viernes, 7 de febrero de 2014

Demonio Blanco - Capítulo 25


Capitulo 25

Presioné con fuerza mis manos contra el volante. Había salido de casa sin querer avisarle a nadie, pero cuando mamá me vio en la puerta le dije a donde iba. No le di tiempo de decir nada.
Llegué en cosa de minutos al hospital, corrí hasta entrar a urgencias y preguntar si estaba aquí Leonardo. Cuando me encontraba hablando con una enfermera pude ver qué pasaba la madre de Leonardo, Sara.

— ¡Disculpe! –dije dejando sola a la enferma y corriendo hasta donde la Sra. Ulloa.
— ¡Amaya! ¿Qué haces aquí? –dijo sorprendida.
— ¿Dónde está? ¿Cómo está? –no podía decir que el infeliz de Damián me había avisado de esto.
—Está bien, aunque bastante herido… recién se fue tu padre de aquí, estaba conversando con él.
— ¿Qué paso?
—Hace un par de horas llamaron diciendo que estaba Leonardo en el Hospital, unos hombres lo golpearon cuando volvía de tu casa, una mujer que iba manejando lo vio tirando al lado de la carretera y dio aviso a la policía ¿quieres verlo?
— ¿Puedo? –mi corazón latía desesperado por lo que estaba pasando.
—Claro, Bruno ya se fue a casa para tratar de buscar a quienes hicieron esto, sabemos de quien viene, pero no hay pruebas, así que puedes entrar en su turno –los padres de Leonardo sabían todo lo que había detrás del ataque de Damián en el colegio, además de las drogas.
—Gracias.
Subimos hasta el tercer piso, donde Leonardo estaba en una habitación individual. Sara me indicó cual era y corrí rápidamente hasta abrir la puerta. Me quedé ahí unos segundos, en shock por lo que estaba viendo.
Leonardo tenía su brazo derecho con una escayola, mientras que el otro tenía marcas muy feas. Podía ver que su rostro también tenía hematomas por haber sido golpeado brutalmente. Mis ojos se llenaron de lágrimas y corrí hasta donde estaba. Traté de quedarme callada porque él estaba durmiendo, eran más de las tres de la madrugada.
Tomé su mano con cuidado y me senté a su lado, mirando como dormida. Sequé mis lágrimas con mi mano libre.
—Lo siento –susurré al darme cuenta que si él no hubiera estado siempre a mi lado, nada de esto habría ocurrido.
— ¿Amaya? –Volví a hacer un mohín por haberlo despertado –es tarde ¿Qué haces aquí?
—Estaba solo paseando por aquí y se me ocurrió venir a verte –él sonrió, tenía una expresión cansada –lo siento mucho –él sonrió.
— ¿A sí que tú fuiste la que me golpeó? Creo que tendrás que pasar unos días detenida, Amaya ¿sabes? No te ves tan alta y ancha como para golpear tan fuerte.
—Deja de bromear –él puso sus ojos en blanco.
—No tienes la culpa de esto, no seas melodramática, además solo es un brazo roto, pasará en unos meses –pasé mi mano por su frente, tenia hematomas por toda su cara. Se quejó un poco cuando acaricié su mejilla.
—Lo siento.
— ¿Amaya? –Dijo frunciendo su ceño — ¿estás con pijama? –recién ahí me di cuenta de cómo andaba vestida.
Solo había tomado una sudadera ancha y había salido de casa, incluso estaba con mis pantuflas rosas que tenían una oveja bordada en cada pie. Gracias al cielo estaba usando mi pijama con pantalones largos, aunque los múltiples colores que tenía, me hacían ver como una loca en pijama.
—Sí, salí rápido de casa al enterarme de lo que pasó.
— ¿Cómo lo supiste? –suspiré al ver que las malas noticias no acababan nunca.
—Damián se metió a mi habitación, me informó de todo lo que pasaría con él, como no saldría perjudicado… lo que estoy empezando a creer.
— ¡¿Estuvo en tu habitación?! –se trató de sentar, pero se quejó.
— ¡Alto, alto! no intentó hacer nada, solo estaba siendo escalofriante y tratando de intimidarme –cosa que le resulto después de decir que Leonardo estaba en el hospital.
—Hijo de puta ¿Qué pretende?
—Que me vaya, me quiere fuera del colegio –él sonrió y negó a mis palabras.
—Claro que quiere eso, eres la prueba de la duda, nada seguirá siendo igual para él en ese colegio.
—Solo por un tiempo, cuando llegue un nuevo año escolar todo será favorable para él, quizás hay alumnos que no tienen idea de nada.
—Entonces tenemos que dejarlo expuesto –negué a sus palabras.
—Tú no te meterás más en esto… no quiero que en la próxima semana te rompan el otro brazo o algo peor.
—Amaya no.
—No, esto es injusto, ellos son los malos y mira lo que está pasando, no hemos logrado nada –solté la mano de Leonardo y me puse de pie. Sentía tanta rabia –lo mejor es que no te vean conmigo, no quiero que luego seas un rechazado por todo el colegio, ellos saben manipular muy bien.
— ¿De qué estás hablando? No seas ridícula.
— ¡Ah! –empuñé mis manos, quería golpear a Damián por lo que había hecho, quería que esa estúpida sonrisa se borrara de su boca y que su vida se volviera un infierno en el colegio, exactamente como eran sus planes para mi propia vida –se acabó, me las pagarán, no permitiré que hagan lo que deseen con nosotros.
—Basta… —trató de sentarse de nuevo.
—Tranquilo, no te muevas que te duele.
—No me alejaré de ti por lo que piensan los demás, eso sería una estupidez –lo quedé mirando, pensando en que mis planes tendrían que adelantarse.
—No pienso pasar por lo mismo dos veces, ni dejaré que esto te afecte, es mi problema y…
—Cállate de una vez –dijo ahora mirándome enojado –estas actuando como si quisieras ser algún estilo de mártir, no estás sola y no me molesta estar contigo en el colegio. No te comportes de esta forma, te hace quedar pésimo.
—Mira donde estás por mi culpa –él negó.
—Esto fue porque me desquité con Andrade ese día, es su venganza por haber golpeando su estúpida cara.
—Leonardo, me vengaré… no dejaré esto así como así, sé muy bien que la justicia no hará nada contra ellos, tienen al juez de su parte, además no dudo que el fiscal a cargo también pueda estar involucrado, eso ya escapa de nuestras manos… pero en ese colegio –tensé mi mordida, deseando ver a los Andrade acabados –se sabrá la verdad de una u otra forma.
— ¿No crees qué ir por ese camino solo logrará que el fuego aumente? –era cierto, lo más probable es que las cosas empeoraran contra nosotros.
—Por eso mismo… no puedo seguir a tu lado, no te involucraré –miré la hora y era mejor irme, así dejaba descansar a Leonardo.
— ¿Qué estás diciendo? Eso es una estupidez ¿crees qué te haré caso? –no podría ser suave con él.
—No quiero que vuelvas a ir a mi casa, no debes tener relación alguna conmigo –mis hombros decayeron al decir eso –lo mismo corre en el colegio, ahora debes descansar.
—Amaya –dijo sorprendido por mis palabras.
—Siento todo esto.
Sin más salí de la habitación y me encontré con Sara, agradecía que nos haya dejado solos. Me despedí de ella y me fui.
Mientras manejaba iba pensando en mis próximos pasos, Damián me las pagaría por todo lo que había hecho, al igual que Amalia, ella si saldría perjudicada, pero tendría que ser cautelosa. No iba a arriesgar a que todo se arruinara, la venganza es un plato que se sirve frio y con los Andrade… seria una exquisitez, les daría donde más le duele: su prestigio.
Cuando llegué a casa tuve que explicarle todo a Miriam, que me regañó por haber salido así de casa, pero Cristian me ayudó con mi justificación cuando le dijimos lo que había pasado con Leonardo. No les dije nada sobre Damián, eso solo causaría más problemas y no quería tenerlos en este preciso segundo.
Me fui a dormir, sintiendo como mi corazón pesaba al pensar en el estado de Leonardo. Malditos matones que lo hirieron, en estos momentos hasta me odiaba porque era todo mi culpa, si no lo hubiera involucrado nada de esto habría ocurrido, pero ya estaba hecho, no podía lamentarme, tenía que actuar y crear una maldita venganza.
No quería alejar a Leonardo, sabía que ahora con su brazo derecho fracturado, necesitaría ayuda y me encantaría dársela, pero… todavía había una posibilidad de que esto no lo afectara en su totalidad, además del hecho que yo arruinaría todo aun más y luego desaparecería, era un acto ruin dejarlo con todos los problemas. Tendría que ser fuerte y hacer la vista gorda con él… aunque me doliera no seguir pasando mis tardes y mis días con él.

Me desperté tarde al siguiente día, le había dicho a mis padres que no iría al colegio, ninguno me dijo nada sobre eso. Me tenía que enfocar en salir con excelentes notas este semestre y esta semana junto con la próxima serían los exámenes, lamentaba no poder estudiar con Leonardo, era mucho mejor de esa forma, pero no era correcto. Sin embargo, como era él, lo más probable es que fuera a clases, no quería que chocara con Damián, eso lo podría meter en más problemas.
Parecía una leona enjaulada, dando vueltas por toda la casa, pensando en cómo había amanecido Leonardo. Quería tomar el auto e ir hasta su casa, donde debía estar hoy, pero recordar su situación solo me hacía sentir culpable, así que para distraerme de mis caminatas dentro de casa, fui hasta mi habitación y tomé el respaldo de las pruebas que tenia contra Damián y Amalia. Era hora de comenzar con mi plan.

Salí de casa hasta el centro de Ciudad Blanca, donde busqué un cibercafé y mandé a imprimir las imágenes que necesitaba, después fui hasta una fotocopiadora y me gasté una pequeña fortuna en ese lugar. Nadie preguntó nada cuando vio las hojas. La suerte estaba de mi lado, no eran curiosos, así que pude hacer todo lo que necesitaba. Para cuando eran ya pasada las siete de la tarde pude volver a casa, pero cuando estaba por llegar recibí un mensaje en mi celular, era de Leonardo.
“Si te sientes culpable, tienes que venir a ayudarme, no puedo escribir o estudiar con mi brazo derecho fracturado. Ven a hacerte cargo de lo que provocaste”
Podía imaginarme a Leonardo sonriendo mientras escribía este mensaje. Era un manipulador, pero aunque las ansias por ir a verlo eran grandes, solo apagué el celular y me concentré en manejar.
Cuando llegué a casa llevé las cajas con las fotocopias hasta mi habitación, tratando de que Nana no viera nada, no fue difícil ya que no estaba en casa. Dejé todo en mi armario, detrás de mis zapatos.
— ¿Está estudiando? –dije pensando en el mensaje de Leonardo. Si solo anoche estaba hospitalizado, era un terco, debería estar durmiendo o descansando.
Miré hacia la ventana y ya estaba anocheciendo, quería ir a verlo y poder ayudarlo ¡Demonios! Parecía que alejarme de él no era tan fácil como pensé.
Me senté en la cama y prendí el celular, no pasaron muchos segundos cuando llegó otro mensaje.
“Eres mi no solo amiga, deberías estar aquí ayudándome”

Dejé el celular a un lado y me recosté en la cama, mirando hacia el techo, mi corazón latía con fuerza, estaba tratando de controlar las ansias de ir hasta la playa. Cerré mis ojos cuando sentí que las lágrimas caían por mis costados ¿Por qué me tenía que pasar todo esto?
— ¿Amaya? –Me giré hacia la puerta y encontré a Cristian mirándome un tanto confundido –Amaya… —dijo entrando a la habitación, se sentó al final de la cama — ¿estás así por Leonardo?
—Fue mi culpa, papá –me senté y lo miré triste –si no fuera porque…
—Ah hija –me interrumpió –esto no es tu culpa, además Leonardo esta grande para saber a quién quiere tener como amigos.
—Lo mejor es que me mantenga alejada.
— ¿Alejada de él? –Asentí –Amaya, eso ya no ocurrió, en estos momentos debe necesitar tu ayuda a menos que sea zurdo ¿no es época de exámenes? Pronto acabará el año, estoy seguro que podrías ayudarlo.
—Papá… no entiendes.
— ¿No entiendo? ¿Esto es por cómo se comportan en el colegio con ustedes? –Lo mire sorprendida –el director me llamó por los papeles que pusieron en un pasillo del colegio, cuando fui a hablar con él esa tarde, me enteré que estuvieron metidos en un pleito dentro de la cafetería…
—Leonardo no se merece esto.
—Ni tu tampoco, es como si yo estuviera en depresión por ser policía y exponerte a tipos como Damián –lo miré confundida –si yo no fuera el jefe de esta zona, si fuera no sé… cualquier otro trabajador, él no habría planeado nada contigo, como tampoco te habrían tratado mal en tu antiguo colegio cuando creyeron que yo había interferido en las evidencias de ese infeliz –dijo refiriéndose a lo que pasó en nuestra antigua ciudad –creo que con Miriam hemos criado a una mujer inteligente y ahora uno de tus amigos necesita ayuda.
—Pero lo meteré en problemas –él sonrió.
—No conozco mucho a Leonardo, pero por lo que he hablado con él… estoy seguro que no se haría el desentendido si te llegaran a tratar mal.
—No lo sé.
—Bruno me dijo que Leonardo irá mañana a clases ¿tú irás? ¿Piensas no mirarlo? ¿No hablarle? Es tu compañero de asiento Amaya ¿lo dejaras solo si lo tratan mal?
—Esto es manipulación, quieres que vaya a clases por él.
—Eres fuerte… yo pienso que tengo a una heroína de hija ¿me defraudarás?
—La grabación de Damián fue un accidente, no soy ninguna heroína –él sonrió.
—No me refiero a eso, sino a mi hija, quien ha soportado muchas cosas a su corta edad, para tus padres tú eres una heroína –hice un mohín al escucharlo, me acerque a él y lo abracé.
— ¿Papá? –Dije aun abrazándolo –esto no hará que no me vaya con tío Evan –él suspiró y me alejé –Iré a clases mañana –dije cuando él estaba saliendo de mi habitación.
—Esa es mi hija, ahora baja a cenar.

Ya era un nuevo día, mañana comenzaban los exámenes, así que mandaría al diablo lo que dije sobre Leonardo. Hoy iría solo para verlo.
Todo transcurrió de la misma forma que la vez pasada, ahora me miraban y susurraban. Pude ver desde lejos como iba Damián con Amalia y sus amigos, sentí un dolor de estómago por saber que me los encontraría, aunque fuera en la cafetería. Comencé a buscar a Leonardo, pero no lo encontraba en ningún lugar, no estaba en el estacionamiento y por lo visto tampoco en el patio.
Rendida me fui hasta la sala y me senté sola, pensando en que quizás Leonardo despertó sintiéndose mal, pero justo cuando el profesor entró, llegó con un acompañante: Leonardo.
Se sentó a mi lado sin decir nada, traía su brazo con el yeso cubierto con una maya azul que hacia la función cabestrillo, aunque más llamo mi atención que la corbata de su camisa estaba mal puesta.
— ¿Leonardo? –él me miró un tanto enojado, de seguro porque no había respondido sus mensajes.
— ¿Ahora tienes planes de hablarme? –no le dije nada, simplemente llevé mis manos hasta su corbata y la arreglé.
—Ahora te ves mejor –él sonrió y supe de inmediato que ya no estaba enojado.
—Me costó vestirme, no tener un brazo es complicado.
— ¿Te duele?
—No… para eso hay pastillas, me quitan el dolor por largos ratos, te dije que esto no era nada –claro, su cara aun con hematomas me decía algo diferente, pero no le quise decir nada.
—Te busqué hoy.
—Mamá es muy lenta para manejar, por eso llegue atrasado, además tuve que pasar a hablar con el director para decirle que no podría escribir nada durante los exámenes, me dijo que un profesor me iba a ayudar, ahora no sé como lo haré con los apuntes de las clases –me quedó mirando, enarcando una ceja. Sonreí y mire a todos lados, rápidamente me apresuré y le di un beso en su mejilla ya que nadie nos miraba.
—Llama a tu mamá y dile que te llevaré a casa, ahí estudiaremos para el examen de mañana, yo te presto mis apuntes, de todas formas estudiaremos juntos  y hasta ahora lo hemos hecho de excelente forma ¿no? –Leonardo sonrió de una forma que llamó mi atención, se veía guapo aun con esa marca en su labio y bajo su ceja izquierda.
—Espero que no te arrepientas.

Las primeras horas de clases pusimos atención sin ningún problema, en los recreos nadie nos hablaba y solo nos fuimos a un lugar del patio, así no teníamos que soportar miradas desagradables. Para cuando llegó la hora del almuerzo decidimos  ir a comprar algo y luego salir, no quería otro percance como el de dos días atrás.
Quería evitar cualquier confrontación con los Andrade, pero él no me hacía caso cuando quería irme por otro camino. Fue un milagro que solo nos cruzáramos a metros de distancias con ellos.
—Por fin se acabó el día –dije cuando caminábamos hasta el estacionamiento.
— ¿A dónde iremos, chofer? –lo miré sonriendo, Leonardo se veía un tanto gracioso con su yeso.
— ¿Me dejaras escribir en él? –dije apuntando a su fractura.
—Ni muerto ¿Por qué crees que lo haría? –bufé, quería escribir en él como siempre mostraban en las películas.
—Porque es entretenido, es como un recuerdo.
— ¿Y crees que quiero recordar mi brazo fracturado? –lo miré unos segundos, tenía razón, ese brazo no se había fracturado por una caída graciosa o una anécdota que valiera la pena recordar.
— ¿Qué te pasó en el brazo, Ulloa? –me tensé al escuchar aquella voz. Me giré y miré a Damián que venía acompañado de Cloe.
—Y el brazo derecho para tu mala suerte, es una pena ¿podrás dar los exámenes? –dijo ella. Leonardo dio un paso hacia adelante, protegiéndome, pero lo esquivé y encaré al par de infelices que tenia al frente.
—Sí, quizás tengan que dar sus exámenes tarde –mentí, mirando a Damián –como tu ¿no? ¿Qué te han dicho? ¿Podrás dar los exámenes o en la cárcel no tienes esa oportunidad? –él sonrió, curvando sus labios en esa sonrisa tan característica de él.
—No lo sé, podrías ayudarme si llego a caer ahí, en las visitas conyugales, con esa boquita podrás hacer grandes cosas –trató de tocar mi mentón, pero ni siquiera pude prevenir lo que sucedió después. Leonardo de un solo movimiento le dio un golpe a Damián en la cara, que provocó que cayera al suelo sin alcanzar a evitar empujar a Cloe, los dos terminaron en el suelo.
Llevé mi mano a la boca, sin poder creer lo que estaba viendo.
— ¿Ves? También sirve la mano izquierda ¿no, Andrade? –no dije nada, simplemente tomé a Leonardo para que nos fuéramos de aquí, lo empujé hacia el auto.
—Vamos, vamos –a veces encontraba demasiado grande a Leonardo, me costaba empujarlo. Miré hacia atrás y pude ver como Damián se puso de pie para venir tras de nosotros, pero Cloe lo tomo del brazo y negó, mirando alrededor.
—La próxima serán los dos brazos –le alcancé a escuchar. Él cubrió su cara con la mano, sobando donde Leonardo le había golpeado. Le di una última mirada y le hice un gesto obsceno con mi mano.
Leonardo entró al auto y yo me apresuré a acelerar para escapar de este colegio.
—No podíamos terminar bien el día ¿te duele la mano? –dije al notar que la había hecho un puño.
—Un poco –dijo extendiendo sus dedos.
Lo quedé mirando unos segundos mientras estábamos en un semáforo. Tenía su ceño fruncido y la mordida tensa. Tomé su mano y traté de que me pusiera atención.
—No puedes hacer eso otra vez, te terminaran expulsando Leonardo… —él me miró un segundo para después decir algo, pero todo quedó en nada, cerró su boca y solo asintió.
Seguí manejando y puse algo de música al darme cuenta que Leonardo no tenia ánimos de decir nada. Llegamos a su casa en veinte minutos, teníamos que estudiar Historia para mañana, así que sería una larga tarde.
— ¿Tienes hambre? –preguntó cuando entramos. Negué al notar el tono de su voz ¿Qué estaba pasando?
—No, muchas gracias, quizás más tarde ¿Dónde están tus padres? –dije al notar que no había nadie. Deje mi bolso sobre el sofá.
—Papá debe estar trabajando y mamá de seguro salió –me agradaban ellos y más cuando estaban con Leonardo, lo trataban como si fuera un niño pequeño, lo que provocaba un sonrojo en sus mejillas, me encantaba que lo dejaran así de expuesto.
— ¿Te duele mucho tu brazo?
—No, me iré a sacar este uniforme ¿sí? espérame –subió por las escaleras hasta que desapareció de mi vista.
Me senté en el sofá y me quedé quieta, esperando a Leonardo, pero los minutos comenzaron a pasar e incluso me estaba dando un poco de sueño.  Media hora después de que desapareciera me aburrí de esperar y subí las escaleras para tocar suavemente a su habitación.
— ¿Leonardo? ¿Estás bien?
—Si ¡ya bajo! –Abrí mis ojos sorprendida por el tono de voz que usó, estaba enojado – ¿estás vestido?
—Emm… algo así –fruncí el ceño y sin importarme, abrí la puerta, cubriendo mis ojos por si veía algo que no debía –puedes abrir los ojos –dijo al verme entrar –no haces caso cuando te dicen que esperes ¿cierto?
—Leonardo… —claro que se estaba demorando tanto tiempo en bajar si tenía su camiseta gris toda enredada. Gracias al cielo se pudo poner esos pantalones deportivos color negro — ¿Por qué no me pediste ayuda? –caminé hasta él y le puse la camiseta como debía. Me demoré un poco al notar que su abdomen estaba marcado ¡Dios! ¡Incluso se le notaban sus oblicuos! O sea, sabía que era grande y que tenía una espalda ancha, pero nunca me imaginé que tenía su cuerpo tan… trabajado. Me sentía sedentaria.
—Es vergonzoso, no poder ponerme la camiseta –lo miré sonriendo, no podía creer que se entrenara y tuviera este físico — ¿Qué sucede? ¿Por qué te ríes?
—Dios… ¿tú qué haces para estar tan marcado? –arreglé el cuello de su camiseta y lo quedé mirando, sus mejillas se habían sonrojados ¡qué lindo!
—Solo salgo a correr y ocupo las maquinas que tenemos en el pequeño gimnasio allá afuera –sonreí.
—Me haces sentir que no hago nada –recién ahí el volvió a sonreír, estaba segura que estaba enojado por algo.
—Tú no haces nada, eso es un hecho.
—Muy gracioso, yo corro, aunque no todos los días –dije girándome y mirando su habitación — ¡deberíamos correr juntos!
Comencé a mirar con mayor detalle la habitación de Leo. La cama tenía un soporte de madera y detrás había un mueble con el mismo tipo de madera, ahí tenia cd, películas, revistas, un equipo musical y en los costados por la parte inferior había otras cajas de colores. Su cama tenía un cobertor de franjas verticales color gris, azul y celeste. Se veía cómoda.
Observé su escritorio, donde suponía que estudiaba. Había un gran computador blanco Mac, a los costados el mueble tenía varios libros. Finalmente me fije en el sofá que tenia, en forma de L, que estaba al frente del plasma, donde también había un PlayStation 4.
—Este lugar es mi respuesta a porque no estudias Leonardo, tienes muchas distracciones, ni siquiera yo estudiaría aquí –dije sentándome en el sofá, era de género color azul oscuro, muy lindo –se nota mucho que eres el regalón de tus padres.
— ¿Quieres jugar antes de estudiar? –me ofreció un mando del juego. Sabía que no debíamos hacer esto porque teníamos que estudiar, pero lo acepté.
—No soy buena Leonardo, además tú tienes tu brazo fracturado.
—Veras que soy muy habiloso –prendió todo y se sentó a mi lado. Lo miré nerviosa.
—No soy buena en esto, creo que es mi primera vez…
—No te preocupes, lo pondré en nivel fácil –asentí, concentrada en mirar el juego. Me explicó lo que tenía que hacer y que botones tenía que presionar, así que cuando comenzamos a jugar… todo fue un caos.
Comencé a moverme como si yo estuviera dentro del juego, Leonardo me ganaba y solo estaba apoyando el mando entre sus rodillas y moviendo todo con su mano izquierda. Como soy muy competitiva e iba perdiendo, hice lo peor que se me ocurrió. Me puse de pie y lo desconecté.
— ¡No se vale Leonardo! ¡Te sabes todas las técnicas para comer más monedas! Es injusto –él comenzó a reír cuando me vio en ese estado –ahora tengo hambre y esta atardeciendo, no hemos estudiado nada, esta habitación está llena de tentaciones.
Él me quedo mirando con una sonrisa, por lo visto había logrado que dejara de estar enojado, aunque quería averiguar el motivo.
—Bien, mejor bajemos –asentí ante su idea.
Bajamos a la cocina y él buscó en el refrigerador que podíamos comer. Sacó unos jugos y porciones de torta ¡Dios! Aquí siempre había cosas dulces.
—Supongo que te gustan los dulces ¿no? –dije cuando estábamos sentados y comiendo.
—Me encantan, desde que era pequeño, soy muy fácil de comprar si me ofrecen algún dulce –sonreí, cada día iba descubriendo algo nuevo de Leonardo… y me encantaba.
—Ese dato me puede servir, además ya sé que tu sabor favorito es mora –mi porción era de mora con crema. Lo quede mirando, pensando en algo que quería preguntarle desde la noche del hospital — ¿Leonardo?
—Dime –dijo comiendo de su pastel de chocolate.
— ¿Cómo sucedió todo esa noche que te golpearon? –volvió a comer de su pastel y tomo un  poco de su jugo –si no te molesta hablarlo.
—Claro que no me molesta, no es como si hubiera quedado traumado o algo por el estilo.
—Entonces ¿Qué paso?
—Cuando venía de tu casa, a mitad de la carretera habían dos autos negros, unos Jeep Wrangler negros, nunca los había visto por esta zona –volvió a tomar de su jugo –frené porque no me dejaban pasar… tuvieron suerte de que nadie pasara a esa hora, se bajaron dos hombres de cada jeep y se acercaron, no me dijeron nada, simplemente comenzaron a golpearme…  —tensó su mandíbula por la rabia –me dejaron inconsciente al lado de la carretera, después pasó alguien en un auto y vio mi moto… llamó a la policía, por lo menos esa parte me la dijo mamá.
— ¿No escuchaste algún acento o algo así?
—No, aunque si me llamo la atención la apariencia que tenían, no eran de acá –hice una mueca, aunque Leonardo los recordara con detalle, eso no serviría nada para incriminar a los Andrade, no había forma para probar que eran los matones rusos que había nombrado Damián en el pasado –bien, creo que nos hemos distraído lo suficiente ¿no?
—Cierto, debemos terminar con buenas notas el año.
Nos fuimos a estudiar a la sala y comenzamos a hablar de la materia de historia, tomando apuntes y cada cierto momento… distrayéndonos. Estuvimos de esa forma hasta que nos dio las nueve de la noche, sus padres ya habían llegado y me ofrecieron quedarme a cenar, pero me disculpé por no poder acompañarlos, tenía que ir con mis padres.
—No pares en ningún lugar ¿sí? Y llama cuando llegues a tu casa –dijo Leonardo cuando me fue a dejar a mi auto.
—Muy bien… mañana me dejaras marcar tu yeso, seria entretenido –él negó de inmediato.
—Se vería ridículo, no lo harás –guardé mi bolso en la parte trasera del auto y miré a Leonardo.
—Bueno, ya me voy… —aun me ponía nerviosa estar con Leonardo, así que no me atrevía mucho a tomar la iniciativa, pero parecía que él no tenía problemas.
Leonardo tomo mi suéter y tiró de este para acercarme a él. Sin más se acercó y me dio un beso, me empiné sonriendo, era tan alto que me costaba quedar a su altura. Realmente no podía, el debía inclinarse.
—Tu brazo –dije cuando choco contra mi cuerpo.
—Nos vemos mañana –mi sonrisa desapareció, no tenia ánimos de ir al colegio después de lo sucedido con Damián y Cloe, además estaba Amalia.
—Nos vemos mañana y termina de estudiar, que me tendrás que salvar –lo miré con mala cara.
—Eres un cínico, te va mucho mejor en esta materia que a mí, nos vemos –esta vez me empiné y le di un beso en su mejilla para después entrar al auto.

Llegue a casa sin ningún problema, llamé a Leonardo para avisarle que no había pasado nada malo. Después de haber cenado con mis padres llevé sin que lo notaran las cajas con todas las copias que necesitaba de las pruebas contra los Andrade, las metí en el maletero y sonreí al darme cuenta que tendrían su primer trago de venganza mañana cuando saliéramos de clases.
Me fui a dormir con una sonrisa en mi boca, sin antes haber asegurado todas las puertas de la casa y las ventanas, aquello también lo hice sin que mis padres lo notaran, así podría dormir tranquila, sin imaginarme que el psicópata de Damián podría estar en mi habitación como ocurrió noches atrás.
Al día siguiente me desperté con un ánimo diferente, no me importaba que tuviera que ir a ese colegio y tenía esa emoción anticipada por lo que iba a ocurrir. Tomé desayuno con mis padres, una sonrisa en mi cara los despistó completamente, mamá dijo que me estaba yendo muy bien con Leonardo… cosa que era cierta, pero mis planes para hoy me hacían sentir emocionada.
Me despedí de ellos y traté de concentrarme en que a la segunda hora de clases teníamos nuestro examen de historia, así que debía dejar mis planes malvados para después.
Llegué al colegio junto con Leonardo, me alegré de que eso fuera así, no quería que él o yo nos topáramos con personas desagradables. Sin embargo, cuando me bajé del auto, me encontré con Vivian que me miraba sonriendo.
—Lo siento –dijo sin previo aviso, le iba a decir que no tenia porque, pero ella no me dejo hablar –no debí darte la espalda cuando me miraste, no es correcto.
—Lo entiendo, no es como si hubieran muchas opciones en este colegio ¿no?
—Exacto, pero no pienso guiar mis acciones según las demás personas, sé muy bien lo que hago –suspiré preocupada de que ella estuviera hablando de esa manera.
—No voy a negar que tus palabras me alegran mucho Vivian, pero no es bueno que estés cerca de nosotros… solo mira lo que le pasó a Leonardo por estar a mi lado –ella abrió sus ojos sorprendida.
— ¿Ellos lo hirieron? –Tensó su mandíbula, sorprendiéndome –infelices, no lo puedo creer ¿pero de qué está hecho este colegio?
—Por eso es mejor que todo se mantenga como está, por ahora, no quiero que salgas perjudicada, además pude notar como tu amigo Benjamín piensa igual ¿no?
—Él no decide por mi y no me importa, no me sentiría bien conmigo misma después de dejar a una buena persona de lado mientras que los demás le dan la espalda, yo te creo –sonreí emocionada –por lo visto Damián Andrade no es quien aparenta ser.
—Vivian…
—Ahora dime ¿Qué harás? Lo que sucedió días atrás con esos papeles, es inaudito ¿planeas hacer algo? –no podía meterla en mis planes, como tampoco a Leonardo, esto era algo mío.
— ¿Qué puedo hacer? El director es quien se encarga de esas cosas ¿no?
—Solo ha quedado expuesto que es un inútil, mira todo lo que ha pasado, el colegio entero sabe que fue Amalia con otras chicas quienes empapelaron los pasillos con esas imágenes ¿Qué hizo el Director? Nada.
— ¿Quién no hizo nada? –Miré a Leonardo que ya estaba con nosotras –hola Vivian.
—Hola Leonardo –dijo mirando su brazo fracturado — ¿Podremos escribir algo en tu brazo? –reí ante lo que dijo.
— ¿Estás agrupando personas para rayar mi brazo, Amaya? –dijo él mirándome.
—Sí, vieras tú todas las personas que hablan conmigo, exclusivamente para poder rayar tu brazo –dije riendo.
—Oh oh… —dijo Vivian mirando hacia la entrada del colegio. Con Leonardo hicimos lo mismo y fruncí el ceño — ¿Qué hace el Sr. Andrade aquí?
— ¿Ese es su padre? –el hombre era alto, iba de traje gris junto a sus dos hijos.
Era de cabello oscuro y de piel blanca, no pude notar mucho de él, aunque cuando estaba por subir las escaleras principales, se detuvo y miró hacia donde nos encontrábamos. Tragué saliva nerviosa, esa mirada era peor que la de Damián.
— ¿Sera qué por fin sus hijos se habrán metido en problemas? –dijo Leonardo a mi lado.
Puse atención en Damián y Amalia, quienes también miraron hacia acá, él dijo algo a su padre, pero este no se giró a hablarle. Después de unos segundos, los más largos de mi vida, entraron finalmente al colegio.
—Ese hombre da miedo –dije pensando en que detrás de Damián, él lo estaba respaldando, Zacarías Andrade, según La información que tenía Leo.
—De seguro viene a comprar al director –miré a Leonardo.
— ¿Tú crees? –Dijo Vivian –demonios, pero que turbio es todo esto.
—Por eso, es preferible que no… –ella no me dejo terminar de nuevo.
—Oh basta, prefiero quedarme en el bando del bien –Vivian nos sonrió –bien, mejor vamos a clases que hoy hay examen de historia y tenemos que concentrarnos.
—Parece que alguien más tiene cerebro ¿no? –miré a Leonardo y me alegré de que estuviera sonriendo por tener a Vivian cerca, eso de seguro lo hacía sentir mejor, no lo volvía en un completo rechazado.
—Así es –dijo ella sonriendo –mejor vamos a clases.
Para mi sorpresa cuando entramos al colegio, Benjamín, que no era de muchas palabras se unió a nosotros por Vivian, no hubo muchos comentarios de los demás estudiantes y fue agradable por un segundo. Al entrar a la sala de nuevo todos se quedaron mirándonos de una forma despectiva y al ver que Juliana se acercaba a nosotros… no fue algo bueno.
—Espero que estés pensando bien las cosas, Vivian –Dijo la ex de Leo.
Miré a Benjamín, quien solo se ubicó al lado de su amiga o novia, no lo sabía, cuando Juliana habló de esa manera.
—Deja de molestar, Juliana –le dijo Leonardo de forma cansada. Me causaba rechazo imaginarme como habían estado juntos en el pasado.
Nadie le dirigió la palabra, simplemente nos fuimos a sentar y después llegó el profesor. La clase de Ingles siguió sin ningún problema, pero en mi mente seguía rondando Zacarías Andrade ¿Qué estaba haciendo aquí? Me ponía nerviosa saber que el progenitor de un chico tan malo como Damián, estaba cerca de nosotros. Él era alguien a quien yo no podía enfrentar, eso lo tenía claro, así que verlo rondando por estos lados, me provocaba escalofríos.
Durante el recreo estuvimos hablando de la materia de Historia para poder dar el examen así que las siguientes horas se pasaron bastante rápido. Le pedí un par de preguntas a Leonardo mientras estábamos en la prueba, las que esperaban que estuvieran correctas, pude verlas claramente a pesar de que el profesor estaba al lado marcando las alternativas por Leonardo; que envidia sentía, se le daba tan bien este estilo de materias.
Después de haber comido afuera con los chicos, en el patio, así no causábamos muchos problemas, el resto del día se fue muy rápido, es por eso que cuando estábamos en la última hora de clases, pedí permiso para ir al baño. Era hora de actuar.
El timbre sonaría en quince minutos, ahora solo tocaba esperar y ser rápida. Fui hasta mi auto y saqué las cajas que había guardado el día anterior. Subí sin que nadie me notara hasta la azotea del colegio. Tenía que esperar a que el timbre de salida sonara.
Miré las hojas a las cuales había sacado cientos de copias, había fotos de lo que sucedía dentro de ese salón de reuniones que tenía el centro de alumnos. El alcohol, la droga y sobre todo… habían copias de Damián con la droga en el suelo y golpeado, esa foto la había sacado antes que nos fuéramos con Leonardo de ese lugar, para tener pruebas de que estaba involucrado con sustancias ilícitas. 
El prestigio de Damián se iría al suelo, tenía las pruebas que no nos servirían en un juicio legal, pero si para un juicio social.
Saqué mi laptop y me conecté a internet, quería verificar si el audio que había subido a youtube estaba aun permitido. En cada una de las hojas estaba el enlace donde Damián quedaba expuesto. De esta no podría salvarse, nadie podría ayudarlo y yo limpiaría mi imagen y la de Leonardo.
Miré el reloj y solo faltaba un minuto para que el timbre tocara. Sin embargo, la puerta de acceso a la azotea se abrió de golpe.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Eso mismo te podría preguntar a ti –dije mirando como Leonardo se acercaba.
— ¿Qué es eso? –no le tomó ni un segundo saber de qué se trataba.
—Vete, no quiero que estés metido en esto –él frunció el ceño, justo cuando el timbre comenzó a sonar y todos los alumnos se preparaban para salir del colegio.
—Oh Amaya, estás muy equivocada –dijo enojado.
—Lo haré de todas formas, pero necesito que te vayas de aquí –él sonrió tomando un montón de papeles.
—Te estuve buscando porque te demoraste mucho y pensé que podría haberte pasado algo –miré hacia abajo, ya estaban saliendo los demás alumnos.
—Leonardo… vete, déjame hacerlo –él negó ¿es qué no me dejaría cumplir con mi venganza?
—Me rompieron el maldito brazo Amaya ¿crees qué te dejaría hacer esto sola? También quiero mi pedazo de venganza –lo miré sorprendida y más cuando sin más tiró el montón de papeles que tenía en su mano –vamos, apresúrate o los arrojaré todos yo solo.
— ¡Demonios! ¡Eres testarudo! Ahora te harán daño de nuevo –él volvió a sonreír.
—Deja de ser melodramática y ayúdame –bufé molesta por su actitud, pero le hice caso.
Tiramos los papeles durante varios minutos, creo que ninguna persona se quedo sin poder leerlos. Todos miraban hacia arriba y después buscaban a Damián, pero no estaba por ningún lado. Se conectaron a internet allí mismo, desde sus celulares y computadores, era impresionante ver como estaba todo el colegio en el estacionamiento, haciendo grupos, comentando las fotos y conectándose para poder escuchar el audio.
Sonreí cuando vi que Amalia salía junto a Simón y miraban las hojas para después levantar la vista. Para ellos tendría un plato especial… ese se sentiría aun mejor.
— ¡Varela, Ulloa! –dijo gritando desde la puerta. Nos giramos y vimos al Director, mirándonos enfurecido. Bien, el juego se había acabado, por lo menos dejamos las cajas vacías.

Media hora después seguíamos en el despacho del Director, escuchando como hablaba sobre la moral y la ética, sobre el compañerismo y de cómo dos alumnos podían arruinar el prestigio de un colegio de cientos de años. Me hizo borrar el audio de Damián, pero no importaba, ya varios lo habían escuchado.
— ¡Entiendo que usted esté enojada debido a lo que pasó días atrás! –Dijo mirándome y refiriéndose a la pésima broma de Amalia –pero esto no se justifica, ambos deberán pagar por lo que han hecho –aquí venia el problema — ¿está claro?
—Claro –dijimos ambos.
—Están suspendidos por esta semana y la otra, no podrán venir al baile de invierno, solo darán los exámenes libres.
— ¿Qué no podremos venir al baile? –Dijo Leonardo enojado, tomé su mano para que se tranquilizara –eso no tiene nada que ver con todo lo que está pasando, si usted estuviera más atento a lo que sucede ¡es un inútil!
—Leonardo –le dije, para que se callara, no sacábamos nada discutiendo con el director.
—Miren –suspiró, tomándose la cabeza, lucía cansado –sé muy bien lo que piensan de mi, pero hay cosas que ni siquiera uno puede manejar –ambos lo quedamos mirando sorprendidos ¿el Director se estaba confesando? –yo he hecho lo posible con este colegio, es uno de los mejores dentro del estado y más allá no puedo llegar, quiero que sepan que el Sr. Andrade, medico prestigioso dentro de esta región, vino a visitarme esta mañana, me pidió que expulsara a los que habían perjudicado la imagen de su familia.
— ¿Qué? –dije sin poder creer lo que estaba diciendo.
—Este sigue siendo mi colegio, Srta. Varela, como le dije antes, lo más probable es que sea mi último año como Directo, así que por este año no serán expulsados… no lo serán por decir la verdad –mi boca se abrió ante sus palabras ¿es qué el Director estaba de nuestro lado?
— ¿Estoy escuchando bien? –Preguntó Leonardo sorprendido — ¿usted está de nuestra parte?
—No tengo partes, soy el Director, Sr. Ulloa… pero tengo ojos para saber lo que está bien y lo que no, es por eso que ahora están suspendidos, sin embargo, pueden dar los exámenes que quedan.
— ¿Y el baile? –miré a Leonardo sorprendida ¡qué importaba el baile! Nos estábamos salvando de una muy fea, la expulsión.
—No, será mejor que se abstengan de ese tipo de eventos… créanme, la suspensión será más favorable para ustedes que para otras personas –no podía creer esto ¡por fin algo bueno nos estaba pasando! –ahora se pueden retirar, llamaré a sus padres para informarles de lo sucedido.
Con Leonardo nos fuimos de la oficina del director sin decir ninguna palabra, solo nos dirigimos hasta nuestra sala, donde estaban nuestras cosas.
—Increíble –dijo él cuando estábamos en la puerta de la sala –prácticamente nos envió de vacaciones antes de tiempo, las clases de esta y la otra semana son solo para repasar antes de los exámenes…
—Estoy en shock, por lo visto no está manipulado por los Andrade después de todo –sonreí emocionada –Espérame aquí, necesito ir al baño y vuelvo, ahora sí es cierto –él asintió y corrí hasta el pasillo donde estaban los baños.

Lavé mis manos y después salí del baño, con una sonrisa al saber que quizás las cosas mejorarían, pero cuando caminé hacia el pasillo donde me esperaba Leonardo, una mano se apoderó de mi brazo y me hizo girar violentamente.
—Tú y yo vamos a hablar –miré asustada a Damián y no pude decir nada cuando comenzó a caminar conmigo a la rastra, llevándome hasta el patio, ya que cubrió mi boca bruscamente con su otra mano.

Espero que les haya gustado el capítulo :P

3 Lectores:

  1. jajaja esta suuuper!! jajajaja ya quiero mas! :D

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  2. que onda esos mafiosos danii... la volaitaaa...sube maaaaas!!

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  3. oh my god!!!
    que intenso se pone esto xD, pronto se pondera mas bueno, me hubiera gustado que Amaya se quedara con Damian u.u pero es malo y la hará sufrir :( ojala un dia recapacitara u.u

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