miércoles, 5 de febrero de 2014

Demonio Blanco - Capitulo 22



Capitulo 22

Cerré la puerta de mi auto y avancé hasta la puerta de la casa de Leonardo, pero para mi sorpresa, mi amigo salió del garaje, por lo visto recién estaba llegando, ya que bajó de su moto. Vestía con unos jeans negros y una chaqueta de cuero marrón que tenia abrochada. Se veía guapo.
—Pero miren quien ha venido de nuevo –dijo caminando hasta donde yo estaba –en la tarde fui a verte, pero tu empleada me dijo que estabas con Damián ¿Cómo has estado?

—Leonardo… —simplemente tomé su mano y comencé a caminar entre la oscuridad, yendo hasta la playa, era el único lugar donde podríamos hablar sin problemas, no quería meterlo en líos con sus padres.
—Amaya –no me detuve hasta que sentí la arena bajo mis pies. Me giré y lo encaré.
—Damián me dijo que estabas metido en algo turbio, quiero que me digas ahora mismo que es –pude ver la sonrisa que formó Leonardo bajo la luz de la luna que se colaba en las nubes negras.
— ¿De qué estás hablando, Amaya?
—No trates de distraerme, él me dijo que no confiara tanto en ti, dime Leonardo, supuestamente somos amigos.
—Sí, es cierto –dijo interrumpiéndome, me asusté por sus palabras –es cierto que somos amigos, pero no estoy metido en nada, aunque de cierta forma llegan a mis oídos comentarios un tanto sospechosos de cierto centro de alumnos.
—Basta, ¿estás involucrado en algo con Damián?
—Amaya… —suspiró él, aun con esa sonrisa — ¿no deberías darle un sermón a tu novio y no a mí? Solo soy tu amigo y si quisiera guardarte secretos, podría ¿no? no tengo la obligación de decirte cada uno de mis movimientos.
— ¡Falso! –Le grité enojada –eres mi amigo y espero que no te metas en problemas de los cuales no podrás salir.
— ¿Algo como en lo que está metido Damián? ¿Crees que soy idiota?
—Leonardo, dímelo… así podré estar tranquila –él ya no seguía sonriendo, me miraba un tanto molesto.
—Ya te he dicho que no estoy metido en nada, a diferencia de tu noviecito.
— ¡Damián no tiene nada que ver aquí!... ahora dime ¿Por qué él estaría tan seguro de decirme algo como eso siendo que es mentira?
—No sé, pero si me lo permites, quisiera saber ¿Por qué estoy entre la conversación de ustedes? ¿No sería mejor hablar de otros temas siendo novios?
—Eso no te incumbe, además él y yo no somos novios.
— ¿Es qué acaso estaban discutiendo por mi culpa?
— ¡Leo! –Levanté la voz, me sentía frustrada –no me mientas, dime en lo que andas, veras que no me enojaré.
— ¿Has dicho que no son novios?  —Me giré molesta, avancé unos pasos porque no me decía nada y ahora tenía mi mente envenenada por culpa de Damián –Amaya, créeme, no estoy metido en nada, Damián es más astuto de lo que pensaba, pero ciertamente ha fundamentado mis sospechas.
— ¿Sospechas? ¿De qué hablas? –un par de gotas cayeron sobre mi rostro –pensé que eras en la única persona que podía confiar, pero…
—Pero nada, no seas melodramática Amaya –se ubicó al frente de mi –escúchame bien, Damián solo odia verme cerca de ti y ahora su única excusa es culparme de algo que no he hecho.
—Dime lo que sabes ¿Cuáles son tus sospechas de Damián?
—Te dije que ese chico estaba involucrado en drogas, un amigo mío vio como intercambiaban unas pequeñas bolsas, te lo advertí… solo quería asegurarme de eso antes de informarte, ahora solo hay que encontrar pruebas para poder avisarle a tu padre ¿no? –tragué saliva nerviosa.
—No creo que sea adecuado –empezó a caer una leve lluvia sobre nosotros mientras solo se escuchaba las olas del mar.
—Tú ya lo sabías –dijo susurrando.
—Es complicado.
— ¡Tu ya lo sabías! ¡Ah! ¿Cómo pude ser tan idiota? Claro que lo sabrías, era obvio… —comenzó a caminar hacia el mar. Corrí para alcanzar su brazo y detenerlo, no quería que se alejara de mí.
— ¿Dijiste que hace solo unos días viste en eso a Damián?
—Si –se soltó de mi agarre. Me quedé unos segundos pensativa, Damián  me había dicho que no se había metido en drogas desde hacía un tiempo. En ese momento recordé cuando Joan hablaba con Damián el día de la reunión en el colegio, le estaba hablando de drogas ¿Cómo fui tan tonta en no caer antes? –muy astuto de su parte enamorar a la hija del nuevo detective de narcotráfico ¿no? ya me preguntaba hace semanas que era lo que vio en ti.
—Oh… muchas gracias –susurré molesta por sus palabras.
—Me refiero a que no eres como las chicas fáciles que hay en el colegio, él puede tratar de ocultarlo pero es inevitable, las chicas heridas comienzan a hablar y crear rumores. Sigo sin entender qué le ves, ahora menos, un chico de ese tipo no trae cosas buenas.
—Te dije que él y yo no somos novios.
—Claro, por eso sales a citas y se comportan de esa manera en el colegio –cubrí mi rostro con mis manos ¿Por qué tenía que tener tantos problemas a esta edad? No era normal –ven… —sin más tomó mi mano y comenzó a caminar hacia los arboles donde habíamos ido la vez anterior, de esa forma podríamos seguir hablando en privado, pero sin estar mojándonos.
—No puedes decir nada Leonardo –dije sentándome en un árbol caído. Ciertamente este lugar estaba muy oscuro.
—Claro que no, ahora que pones esa expresión, he de suponer que estas mentida en ello ¿no?
—No, yo no hago esas cosas, pero… mira, simplemente no digas nada.
—Si no estás metida en ello ¿Por qué habría de mantenerme en silencio? –volví a cubrir mi rostro con mis manos, ya no daba más, necesitaba decirle lo que me sucedía a alguien.
—Lo que sucede es que Amalia, la hermana de Damián…

Le dije todo lo que había pasado, desde que Amalia me había chantajeado hasta lo sucedido con Damián y Tobías. Leonardo maldecía cada cierto momento. Le expliqué hasta el plan que tenía en mente para poder sacarme a la hermana de Damián de encima.
—Bien muerto esta ese infeliz, no veo como los demás podrían hacerte daño al saber aquello –dijo refiriéndose a mi vecino que trató de violarme.
—No fuiste testigo de lo que sucedió antes, además si me alejo de Damián y si Amalia habla, estoy segura que se volvería en un infierno el colegio, todos le dicen amén a los Andrade.
— ¿Qué harás? –se sentó a mi lado, ya había dejado de llover y la luz de la luna se colaba entre los árboles.
—No lo sé, todavía lo estoy pensando –su brazo me rodeó y pude apoyar mi cabeza en su hombro. Leonardo era tan grande a pesar de tener un año menos que yo, era incluso más alto que Damián.
— ¿Cómo estás con Damián a pesar de todo? Se ve muy sincera tu relación con él –sonreí y me acerqué más a Leonardo, me sentía cómoda.
—Es simpático, no es muy difícil llevarle la corriente, creo que si no fuera por todo lo que ha ocurrido entre nosotros, habría aceptado ser su novia, aunque hubiera todo un club de chicas tratando de hacerme caer.
— ¿No te gusta?
—Si me gusta, por eso te digo que es simpático –pude sentir como Leonardo pasaba su nariz sobre mi cabello — ¿Leo?
— ¿Mmm? –sonreí al sentir aquella caricia, era como si por un minuto, todo estuviera bien.
— ¿Estás metido en líos? –Él negó sobre mi cabeza — ¿y por qué Damián diría algo así?
—Porque es astuto, solo me quiere fuera de tu vida por dos razones, la primera es porque te podía decir algún rumor que estuviera rondando sobre él, como la entrega de droga cuando él te había dicho que hace tiempo que no vendía.
—Ya veo –eso era lógico ¿Qué más me escondía Damián? — ¿y la segunda razón?
—Porque es celoso –asentí, era cierto.
—Le he dicho que no hay motivo, tu eres mi amigo –su mano libre se entrelazo con la mía que estaba sobre mis piernas. Giré mi rostro para verlo mientras sentía que cientos de mariposas revoloteaban en mi estómago — ¿a qué estás jugando, Leo? –esto era demasiado, hacían días que él se comportaba diferente conmigo y provocaba que mi cabeza diera miles de giros en un segundo.
—Yo no juego –susurró antes de acercarse un par de centímetros a mí –no me gusta ese estilo.
—Leonardo…
No pude decirle nada más al estar tan cerca, solo me empiné un poco para poder dejar de sentir aquellas mariposas y solo presioné mi mano a la suya con más fuerza cuando sentí sus labios sobre los míos. Fue lo que necesitó para que finalmente dejara su mano sobre mi cuello y me acercara más a él; intuitivamente cerré mis ojos y me dejé llevar por la increíble sensación de poder sentir aquel beso. Presioné aun más su mano, nerviosa por estar en esta situación ¡por dios! Parecía que fuera mi primer beso.
Leonardo sonrió contra mi boca y eso fue lo necesario para que quisiera seguir sintiendo sus labios. Me volví a acercar aun más y pude sentir como su lengua paso por labio inferior, provocando que los latidos de mi corazón quisieran escapar de mi pecho.
—Leo… —susurré sintiendo su frente junto a la mía. Me había paralizado ante aquel beso –no deberíamos.
—Está bien, no te preocupes –besó rápidamente mi mejilla, sorprendiéndome — ¿quieres que nos vayamos? –Negué de inmediato — ¿no?
—Me gusta este lugar –él sonrió.
—No he estado con nadie más aquí, creo que es la segunda vez que vengo.
—Se podría decir entonces que es nuestro ¿no?
—Sí, si no le dices a nadie podría ser el lugar que solo nosotros conocemos –lo quedé mirando unos segundos, sin poder decir nada ¡por qué tenía que estar en esta situación! Todo se volvía más complicado — ¿Qué sucede?
—No puedo –apoyé mi cabeza en su hombro de nuevo –no puedo hacerte esto mientras tenga problemas con ella.
—Amaya… —me rodeó con sus brazos –no te preocupes –apoyé mis manos en su pecho, queriendo que de esa forma desaparecieran todos mis problemas y que estar de esta forma con Leo, no tuviera nada de malo –te gusta él ¿no?
—Es distinto.
Con Leonardo todo era diferente, me sentía feliz y podía estar tranquila a su lado, sin pensar que de un momento a otro trataría de atacarme de cierta forma como lo hacía Damián. Con él podía ser yo misma sin tener que preocuparme de nada, nadie me había obligado a acercarme a Leonardo y de esa forma todo lo que sentía era genuino. En cambio con Damián todo estaba basado en el chantaje de Amalia y en la personalidad tan complicada de su hermano. La diferencia era relacionada con los sentimientos, con uno los presenta y con el otro… no.
—Tranquila –susurró, tomando mi mentón y haciendo que lo mirara –no es el fin del mundo ni nada por el estilo, no tengas esa expresión, te daré en el gusto esta vez y nos quedaremos hasta que estés más tranquila. Es tarde y debemos ir a clases mañana.
—Gracias Leo.
— ¿Para qué estarían los amigos si no te pueden ayudar? –volví a apoyarme en su hombro.

Nos quedamos por unos minutos juntos, sin decir nada hasta que tuve que volver a casa. Nos despedimos con un beso en la mejilla, lo cual lamente internamente, pero deje pasar ese pensamiento para poder estar resguardada en mi habitación, necesitaba un tiempo a solas.
Manejé con rapidez hasta llegar a casa, saludé a mis padres y me quedé unos minutos con ellos antes de irme a dormir. Preparé mis cosas para el día de mañana y luego me acosté,  me puse los audífonos para no pensar en nada más, mi cerebro no era capaz de crear alguna decisión con precisión, no estaba en las mejores condiciones. Era mejor descansar.

Miré mi reflejo en el espejo. Tenía unas grandes ojeras por haber dormido mal durante la noche, con suerte había descasado dos horas. Tomé todo mi cabello que aun estaba un poco húmedo por la ducha y salí a mi habitación para ponerme el uniforme, todo lo hice como si fuera algún estilo de zombi, no tenía ganas de ir al colegio.
— ¿Amaya? –recién cuando escuché la voz de Miriam llamándome me di cuenta que estaba mirando mi reflejo sin moverme –cariño ¿estás bien? –me gire a verla y solo esa frase basto para que mis ojos se llenaran de lágrimas y corriera hasta ella para que me abrazara — ¡oh, cielo! tranquila… dime ¿Qué sucede? –solo me apoyé en ella y no dejé de llorar por varios minutos hasta que me tranquilicé, gracias al cielo ella solo me abrazó y me dejó llorar sin interrumpirme.
—Lo siento –sequé mis mejillas con mis manos. Ella me miró esperando que le diera una respuesta a mi comportamiento –Mamá…
— ¿Quién te hizo daño? Dímelo ahora mismo –muy bien, no tenía escapatoria por haberme comportando de una forma tan débil.
—Mamá —me senté en la cama. No sabía que decirle.
—Nada de mamá, hija, dime lo que pasa.
—Una chica se enteró de lo que hice y temo de que todo se arruine de nuevo –esquivé su mirada, pero ella se sentó a mi lado e hizo que la observara.
— ¿Crees eso? Cariño, las cosas son diferentes, en primer lugar ahora nos llevamos mucho mejor y sabes que puedes tener nuestro apoyo, estoy segura que tu amigo Leonardo y ese Damián también serán de gran ayuda, no puedes pensar que todo se arruinara de nuevo, tú tienes el poder para dejar que eso suceda. Sabes muy bien que a veces la gente habla por hablar.
— ¿Podrías abrazarme por unos minutos?
—Oh mi Amaya –volvió a abrazarme, esta vez no comencé a llorar, solo me quede a su lado, sintiendo como sus brazos me ayudaban a sentirme mejor — ¿quieres que me quede hoy contigo?
—No, debo ir a clases –dije sonriendo –gracias.
—¿Gracias por qué? ¿Por abrazarte? Eres mi hija, siempre me tendrás cerca y más cuando me necesites –volvió a abrazarme y eso hizo que me sintiera más tranquila.

Después de mi momento de compasión, bajé a tomar desayuno con mis padres y traté de parecer normal. Luego me fui en el auto hasta el colegio, llegué un par de minutos tardes, lo que fue perfecto. No me quería encontrar con nadie y sobre todo con Damián Andrade.
Llegue hasta mi salón y me senté en silencio junto a Leonardo. No pude evitar responderle con una sonrisa cuando me miró con esos ojos brillantes.
—Lloraste –susurró mientras el profesor explicaba algo que no quería escuchar.
—No quiero hablar de ello.
—No hay problema –asintió y miró hacia adelante, tratando de poner atención.
Saqué mi cuaderno y libro, para disimular hacia donde iban mis ideas. Ya había tenido un segundo para desahogarme, ahora necesitaba llevar a cabo un plan. Algo que me dejara libre tanto de Amalia como de Damián, sobre todo de la primera, era todo un lio que me estuviera chantajeando.
Apoyé la cabeza sobre mi mano, mirando hacia la presentación del profesor, sin embargo, mientras pensaba en lo que haría esta tarde, mis ojos inconscientemente pusieron atención en el chico moreno que tenía como compañero de clase.
Leonardo se veía muy guapo, aunque siempre lo hacía. Suspiré y no pude evitar sonreír al recordar lo que había pasado ayer, parecía que había sido un sueño. ¡Demonios! No debí haberlo alejado, debí aprovechar más de ese beso.
Él se giró a verme, pero trate de pasar desapercibida mirando hacia mi cuaderno. Fue inútil, me sonrojé de la vergüenza, lo que lo hizo reír.
—Fácilmente te puedo leer la mente en este momento, Amaya.
—Cállate –dije enderezándome y mirando mí libro, tratando de ubicarme en la clase. Sin embargo, fue imposible. Leonardo se acercó hasta mi oído.
— ¿Te pongo nerviosa ahora? –de un solo movimiento le di un golpe en su brazo para que me dejara tranquila. Estúpido corazón que latía tan fuerte — ¿Qué harás sobre Andrade? –dijo de repente, dejándome sorprendida.
—No es el momento para hablar de ello, pone atención, de esa forma no copiarás mis respuestas en el examen.
—A todo esto, hay prueba de matemáticas y lengua ¿no te apetece estudiar conmigo?
—No creo que sea correcto –él frunció el ceño.
—Es solo estudiar, no es como si te fuera a atacar ¿sabes? –sonreí.
—Sé que no me atacarías, pero no sé si yo pueda resistirme –él tensó su mordida mirándome de una forma que me puso nerviosa –era broma ¿sí?
—Vamos, es solo estudiar, no soy un genio como tú, podrías ayudarme. Los amigos se ayudan.
—Pareces una niñita reclamando, está bien.
—¿Hoy?
—Hoy tengo mi club de lectura ¿me acompañarás? –él hizo una mueca de desagrado, pero finalmente aceptó. No seguimos hablando porque nos regañó el profesor.
Al salir la primera hora con Leonardo fuimos a la cafetería para comprar algo, mi estomago sonaba por no haber tomado un desayuno adecuado.
Yo seguía un tanto paranoica, no quería encontrarme con Damián, es por eso cuando vi que caminaba por el mismo pasillo que nosotros con rapidez me escondí en una de esas entradas misteriosas que tenía el colegio, tirando a Leonardo conmigo.
—¿Qué te sucede? ¿Te has vuelto loca? –puse mi dedo índice en mi boca para que se quedara callado. Leonardo era más grande que yo, mucho más grande, es por ello que lo utilicé para que me cubriera. Él solo daba la espalda, así que no nos iban a descubrir —¿me estas tratando de seducir?
—Cállate, vi a Damián –él bufó.
—¿Es qué te vas a esconder de él todo el tiempo?
—No estoy preparada para verlo, me besé contigo y aunque no sea su novia, me siento mal porque también lo he besado a él –además de otras cosas que no le iba a decir –y si no encuentro  pronto una salida para lo que está ocurriendo, tendré que seguir con él.
—¿Qué tienes planeado? –Me sorprendí que no dijera algo malo, solo se preocupó por mí –puedes pedirme ayuda.
—Los amigos se ayudan, si claro –dije tratando de mirar sobre su hombro para ver si Damián había pasado.
—Creo que escuché su voz, subamos otro poco –lo miré asustada y subí varios escalones más, hasta quedar en la parte donde la escalera giraba.
—Aquí está bien ¿no? –Dije asustada, pero cuando vi a Leonardo sonreír supe que estaba bromeando –ja ja… muy gracioso, bajemos para que pueda comer tranquila.
—Aquí no hay nadie, deberías estar tranquila –lo miré enojada.
—No puedo porque tú me pones nerviosa, con esos ojos tan oscuros como un lobo.
—¿Te sientes como la caperucita roja? –tragué saliva.
—Sí, pero a diferencia que esta sabe defenderse.
—Nunca te haría nada que no quieras, lo sabes, no seas injusta –esta vez me miró bastante serio, pero era un maldito hipócrita porque cuando relajé mis hombros, él sin más con una de sus manos tomó mi cuello y sus labios se plantaron sobre los míos.
Me quedé estática ante aquel beso mientras sentía que un escalofrió recorría mi espalda. Sin poder controlarme ni tampoco a las mariposas que tenía en mí estomago, llevé mis manos a sus brazos, dejando que aquel beso siguiera. ¡Ah! parecía que sus labios quemaban. Lentamente fui rodeando su cuello, acariciando su piel. No pude evitar cerrar mis ojos y entregarme a su boca.
—Leonardo… —susurré cuando se separó muy pronto.
—Acaba de sonar el timbre para volver a clases –mi corazón iba a escapar de mi pecho.
—No puedes hacer esto, recién me dijiste que…
—¿No querías besarme? –abrí la boca para responder, pero me quede callada. Aquel beso me había gustado y mucho –Si estarás escapando del idiota de Andrade durante estos días, creo que me aprovecharé de tu tiempo como soltera –fruncí el ceño, me sentía confundida respecto a los sentimientos de Leonardo.
—No es correcto.
—No es correcto que tengas que ser víctima de un chantaje, correcto es que recibas un beso de alguien que te gusta.
—¿Oh, sí? ¿Quién te dijo que me gustas?
—Tus mejillas sonrojadas –sonrió y bajó los escalones, sin esperarme.
Apoyé mi cabeza en la pared y quise desaparecer en ese momento ¿Por qué se había alejado tan rápido? Ahora sentía mis labios muy raros.

Estuvimos en clases de química, sin hablar mucho porque pronto vendría una prueba y esta asignatura nos costaba a ambos, así que con Leonardo estuvimos una hora concentrados mirando lo que enseñaba la profesora. Después el día transcurrió de una forma diferente a la que esperé, incluso nos quedamos un tiempo conversando con Vivian, quien es aun más simpática. Nos dijo que para cuando fuéramos a almorzar, lo hiciéramos con ella y Benjamín, quien no sabía si era su amigo o novio.
—Ella es simpática –dijo Leonardo cuando volvíamos a clases. Durante estos periodos evitamos de forma magistral a cualquier Andrade y sus amigos, el colegio era bastante grande –me alegra que tengas una amiga.
—No puedo llamarla amiga, pero si es agradable conocer a alguien cuerdo.
—Ja ja –dijo irónico mientras entrabamos a la sala. Vivian no estaba con nosotros en esta clase.
A la mitad del periodo nos desconcentramos, mi estómago sonaba de hambre y Leonardo se aburrió de escuchar al profesor, así que nos distraíamos con cualquier cosa, en un momento comenzamos a escribirnos por el celular, en facebook. Así tuve que soportar varias tentaciones de risa, hasta que el profesor llamo mi atención.
—Srta. Varela, necesito que vaya hasta donde el director y pida el libro de clases, lo estaba ocupando, pero necesito pasar la lista –guardé mi celular en el bolsillo de la camiseta.
—Si señor –dije poniéndome de pie mientras Leonardo me miraba riendo –te salvaste, lobo –su risa desapareció cuando escuchó como lo llame, de verdad parecía uno, con esos ojos oscuros tan profundos y esa sonrisa tan blanca.
Me dirigí hasta la oficina del director, pero antes sentí un flechazo en mi estómago por los nervios al cruzar la entrada de las escaleras que llevaban hasta esa sala de reuniones tan misteriosa que ocupaba Damián y los demás.
Cerré mis ojos y giré hacia mi izquierda para subir con cuidado. Trataba de concentrarme en escuchar algo, fue en ese entonces que sentí que alguien venia bajando ¡mierda!
Corrí hacia abajo y me escondí en la esquina siguiente, mirando hacia aquella escalera. Mi boca se abrió al ver que de ahí salía Damián y Eve. Mi corazón saltaba por el miedo a ser descubierta.
—Como siempre, excelente –dijo ella tirando del suéter de Damián y atrayéndolo hasta su boca. Abrí aun más mis ojos, tragando saliva al ver como él con fuerza la arrinconaba en la pared y la levantaba varios centímetros sobre el suelo al tomarla de su trasero.
Llevé mi mano a la boca como reflejo. Damián siguió besando su cuello, provocando que ella cerrara sus ojos por el placer. No podía creer lo que estaba viendo ¿es qué acaso lo habían hecho allí?
—Te extrañaba –le dijo él con una sonrisa, la misma que me daba a mí. Negué, Damián era un hijo de puta.
—Basta, Damián… nos pueden ver –él la dejó para darle un corto beso en los labios. Él sacó de su bolsillo un papelillo blanco y se lo entregó, no dude sobre lo que contenía. Ambos se fueron como si nada hubiera pasado.
Llegué hasta la oficina del director en un estado catatónico, incluso me preguntó qué era lo que pasaba, si me sentía bien; solo tomé el libro diciendo que estaba muy bien. Al entrar a la sala, Leonardo frunció el ceño al verme, le entregué el puto libro al profesor y me fui a sentar junto a Leo.
—¿Estás bien? tienes la cara de haber visto a un fantasma ¿te vas a desmayar?
—Te creo –dije asintiendo, él me miró extrañado –te creo lo que me dijiste sobre Damián.
Aun tenía esperanzas de que nada de la droga hubiera sido cierto, pero por lo visto Damián no era más que un mentiroso. ¡Por Dios! Casi me descubre, era hora de recargar pilas, no iba a seguir con esto. Era hora de desenmascarar a ese grupo del mal.


¡segundo y ultimo capitulo! espero que les haya gustado, gracias por sus comentarios ;D

4 Lectores:

  1. Damian maldito.hijo de puta xd jajajaja...y leo awwwww ... Las maiposas en.el.estomago lo.dicen todo :)

    ResponderEliminar
  2. NOOOOO ;_____; maldito Damian >:cc tonto feo JUM 77 si tenia dudas de a qien apoyar se esfumaron! ... estoy del lado de Leo >:c puto Damian! engañando a Amaya y a mi :c eso no se hace :c

    ResponderEliminar
  3. supeer! ya se aproxima lo tan esperado!!!

    ResponderEliminar
  4. Damian ni modo me caes bien pero ya te cacharon creo que Amana se debe andar con mucho cuidado xq no le sera nada facil lo que intenta hacer cada vez se pondra mejor y mejor jajajaja y con los nervios de punta las cosa para Amaya ya no le seran faciles de ahora en adelante .... ya quiero leer el sig cap

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

© Black Butterfly, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena