domingo, 2 de febrero de 2014

Demonio Blanco - Capítulo 18


Capitulo 18

Me puse una camiseta bastante ancha que tenía en mi ropero mientras Damián me miraba. Aun seguía esperando mi respuesta… esto no era correcto, no de esta forma, no cuando su hermana me había chantajeado para estar con él y ser su amiga, no cuando hoy me entero que sus súper amigos de esa agrupación están metidos en drogas…no cuento me entero que él estaba involucrado en ellas.
—Amaya –negué cuando me nombró.
—No puedo –me giré y él frunció el ceño cuando me escuchó –siento que esto no es correcto ¿sabes?

—¿Por qué? –porque no quería solo sentir que mi cuerpo se calentaba cuando estaba con él… no deseaba que una futura relación estuviera basada solo en atracción, quería a alguien me adorara, que me amara, quería a alguien que lo primero que pensara al despertar fuera yo y mi rostro estuviera en su mente cuando se fuera a dormir. Eso no lo tenía con Damián y no creo que pudiera tenerlo en algún momento — ¿es qué acaso es por Leonardo?
—¿Qué? Estás hablando estupideces –me apoyé en el armario, mirando al chico que tenia sobre mi cama, solo con sus pantalones –es solo que… —tomé aire nerviosa, tenía que ser cuidadosa, no podía perder la relación con Damián o si no estaría acabada, tenía que sacarlo de donde estaba para que Amalia me dejara tranquila –me gusta tenerte de amigo, nos llevamos muy bien… siendo novios solo arruinaremos lo que tenemos.
—¿Qué? ¿Amigos? Yo no me beso con Felipe ni Nicole.
—Lo sé, pero… entiéndeme, tú no tienes material de novio, eres promiscuo y te gusta jugar con las mujeres ¿me vas a decir qué estas enamorado de mi?
—No –dijo claramente, para mi sorpresa su respuesta me tranquilizó –pero me gustas, desde eso se empieza ¿no?
Esto se sentía tan extraño, era como si mi mente estuviera dividida en dos, una parte de mi quería aceptar y otra no, conocía a Damián y no me agradaba ese lado de él, no quería estar con alguien que me diera desconfianza.
—Amaya –dijo apoyándose en su brazo –no he consumido nada desde hace bastante tiempo, hoy solo me desesperé porque fui a la sala del centro de alumnos y todos comenzaron a… meterse algo.
—Damián, claro que no es por eso ¿pero no te das cuenta que si todo estuviera bien entre ambos mi respuesta hubiera sido positiva al segundo después que me preguntaras?
—No entiendo porque no quieres estar conmigo, quiero una explicación –sonreí, esto era surrealista.
—No siempre consigues lo que quieres ¿sabes? –me estaba alterando.
—¡Pero yo te quiero a ti! –eso si me sorprendió, no esperaba que me dijera algo como eso.
—Estas comportándote como un niño encaprichado… —se puso de pie enojado, buscando su camiseta y suéter –Damián, no te enojes, no… por favor, nos llevamos tan bien.
—Eso pensaba, pero por lo visto no es así –se puso su camiseta –es imposible que no me enoje si me acabas de rechazar ¿esperas qué todo siga igual después de esto? ¡Claro que no!
—Basta… —me acerqué a él, tratando de detenerlo –no arruines lo que tenemos, te dije que lo mejor  no era involucrarnos de esa forma y ¡mira donde acabamos!
— ¿Es qué acaso no te gusté hace un rato? ¡Ni siquiera hicimos mucho! Esto son juegos de niños.
—Claro que me gusto, pero no sentí… no sentí algo más.
—¿Algo más? El problema aquí es que estas arruinada de aquí –dijo llevándose un dedo a la cabeza — ¿crees que no sé lo que te ocurrió, Amaya? –mi cuerpo se tensó al escuchar sus palabras.
—¿De qué estás hablando?
—¡De que voy a estar hablando! Sé muy bien lo que ocurrió en antes, pero fíjate bien… no todos los hombres son de esa forma –mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharlo –llegas aquí como si fueras la maestra de todo, como si conocieras a todo tipo de personas, pero te informo que no es así, eres prejuiciosa y te encierras en esa imagen que proyectas, no hay una Amaya real en ti… solo eres una fachada.
—¿Quién te lo dijo? –él bufó al escucharme.
—¿Quién? ¡Google! Solo puse tu nombre para saber algo de ti, a los pocos días de tu ingreso al colegio, salieron portadas de diarios y un reporte completo de lo que te había pasado.
Me senté en la cama, a su lado, con mis ojos cerrados para que las lágrimas no cayeran, recordando todo lo que había pasado esa noche.

Siempre lo encontraba en el patio de su casa, al frente de la mía, cuando salía e iba al colegio y cuando llegaba a este, cada día nuestro vecino levantaba su mano, saludándome con una sonrisa. Me parecía agradable, era un hombre de familia, un abogado y amigo de mis padres. Tenía alrededor de unos cuarenta años, bastante alto y se notaba que iba al gimnasio porque su cuerpo era ancho y musculoso. Su cabello color rubio y esos ojos azules lo hacían parecer un buen hombre, esa sonrisa que siempre me provocaba confianza lo hacían lucir guapo. Lo conocía desde que era una niña.
Un día, cuando llegué del colegio, no lo encontré a las afuera de su casa regando su jardín, supuse que debería estar trabajando o algo por el estilo, además estaba lloviendo. Aunque incluso en días como estos lo encontraba afuera, arreglando algo en su casa o simplemente fumando un cigarrillo en el pórtico.
Ese día mis padres se habían ido a cenar para celebrar su aniversario y no llegaban hasta la madrugada, me habían dejado por primera vez sola, regalándome la confianza que no merecía, ya que había arruinado varias veces la relación con ellos, ya sea escapando de casa, tomando el auto de mamá que choqué una vez, entre un sinfín de cosas. Era una rebelde y testaruda, no les tomaba en cuenta y simplemente me creía la dueña del mundo. Estúpida, esa era Amaya Varela.
Al entrar a casa y notar que todo estaba en silencio, sonreí al saber que podría tener tiempo solo para mi, quizás sacar algo de licor de la reserva de Cristian e incluso llamar a mis amigas para que vinieran a pasarla bien un rato. Sin embargo cuando me estaba sacando mi ropa para elegir otro atuendo, ya que de seguro tendría compañía en una hora, escuché algo extraño en el primer piso de la casa.
Sin más y sin preocuparme salí de la habitación solo con mis jeans y mi sujetador azul, mirando curiosa hacia los lados. Quizás mis amigas me estaban tendiendo una broma y habían llegado antes. Bajé las escaleras hasta que llegué a la sala.
—¿Qué demonios? –dije cuando vi las cortinas de todo el primer piso cerradas.
—Es hora de que pasemos un tiempo a solas ¿no, Amaya? –mi cuerpo entero se tensó al escuchar esa voz. Me giré y me encontré con mi vecino. Steven era su nombre.
Estaba mirándome desde la puerta de la cocina, completamente mojado y con una expresión que me asustó de inmediato.
—¿Qué hace usted aquí? –dije tomando un cojín del sofá para cubrirme.
—Vamos… no tienes para que cubrirte, estamos en confianza ¿no? –ni siquiera se movía, solo podía notar que no era una estatua por el movimiento de sus labios, parecía un maldito leopardo mirando su presa, escondido entre la oscuridad que le daba las cortinas para alcanzarme, para acabar conmigo. De cierta forma lo hizo.
—Mis padres no están, debería irse –sabía muy bien que no buscaba a mis padres y tenía muy claro que sus intenciones no eran buenas, por eso mi voz temblaba.
— ¿Estás asustada? Pero si nosotros nos conocemos hace tanto tiempo Amaya ¿Por qué me temes? –comencé a dar pasos, para esconderme detrás del sofá y tener algo que me protegiera. Miré hacia la puerta principal, si corría muy rápido podría escapar.
—¿Qué quiere? –pregunté estúpidamente, era obvio cual era su deseo: yo.
—A ti… —no podía esperar más, corrí hacia la puerta principal y tiré de la manilla, pero esta no abrió.
—¿Tienes planes de salir? –su voz se escuchó más cerca y cuando me giré, pude verlo cerca de mi rostro. Me quitó el cojín que cubría mi sujetador y me miró de forma ladina –te he visto cuando estas con tu noviecito ahí afuera, en la puerta –no era capaz de hablar, estaba bloqueada, no podía creer que esto me estuviera sucediendo –como te besa… como te toca, es como si creyera que fueras de él, pero ambos sabemos que no es así ¿cierto? –Pasó su mano por mi mejilla, sus ojos azules no dejaban de mirarme y me provocaban escalofríos… de miedo –tu eres mía.
—¡Suélteme! –Le grité cuando llevaba una de sus manos a mi pecho. Lo empujé para correr y salir por la puerta trasera o gritar por la ventana, este tipo era un psicópata y no sé porque no me sorprendió del todo, esa mirada cada día era algo que no era normal.
—¡Donde crees que vas! –me gritó, tomándome de mi brazo; traté de golpearlo pero mis brazos y piernas eran débiles, no sabía pelear y no sabía defenderme de un hombre como aquel. Hizo que cayera al suelo en cosa de segundos –Podemos hacer esto de una buena forma, pequeña, o ir por un camino más difícil, va a ser tu elección, pero de aquí no saldrás sin que yo te toque… serás mía antes que te entregues a algún idiota.
—¡Suélteme! ¡Basta! –Lo trataba de golpear con mis manos, de tirar su cabello, rasguñar su rostro, pero ninguno de mis intentos resultaba —¡usted tiene hijas, por Dios!
—¿Y eso qué? – ¡como odiaba haber salido así de desvestida! Ni siquiera llevaba mis zapatos, se le hizo muy fácil comenzar a bajar mis jeans, tirando de ellos con brusquedad, solo dejándome con mi ropa interior. Sin embargo, eso me ayudó un poco… aproveché el momento que tiró de mis pantalones para empujarlo hasta que chocara contra la puerta principal y tener tiempo para correr, pero ese hombre estaba obstinado.
Avancé hasta llegar al despacho de papá, necesitaba llamar a alguien o gritar, pero Steven me tomó de la cintura, levantándome varios centímetros por el aire y luego me hizo caer en el suelo, dejando que me apoyara en mis pies y rodillas.
—Así te quiero, en cuatro como un perrita, Amaya –cerré mis ojos al escuchar ese lenguaje tan soez y me giré de inmediato, retrocediendo al ver como él se deshacía de su camisa azul y de su cinturón. Al ver que me iba a levantar, me tomó de un pie y me arrastró hasta que su cuerpo quedó sobre el mío. Fue en ese momento cuando comencé a desesperarme de verdad, podía sentir como su cadera chocaba contra la mía.
—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! –gritaba con toda la capacidad de mis pulmones, pero no servía de nada, la lluvia escondía mis gritos y nadie me escuchaba.
—¡Nadie te hará caso! –dijo riendo, dándose por ganador; tomó con brusquedad uno de mis pechos sobre el sostén y tiró, amasando como si se tratara de cualquier cosa –espere años por eso, solo tenias que tener la edad correcta, muchas personas comienzan a los catorce años… —con su mano libre tomó mis débiles muñecas y las dejó sobre mi cabeza para después tratar de besarme, pero luche hasta el final, no iba a dejar que un hombre así se las llevara tan fácil.
Se rindió cuando yo no dejaba de mover mi cabeza de un lado a otro, pero ahora su mano que torturaba mis senos, bajo hasta colarse sobre mis bragas y comenzar a moverme de forma brusca.
—Para… por favor –dije entre lágrimas, sintiendo como arrancaba mis bragas, dejándome indefensa y expuesta. Llevó su mano hasta su erección y la acercó a mi entrepierna, tratando de penetrarme, pero no sé qué demonios pasó ahí, porque cuando retrocedió con todo su cuerpo… él mío reaccionó por inercia.
Al flexionar mi pierna derecha, mi rodilla choco directo con su mandíbula, haciendo que retrocediera por completo y se quejara de dolor, eso me dio un segundo para moverme y escapar de sus manos. Corrí hasta el escritorio de papá y saqué lo que necesitaba, aunque él arrastrándose tomó mi pie hasta hacerme caer… pero para él, era demasiado tarde.
Cuando se acomodó entre mis piernas de nuevo, yo saqué el seguro del arma que Cristian guardaba en su escritorio, para emergencias. No lo pensé dos veces y apunté a su cabeza…

—Solo recuerdo el sonido del balazo y como atravesó su frente, haciendo que sus ojos perdieran sentido… después, solo tengo imágenes de haber estado en el hospital –estaba sobre la cama mirando a un Damián sorprendido –después todo se volvió un infierno, en el colegio que estaba comenzaron a crear rumores, a decir que era una asesina, que mi padre había arreglado todo para que no me formalizaran, fue horrible… y luego empeoró, me cambié de colegio y también llegaron hasta ahí los rumores y me encerré en un pequeño mundo, no hablaba y no estudiaba, solo iba porque… había que hacerlo. Era un hombre importante dentro de la comunidad.
—Por eso estás un año atrasada…
—Sí, no fue para nada una buena época, pero ya después de tantas como estas –dije mostrando mis muñecas y los cortes que habían ahí –mis padres pusieron más atención, todos estábamos afectados… ellos me dejaban ser, no me hablaban mucho porque siempre discutíamos, yo me pasaba el día gritándoles y culpándolos por dejarme sola ese día.
—Amaya —susurró él con una mirada que vi por primera vez, no era lástima ni nada por el estilo, simplemente estaba preocupado. Tomó mi mano derecha y entrelazo sus dedos con los míos.
—Mucha terapia y muchas conversaciones con ellos, hicieron que la relación mejorara… ahora no es todo miel sobre hojuelas, pero sin duda he mejorado mucho.
—Lo siento –dijo presionando su mano con la mía –debí ser más cuidadoso ahora –si, debió serlo, no quería que todo eso fuera tan carnal, aunque de todas formas no lo había pasado mal.
—Después, el año pasado… estaba tan furiosa con que mi mente me trajera esos recuerdos cada día que solo para desquitarme conmigo, fui a una fiesta, habían chicos que bebían, el punto es que me di cuenta que había tocado fondo cuando estaba haciéndolo con un chico que no conocía… nunca fue un novio ni nada, dolía y fue muy desagradable, fue demasiado brusco.
—Como lo he sido yo, me has pedido que pare y no lo hice –mi mentón comenzó a temblar como una tonta, deseaba que todo esto dejara de afectarme, pero por lo visto sería algo que me perseguiría para siempre –lo siento tanto –las lágrimas comenzaron a correr de nuevo por mis mejillas y Damián de inmediato me abrazó, tomó mis piernas para que pudiera quedar mas cómoda mientras me consolaba.
—Soy una tonta, no debería llorar.
—Claro que no eres tonta, puedes llorar todo lo que necesites –me aferré a él, por primera vez sentía que Damián se estaba preocupando por otra persona: yo –lo siento tanto, hacer que hables de eso, de esta forma y después de… lo siento mucho –me abrazó más fuerte –dime que me perdonas, por favor –sonreí contra su cuello.
—Está bien, pero no te separes –nunca pensé que podría estar tan cómoda con él, de esta forma. Era increíble, pero decirle la verdad sobre algo y quitarme un peso de encima, era muy confortable.
—Necesitas a alguien que sea dulce, lo entiendo —dijo en mi oído, susurrando –yo puedo serlo si me lo propongo –negué a sus palabras ¿Cuál era su idea? ¿Por qué tenía que ser tan obstinado?
—Tú eres dulce cuando besas y seductor, pero… ¿Por qué ahora quieres tener una novia? –me separé de su cuello para poder verlo.
—Yo no quiero tener una novia, te quiero tener a ti –fruncí el ceño, eso sonaba como si fuera algún estilo de propiedad.
—Sabes qué estás más jodido que yo ¿cierto? –Él asintió –que no soportaría ningún tipo de juego de tu parte.
—Lo sé, por eso me gustas, no andas con juegos, eres directa y eres perfecta para mí.
—¿Y porque no seguimos como estamos? –él frunció el ceño.
—Porque quiero dejarle claro a cualquier idiota que no te puede tocar o mirar como si fueras su novia… y sí, me refiero a tu amigo Leonardo.
—¿Quieres qué acepte ser tu novia solo para marcar territorio?
—Si lo quieres decir de esa forma, si… no me quiero arriesgar –negué a sus palabras, esa no era la forma –no me quiero arrepentir porque no lo pregunté antes.
—Leonardo es mi amigo, no dejaré de estar cerca suyo por ser tu novia.
—Es un código entre hombres, no debes buscar lo que ya fue encontrado por otro –me alejé de él, para poder sentarme sobre la cama.
—No te voy a negar que una parte de mi… quiere aceptar, no negaré que también me gustas, pero hay otra parte que no me deja, algo como esto debería ser innato ¿no?
—Entonces te tendré que conquistar —miré esa sonrisa coqueta y esos ojos que solo indicaban cosas malas y peligrosas.
—Damián… si alguna vez te sientes como hoy de nuevo, a punto de caer, puedes buscarme, yo no te  juzgaré ni te regañaré ¿sí? No es fácil por lo que estas pasando –él esquivó mi mirada por unos segundos.
—Me has visto llorar, que vergüenza —sonreí, era un tonto –supongo que estamos jodidos ¿no?
—Claro que no,  estamos en rehabilitación.
—¿Entonces tu me ayudarás cuando esté a punto de colapsar? –Su mirada cambio de nuevo y sin más se acercó hasta que mordió mi oreja –Ya sabes cómo se me quita.
—Eres un idiota –negué, no tenía remedio.
—Es broma, gracias de todas formas, la ansiedad se fue –dijo mirando mis labios –tus besos me pueden ayudar.
—Con los besos me llevo fantástico ¿sabes? –apoyé mi frente en la suya, él con rapidez me volvió a tomar para que quedara sentada sobre sus piernas.
—Me harás las cosas difíciles ¿cierto? –susurró contra mi boca. Mi corazón volvió a latir rápido.
—Algo así… si te cuesta comportarte bien.
Ninguno dijo nada y no esperamos otro segundo, ahora me sentía mucho mejor y con las pilas recargadas. Sus labios tomaron los míos mientras acariciaba mi cuello, era cálido y tranquilo, nada por lo que temer, creo que era nuestro primer beso, nada de juegos ni tratos, solo nosotros y fue impresionante lo agradable que se sintió eso.
—¿Me puedo quedar aquí un poco más? No tengo ánimos de irme aun –sonreí nerviosa.
—Está bien, pero te cambias de ropa, eso sigue mojado. Ahí tienes algo de ropa que robé de papá, yo iré al baño.
Con rapidez me metí a este y arreglé mi cabello que estaba desordenado, me puse ropa seca y salí hacia la habitación, siendo cautelosa. Sin embargo pude ver como Damián se ajustaba unos pantalones antiguos de Cristian, con su camisa negra abierta, que dejaba expuesto ese abdomen marcado. Damián miraba hacia abajo, concentrado en ajustar el botón hasta que lo logro.
— ¿Qué estas espiando, Amaya? –Me sonrojé y avancé hasta sentarme en la cama –hace frio.
—Si… —sabia que quería decir con eso, así que me metí bajo la cama y él me siguió, no me sentía incómoda ni nada pareció.
—¿Esta la puerta con seguro? No quiero que Cristian me persiga por todo el lugar si nos encuentra aquí.
—Sí, está con seguro –dije acomodándome entre sus brazos, apoyándome en su pecho. Era astuto, se había dejado su camisa abierta –tengo sueño…
—Anoche te dormiste tarde.
— ¿Damián? –Dije con mis ojos cerrados —¿Cómo es que tu padre está metido en drogas? –su cuerpo se tensó al escucharme, no era pare menos, estaba con la hija de la justicia, específicamente con un detective de narcotráficos.
—Su profesión es médico, uno muy bueno, pero… bueno, supongo que es el negocio familiar, él no se encarga de muchas cosas pero si llega gran cantidad a casa, él la reparte a ciertos lugares cada cierto tiempo… no se arriesga a manejar toda la mercancía tan directamente. No le gusta mucho ese trabajo, por eso es que está furioso conmigo… Solo llevaba un año cuando me descubrió con un poco de cocaína.
— ¿Y Amalia lo sabe?
—Claro que lo sabe, mi padre se encargó de gritarlo por toda la casa, es cómico que se haya enfurecido tanto, siendo que él se encarga de hacer adictos a los demás, aunque debo decir que se le da bien la droga de buena calidad.
—¿Y tu llevas al colegio? –volvió a tensarse.
—Solo a ciertos grupos, ahí papá no se enoja… no dice nada, solo quiere que sus hijos estén limpios de esa mierda.
—¿Y cómo llegaste a probarla?
—Con Cloe… —dijo abrazándome hacia él –siempre le vendía a ella, dejaba algo extra, por eso comenzamos… una relación por decirlo de cierta forma, pero no yo podía seguir en eso, me estaba volviendo un tanto adicto; lo de papá solo fue una coincidencia, llevaba esos sobres conmigo hace unos días, solo por si acaso, no estaba… consumiendo; cuando le dije a Cloe mi decisión, ella simplemente se fue alejando.
—Realmente es una mala influencia para ti –me acomodé mejor sobre él, aun no encontraba mi lugar en su pecho —¿y tienes… así como matones? –realmente me era difícil hablar esto con Damián, Cristian me mataría si supiera a quien conocí y en lo que trabaja su padre.
— ¿Lo preguntas por Tobías? –Asentí –si, hice solo una llamada… cuando lo vi tocándote ayer, sabiendo lo que te había pasado en términos generales, simplemente no me controlé, después te fuiste enojada e hice la llamada de inmediato. Era la primera vez que los llamaba, son rusos, muy buenos.
—¿Eres como un mafioso? –él negó de inmediato.
—Claro que no, solo utilicé ese recurso por una emergencia… y ya le dejé en claro a mi padre que lo mío no es estar relacionado con su otro negocio, que se hiciera cargo él solo, ya ni siquiera llevo drogas al colegio, Joan y los demás me preguntan lo que pasa, pero solo les digo que no quiero meterte en eso –abrí mis ojos sorprendida, ahora tenía sentido las palabras de Damián y Joan la noche anterior.
—Me alegra que quieras salir de eso, tu padre debería hacer lo mismo, es una verdadera contradicción que siga en ese negocio siendo medico.
—Si… bueno, él no es ese tipo de personas que le vende a niños o cosas así, te podría decir que le vende a cierto tipo de gente, solo te diré que el padre de Tobías es un cliente regular, es por eso que hay que tener cuidado porque si cae uno, caen todos… como un efecto dómino.
Lo quedé mirando sin poder creer el estado en el cual lo había encontrado, era ridículo pensar que solo hace una hora estaba colapsando y ahora estaba en mi cama, abrazándome.
Damián tomó mi muñeca izquierda y la expuso a su mirada, sabía muy bien lo que quería ver.
—Me preguntaba tu gusto por las muñequeras y las pulseras, sé que hace frio aquí, pero tus tenias una fascinación por las camisetas con mangas y puños.
—Creo que esta demás decirte que no puedes hablar de esto con nadie ¿verdad? –él asintió y pasó su nariz por mi muñeca, donde estaban mis marcas. Lo miré sorprendida, ese gesto no era algo que Damián podría hacer, no en mi mente por lo menos.
—Supongo que pasaste por tiempos muy difíciles –separé mis muñecas, escondiéndolas de él ya que lo único que vino a mi memoria fue cuando Leonardo acarició mi mano en la costanera ¡¿pero qué demonios estaba pensando?! —¿Qué hice?

—Nada… nada –respondí un tanto nerviosa. Suspiré, buscando una posición más cómoda entre los brazos de Damián pensando en que excusa le daría a Leonardo. Demonios ¿por qué tenía que venir a mi mente su rostro justo en este momento?

El segundo capitulo del día, gracias por leer

4 Lectores:

  1. WOW! creo que Amaya se esta enamorando de los dos y no lo quiere aceptar!

    ResponderEliminar
  2. Amaya Amaya qe haremos contigo ? :ccccc aunqe yo tampoco podria elegir entre esos dos xD los dos tienen sus cosas buenas y malas >< pero aaaaw cuando se ponen tiernos me derriten :cccc

    ResponderEliminar
  3. que bueno... ya estamos a la mitad cierto? en fin me gusta mucho esta historia me muero de ganas por saber como acabara

    ResponderEliminar
  4. Cuatico lo.de amaya...lo.mejor que pudo.haber hecho.es decirle queno a damian...y mas si se le viene a la.mente la.imagen del leo <3

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

© Black Butterfly, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena