ya todo estaba volviendo a la normalidad y yo me estaba comportando como una mejor hija, dispuesta a no herir más a mis padres. Por lo menos trataba.
— ¿Y? –Dijo tía Sofía que me miraba curiosa — ¿no saldrás con amigos este cumpleaños? –había un tono esperanzado de que mi respuesta fuera positiva, todos en esta habitación sabían de mis luchas internas.
—No, pero me lo he pasado bien con ellos antes, por eso llegue tarde –sus ojos brillaron de emoción. Mis tíos también habían sufrido mucho por todo lo que sucedió en el colegio anterior, las burlas y el acoso llegaron hasta tal punto que a papá le gritaban insultos en la calle, llamándolo de diferentes forma por tener una hija “asesina”
Ellos habían sufrido por mis padres y por mí, preocupados en Roma, nos visitaban muy seguido en ese entonces y siempre trataban de aconsejarme. En ese entonces no escuchaba.
—Bien, entonces seguirás con estos viejos pasando una linda velada –agrego tío Evan cuando el ambiente se volvió tenso por los recuerdos. Era inevitable
—Haré un sacrificio –bromeé yendo con él hacia los sofás.

Nos quedamos hasta altas horas de la madrugada conversando de todo, fue sin duda agradable, además que tuve el tiempo de compartir con mis tíos que partían al día siguiente. No podían abandonar su compañía de modelos por mucho tiempo, así que tendrían que estar pronto en Roma.
—Buenas noches –hice una seña a todos luego de despedirme con un beso para cada uno.
Subí a mi habitación y busqué mi pijama para poder cambiarme, pero nuevamente un sonido llamo mi atención. Fui hacia la ventana y al acercarme una piedra dio con esta nuevamente.
Abrí la ventana rápidamente y miré al culpable de esto, si seguía de esta forma, mi ventana no duraría nada.
— ¡Leonardo! Basta de golpear mi ventana, ya vete de una vez –escuche como alguien tosía y salía de la oscuridad, revelando su identidad. Esos ojos verdes me miraron con cierta emoción — ¿Damián? ¿Qué haces aquí?
— ¿Cómo alguien puede pasar tanto tiempo con gente mayor? Te he estado esperando demasiado tiempo.
— ¿Qué haces aquí? –volví a preguntar, muy poco feliz de ver a Damián fuera de mi casa, a estas horas.
—Vine a darte tu regalo de cumpleaños, ahora no tengo nada que hacer, así que baja –me indicó las dos bicicletas que estaban en la calle — ¡vamos, apresúrate!
— ¡No puedo! Estás loco, no lo haré…ya vete a dormir, son más de las tres de la madrugada, me iré a dormir –cerré la ventana y me giré para poder acostarme, pero una nueva piedra chocó contra el vidrio. Volví enojada porque la maldita ventana terminaría destrozada — ¡Ya basta! –era realmente desagradable gritar susurrando para que papá no me escuchara.
— ¡Cobarde! –fruncí el ceño molesta al escucharlo.
—Créeme que no tengo ni un pelo de cobardía –él rio al escucharme – ¡no bajaré!
—Ven, no te arrepentirás ¡vamos!
— ¿Cómo quieres que baje? Cristian me mataría si me ve saliendo a esta hora –me indicó con su dedo índice la enredadera que estaba a mi lado. Tuve que taparme la boca para que no me escucharan reír — ¡Estás loco! Adiós…
— ¡Oh vamos! ¿En serio quieres pasar así tu cumpleaños? — ¿Qué tenia de malo mi cumpleaños? Había sido entretenido y mis regalos habían sido asombrosos –ponte un abrigo y vamos…no te arrepentirás.
— ¡Lo dudo!
Me gire y fui a mi armario por mi chaqueta de cuero con gorro, así podría cubrirme mejor, por lo visto tendría que ir en bicicleta a no sé dónde.
— ¡Te odio! –le grité antes de que sacara mi pierna por la ventana.
Mi corazón latía con fuerza por el terror de caer, pero seguí para llegar abajo y golpear a Damián y así sentirme mejor.
— ¡No puedo! –estaba sujeta con ambas piernas en la enredadera. Miré hacia abajo y todo empeoró.
—No te preocupes, si caes yo te sostendré.
— ¡Me importa un comino! No es como si tu cuerpo sea un colchón inflable ¡idiota! –Escuché como reía bajito — ¡Damián! –lo traté de regañar, pero él me interrumpió.
—Amaya, si no bajas en este momento me quedare sentado, mirando tranquilamente como luce tu trasero, que no había notado que está hecho como a mí me gustan –abrí mis ojos sorprendida por lo que estaba diciendo.
Me armé de todo el coraje que estaba sintiendo y comencé a bajar por las bases de madera que habían, pero en un momento pisé una base que estaba mojada por la maldita humedad que había en este lugar. Resbalé y ni siquiera me pude sujetar con mis manos para evitarlo.
Cerré mis ojos y no grité, no pude hacerlo por el terror que sentí, solo estaba esperando sentir el golpe en mi espalda por ser tan estúpida y hacerle caso a Damián, pero en vez de sentir eso contra mi espalda, solo sentí un montón de huesos y carne.
— ¡Santa mierda! –grité al sentir como al rodilla de Damián me golpeaba el muslo, como sus brazos chocaban contra mi espalda y luego solo fue dolor y más dolor.
—Oohh…Amaya —se quejó el idiota que estaba debajo de mi –esto no es como lo muestran en las películas.
— ¡¿Quién está ahí?! –escuché el grito de Cristian y de inmediato sentí como los brazos de Damián me rodeaban y avanzó conmigo hasta chocar contra su cuerpo y arrastrarme hasta los arbustos.
—Shhh… —dijo en mi oído.
Mi corazón latía con fuerza por el miedo de que Cristian nos descubriera. Esto sería un castigo de por vida.
— ¿Sabes que en este momento te odio? –susurré furiosa por haber caído en este juego, pero Damián tapó mi boca con su mano y me acercó más a su cuerpo con su otra mano que rodeaba mi cintura.
— ¿Ves a alguien? –la voz de mamá se sentía más cerca, pero no podíamos ver a mis padres aun.
—No, no hay nadie –dijo Cristian –estos chicos, no se comportan en ningún lugar…vamos, entremos.
Ambos suspiramos cuando nos vimos a salvo.  Me separé de él en un segundo y lo miré enojada.
—Mira lo que hice, no debí escucharte –me puse de pie y mire hacia los lados.
— ¿Estás bien?
—No, no lo estoy, me duele todo por haber caído sobre un montón de carne y hueso…realmente te hace falta ejercitarte si desear alcanzar chicas que caen desde sus ventanas.
—Lo siento, fan numero uno de Leonardo —lo quede mirando unos segundos por lo que dijo. En realidad él tenía en parte razón, Leonardo era grande y me podría haber sostenido de mejor forma que el corredor sin bastantes músculos que tenia aquí al lado.
—Cállate y toma una bicicleta —tomé la de color azul.
—Esa es mía, la tuya es la roja, es de Amalia –lo mire como si de esa forma pudiera asesinarlo.
—Tomare la azul y no dirás nada, estoy muy enojada, así que apresúrate –él sonrió y terminó tomando la bicicleta roja.
Él acelero su pedaleo y me adelantó, lo que fue bueno ya que tenía que seguirlo. Seguimos nuestro camino por varios minutos hasta que llegamos al pueblo, el cual estaba bajo un silencio realmente agradable, este lugar era muy pacifico, nada comparado con mi antigua ciudad.
—Por acá –dijo Damián girando hacia donde había un camino muy oscuro, sentí como los nervios hacían que mi estómago doliera.
Lo seguí en silencio hasta que llegamos a un portón de madera. Ahí Damián se detuvo y dejo la bicicleta tirada en el suelo.
—Damián…no quiero ir por ahí, está oscuro.
—No seas miedosa, no hay nada por estos lados, yo te cuido si es que un conejo trata de atacarte –rodeé los ojos, odiaba que me subestimara.
Dejé la bicicleta sobre la suya y miré a Damián, quien me esperaba pacientemente.
— ¡Ven! –saltó con una habilidad sorprendente el cerco de madera y me hizo una seña para que hiciera lo mismo, pero pude notar que la cadena que unía ambas partes del portón, estaba sin candado.
—Mira bien lo que haré Damián, será algo sorprendente y es lo que diferencia a los hombres de las mujeres, es un gran secreto que se te será revelado –empujé la parte derecha del portón y lo abrí para cruzar tranquilamente hacia donde estaba Damián.
—Ja Ja…que aburrida eres.
—Ja ja…que idiota eres –él volvió a sonreír y seguimos caminando hacia no sé donde — ¿Adónde vamos?
—Te gustará, es único en Ciudad Blanca y solo yo lo conozco, no se lo he dicho a nadie porque no quiero que lleguen muchas personas a mirar.
—Si es algo que no me guste Damián, terminarás en el suelo con mi pie en tu trasero, así que este es tu momento para defenderte.
—Eres violenta.
—Me has hecho caer de mi ventana, no tengo el mejor de mis ánimos en este momento… —al decir eso mi pie tropezó con una roca gigante que había y me tuve que sujetar de lo primero que encontré…Damián, pero esta vez sí fue de gran utilidad porque me tomó con firmeza y evitó que cayera.
—Ven, dame la mano para que no termines en el suelo de nuevo –asentí y me acerqué más a su brazo para ir segura, no quería llegar herida a mi casa.
Pasaron varios minutos donde caminamos, para mí sin sentido, pero para Damián hacia un lugar que me iba a encantar.
Aun no entendía como le había seguido la corriente, este chico solo era sinónimo de problemas y odiaba tener que ser un Pepe el Grillo, tratando de conectar sus pies a la tierra.
—Lo conoces, así que no te asustes, no es como si te llevara a un lugar del todo nuevo.
—Está bien.
Era inevitable, me sentía nerviosa y el miedo comenzaba a aparecer en mi cuerpo. No debí salir en ningún momento de mi habitación, ahí estaría segura y no tendría estos sentimientos que me hacían recordar muchos tiempos del pasado.
—Muy bien, hay que subir este monte —seguí aferrada a su brazo para no caer y mientras notaba como las estrellas brillaban sobre nosotros. No nos tomó mucho tiempo llegar hasta la parte más alta, donde se podía ver toda Ciudad Blanca y como las luces del pueblo avisaban que ese lugar no era un lugar fantasma.
— ¿Es esto? porque es hermoso —dije mirando hacia el pueblo, era una vista privilegiada, no podía negarlo.
—No seas tonta, de seguro en tu antigua ciudad podías ver muchas más luces –eso era cierto y la vista que tenia era maravillosa, mucho mejor que esta –vamos.
Comenzamos a bajar y llegamos a unos árboles.
—Dime que no estamos perdidos, Damián.
—No, solo estamos en el bosque….tranquila, no hare nada malo, te gustará —suspiré rendida y recordando todo los movimientos de auto defensa que me habían enseñado meses atrás. Seguí caminando –muy bien, prepárate… —me aferré más a su brazo, nerviosa por lo que iba a suceder.
Cruzamos los últimos arboles y llegamos al mismo lugar en el cual nos reuníamos, cuando pasamos los límites del colegio, pero ahora estaba lleno de luciérnagas.
—Oh Dios… —mire como todas esas luces llenaban el lugar, siendo compañeras de las mariposas nocturnas que pasaban por los lados –es realmente hermoso –nunca en toda mi vida había visto algo igual, con un poco de suerte había ido al parque para no olvidar lo que eran los arboles, pero esto… ¡esto estaba fuera de mis conocimientos! Era un espectáculo de la naturaleza que jamás me habría imaginado ver.
—Lo encontré cuando estaba recorriendo una tarde, ahí encontré este maravilloso lugar y me quede ahí para pensar un poco…luego se hizo tarde y pude ver como las luciérnagas llegaban, es hermoso –quede mirando a Damián, notando su expresión seria y hablando con cierto orgullo de su descubrimiento –te daría las gracias si no le dices a nadie sobre esto.
—Lo prometo –juré muy decidida, este lugar tan hermoso no podía ser profanado por el humano — ¿ha cuantas personas has traído aquí?
—A nadie, eres la primera… —fruncí el ceño ante lo que me explicaba Damián, no quería que él confundiera lo que estaba sucediendo entre nosotros. No era que encontrara feo a Damián o que no me agradara, pero no tenía ninguna posibilidad de que esto funcionara, ya que ambos estábamos rodeados de mentiras.
—No creo que estés confundiendo esta amistad ¿cierto? –sonrió de inmediato, dejando que me relajara al ver que no estaba equivocada.
—Claro que no, solo que es tu cumpleaños y has sido una buena amiga…y no tengo amigas realmente, además de Nicole que solo la conozco porque es la novia de Felipe.
—Ya veo, pobre chico que solo es capaz de tener sexo con las chicas y no tenerlas de amigas —él negó ante lo que dije.
—No, tú eres mi amiga ¿no? –me sentí de inmediato mal cuando escuché lo que dijo. Damián era un chico agradable, no podía decir que buena persona, pero él me hacia reír y era entretenido pasar tiempo a su lado. No me había gustado conocerlo en estas circunstancias llenas de mentiras y secretos.
—Claro que soy tu amiga.
— ¿Y sabias qué lo amigos también se pueden besar? –enarqué una ceja, este chico era irreparable.
— ¿Sabías que donde  vivía antes los amigos también se disparaban? ¡Podríamos probarlo! –él comenzó a reír de inmediato por mi broma.
Terminamos en el centro del prado mirando hacia las estrellas, rodeados por luciérnagas, pequeños insectos que a la luz del día eran horribles, pero que en este momento se veían hermosos.
— ¿Qué hora es? –dije tratando de tocar una luciérnaga.
—Más de las cuatro, es mejor que volvamos ¿no? –miré hacia atrás y pude ver una luz lejana.
— ¿Qué hay para allá?
—La escuela –dijo sin ningún problema.
— ¡¿Qué?! ¿Me has hecho venir a este lugar por el lado más extremo y no por la escuela?
—Es para que tengas resistencia —le di un golpe en su hombro.
—Vamos, que debo pensar en cómo subir a mi habitación de nuevo….
— ¿Amaya? –me giré a verlo ya que se había quedado unos pasos atrás –antes que nos vayamos hay algo que necesito decirte, me agradas y no quiero seguir mintiéndote.
Fruncí el ceño, confundida por sus palabras ¿A qué se refería? ¿Por fin me diría de qué trataba esa agrupación del Centro de Alumnos?

Nuevo capitulo, hay que volver a subir :D

2 Lectores:

  1. como que nos dejas asi Daaaaaaaaaaaaaaaaani!!! en la parte mas emocionante! exigo un capitulo ya.!! jajajajaja (broma nomas) pero igual, ya quiero saber el secreto que le va a decir

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  2. Pensé que sería bueno un capitulo y lo es el problema es que ahora quiero otro no puede terminar así

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