Capitulo 9
Bajé las escaleras con esa sensación extraña que me había
dejado Leonardo y Juliana, lo más probable era que estuviera celosa de lo bien
que lucían ambos…o también podía estar enojada con Juliana, no me gustaba como
trataba a Leonardo, no desde que entró a ese grupo de porristas. Él siempre parecía
querer pasar tiempo con ella, a pesar de estar en el colegio juntos, no se
cansaba de estar a su lado, pero Juliana simplemente prefería estar en ese
grupo de chicas.
Sin embargo no debería estar pensando en ello, sino más
bien él en hermoso auto que estaba al frente de mis ojos.
— ¿Y bien? –dijo tío Evan desde la puerta.
— ¡¿Un Volkswagen?! –sí, sin duda mejor me
concentraba en el regalo que me habían hecho mis tíos.
—Tu madre me comento que habían discutido porque
querías tener un auto.
— ¡Pero es un Volkswagen! Yo quería algo simple
pero… ¡esto es mucho mejor! –Me giré y abracé a mis tíos, tratando de demostrar
lo agradecida que estaba, esto era increíble – ¡Muchas gracias! ¡No lo puedo
creer!…es hermoso.
Tomé las llaves que me pasó tío Evan y corrí al auto
color negro, que tenía mi corazón acelerado y mi cabeza en las nubes por la
emoción. Encendí el motor y comencé a conducir, tuve muchos recuerdos a la vez,
pero los deje pasar, ya que en el pasado había tenido problemas con el auto de
mis padres.
Esto me ayudaría a no seguir yendo en el auto de Damián
al colegio, era agradable ir con él todas las mañanas porque conversábamos de
todo, pero era demasiado el riesgo de que nos descubrieran y que yo tuviera
problemas. Además esto me daba la oportunidad de ir donde yo quisiera ¡tener el
auto era sinónimo de libertad!
Di una vuelta por todo el condominio y volví a casa.
En el camino pude notar como estaba estacionado el auto de Damián, había
regresado.
— ¡Esto es magnífico! –le grité a mi familia
mientras estacionaba el auto. Me bajé de este y fui hacia ellos.
—Sabes lo que involucra tener un auto, Amaya… —dijo Cristian
muy serio, lo sabía muy bien. Él me había enseñado a manejar hacía bastante
tiempo atrás, ni siquiera podía tener una licencia pero yo le había insistido
tanto que al final aceptó, lo que después trajo más de un problema.
El año pasado había salido con unos compañeros, tomando
el auto de mamá a escondidas…terminé chocando contra un árbol porque estaba más
atenta a las estupideces que hablaban que al camino, eso fue realmente un mal
momento, además del hecho de haber bebido algo.
—Prometo que me comportare con el auto, no haré nada
malo…necesito una licencia provisoria, ya tengo la edad suficiente para tener
una de esas ¿no? –Él me seguía mirando preocupado –Papá, seré cuidadosa, lo prometo
–le di un abrazo a Cristian y él lo
respondió gustoso.
—Muy bien, vamos a dentro que está haciendo frio —ordenó
Miriam para que no siguiéramos entumiéndonos.
—No sabíamos que regalarte –dijo Miriam nerviosa ya
cuando habíamos llegado a la sala –ya que…bueno, has pasado por una etapa donde
tus gustos han cambiado radicalmente así que optamos por darte dinero —me pasó
un sobre y solo reaccioné abrazando a mamá, ella sabía que le había tocado una
hija complicada y solo trataba de apoyarme.
—Muchas gracias.
La entendía muy bien, había pasado etapas donde me
pudieron haber regalado desde un bolso color rosa con un perro sin pelo a otro
cumpleaños donde me pudieron haber dado muñequeras para esconder las cicatrices.
Así de extremo habían sido estos últimos años, gracias al cielo que ya todo
estaba volviendo a la normalidad y yo me estaba comportando como una mejor
hija, dispuesta a no herir más a mis padres. Por lo menos trataba.
— ¿Y? –Dijo tía Sofía que me miraba curiosa — ¿no
saldrás con amigos este cumpleaños? –había un tono esperanzado de que mi
respuesta fuera positiva, todos en esta habitación sabían de mis luchas
internas.
—No, pero me lo he pasado bien con ellos antes, por
eso llegue tarde –sus ojos brillaron de emoción. Mis tíos también habían
sufrido mucho por todo lo que sucedió en el colegio anterior, las burlas y el
acoso llegaron hasta tal punto que a papá le gritaban insultos en la calle,
llamándolo de diferentes forma por tener una hija “asesina”
Ellos habían sufrido por mis padres y por mí,
preocupados en Roma, nos visitaban muy seguido en ese entonces y siempre
trataban de aconsejarme. En ese entonces no escuchaba.
—Bien, entonces seguirás con estos viejos pasando
una linda velada –agrego tío Evan cuando el ambiente se volvió tenso por los
recuerdos. Era inevitable
—Haré un sacrificio –bromeé yendo con él hacia los
sofás.
Nos quedamos hasta altas horas de la madrugada
conversando de todo, fue sin duda agradable, además que tuve el tiempo de
compartir con mis tíos que partían al día siguiente. No podían abandonar su
compañía de modelos por mucho tiempo, así que tendrían que estar pronto en Roma.
—Buenas noches –hice una seña a todos luego de despedirme
con un beso para cada uno.
Subí a mi habitación y busqué mi pijama para poder
cambiarme, pero nuevamente un sonido llamo mi atención. Fui hacia la ventana y
al acercarme una piedra dio con esta nuevamente.
Abrí la ventana rápidamente y miré al culpable de
esto, si seguía de esta forma, mi ventana no duraría nada.
— ¡Leonardo! Basta de golpear mi ventana, ya vete de
una vez –escuche como alguien tosía y salía de la oscuridad, revelando su
identidad. Esos ojos verdes me miraron con cierta emoción — ¿Damián? ¿Qué haces
aquí?
— ¿Cómo alguien puede pasar tanto tiempo con gente
mayor? Te he estado esperando demasiado tiempo.
— ¿Qué haces aquí? –volví a preguntar, muy poco
feliz de ver a Damián fuera de mi casa, a estas horas.
—Vine a darte tu regalo de cumpleaños, ahora no
tengo nada que hacer, así que baja –me indicó las dos bicicletas que estaban en
la calle — ¡vamos, apresúrate!
— ¡No puedo! Estás loco, no lo haré…ya vete a
dormir, son más de las tres de la madrugada, me iré a dormir –cerré la ventana
y me giré para poder acostarme, pero una nueva piedra chocó contra el vidrio. Volví
enojada porque la maldita ventana terminaría destrozada — ¡Ya basta! –era
realmente desagradable gritar susurrando para que papá no me escuchara.
— ¡Cobarde! –fruncí el ceño molesta al escucharlo.
—Créeme que no tengo ni un pelo de cobardía –él rio
al escucharme – ¡no bajaré!
—Ven, no te arrepentirás ¡vamos!
— ¿Cómo quieres que baje? Cristian me mataría si me
ve saliendo a esta hora –me indicó con su dedo índice la enredadera que estaba
a mi lado. Tuve que taparme la boca para que no me escucharan reír — ¡Estás
loco! Adiós…
— ¡Oh vamos! ¿En serio quieres pasar así tu
cumpleaños? — ¿Qué tenia de malo mi cumpleaños? Había sido entretenido y mis
regalos habían sido asombrosos –ponte un abrigo y vamos…no te arrepentirás.
— ¡Lo dudo!
Me gire y fui a mi armario por mi chaqueta de cuero
con gorro, así podría cubrirme mejor, por lo visto tendría que ir en bicicleta
a no sé dónde.
— ¡Te odio! –le grité antes de que sacara mi pierna
por la ventana.
Mi corazón latía con fuerza por el terror de caer,
pero seguí para llegar abajo y golpear a Damián y así sentirme mejor.
— ¡No puedo! –estaba sujeta con ambas piernas en la
enredadera. Miré hacia abajo y todo empeoró.
—No te preocupes, si caes yo te sostendré.
— ¡Me importa un comino! No es como si tu cuerpo sea
un colchón inflable ¡idiota! –Escuché como reía bajito — ¡Damián! –lo traté de
regañar, pero él me interrumpió.
—Amaya, si no bajas en este momento me quedare
sentado, mirando tranquilamente como luce tu trasero, que no había notado que
está hecho como a mí me gustan –abrí mis ojos sorprendida por lo que estaba
diciendo.
Me armé de todo el coraje que estaba sintiendo y
comencé a bajar por las bases de madera que habían, pero en un momento pisé una
base que estaba mojada por la maldita humedad que había en este lugar. Resbalé
y ni siquiera me pude sujetar con mis manos para evitarlo.
Cerré mis ojos y no grité, no pude hacerlo por el
terror que sentí, solo estaba esperando sentir el golpe en mi espalda por ser
tan estúpida y hacerle caso a Damián, pero en vez de sentir eso contra mi
espalda, solo sentí un montón de huesos y carne.
— ¡Santa mierda! –grité al sentir como al rodilla de
Damián me golpeaba el muslo, como sus brazos chocaban contra mi espalda y luego
solo fue dolor y más dolor.
—Oohh…Amaya —se quejó el idiota que estaba debajo de
mi –esto no es como lo muestran en las películas.
— ¡¿Quién está ahí?! –escuché el grito de Cristian y
de inmediato sentí como los brazos de Damián me rodeaban y avanzó conmigo hasta
chocar contra su cuerpo y arrastrarme hasta los arbustos.
—Shhh… —dijo en mi oído.
Mi corazón latía con fuerza por el miedo de que Cristian
nos descubriera. Esto sería un castigo de por vida.
— ¿Sabes que en este momento te odio? –susurré
furiosa por haber caído en este juego, pero Damián tapó mi boca con su mano y
me acercó más a su cuerpo con su otra mano que rodeaba mi cintura.
— ¿Ves a alguien? –la voz de mamá se sentía más
cerca, pero no podíamos ver a mis padres aun.
—No, no hay nadie –dijo Cristian –estos chicos, no
se comportan en ningún lugar…vamos, entremos.
Ambos suspiramos cuando nos vimos a salvo. Me separé de él en un segundo y lo miré
enojada.
—Mira lo que hice, no debí escucharte –me puse de
pie y mire hacia los lados.
— ¿Estás bien?
—No, no lo estoy, me duele todo por haber caído
sobre un montón de carne y hueso…realmente te hace falta ejercitarte si desear
alcanzar chicas que caen desde sus ventanas.
—Lo siento, fan numero uno de Leonardo —lo quede
mirando unos segundos por lo que dijo. En realidad él tenía en parte razón, Leonardo
era grande y me podría haber sostenido de mejor forma que el corredor sin
bastantes músculos que tenia aquí al lado.
—Cállate y toma una bicicleta —tomé la de color azul.
—Esa es mía, la tuya es la roja, es de Amalia –lo
mire como si de esa forma pudiera asesinarlo.
—Tomare la azul y no dirás nada, estoy muy enojada, así
que apresúrate –él sonrió y terminó tomando la bicicleta roja.
Él acelero su pedaleo y me adelantó, lo que fue
bueno ya que tenía que seguirlo. Seguimos nuestro camino por varios minutos
hasta que llegamos al pueblo, el cual estaba bajo un silencio realmente
agradable, este lugar era muy pacifico, nada comparado con mi antigua ciudad.
—Por acá –dijo Damián girando hacia donde había un
camino muy oscuro, sentí como los nervios hacían que mi estómago doliera.
Lo seguí en silencio hasta que llegamos a un portón
de madera. Ahí Damián se detuvo y dejo la bicicleta tirada en el suelo.
—Damián…no quiero ir por ahí, está oscuro.
—No seas miedosa, no hay nada por estos lados, yo te
cuido si es que un conejo trata de atacarte –rodeé los ojos, odiaba que me
subestimara.
Dejé la bicicleta sobre la suya y miré a Damián,
quien me esperaba pacientemente.
— ¡Ven! –saltó con una habilidad sorprendente el
cerco de madera y me hizo una seña para que hiciera lo mismo, pero pude notar
que la cadena que unía ambas partes del portón, estaba sin candado.
—Mira bien lo que haré Damián, será algo
sorprendente y es lo que diferencia a los hombres de las mujeres, es un gran
secreto que se te será revelado –empujé la parte derecha del portón y lo abrí
para cruzar tranquilamente hacia donde estaba Damián.
—Ja Ja…que aburrida eres.
—Ja ja…que idiota eres –él volvió a sonreír y
seguimos caminando hacia no sé donde — ¿Adónde vamos?
—Te gustará, es único en Ciudad Blanca y solo yo lo
conozco, no se lo he dicho a nadie porque no quiero que lleguen muchas personas
a mirar.
—Si es algo que no me guste Damián, terminarás en el
suelo con mi pie en tu trasero, así que este es tu momento para defenderte.
—Eres violenta.
—Me has hecho caer de mi ventana, no tengo el mejor
de mis ánimos en este momento… —al decir eso mi pie tropezó con una roca
gigante que había y me tuve que sujetar de lo primero que encontré…Damián, pero
esta vez sí fue de gran utilidad porque me tomó con firmeza y evitó que cayera.
—Ven, dame la mano para que no termines en el suelo
de nuevo –asentí y me acerqué más a su brazo para ir segura, no quería llegar
herida a mi casa.
Pasaron varios minutos donde caminamos, para mí sin
sentido, pero para Damián hacia un lugar que me iba a encantar.
Aun no entendía como le había seguido la corriente,
este chico solo era sinónimo de problemas y odiaba tener que ser un Pepe el
Grillo, tratando de conectar sus pies a la tierra.
—Lo conoces, así que no te asustes, no es como si te
llevara a un lugar del todo nuevo.
—Está bien.
Era inevitable, me sentía nerviosa y el miedo
comenzaba a aparecer en mi cuerpo. No debí salir en ningún momento de mi
habitación, ahí estaría segura y no tendría estos sentimientos que me hacían
recordar muchos tiempos del pasado.
—Muy bien, hay que subir este monte —seguí aferrada
a su brazo para no caer y mientras notaba como las estrellas brillaban sobre
nosotros. No nos tomó mucho tiempo llegar hasta la parte más alta, donde se
podía ver toda Ciudad Blanca y como las luces del pueblo avisaban que ese lugar
no era un lugar fantasma.
— ¿Es esto? porque es hermoso —dije mirando hacia el
pueblo, era una vista privilegiada, no podía negarlo.
—No seas tonta, de seguro en tu antigua ciudad podías
ver muchas más luces –eso era cierto y la vista que tenia era maravillosa,
mucho mejor que esta –vamos.
Comenzamos a bajar y llegamos a unos árboles.
—Dime que no estamos perdidos, Damián.
—No, solo estamos en el bosque….tranquila, no hare
nada malo, te gustará —suspiré rendida y recordando todo los movimientos de
auto defensa que me habían enseñado meses atrás. Seguí caminando –muy bien, prepárate…
—me aferré más a su brazo, nerviosa por lo que iba a suceder.
Cruzamos los últimos arboles y llegamos al mismo
lugar en el cual nos reuníamos, cuando pasamos los límites del colegio, pero
ahora estaba lleno de luciérnagas.
—Oh Dios… —mire como todas esas luces llenaban el
lugar, siendo compañeras de las mariposas nocturnas que pasaban por los lados
–es realmente hermoso –nunca en toda mi vida había visto algo igual, con un
poco de suerte había ido al parque para no olvidar lo que eran los arboles,
pero esto… ¡esto estaba fuera de mis conocimientos! Era un espectáculo de la
naturaleza que jamás me habría imaginado ver.
—Lo encontré cuando estaba recorriendo una tarde,
ahí encontré este maravilloso lugar y me quede ahí para pensar un poco…luego se
hizo tarde y pude ver como las luciérnagas llegaban, es hermoso –quede mirando
a Damián, notando su expresión seria y hablando con cierto orgullo de su
descubrimiento –te daría las gracias si no le dices a nadie sobre esto.
—Lo prometo –juré muy decidida, este lugar tan
hermoso no podía ser profanado por el humano — ¿ha cuantas personas has traído
aquí?
—A nadie, eres la primera… —fruncí el ceño ante lo
que me explicaba Damián, no quería que él confundiera lo que estaba sucediendo
entre nosotros. No era que encontrara feo a Damián o que no me agradara, pero
no tenía ninguna posibilidad de que esto funcionara, ya que ambos estábamos
rodeados de mentiras.
—No creo que estés confundiendo esta amistad ¿cierto?
–sonrió de inmediato, dejando que me relajara al ver que no estaba equivocada.
—Claro que no, solo que es tu cumpleaños y has sido
una buena amiga…y no tengo amigas realmente, además de Nicole que solo la
conozco porque es la novia de Felipe.
—Ya veo, pobre chico que solo es capaz de tener sexo
con las chicas y no tenerlas de amigas —él negó ante lo que dije.
—No, tú eres mi amiga ¿no? –me sentí de inmediato
mal cuando escuché lo que dijo. Damián era un chico agradable, no podía decir
que buena persona, pero él me hacia reír y era entretenido pasar tiempo a su
lado. No me había gustado conocerlo en estas circunstancias llenas de mentiras
y secretos.
—Claro que soy tu amiga.
— ¿Y sabias qué lo amigos también se pueden besar?
–enarqué una ceja, este chico era irreparable.
— ¿Sabías que donde vivía antes los amigos también se disparaban?
¡Podríamos probarlo! –él comenzó a reír de inmediato por mi broma.
Terminamos en el centro del prado mirando hacia las
estrellas, rodeados por luciérnagas, pequeños insectos que a la luz del día
eran horribles, pero que en este momento se veían hermosos.
— ¿Qué hora es? –dije tratando de tocar una
luciérnaga.
—Más de las cuatro, es mejor que volvamos ¿no? –miré
hacia atrás y pude ver una luz lejana.
— ¿Qué hay para allá?
—La escuela –dijo sin ningún problema.
— ¡¿Qué?! ¿Me has hecho venir a este lugar por el
lado más extremo y no por la escuela?
—Es para que tengas resistencia —le di un golpe en
su hombro.
—Vamos, que debo pensar en cómo subir a mi
habitación de nuevo….
— ¿Amaya? –me giré a verlo ya que se había quedado
unos pasos atrás –antes que nos vayamos hay algo que necesito decirte, me
agradas y no quiero seguir mintiéndote.
Fruncí el ceño, confundida por sus palabras ¿A qué
se refería? ¿Por fin me diría de qué trataba esa agrupación del Centro de
Alumnos?
Nuevo capitulo, hay que volver a subir :D
como que nos dejas asi Daaaaaaaaaaaaaaaaani!!! en la parte mas emocionante! exigo un capitulo ya.!! jajajajaja (broma nomas) pero igual, ya quiero saber el secreto que le va a decir
ResponderEliminarPensé que sería bueno un capitulo y lo es el problema es que ahora quiero otro no puede terminar así
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