domingo, 2 de febrero de 2014

Demonio Blanco - Capítulo 17


Capitulo 17

Le di un golpe a mi celular que sonaba, avisando que ya era hora de levantarse. Miré a mi lado, Damián no estaba, aun no podía creer que se quedara anoche, no debí permitirlo, pero bueno, ya estaba hecho.
Muerta de sueño me di una ducha rápida y me puse el uniforme para poder ir por algo de cafeína, nunca más repetiría lo de anoche, había llegado muy tarde y tenía sueño. Ahora lucía cansada y mi cabello suelto no ayudaba en nada.

—Buenos días –dijo mamá sonriendo — ¿Cómo estuvo todo anoche?
—Muy raro –me senté y miré sonriendo a Nana que me llenaba mi taza de agua –gracias.
—De nada –dijo pasando su mano por mi cabeza.
—Nunca más salgo a ese estilo de “reuniones” incluso había alcohol mamá –ella me quedó mirando bastante seria durante unos segundos.
— ¿Bebiste? –de inmediato entendí su expresión.
—Claro que no, estaba manejando, además que ya sabes que no bebo –claro que no lo hacía, la primera vez que probé alcohol fue hace dos años atrás, choqué el auto de mamá cuando con unas “amigas” se nos ocurrió salir de casa.
— ¿No había algún chico Tobías en esa fiesta? –me tensé de inmediato al escuchar ese nombre. Recordé todo lo que pasó anoche.
—Si ¿Por qué?
—Han llamado a tu padre esta mañana, tuvo que ir muy temprano, es por eso que no está aquí… encontraron a ese chico al lado del bosque, junto a la carretera, golpeado hasta que esos delincuentes se cansaron, está en el hospital, estaba con una sobredosis de drogas –me quedé de una pieza escuchando lo que decía –gracias a Dios que no está en riesgo, solo está muy herido, lo encontraron con un papel que decía en su espalda “Bastardo” de seguro encontrarán a los que provocaron todo, aunque casi murió ya está mucho mejor.
—Bueno… —dije después de salir del shock en el que me encontraba –nadie es golpeado por nada ¿no? además este es solo un pueblo, de seguro el tal Tobías tenía algo que pagar, anoche había bebido mucho.
— ¿Si? Quizás se metió en algún problema durante la noche –ambas bebimos de nuestros cafés.
—Puede ser, yo no vi nada cuando volví.
— ¿Y como estaba Leo? ¿También fue a la fiesta? –negué de inmediato.
—Solo Damián Andrade –ella me miró un tanto confundida, de inmediato me sonrojé, aun más al recordar que él se quedó en mi habitación.
—Estás sonrojada ¿es qué acaso pasa algo con él? –Me encogí de hombros — ¿están saliendo?
—Algo así –ella me miró otros segundos sin decir nada.
—Sabes que debes usar protección Amaya…
—Wow –tomé un panecillo dulce de la mesa al mismo que me puse de pie –no vengas con esos temas tan temprano ¿sí? Simplemente no.
—Pero…
—No, ahora iré a clases –me acerqué y besé su mejilla –nos vemos en la tarde, adiós.
Rápidamente escapé de Miriam, tomé mi mochila y me fui al colegio en mi auto. Pude ver como pasaba por mi lado Damián en el suyo, pero no miró, solo me adelantó.
Estacioné mi auto maldiciendo la lluvia que caía, tendría que correr, pero cuando abrí la puerta para salir, vi como estaba Damián con un paraguas en su mano, evitando que me mojara.
—Buenos días –dije cerrando la puerta y activando la alarma –pero que masculino te ves con este paraguas –se veía como cada día, guapísimo incluso con el uniforme, pero no me decía nada, solo me quedó mirando — ¿Qué sucede?
—Buenos días –sin más se inclinó, pero me moví antes de que pudiera sentir sus labios.
— ¡Ey! Que te haya dejado dormir anoche a mi lado, no significa nada ¿sí? ¿Cuánto tiempo estuviste? Me quedé dormida al segundo después de cerrar mis ojos –pude notar como tensó su mandíbula y comenzó a caminar, dejándome atrás — ¡Damián! –Corrí hasta alcanzarlo –por muy guapo que seas, no te queda llevar el paraguas, dámelo –tiré de su mano para que me lo entregara, pero seguía caminando de una forma que me dejaba en claro de que estaba enojado.
—Basta –dijo cuando íbamos a subir los escalones y yo seguía tirando su mano, como una broma, pero por lo visto no le había gustado.
—Está bien, por lo visto no has amanecido de buen humor –subimos los escalones para después llegar a la puerta principal. Damián dejó el paraguas junto con los demás.
No lo esperé, si estaba de mal humor era mejor que se quedara solo. Miré hacia atrás y pude ver como prácticamente me lanzaba rayos con sus ojos ¿Qué había hecho?
—Hola –me giré para ver de quien se trataba y sonreí de inmediato al ver que era Leonardo… completamente mojado.
— ¿Qué te ha pasado? –dije llevando mi mano hasta su cabello para poder desordenarlo, varias gotitas salieron disparadas, una dio en mi rostro.
—Se ha puesto a llover cuando venía de camino con la moto, no pensé que iba a ver este clima.
— ¿Sabes?  —Busqué en mi chaqueta por unos pañuelos –por las noches, a través de una cajita mágica que proyecta imágenes, dicen como estará el clima al día siguiente.
—No… no vi el tiempo anoche, gracias –estiré un pañuelo desechable sobre mi mano para después pasarlo por su rostro, estaba empapado.
—No puedes estar aquí todo el día, te vas a resfriar –y yo en este colegio no soportaba un día sin Leonardo, me entretenía.
—Soy resistente, no me pasará nada, además en la tarde es el test de matemáticas, no pienso faltar si tengo posibilidad de copiarte –comencé a reír mientras tomaba otro pañuelo y lo pasaba por su cuello.
—Claro, como si te fuese a dejar… ahora estas más seco –dije nerviosa al darme cuenta que pasé mi pulgar con el pañuelo desechable, bajo su labio inferior –ahora tenemos que ir a clases.
—Gracias –dijo moviendo su cabeza de un lado a otro, tirando gotitas por su cabello mojado.
—No se permiten perros dentro del colegio, vete a secar a otro lado –dijo Damián cuando pasó por nuestro lado. Lo quedé mirando sorprendida mientras que Leo ni siquiera lo tomó en cuenta, solo se encogió de hombros y sin más, se acercó para besar mi mejilla.
—Hola…
—Hola… —dije roja como un tomate, me había tomado desprevenida –siento lo que dijo Damián –miré al susodicho que seguía su camino por el pasillo, sin mirar hacia atrás, ya me escucharía ese idiota.
—No importa lo que diga él –pasó su mano por mi mejilla ¿Qué demonios estaba pasando aquí? ¿Por qué no retrocedía? –te alcanzaron unas gotas, vamos a clases ¿sí?
Se giro como si nada y comenzó a caminar, dejándome atónita ¿Qué me estaba pasando? ¡Contrólate Amaya Varela!
— ¡Espérame! –dije corriendo cuando vi que estaba quedando atrás.

El resto del día fue completamente normal, con Leonardo nos fuimos a la cafetería en cada recreo porque la lluvia no paraba y ahora había viento. Se estaba formando un temporal bastante desagradable y me desconcentraba mientras hacia mi test de matemáticas.
—La ocho —susurró Leonardo, provocando que sonriera.
—Alternativa A… —esperé a que preguntara otra cosa más, pero por lo visto iba bastante bien, así que terminé el último ejercicio y miré si había respondido todo –adiós —susurré cuando me puse de pie y le entregué el test al profesor.
—Puede salir, señorita Varela –asentí. Dejé mis cosas en mi lugar ya que después teníamos más clases de matemáticas.
Salí hacia el pasillo central del colegio, mirando como llovía tan fuerte, mojando el piso. Nadie había estado por estos lados, todos se centraban en los pasillos que estaban protegidos. Sin embargo, necesitaba ir al baño y tenía que pasar por ahí.
Cuando estaba pronta a cruzar el lugar, no pude evitar mirar hacia el patio. Fruncí el ceño de inmediato cuando encontré a Damián corriendo cerca del bosque, por donde se metió sin más.
— ¿Qué está haciendo? –estaba lloviendo a cantaros y él se estaba mojando, terminaría resfriado.
Rápidamente fui a buscar un paraguas de la entrada del colegio para poder ir a ver hacia donde se dirigía Damián, aunque ya lo sabía, pero no tenía idea el motivo.
Crucé el patio, me estaba mojando las piernas por ir detrás de este idiota que ni siquiera me habló durante el día; él había almorzado con sus amigos, cosa que agradecí porque no quería que estuviera cerca de Leonardo, se llevaban pésimos. Después de lo que sucedió con ellos ayer en casa, no iba a provocar otro choque de ese estilo.
— ¡Demonios! –dije cuando la rama de un arbusto me mojó por completo las piernas.
Avancé cuidadosamente al darme cuenta que me acercaba al lugar donde nos reuníamos cuando tocaba mi club de literatura ¿aquí venia Damián? ¿Por qué? Tomé un camino diferente y me mezcle entre los árboles, quería ver si andaba haciendo de las suyas de nuevo. Ya no tenía una manguera para poder arrojarle si es que estaba con alguna chica.
Me quedé de una pieza, detrás de un árbol, con el paraguas a mi lado y cerrado para no ser descubierta. Damián estaba tomando su cabeza como si no soportara lo que había ahí adentro. Le dio una fuerte patada a su bolso de cuero, recién ahí note que lo llevaba en su mano.
—Dios… —susurré asustada, parecía un loco. Tenía sus manos hecha puños, como si necesitara golpear a alguien, caminaba de un metro a otro como si estuviera trastornado. Estuvo varios minutos de esa forma hasta que cayó sobre sus rodillas y golpeo con sus manos el césped.
No podía creer lo que estaba viendo, lucía devastado ¿es qué había pasado algo? ¿Sucedió algo en su casa? Desde esta mañana estaba extraño, incluso insultó a Leonardo al frente de todos, cosa que no hace bien para su imagen.
Era imposible sentir un poco de miedo viéndolo en ese estado, pero no podía seguir aquí, sin hacer nada. Abrí el paraguas y salí de entre los árboles. Me quedé helada cuando el fijó sus ojos rojos y humedecidos hacia mi ¿estaba llorando?
— ¿Qué haces aquí? –se puso de pie inmediatamente, sin dejar de mirarme… sin dejar de exponer que había estado llorando. No podía negar que eso era signo valentía en un hombre, no se cortaba porque lo había descubierto.
— ¿Qué te pasa? –Al verlo en ese estado solo pude avanzar más rápido para cubrirlo de la lluvia –Estas todo mojado, tenemos que sacarte de aquí –él pasó sus manos bruscamente por su frente, pensé que se iba a hacer daño — ¡Damián!
— ¿Por qué no te vas de aquí? –me miró enojado, había algo extraño en sus ojos ¡Parecía como si estuviera pasando por algún tipo de crisis mental!
—Basta –dije tomando su rostro con fuerza, sin dejar el paraguas, no me quería mojar más de lo que ya estaba –dime que mierda te sucede –él tensó su mordida, esperaba que de un segundo a otro me empujara y saliera corriendo.
—Vete, Amaya –negué a sus palabras, odiaba cuando no me decía lo que sucedía — ¡¿No puedes dejarme tranquilo?! –me gritó, pero no me importó.
—Tienes que venir conmigo, te refriarás… ¿estás herido? –Dije mirando algo que me indicara eso, pero nada, su ropa solo estaba mojada — ¿discutiste con alguien? ¿Te peleaste con Amalia de nuevo?
— ¡Sal de aquí! –se giró, dándome la espalda y avanzó, volviendo a la lluvia.
— ¡Damián! –lo alcancé para detenerlo, tomando su mano, pero él se giró bruscamente y avanzó como si quisiera hacerme daño, tuve que retroceder varios pasos hasta que llegué  a uno de los árboles, me raspó la espalda cuando choque contra este — ¡basta!
— ¿Basta? ¿ahora quieres que me aleje? ¡Tú eras la que me estaba llamando! –sus ojos seguían rojos, ese verde que llamaba mi atención estaba de un color extraño.
—Detente –dije cuando note que me estaba reteniendo con su cuerpo. Ambos ahora estábamos igual de mojados. Apoyé mis manos en su pecho,  en su suéter, tratando de empujarlo.
— ¡¿Esto es lo que buscas?! –Volvió a empujarme, sin dejarme escapar – ¡con todas esas sonrisitas, tan despreocupada como si no te importara nada! ¡siempre tan feliz! –lo miré sin creer lo que estaba pasando aquí ¿de qué demonios hablaba?
— ¿Este es un ataque de celos? ¡Estás enfermo! –Él negó a mis palabras y apoyó su frente junto a la mía, lucía cansado –Si no me dices lo que está pasando, te daré una patada y sentirás como si  todos tus huesos se rompieran –un par de lagrimones recorrieron sus mejillas hasta caer sobre las mías –Damián…
—Estoy tan cansado…ya no puedo más, trato, pero me gana –estaba destrozado, su voz estaba rota y sentí como mi labio inferior formaba un mohín por sus palabras.
— ¿Quién te gana? Damián —flexioné un poco mis piernas para poder buscar su mirada de esa forma, pero lo único que pasó fue que Damián tomara eso como una sugerencia para que mis labios estuvieran junto a los suyos.
Sus manos rodearon mi cuello y me hizo chocar contra ese árbol de nuevo, traté de separarme, pero su agarre no me dejaba.
— ¡No! –alcancé a decir antes de que sus labios volvieran a chocar contra los míos, estaba siendo brusco y ¡además no era el momento! Lo seguí empujando, pero no había caso; aun así no abrí mi boca para darle completo acceso — ¡Para! –Le grité cuando sentí que su mano dejaba mi cuello para llevarla a mi pecho — ¡Para ya! –estaba metiendo su fría mano por debajo de mi suéter y camiseta.
—Necesito esto… —dijo mirándome fijamente a los ojos. No podía creer lo que estaba escuchando.
— ¿Necesitas esto? ¡Tus pelotas necesitan esto! –de un solo movimiento flexioné mi pierna como anoche cuando estaba con Tobías, pero esta vez le di directo en la entrepierna a Damián, provocando que diera varios pasos hacia atrás mientras se quejaba y porque no pude soportar la rabia de ver su comportamiento le di un golpe en su rostro, haciendo que se quejaría aun más.
— ¡Amaya!
— ¡Nada Amaya! –me acerqué a él, dándole un empujón. Se seguía quejando, tratando de que el dolor pasara al llevar una de sus manos a su entrepierna.
Tomé el maldito paraguas y lo abrí, aunque ya no había caso, estaba empapada y muy enojada. Llevé mi mano al brazo de Damián e hice que caminara, no lo iba a dejar tirado en este lugar. Llovía, hacia frio y además estaba en un estado deplorable.
No me dijo nada durante todo nuestro camino, hasta que llegamos al comienzo del patio del colegio. Me metí en su bolso mientras él me miraba de una forma extraña… era como si Damián no estuviera a mi lado.
Saqué su celular y marqué mi numero, sonreí al darme cuenta que Leonardo se había metido en mi mochila y había contestado el teléfono.
—Bien, necesito tu ayuda –dije mirando a Damián mientras conversaba con Leo.
— ¿Con quién hablo? ¿Andrade? –sonreí, era un tonto, tenía guardado este número en mi celular, pero era obvio que no era Damián.
—Soy Amaya y necesito que me hagas un favor.
— ¿Estás bien? el profesor salió un momento, comenzará pronto con la clase.
—No, necesito que lleves mi mochila a mi auto ¿por favor?
—Bien.
—Gracias –dije antes de cortar. Pude notar por el tono de voz de Leonardo que no le gustaba nada lo que estaba pasando.
Damián miraba hacia un lado, con todo su rostro mojado y con su ropa empapada. Yo no estaba mejor que él. Rodeamos por la parte de atrás el colegio hasta llegar al estacionamiento, donde Leonardo ya me estaba esperando, cuando nos vio de inmediato se acercó bajo la protección de un paraguas que llevaba.
— ¿Qué demonios les pasó?
—Damián no se siente bien, está enfermo y ahora lo debo llevar a casa.
— ¡Estas toda mojada y tu ropa tiene…hojas! –dijo sacando suciedad del árbol que había sobre mi hombro.
—Ayúdame —Damián no decía palabra alguna, solo se dejo llevar por Leonardo y por mi hasta el auto, donde lo metí, en la parte trasera –Gracias.
—Ten cuidado, te estás metiendo en problemas –asentí, sabía que no debía traerlo conmigo, pero no había caso –nos vemos.
—Inventa que me sentí enferma ¿sí? –él asintió y yo me metí al auto.
Aceleré y rápidamente manejé hasta llegar a mi casa, este sería otro problema más, pero esperaba que Nana no estuviera, que estuviera ocupada haciendo la cena o algo así. Miré varias veces a través del espejo retrovisor y Damián estaba sentado, sin decir nada y con la mirada perdida… ese si era un calificativo adecuada para su expresión. Dios, estaba acabado.
Estacioné el auto y llevé a Damián, quien caminaba como un zombi hasta la puerta de entrada. Cuando hice ingreso a la casa le di mil gracias al cielo porque estaba vacía, rápidamente avancé hasta que subimos las escaleras y metí a Damián a mi habitación, no podía llevarlo a su casa, no sabía cómo se podían comportar sus padres ante su estado.
Se sentó en mi cama y miró hacia un lado, ahora lucia un tanto avergonzado. Salí de mi habitación y corrí a la de mis padres, para buscar algo que le quedara de Cristian, no podía seguir con esa ropa toda empapada.
Cuando regresé con algunas prendas, Damián seguía en la misma posición, pero moviendo sus manos frenéticamente. Suspiré, el tipo no estaba nada bien.
—Dios… —fue hasta mi baño y traje una toalla — ¿sabes que me debes una muy grande? –sus pupilas estaba ahora dilatadas y sus ojos seguían de un rojo extraño, no podían relucir sus ojos verdes.
—Lo siento –susurró de una forma casi incomprensible.
—Sí, claro –pasé la toalla pequeña por su cabello, secándolo para que se pudiera cambiar de ropa, pero parecía simplemente un muñeco. Negué en mi mente al darme cuenta de lo que tendría que hacer –levanta tus brazos –dije tomando su suéter y camiseta desde su cadera, para poder sacársela.
—Necesito irme —se iba a poner de pie, pero no lo dejé.
— ¿Cómo que irte? Te cambiarás de ropa y cómo puedes moverte, lo harás solo, así que te dejaré un momento –me iba alejar, pero sus manos rodearon mi cintura y luego me hizo caer sobre mi cama, quedando él a mi lado, casi sobre mí.
—Hagamos como que esto nunca ha sucedido –lo quede mirando unos segundos, notando como su cabello estaba totalmente desordenado y como sus ojos solo estaban concentrados en mi respuesta.
— ¿Quién te gana, Damián? –él suspiro enojado y se sentó. No iba a dejar esto pasar.
— ¿Quieres saber? ¿Por eso es todo esto? ¿Para saber que era lo que me tenía así? –me senté junto a él.
— ¿Qué haces? –dije cuando se estaba sacando su suéter y camiseta al mismo tiempo, dejando expuesta su piel, sus músculos, esa líneas que se formaban en su abdomen, sin embargo mi atención fue a sus brazos, no había puesto atención la vez pasada que lo vi solo con una toalla –No… Damián, dime que no –llevé mis dedos a esos pequeños puntos que resaltaban, marcas de inyecciones.
—No toques –dijo moviendo su brazo izquierdo, el que yo estaba tocando –una semana antes de verte por primera vez había dejado todo, mi padre me dejó en claro que no iba a permitir a un dragadito bajo su techo –algunas gotas caían sobre el pantalón empapado.
—Damián —no podía creer lo que me estaba diciendo. No sé porqué lo hice, pero simplemente entrelace su mano a la mía.
—A ella le gusta estar cerca mío porque puedo proveerle ese estilo… de sustancias ¿sabes? Entonces cuando se enteró que no iba a seguir tomando o inyectándome nada, se alejó. Esa es la historia con Cloe –apoyé mi cabeza en su hombro, esto era cada vez peor –desde ahí que no he probado nada, cuando llegaste paso aun más al olvido… pero ahora, es más difícil.
— ¿Tu mamá lo sabe? –Él asintió, de seguro era esto de lo que hablaba Amalia –no sé qué decirte, debe ser muy complicado poder soportar las ansias ¿no?
—Es estar en casa, eso me está acabando –él no me miraba, tenía su atención fija en el alfombrado blanco –ahí solo hay más droga  —tensé mi mordida, escuchar esas palabras por parte de Damián, eran insólito –mi padre, él se maneja con esas cosas… ayer pedí quedarme aquí por un momento, esperando a que las ansias se pasaran, lo que funcionó.
—Damián ¿probaste algo hoy? –él negó de inmediato.
—Es solo que estoy cansado –me alejé de él para poder mirarlo.
—Nuestro trato se acaba hoy –dije al darme cuenta de lo que estábamos haciendo –no te ayudaré a estar con alguien que solo quiere tu compañía por droga –él sonrió al escucharme — ¡además ni siquiera es tan linda! No deberías estar tan baboso por ella, tienes un montón de chicas detrás de ti.
—Amaya… —susurró mirándome, tan abatido, era irreconocible –nuestro trato se acabo hace días atrás, creo que al segundo después de crearlo.
Me quedé sin palabras, observando esos ojos verdes que habían vuelto a la normalidad. Era cierto, no era como si esos cambios entre nosotros pasaran desapercibidos, creo que no era la única que estaba mezclando otras cosas en nuestra relación.
—Soy todo un lio ¿no? –el peor de todos que había conocido. Era cierto que Amalia me había obligado a esto, pero no podía negar que Damián tenía un efecto especial en mí, algo que me atraía de una forma… que no debía ser correcta.
— ¿Has dicho que no has probado nada hoy?
—Hay algo de cocaína en mi bolso, pero… —cubrí su boca con mi mano, me dolía escucharlo hablar de esa manera.
Bajé mi mano lentamente cuando noté la mirada que tenia Damián, pasé lentamente por su labio inferior, su boca ya estaba prácticamente entreabierta.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza al darme cuenta de sus palabras ¿estaba tratando de decir que le hacía bien estar a mi lado? ¿Por qué? No entendía.
—Estas hace dos meses y un poco más sin consumir ningún tipo de drogas ¿Por qué encuentras algo de tranquilidad conmigo?
—Supongo que he adquirido una nueva adicción –lo miré de mala forma por su pésimo chiste –Amaya… —susurró acercándose un poco más a mi rostro –siento lo que hice antes, tomarte así no fue correcto, me merecía tu golpe.
—Sí, te lo merecías –dije apenas en un susurro, mirando ahora sus labios. Tragué saliva nerviosa.
—Y lo siento, de nuevo…
— ¿Por qué?
No alcancé a decir nada cuando su mano llego a mi rostro, donde paso el dorso de esta por mi mejilla. No me pude mover ni evitar nada, estaba ciertamente hipnotizada por el chico que tenia al frente, el mismo que acaba de tener un ataque de abstinencia. Me estaba metiendo en un grave problema.
Su nariz rozó la mía antes de que sus labios atraparan los míos, de forma superficial. En un segundo mi cuerpo ya no tenía frio, ni siquiera sentía mi ropa mojada y menos la sentí cuando su lengua acariciar mi labio inferior. Damián sería mi perdición.
Me acerqué más a él para poder sentir mejor sus labios, mi corazón latía tan fuerte. Aquel beso fue subiendo de tono cuando mis manos se posaron en su pecho, sentir su piel mientras sentía el movimiento de su lengua junto a la mía simplemente fue el desencadenante.
Damián me empujó sobre la cama y quedé recostada mientras él quedaba sobre mí. Rodeé su cuello con mis manos para sentirlo más cerca.
—Mmm… —gemí cuando sentí una de sus manos en mi pierna desnuda que subía hasta mi muslo, colándose bajo la falda del uniforme.
Damián no abandonaba mis labios y tampoco quería que lo hiciera, menos cuando sentí que su mano libre ahora llegaba a mi vientre. Estaba siendo tan delicado y suave… tan lento que estaba provocando que mi cuerpo se concentrada por completo en él.
—No… —susurré cuando sentí que metía su mano bajo mis pantaletas negras –Damián –giré mi rostro avergonzada por tener su mano recorriendo aquella zona, sin llegar a donde necesitaba.
—Déjame hacer esto ¿sí? –dijo buscando mi boca, pero no podía dejar que me besara o sino mi razón se perdería –te vas a sentir bien, voy a remediar lo que hice en el prado.
—No podemos —dije negando a lo que estaba ocurriendo, pero cuando sentí uno de sus dedos rozar suavemente mi clítoris hizo que mis pensamientos quedaran en el olvido. Malditas hormonas que me entregaban a las caricias de Damián.
—Mmm… Amaya —dijo besando ahora mi cuello –estás mojada –asentí avergonzada, sabía que no se refería a mi ropa empapada por la lluvia — ¿has hecho esto antes? –específicamente esto, no. había tenido sexo con un novio antes de cumplir quince años y había sido desilusionante, me había dolido mucho y no había disfrutado ni un solo segundo, fue justo en mi época oscura, donde solo lo hice para demostrarme que no tenía ningún trauma, pero… no se había sentido bien.
—Damián… para, no podemos –yo no tomaba la pastilla y estaba segura que Damián no andaba con algún preservativo ¡además no podíamos hacer esto!
—Solo déjame consentirte, has escuchado bastante basura de mi parte –cerré mis ojos cuando mordió el lóbulo de mi oreja –además… tu igual debes cambiarte de ropa ¿no?
Lo miré sin saber que estábamos haciendo, esto era un maldito juego… eso era lo que estaba pasando. Un juego increíble.
Damián terminó quedando sobre mí y me avergoncé cuando separó mis piernas con su rodilla. Sin embargo no pude decir nada, sus labios ya estaban sobre los míos, atrapándome por completo.
—Levanta los brazos, Amaya –lo miré por unos segundos, sintiendo como tenía mi camiseta y mi suéter en sus manos, como yo lo había hecho con él. Cerré mis ojos e hice lo que me pidió, con bastante facilidad se deshizo de mi ropa, dejándome solo con la falda y mi ropa interior.
—Ah… —llevé mi mano a mi boca cuando sentí su boca ahora en el comienzo de mis pechos — ¡Damián! –dije un poco más alto cuando sentí que volvía a mi entrepierna, ahora con más confianza y moviendo su cadera sobre la mía.
— ¿Te gusta? No mientas –dijo mirándome directamente cuando sentí uno de sus dedos en mi interior. Cerré mis ojos y arqueé mi espalda cuando comenzó a moverlo.
—Si… —con facilidad sacó uno de mis pechos de mi sostén blanco y se lo llevaba a la boca —Para… para… ¡Ah! –nuevamente llevé mi mano a la boca para no gritar, podía ser que no estuviéramos solos.
—Necesito que me toques, Amaya –dijo mirándome con mi pezón en su boca. No podía creer que haya caído en esto.
Error. Error. Error… era lo único que venía a mi cabeza.
Llevé mi mano temblorosa a su pantalón, él se acercó más a mí para facilitarme todo. Me costó desabotonar su pantalón, pero pude hacerlo después de un minuto y roja como un tomate metí mi mano bajo su bóxer negro al mismo tiempo que él volvía a atrapar mi pecho en su boca.
—Damián —gemí cuando rodeé mi mano con su erección.
—Déjate llevar, vamos… no estamos haciendo nada malo —volví a arquear mi espalda cuando sentí que agregaba un segundo dedo y movía su pulgar sobre mi clítoris.
—Bien… ve más rápido –comencé a mover mi mano contra su erección. Esto no era nada de “malo”, era como si lo estuviéramos haciendo con ropa.
–Damián…
—Sht… no tan fuerte, que puede llegar tu empleada –asentí a sus palabras mientras seguía moviendo más rápidos sus dedos. Mordí con fuerza mi labio inferior y por fin pude seguirle el ritmo con mi mano en su erección, movía sus caderas y ya completamente desinhiba por sentir aquel orgasmo que Damián estaba a punto de provocar, separé mis piernas otro poco para poder sentir mejor como se movía contra mí.
—Dios… —dije ahora riendo.
— ¿Qué sucede? –lo miré y volví a reír.
—Nos tenemos que ver muy mal de otro ángulo –él negó a mis palabras y me hizo callar con un beso –hazlo más rápido –dijo contra mis labios, eso hizo que mi risa desapareciera y me volviera a concentrar.
Los dedos de mis pies se enroscaron cuando repentinamente una ola de calor pasó por mi cuerpo hasta concentrarse en mi centro. Antes de poder gritar ante lo que sentí, Damián cubrió mi boca con su mano libre al mismo tiempo que él apoyaba su cabeza en mi hombro y gruñía, también alcanzando su orgasmo.
—Dios… —susurré respirando agitadamente con el cuerpo de Damián encima.
Me removí con rapidez hasta arreglar mis pantaletas y alejarme de él, mirándolo sorprendida ¿Cómo demonios había pasado esto? Me tuve que sacar mi falda ya que Damián la había ensuciado cuando alcanzó su orgasmo. La tire a una esquina.
— ¿Qué sucede? –aun podía sentir la intromisión de Damián en mi cuerpo.
—Vete —miré hacia un lado, avergonzada por haberme prestado para esto, me sentía mal… sucia.
—No, no, no… —dijo poniéndose de pie y arreglando su pantalón –Amaya –arregle mi sujetador que no me había dado cuenta que estaba mal puesto –Amaya… —volvió a decir con un tono más dulce; me tomo de mi mentón y me hizo mirarlo –aquí no pasó nada malo, ven conmigo –me tomó de la mano e hizo que avanzara hasta la cama, donde se recostó –ven a mi lado –dijo cuando me quede parada al lado de la cama.
—No creo que… —tiró de mi mano e hizo que cayera en la cama, me rodeo con sus brazos y sorprendentemente sentí como se formaba una sonrisa en mi boca, se sentía bien el calor del cuerpo de Damián.
—Gracias, no sabes cómo me ha ayudado esto… además desde anoche que tenía ganas de hacerlo –dijo acercándome más a su cuerpo.
— ¿Qué cosa? –pregunté curiosa.
—Tenerte aquí, así… aunque esto fue solo un poco de todo lo que me imaginé anoche —estaba perdida, simplemente me dejé llevar, acurrucándome más a su cuerpo, sintiendo que lo tenía tan cerca –siento que hayas visto a Damián el desesperado –no me dejó que lo mirara cuando dijo aquello.
— ¿Estas mejor?
—Mucho mejor, no sabía que tenías ese efecto en mi, gracias –si claro, ahora era su efecto placebo para sus ataques de abstinencia — ¿te sentiste bien? –sonreí, había provocado que mi cuerpo respondiera de una forma que no sabía que existiera.
—Damián… hablaba en serio cuando dije que no te ayudaría con Cloe, no después de lo que me dijiste –él asintió sobre mi cabeza, respiré contra su pecho, me gustaba sentir su piel.
Mi pecho subía y bajaba, aun bajo el efecto de aquella placentera sensación.
—Ni quiero que lo hagas, ella pasó a la historia —me separé de él, mirándolo sorprendida.
—Si estas pensando eso por lo que sucedió aquí, no creo que… —no me dejo hablar, sus labios me hicieron callar de nuevo.
—Amaya ¿quieres ser mi novia?
Me quedé helada al escuchar esa pregunta, no podía creer que esto estuviera sucediendo de verdad. Damián era tan complejo y era solo peligro, sin embargo, me atraía tanto ¿Qué demonios iba a hacer? Esto no estaba bien.  


Primer capitulo de día ¡wooooooow! había olvidado por completo esta parte :3

1 Lectores:

  1. Omg amaya eres una sueltaaaa...eso debio ocurrir con leoo ..jum para tii

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

© Black Butterfly, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena