Capitulo 24
Era miércoles y
no había ido al colegio, tampoco ayer. Tenía cierto temor de volver a clases después
de todo lo que sucedió, por lo que sabía Damián no había asistido a clases
tampoco, a diferencia de Leonardo que me había dicho que no le temía a nada ni
a nadie.
— ¿Estás bien?
–dijo Miriam mientras cenábamos, con todo este ajetreo Cristian no pasaba mucho
tiempo en casa y mamá se había quedado estos días conmigo. Habían llevado
detenido a Damián, pero no duró ni siquiera una hora, llegó su abogado junto
con su padre y lo sacaron.
—Sí, solo
estaba pensando en lo rápido que salió Damián.
—Estas cosas
son un tanto complicadas, pero no dudes que todo terminará bien, hay pruebas y
testigos.
—Solo dos –dije
pensando en mí y en Leonardo, nadie más podía respaldarnos, además como la
denuncia fue hacia Damián, el padre tuvo tiempo de mover todo lo que fuera
sospechoso en su casa –no lo sé, esperemos que termine todo bien, como dices.
— ¿Qué vas a
hacer respecto al colegio?
—Debo volver,
pronto serán los exámenes y ya vienen las fiestas así que habrán vacaciones, hablé
con tío Evan, así que ya sabes… luego de este año escolar, creo que es lo mejor
para mí.
—Entiendo –Miriam
suspiró un tanto triste.
Según mis
planes, era obvio que todo se volvería un infierno, Amalia se encargaría de
ello, es por eso que me iría a estudiar a Roma, me quedaría con mis tíos hasta
que acabara mi educación y luego volver para quedarme en una universidad. Mamá
se lo había tomado un tanto mal y papá… bueno, él no quiere saber nada del tema
aun, así que solo soy yo la que habla de lo que sucede. Sería solo un año.
—Me retiro,
muchas gracias, estaba todo muy rico… mañana iré a clases, no saco nada
quedándome aquí encerrada –dije con nuevos ánimos, quizás nadie se había
enterado de lo que había sucedido, Leonardo cuando me venía a ver no hablaba
sobre el colegio, solo nos quedamos estudiando y sabia que él lo hacía para no deprimirme.
Me despedí de
mi madre y fui hasta mi habitación, arreglé mis cosas para mañana e hice unas
tareas que estaban pendientes por no ir a clases.
Me di una ducha
rápida y me puse el pijama para terminar envuelta en las sabanas, tenia sueño,
aunque mi estómago se estaba revolviendo por los nervios de ir a clases mañana.
No sabía que podría escuchar o ver, no quería que me gritaran cosas feas como
antes.
Al día
siguiente me vestí y me arreglé correctamente con mi uniforme, tomé mi bolso y
baje para tomar desayuno con mis padres, ambos me miraron preocupados, pero traté
de tranquilizarlos diciendo que si algo iba mal volvería a casa y todo estaría
bien.
Para cuando salí,
me llevé la sorpresa de encontrarme con Leonardo, quien me sonreía sobre su
moto.
—He venido a
buscarte –sonreí emocionada y corrí hasta donde se encontraba. Me subí en un
segundo y me aferré a él — ¿estás bien?
—Muy bien –se
giró a verme, así que tuve que soltarlo.
—Aquí no se
viaja sin casco –hice una mueca de desagrado, pero tomé el casco que me ofrecía
y me lo puse –te ves guapa.
—Muchas gracias
–me volví a aferrar a él y sentí nervios cuando arrancó la moto. Esto era mucho
más entretenido que ir en auto.
Realmente el
viaje fue agradable, pero bastante corto, Leonardo manejaba muy rápido, le pedí
que disminuyera la velocidad, pero él solo la aumentaba para asustarme aun más,
estaba demás decir que me agarraba a él como si fuera un poste de luz en la
mitad de un terremoto.
Cuando llegamos
al estacionamiento del colegio, no pasó ni un segundo para darme cuenta que
todos sabían lo que había pasado. Al verme con Leonardo comenzaron a murmurar y
mirarme de mala forma. No los tomé en cuenta y seguí caminando con Leo, que
trataba de distraerme para no tomar atención en los demás, pero al momento de
entrar al colegio… todo se arruinó.
Me quedé de una
pieza mirando el pasillo principal que estaba empapelado con hojas que tenían
impresa mi cara, diciendo “zorra” además de otros afiches donde habían fotos mías
con Damián aquel día que trató de abusar de mi, aunque desde la perspectiva de
otra persona se podría decir que nos veíamos bastante cariñosos, no se notaba
que me tenía a la fuerza sobre el sofá.
Caminé hasta un
costado y pude observar que también había fotocopias de las noticias sobre la
muerte del prestigioso abogado que murió a manos de su loca vecina. Malditos
periodistas, habían manejado la noticia como se les dio la gana.
— ¡Saquen esto
de aquí! –se escuchó la voz del director, quien hacía que varias personas del equipo
de auxiliares del colegio limpiaran las paredes.
Tragué saliva, llena
de rabia, rompí el papel que tenía en mis manos y solo tuve un nombre en mente:
Amalia. Esa chica me las pagaría antes de que se acabara el año, si le gustaba
jugar sucio, yo podía ser aun peor.
— ¿Amaya? –la
voz de Leonardo me trajo a tierra. Me miraba preocupado.
— ¿Esto se ha
repetido durante los otros dos días? –él negó, estúpida Amalia ¿Cómo demonios
se enteró de que volvía a clases hoy?
— ¿Es una
asesina? –escuché que alguien decía a lo lejos –debería estar en la cárcel, no
puedo creer que este colegio permita entrar a cualquiera, mira lo que le hizo a
Damián Andrade, lo metió en problemas porque quiso terminar su relación con
ella.
—Amaya –volvió
a repetir Leonardo, pero yo volví a quedarme helada, esto se estaba volviendo
en un infierno. Los Andrade llevaban años en este lugar, tenían un prestigio
que sería muy difícil de hacer caer… quizás imposible. A lo mejor Damián ni
siquiera pagaría lo que hizo conmigo o los crímenes que estaba cometiendo en
este colegio –ya basta –dijo Leonardo tomando mi rostro y haciendo que lo
mirara –es tarde y tenemos clases, no mires a los lados, así de simple.
Sin esperar a
que le dijera algo más, tomó mi mano y me hizo caminar hasta donde teníamos
clases, pude notar que todas las miradas estaban sobre mí. Ahora las chicas
seguían observándome con odio, pero por haber supuestamente perjudicado a Damián
Andrade, su alumno objetivo de su adoración.
Cuando entramos
a la sala, hubo un silencio total. Busqué a Vivian entre nuestros compañeros,
pero ella esquivó mi mirada, de inmediato supe que estar con ella y su amigo Benjamín,
no era una opción.
—Quizás
deberías alejarte –le dije a Leonardo –saldrás perjudicado si estas con la
chica más odiada del colegio.
—No digas
estupideces –susurró en mi oído –además no seas egocéntrica, no todos están
atentos a tus movimientos.
—Ja ja –dije irónica.
Caminé hasta mi
asiento, junto con Leonardo, quien miró a los demás de mala forma, le di un
golpe disimulado para que dejara de hacer eso.
—Tranquilo.
Nos sentamos y
de inmediato pensé que esto sería aun peor que en mi antiguo colegio. Amalia tenía
razón, esto se podría volver en un infierno.
Para cuando
llegó el profesor, todos volvieron a la normalidad, pero él se acercó a mí,
llamando la atención de la clase.
—Srta. Varela,
el director requiere de su presencia ahora mismo –asentí y me puse de pie. Leonardo
volvió a mirarme preocupado, pero solo toqué su hombro para que se
tranquilizara, no era como si fuera a
que cortaran mi cabeza.
Cuando salí del
salón, caminé lo más rápido hasta la oficina del director, pero cuando giré en
el ultimo pasillo me encontré con Cloe. Estaba apoyada en la pared, mirándome
con una sonrisa que me dio escalofríos. Llevaba su cabello suelto, le quedaba
muy bien, aunque por su expresión parecía el mismo demonio vestido de mujer.
—Quien lo
hubiera dicho –dijo dando un paso para no dejarme avanzar –realmente pensé que
serias una presa fácil para nuestro Damián y mira en los problemas donde lo has
metido.
—No tengo nada
que hablar contigo, además debo ir donde el director –traté de pasar por su lado,
pero ella con fuerza me tomó de mi brazo derecho y me hizo chocar contra la
pared.
—Escúchame
atenta cuando te hablo, no soy como Amalia, yo no juego y no tengo su paciencia
–el agarre de su mano paso a mi cuello con una rapidez sorprendente –vas a retirar todos los cargos contra Damián, tu
puedes hacerlo ya que eres la principal perjudicada, luego aceptarás todo lo
que se diga en este colegio, es por tu propio bien ¿sabes?
— ¿Por qué…
haría eso? –sonreí, tratando de parecer valiente, a pesar de que me estaba
muriendo de miedo, esta tipa estaba loca.
—Porque sino los papeles de hoy no serán nada
comparado a lo que yo puedo hacer. Ese es estilo de Amalia, no el mío –fruncí el
ceño al escuchar la confirmación de que Amalia había sido la mente detrás del
empapelado del pasillo.
— ¡Suéltame!
–le grité tomando su brazo y doblándolo para que me dejara libre. La inmovilicé
de tal forma que su brazo ahora lo tenía en su espalda y la sujetaba desde ahí.
Manejar a una mujer en defensa personal era más fácil –no vuelvas a hacer lo de hoy, no sé qué te habrán
dicho los Andrade, pero se defenderme muy bien, todos estos problemas son la
evidencia de ello.
—No juegues con
fuego, te puedes quemar Amaya. Suéltame ahora mismo antes que me encargue de ti
y no puedas volver a levantarte por días –la solté y la miré desafiante, no iba
a dejar que me pasara a llevar de esta forma.
—No retiraré
nada y por tu bien y el de Amalia, no vuelvas a hacer algo como lo de hoy.
—La que habla
aquí soy yo y retirarás los cargos.
— ¡Él va a
pagar de todas formas! No puedes hacer nada, es un delito y aunque saque el
cargo de intento de violación, no puedes hacer nada contra la droga –sus ojos
se abrieron bastante ante mis palabras y segundo después comenzó a reír.
— ¿De verdad
crees que se irá preso? Por Dios ¿es qué no te has dado cuenta? Si estoy
hablando contigo ahora es solo por la imagen que representa Damián en este
colegio, la institución que hay detrás de él –por mucho que quisiera no creer
en sus palabras, había una gran posibilidad de que así fuera, que no saliera
afectado por parte de la justicia.
—Estás loca si
crees que haría algo así –ella se puso recta y me miró desde varios centímetros
más arriba. Demonios, era alta.
—Entonces…
atente a las consecuencias.
Ambas fuimos por
caminos diferentes hasta que toqué a la oficina del director. Me dijo que
pasara y lo hice.
El hombre de
unos cincuenta años estaba de traje negro con su cabello canoso y ojos azules
atento a los míos.
—Me mandó a
llamar –él con su mano indicó que me sentara y así lo hice.
—Ha causado
gran espectáculo estos días, Srta. Varela ¿Cuáles son sus planes para futuro?
–de inmediato supe de que se trataba todo esto.
—Quedarme en el
colegio, si esperaba que me fuera… no será así –su mordida se tensó. Era obvio
que este hombre sabía muy bien todo lo que ocurría en el colegio.
—No puedo
asegurar la ayuda correspondiente en todo momento si ocurren sucesos como los
de esta mañana.
—No se
preocupe, puedo manejar muy bien esto sola, no es necesario que me este
cuidado, muchas gracias de todas formas, eso habla excelente de usted como
director –sonreí de manera falsa, no iba a quedar como una mala educada para
que tuviera algún pretexto y así sacarme del colegio.
—Eso veo
–golpeó sus dedos sobre el escritorio por unos segundos –aunque estoy seguro
que el colegio podría darle una excelente carta de recomendación para ser
matriculada en el lugar que usted desee, incluso podría ser partícipe de alguna
beca, sé que sus notas son muy buenas.
—No, muchas
gracias, me quedo con mis padres, sus trabajos están aquí y es donde yo estaré
–sabía que esto no acabaría hasta que yo me fuera de aquí, pero no le iba a dar
esa sensación de relajo al inútil director que teníamos — ¿Y cuáles son sus
planes a futuro? –debía encontrar un buen camino con este señor, no quería
tener problemas cada día por culpa de Damián y sus secuaces.
— ¿Mis planes a
futuro? –lucía confundido.
—Claro, esto se
volverá un escándalo a nivel educacional, puede que incluso perjudique en la
matriculas del próximo año, no muchos padres querrán que sus hijos ingresen a
un colegio donde hay drogas ¿Qué hará al respecto?
—Ese es un tema
que debe abordar la institución –aclaró, dejando expuesto que no tenía idea que
hacer.
—Debería crear
una campaña contra drogas, que la gente de aquí y los alrededores se dé cuenta
que está preocupado por sus alumnos –me quedó mirando unos segundos y sonrió.
—Era claro que
alguien como tú debía tener cerebro como para estar involucrada con los Andrade
¿no? –sonreí, este colegio era una mierda, peor que el anterior en el que
estuve. Incluso el director estaba coludido, el Sr. Andrade debía ser muy
poderoso para tener a gente importante dentro de su bolsillo.
—Limpié la
imagen del colegio de esa forma… así se hace en todo el mundo, todo se tapa con
campañas ¿no? –Asintió ante mi idea — ¿me puedo retirar?
—Adelante –me
puse de pie y me dirigí rápidamente hasta la puerta — ¿Srta. Varela? —dijo antes de que me fuera.
— ¿Sí?
—No creen una
guerra aquí, sigue siendo mi colegio –asentí y desaparecí de su vista.
Cuando volví a
clases, tuve una entrada más normal, aunque varias miradas se enfocaron sobre
mí no las tomé en cuenta. Le dije lo que había pasado a Leonardo y él no podía
creerlo, cada vez quedaba más expuesta la realidad de este colegio.
Las siguientes
horas solo nos concentramos en las clases, Leonardo me distraía con sus bromas
y cuando no estaba hablando, yo me distraía con los problemas que tenía en mi
cabeza y… en mirarlo más de la cuenta. Ninguno había dicho nada sobre lo que
paso días atrás.
—Es mejor que
no te alejes de mí –dijo Leo cuando caminábamos hasta la cafetería. Era la hora
del almuerzo.
—No seas
paranoico, me sé defender.
—Sí, pero yo
estaría preocupado, no quiero que te pase nada –sonreí porque me encantaba la
idea de que yo le importaba.
—Bien, entonces
me quedaré cerca de ti para no preocuparte.
Cuando elegimos
nuestra comida y fuimos a buscar una mesa, notamos que no había ningún puesto
donde pudiéramos sentarnos, se notaba por las miradas de sus ocupantes.
—Ahí esta Vivian
–dijo él al ver que habían puestos libres, pero noté la expresión de nuestra
compañera y me di cuenta que no era lo mejor irnos con ellos.
—Leo, no creo
que nos quieran cerca, en este momento somos como lo peor en el colegio.
—Pero no hemos
hecho nada –dijo enojado –es ese infeliz y su familia los que ha hecho de todo
en este lugar.
—Mejor vamos
afuera, no hace frío y podemos comer al aire libre ¿no es mejor? –dije
sonriendo, no quería que él se sintiera mal por mi culpa, si no hubiera sido mi
amigo nada de esto le estaría pasando.
—No, no tenemos
porque ir a comer afuera como si no pudiéramos hacerlo aquí, ven conmigo
–negué, no era una buena idea –Amaya… —suspiré y lo seguí, pero antes de que pudiéramos
llegar a la mesa de Vivian, se nos cruzo Juliana, quien estaba acompañada de Nicole
y Felipe.
— ¿Dónde creen
que van? –Dijo Juliana sonriéndonos de una manera desagradable, vestía con su
traje de porrista de color verde y gris ¿Por qué lo usaba fuera de horario? –no hay espacio para ustedes en esta
cafetería.
— ¿De qué estás
hablando? Hay muchos puestos donde nos podemos sentar –dijo Leonardo –por lo
que tengo entendido, vivimos en un país libre ¿no?
—Fuera de aquí,
Leonardo –dijo Felipe metiéndose entre Juliana y Leo.
Bien, no era
que no le tuviera fe a mi amigo, pero ese tipo era gigante, podría hacer caer a
cualquiera.
—Leonardo,
mejor vámonos… no causemos problemas –pude ver como Vivian discutía algo con Benjamín,
que era su amigo o novio, no sabíamos aun –Leo… —tiré de su brazo al ver que se
estaba enojando por la actitud de Felipe.
—Hazle caso a
tu novia –dijo Nicole, mirándome despectivamente, era obvio que ya no era de su
agrado.
—Leonardo, ya
basta –tiré de nuevo de su brazo, pero antes de que se pudiera girar hacia mí,
alguien interrumpió todo.
— ¿Qué está
pasando? –Dijo Vivian, metiéndose entre todos –chicos, los estamos esperando en
nuestra mesa –nos quedó mirando con una sonrisa –apresúrense que la hora de
almuerzo se va muy rápido.
— ¿Disculpa?
–dijo Juliana tan sorprendía como estaba yo.
—Lo siento ¿querías
hablar con ellos? –Vivian sonrió de una forma sarcástica –yo pedí una cita
antes, su agenda está muy ocupada ahora que son el centro de atención de todo
el colegio, así que por favor, si me permiten… —sin más me tomó del brazo para
que avanzara y de esa forma yo tiré a Leonardo para que dejara atrás a Felipe
que lo miraba furioso.
Sin embargo,
esta increíble escena donde alguien se apiadaba de nosotros, no pudo ser
perfecta. Cuando íbamos camino a la mesa de los chicos, Amalia, que apareció de
la nada, chocó contra mí, dejando que toda su bandeja de comida, además de la mía, cayera sobre mi pecho.
— ¡¿Pero que te
sucede?! –le gritó Leonardo.
— ¡Oh! Amaya,
no te vi, lo siento tanto –dijo ella con un tono de preocupación falso.
Me quedé unos
segundos sin decir nada y mirando al suelo, sintiendo como los fideos con salsa
caían de mi suéter y como los jugos de frambuesa traspasaban mi camiseta hasta
llegar a mi piel.
—Amaya… —escuché
la voz de Vivian y me di cuenta que si seguíamos cerca de ella, podría correr
la misma suerte y no podía permitirlo, no hasta que Amalia quedara un escalón
más bajo de lo que yo estaba.
—Estoy bien
–tragué saliva para que el nudo de lágrimas que se formó en mi garganta
desapareciera. Tenía tanta rabia que quería abofetear a Amalia. Levanté la
mirada y la encaré –no se puede pedir un mínimo de coordinación para alguien
con el cerebro tan pequeño –sonreí al ver su expresión de odio, sus ojos
verdes, los mismos que tenia Damián, me miraron con rabia.
No me
sorprendió cuando levantó su mano y me dio una bofetada al frente de toda la
cafetería. Leonardo la tomó de su brazo para alejarme, pero en ese segundo llegaron
Simón y Felipe quienes lo alejaron, empujándolo contra uno de los pilares.
— ¡Ey! –Gritó
un profesor que estaba almorzando — ¿Qué está pasando aquí? ¡Ustedes suelten a
Ulloa ahora mismo! –Los chicos lo hicieron y Leonardo los miró enojado para después
llegar hasta donde yo estaba –Srta. Varela… puede retirarse, Leonardo,
acompáñala.
Nos fuimos de
la cafetería como si fuéramos la escoria de todo el colegio, lo que en este
caso incluía a todo el pueblo de Ciudad Blanca. Miré a Leonardo, lo peor de
todo esto fue arrastrarlo conmigo, era tan injusto.
— ¡Y una
mierda! –dijo tomando mi mano y llevándome por los pasillos del colegio, íbamos
bastante rápido así que tenía que prácticamente correr, mis piernas no eran tan
largas como las de él.
Llegamos hasta
el estacionamiento del colegio, junto a su moto.
— ¿Tienes algún
pañuelo? –Saqué algunos que tenía en mi bolso, los había guardado por si me
ponía a llorar –sácate ese suéter, esta asqueroso –me senté en la moto e hice
lo que me pidió, con cuidado para no ensuciarme aun más. Me quitó los pañuelos
y saco uno para limpiar mi cabello.
—Ahora tengo mi
blusa color rosa –dije viendo como el jugo la había manchado.
—Bueno, ahora
que estas de moda puedas hacer que cambien este uniforme, crear un nuevo
diseño, que tenga una mancha roja –lo
miré enojada ¿se estaba burlando de mi?
—Idiota… —sacó
algo de mi cabello y lo quedó mirando, era un fideo. Nos quedamos observando y
un segundo después comenzamos a reír –esto es horrible –dije a carcajadas.
—Sí que lo es,
pero no me arrepiento de haber pateado a ese Andrade –siguió limpiando mi
cabello y parte de mi rostro. Estaba toda sucia –es mejor que te vaya a dejar a
casa ¿no?
—Puedo llamar
un taxi.
—No seas tonta,
yo te llevo, además así estudiamos… esto problemas no nos quitarán los exámenes
de encima ¿no?
—Tienes razón… —deje
que siguiera cuidado de mí mientras me concentraba en sus facciones, se veía muy
concentrado tratando de sacar los fideos de mi pelo –siento haberte metido en
esto, no te lo mereces.
—No me importa,
tú tampoco te mereces nada de lo que te pasa, además soy tu amigo.
— ¿Si? –él concentró su vista en la mía y sin previo
aviso se acercó lo suficiente para que sus labios tocaran los mío. Apoyé mis
manos en sus hombros para no caer, cientos de mariposas revolotearon en mi estómago
e hicieron que me acercara más a él –No… para –lo empujé para detener esto.
— ¿Qué? –él me
miró confundido.
—Estoy toda
sucia, Leo, no te quiero ensuciar –me sonrojé al darme cuenta que de seguro aun
tenia fideos en mi cabeza. Él comenzó a reír.
—No me importa
–esta vez me dio un beso en la mejilla y fue a tirar los papeles al basurero
–mejor nos vamos –cuando dijo eso a varios metros de distancia se escuchó como
un auto hizo mucho ruido al acelerar y salió del estacionamiento por nuestro
lado. Era el auto de Damián.
— ¿Qué habrá
estado haciendo aquí? –dije al sentir un escalofrió por el miedo.
—De seguro
arreglando problemas, el colegio debe estar en unos bastante grandes por culpa
de él.
—Cierto… —recordé
la conversación con el director.
—Mejor vámonos
¿sí? –asentí, era lo mejor.
Obviamente nos
retiramos antes de la jornada escolar y nos fuimos a mi casa en la moto de Leonardo.
Cuando llegamos él se quedó en la sala mientras yo subía a ducharme, lo hice
rápidamente y me vestí con unos jeans claros que estaban rasgados en una pierna
y una sudadera color violeta, además de usar mis pantuflas de casa. Me sorprendí
cuando me vi arreglando mi cabello al frente del espejo, tratando de lucir
mejor. Negué y solo tomé mi cabello por completo, dejando un moño bastante
alto.
Bajé con mis
cuadernos hasta la sala, Nana le estaba sirviendo un café con un pedazo de pie
de limón a Leo, me preguntó si quería algo, pero negué. No tenía apetito.
—Mucho más
limpia, siento si me demoré mucho.
—No te has
tardado nada, no te preocupes –moví todo en la mesa de centro para tener
espacio. Dejamos los libros y cuadernos encima.
Comenzamos a
estudiar, principalmente física y luego química, debo decir que me desconcentré
varias veces y no por los problemas que tenía, sino que por mi compañero de
estudio. Leonardo se concentraba bastante cuando estudiábamos, es por eso que
su ceño se fruncía levemente mientras leía o hacia algún ejercicio. Eran esos
momentos que como una estúpida me quedaba mirándolo por más tiempo del que
debía.
—Sí y aquí es
hacia el infinito ¿ves?
—Odio física
¿sabes? –sonreí.
— ¿Qué harás
cuando te toque ir a la universidad? No me tendrás para ayudarte –me di cuenta
en ese segundo que no había hablado con Leonardo sobre mi traslado en un par de
meses.
—Supongo que me
tendré que ir a la misma Universidad que elijas para que me sigas ayudando –sonreí
de nuevo.
— ¿Qué te
gustaría estudiar?
—No lo he
pensado muy bien, queda un año aun ¿no?
—A mi me
gustaría ser profesora, me agrada la idea.
—Te queda,
enseñas bien, mira como me has ayudado, ahora en mis próximos exámenes veremos
si tienes madera para enseñar.
—Eres un desafío
entonces, lobo –dije mirando sus ojos tan oscuros –de verdad que pareces uno,
tus ojos son tan negros –inconscientemente llevé mi mano hasta su mejilla y
pasé mi pulgar por su pómulo izquierdo.
—Amaya… —tomó
mi mano y entrelazo sus dedos junto a los míos para después acercarme hasta él
y besarme.
Mi corazón
saltó con fuerza al sentir que su lengua pasaba por mi labio inferior, no pude
negarle el acceso, mi cabeza dio un giro
al sentir aquella manera de besar. Me deje llevar y cerré mis ojos.
Sonreí cuando
él se acercó más, provocando que tuviera que apoyar mis manos en el suelo para
no caer hacia atrás por completo, pero si me sorprendí cuando sentí su mano en
mi cintura ¡estábamos en la sala de mi casa!
—Leonardo… —lo
miré sonrojada –mis padres llegaran pronto.
—Tengo
excelente oído, no te preocupes.
Antes que
pudiera decir algo él volvió a besarme. Rodee su cuello para no caer sobre la
alfombra. No pude evitar sonreír mientras sentía sus manos en mi cintura.
Podíamos dar
por terminado nuestro estudio.
Leo se quedó a
cenar con nosotros, así que tuvo su hora para ser elogiado por mi padre y mi
madre, que prácticamente lo amaban por haberme salvado de las garras de Damián,
así que se llevaba grandioso con ellos. Cuando él ya tuvo que irse, se despidió
de todos y lo acompañé hasta la puerta.
— ¿Mañana irás
a clases? –preguntó un tanto preocupado, sonreí al verlo de esta forma, estaba
varios centímetros sobre él por las escalas.
—Claro que iré,
ahora solo debo evitar que me caiga otra bandeja en la cabeza.
—No pasará y si
sucede, yo te cuidaré –me acerqué a él y lo besé en la comisura de sus labios.
—Gracias, lobo –él
dio un paso hacia atrás para irse, pero nerviosa puse mis manos alrededor de su
cuello. Realmente él me ponía nerviosa, no sabía qué hacer o como hacerlo, algo
así nunca había pasado antes, era como volver a cero, lo que también era
agradable. Leo era el primer chico que me gustaba de verdad.
—Amaya –sonreí
al sentir que sus manos rodeaban mi cintura y eliminaba toda distancia entre
nosotros, me sorprendió aquel movimiento de su parte –sé que debes estar
confundida y no te pediré que seas mi novia… es pronto para incluir otra
preocupación en tu mente —mis ojos se
abrieron por la sorpresa –pero para dejar en claro algo, nosotros… no somos
simples amigos ¿cierto? –fruncí el ceño enojada y di un paso hacia atrás,
alejándome de sus brazos.
— ¿Crees qué me
ando besando con todos los amigos que tengo? –bien, no tenía otro además de Leonardo,
pero no quería que pensara eso de mí. Si no fuera por Amalia, lo más probable
es que esto se hubiera dado de forma natural.
—No, sabes que
no es eso lo que quiero decir, solo quiero tener las cosas claras ¿serás “no
solo mi amiga”? –lo quedé mirando confundida, era como si me pidiera que fuera
su novia con otras palabras.
—Bueno… eso
somos ¿no?
—Excelente –lo
miré sorprendida cuando me tiró de mi camiseta para acercarme a él y besarme,
sin decir nada más.
Rodeé su cuello
y respondí aquel beso, dejando que mi corazón se disparar y cerrando mis ojos,
confiando en él. Esto si se sentía bien.
—No es que te
quiera echar de mi casa –dije susurrando en su oreja –pero es tarde y tienes
que manejar.
—Muy bien, muy
bien… me voy “no amiga” –sonreí y volvió a darme un beso corto en los labios
para después irse a su moto.
Lo miré como
una estúpida hasta que desapareció de mi vista.
Entré a casa
con una sonrisa que no me podía sacar y me sorprendió cuando mis padres me miraron
por unos segundos para después burlarse de mí. Excelente.
Me quedé con
ellos por un par de horas mientras mirábamos televisión, fue agradable ya que
nadie habló sobre los Andrade o algo que provocara problemas. No les dije que había
llegado antes de clases por culpa de Amalia, así que todo terminó muy bien,
para mi sorpresa. Además no podía sacarme de la cabeza a Leonardo.
Era casi
medianoche cuando me despedí de mis padres y me fui a mi habitación, era hora
de dormir. Arreglé mis cosas para mañana, tuve que sacar mi otra tenida de
uniforme, ya que la de hoy se había ido al lavado. Guardé todo en mi bolso y a
esa hora le envié un mensaje de agradecimiento a Vivian, aun me sorprendía lo
que había hecho y estaría eternamente agradecida, aunque lo mejor era alejarme
de ella, no quería meterlos en problemas.
Me puse mi
pijama y puse el equipo de música para poder dormir. Comenzó a sonar Somewhere Only We Know, no sé cuando
tiempo habrá pasado, pero ya no había música que escuchar cuando abrí mis ojos
sin saber el motivo.
Mi habitación
estaba a oscuras, pero sabía que algo andaba mal. Me giré sobre la cama y pude
ver una sombra extraña en mi escritorio.
De un salto prendí la luz de la lámpara y vi quien era mi no invitado.
— ¿Cómo
entraste aquí, Damián? –estaba sentado sobre mi escritorio, apoyando sus codos
en las rodillas y su cabeza sobre las manos. No se veía decaído, ni siquiera
preocupado, lucía como siempre, pero la diferencia era que yo sabía su
verdadera cara.
—No vamos a
decir que esto tiene una gran seguridad, Amaya –me pude fijar que estaba con
unos jeans y una camiseta negra, lucia ahora más peligroso.
Mi corazón
comenzó a latir con fuerza por el miedo que me provocaba verlo, de inmediato todos
los recuerdos vinieron a mi mente.
—Vete de aquí o
voy a gritar. Tienes la desfachatez de venir hasta acá después de lo que
hiciste.
—Solo he venido
a decirte cómo va a ocurrir todo.
—No pedí cita
con el oráculo, sal de aquí ahora mismo –él sonrió, tenía una expresión
extraña, no lucía como un enfermo psicópata.
—A pesar de
todo me haces reír –rápidamente salí de cama, tomando el aparato de descarga
eléctrica que papá me había dado hace unos días por si algo como esto pasaba.
—Damián, vete
de una buena vez –me quedó mirando unos segundos, sin decir nada. No sé que podía
estar pensando.
—No me iré
preso, deberás irte de este lugar a menos que quieras estar en un infierno, lo
de hoy solo fue una muestra de lo que pueden hacerte. Amalia y Cloe pueden ser
muy amigables a veces, ya sabes.
—Gracias por el
consejo, ahora fuera.
—Te estoy
hablando en serio –mi corazón latía con fuerza, tenía ganas de llorar por estar
en la misma habitación que él.
—Voy a contar
hasta tres y te irás, agradece esta oportunidad que te estoy dando… uno, dos…
—El juez está
de mi parte –no pude contar hasta tres por lo que dijo –todos están de mi parte
si no te has dado cuenta, ahora lo único que te queda es el intento de
violación, las drogas quedaran en silencio como ha sido hasta ahora, tu padre
será promovido por su gran hallazgo, será reasignado en otra ciudad… en este
lugar no puede mandar alguien de afuera, esta todo coludido, no tienes escapatoria
y por lo que intenté hacer en el colegio… bueno, de seguro me enviarán a hacer
trabajo voluntariado porque la cantidad de droga que fotografiaste y que encontraron
los policías en ese momento no fue más que para consumo.
Deje caer mis
brazos ¿Cómo podía estar tan seguro de lo que decía? ¿Es qué acaso ya lo habían
asesorado?
—Es mejor que
te vayas de este pueblo, tú y tu familia. Mañana pretendo volver a clases, para
que lo sepas.
—Me da lo mismo
–susurré, sin fuerzas por culpa de sus palabras.
—Si hubiéramos
estado en otro lugar, me habrías atrapado, no lo dudes, fuiste astuta, más de
lo que yo mismo pensé, pero no es una lucha justa, hay muchas más personas
detrás de mí.
—Solo vete y no
vuelvas a molestarme.
—Si he venido
aquí es para advertirte, no para establecer un tratado de paz, te quiero fuera
de Ciudad Blanca –fruncí el ceño ¿Quién se creía que era? –no serás más que una
molestia para mí en el colegio.
—Qué pena ¿no?
esta vez no obtendrás lo que quieres –él sonrió de una forma que me causó escalofrió.
Damián estaba loco.
—Bueno –se puso
de pie de un salto y se dirigió hacia la ventana de mi habitación, la cual
abrió sin problemas –no es por darte una excusa porque todo lo que dije fue
cierto, pero ese momento en el colegio, cuando trate de… —no fue capaz de
decirlo –ya sabes, estaba bastante drogado.
—No me
interesa, asqueroso –él volvió a sonreír.
—En otro
contexto habríamos sido perfectos el uno para el otro, quizás debiste nacer un
poco menos decente –tensé mi mordida, era un monstruo.
—Solo vete.
—Aunque –dijo
con mitad de su cuerpo afuera –no estaba tan drogado para olvidar lo que ese
perro me hizo, por eso, ahora que eres su noviecita deberías estar en hospital…
acompañándolo.
Deje caer el
aparato de descarga eléctrica mientras Damián desaparecía de mi vista con esa
sonrisa malvada.
—Leonardo…
Maldito Damián u.u
PUUUUUUTO DAMIIIAN! qe le hizo a nuestro Leo ? T_______T esto no se puede qedar asi >:c VEEEENDETTA!!!
ResponderEliminarvendeeeeetta!
Eliminarpor fiin!! se aproxima lo mejor! weee jajaj me emociones :D me parece todavia horrible que le hagan bullying a amaya >.< igual te felicito dani por seguir alegrandonos :D
ResponderEliminarDTB