Epílogo
Miré por la ventana de mi oficina. Estaba en el último piso de un
rascacielos en Londres. Tocaron a la puerta y me iré a ver de quien se trataba.
—Adelante –dije al notar que no habían entrado. Un muy guapo y brillante
hombre que se acercaba a los veintiocho años caminó hasta donde me encontraba,
sonriéndome en todo momento.
—Ya nos deberíamos ir, cariño —asentí al escuchar su acento inglés.
—Si ya es tarde y quiero llegar temprano a casa Dante, sabes que no me
gusta andar de noche por las calles y menos manejando –él asintió.