jueves, 6 de febrero de 2014

Demonio Blanco - Capítulo 24


Capitulo 24

Era miércoles y no había ido al colegio, tampoco ayer. Tenía cierto temor de volver a clases después de todo lo que sucedió, por lo que sabía Damián no había asistido a clases tampoco, a diferencia de Leonardo que me había dicho que no le temía a nada ni a nadie.
— ¿Estás bien? –dijo Miriam mientras cenábamos, con todo este ajetreo Cristian no pasaba mucho tiempo en casa y mamá se había quedado estos días conmigo. Habían llevado detenido a Damián, pero no duró ni siquiera una hora, llegó su abogado junto con su padre y lo sacaron.
—Sí, solo estaba pensando en lo rápido que salió Damián.

—Estas cosas son un tanto complicadas, pero no dudes que todo terminará bien, hay pruebas y testigos.
—Solo dos –dije pensando en mí y en Leonardo, nadie más podía respaldarnos, además como la denuncia fue hacia Damián, el padre tuvo tiempo de mover todo lo que fuera sospechoso en su casa –no lo sé, esperemos que termine todo bien, como dices.
— ¿Qué vas a hacer respecto al colegio?
—Debo volver, pronto serán los exámenes y ya vienen las fiestas así que habrán vacaciones, hablé con tío Evan, así que ya sabes… luego de este año escolar, creo que es lo mejor para mí.
—Entiendo –Miriam suspiró un tanto triste.
Según mis planes, era obvio que todo se volvería un infierno, Amalia se encargaría de ello, es por eso que me iría a estudiar a Roma, me quedaría con mis tíos hasta que acabara mi educación y luego volver para quedarme en una universidad. Mamá se lo había tomado un tanto mal y papá… bueno, él no quiere saber nada del tema aun, así que solo soy yo la que habla de lo que sucede. Sería solo un año.
—Me retiro, muchas gracias, estaba todo muy rico… mañana iré a clases, no saco nada quedándome aquí encerrada –dije con nuevos ánimos, quizás nadie se había enterado de lo que había sucedido, Leonardo cuando me venía a ver no hablaba sobre el colegio, solo nos quedamos estudiando y sabia que él lo hacía para no deprimirme.
Me despedí de mi madre y fui hasta mi habitación, arreglé mis cosas para mañana e hice unas tareas que estaban pendientes por no ir a clases.
Me di una ducha rápida y me puse el pijama para terminar envuelta en las sabanas, tenia sueño, aunque mi estómago se estaba revolviendo por los nervios de ir a clases mañana. No sabía que podría escuchar o ver, no quería que me gritaran cosas feas como antes.  

Al día siguiente me vestí y me arreglé correctamente con mi uniforme, tomé mi bolso y baje para tomar desayuno con mis padres, ambos me miraron preocupados, pero traté de tranquilizarlos diciendo que si algo iba mal volvería a casa y todo estaría bien.
Para cuando salí, me llevé la sorpresa de encontrarme con Leonardo, quien me sonreía sobre su moto.
—He venido a buscarte –sonreí emocionada y corrí hasta donde se encontraba. Me subí en un segundo y me aferré a él — ¿estás bien?
—Muy bien –se giró a verme, así que tuve que soltarlo.
—Aquí no se viaja sin casco –hice una mueca de desagrado, pero tomé el casco que me ofrecía y me lo puse –te ves guapa.
—Muchas gracias –me volví a aferrar a él y sentí nervios cuando arrancó la moto. Esto era mucho más entretenido que ir en auto.
Realmente el viaje fue agradable, pero bastante corto, Leonardo manejaba muy rápido, le pedí que disminuyera la velocidad, pero él solo la aumentaba para asustarme aun más, estaba demás decir que me agarraba a él como si fuera un poste de luz en la mitad de un terremoto.
Cuando llegamos al estacionamiento del colegio, no pasó ni un segundo para darme cuenta que todos sabían lo que había pasado. Al verme con Leonardo comenzaron a murmurar y mirarme de mala forma. No los tomé en cuenta y seguí caminando con Leo, que trataba de distraerme para no tomar atención en los demás, pero al momento de entrar al colegio… todo se arruinó.
Me quedé de una pieza mirando el pasillo principal que estaba empapelado con hojas que tenían impresa mi cara, diciendo “zorra” además de otros afiches donde habían fotos mías con Damián aquel día que trató de abusar de mi, aunque desde la perspectiva de otra persona se podría decir que nos veíamos bastante cariñosos, no se notaba que me tenía a la fuerza sobre el sofá.
Caminé hasta un costado y pude observar que también había fotocopias de las noticias sobre la muerte del prestigioso abogado que murió a manos de su loca vecina. Malditos periodistas, habían manejado la noticia como se les dio la gana.
— ¡Saquen esto de aquí! –se escuchó la voz del director, quien hacía que varias personas del equipo de auxiliares del colegio limpiaran las paredes.
Tragué saliva, llena de rabia, rompí el papel que tenía en mis manos y solo tuve un nombre en mente: Amalia. Esa chica me las pagaría antes de que se acabara el año, si le gustaba jugar sucio, yo podía ser aun peor.
— ¿Amaya? –la voz de Leonardo me trajo a tierra. Me miraba preocupado.
— ¿Esto se ha repetido durante los otros dos días? –él negó, estúpida Amalia ¿Cómo demonios se enteró de que volvía a clases hoy?
— ¿Es una asesina? –escuché que alguien decía a lo lejos –debería estar en la cárcel, no puedo creer que este colegio permita entrar a cualquiera, mira lo que le hizo a Damián Andrade, lo metió en problemas porque quiso terminar su relación con ella.
—Amaya –volvió a repetir Leonardo, pero yo volví a quedarme helada, esto se estaba volviendo en un infierno. Los Andrade llevaban años en este lugar, tenían un prestigio que sería muy difícil de hacer caer… quizás imposible. A lo mejor Damián ni siquiera pagaría lo que hizo conmigo o los crímenes que estaba cometiendo en este colegio –ya basta –dijo Leonardo tomando mi rostro y haciendo que lo mirara –es tarde y tenemos clases, no mires a los lados, así de simple.
Sin esperar a que le dijera algo más, tomó mi mano y me hizo caminar hasta donde teníamos clases, pude notar que todas las miradas estaban sobre mí. Ahora las chicas seguían observándome con odio, pero por haber supuestamente perjudicado a Damián Andrade, su alumno objetivo de su adoración.
Cuando entramos a la sala, hubo un silencio total. Busqué a Vivian entre nuestros compañeros, pero ella esquivó mi mirada, de inmediato supe que estar con ella y su amigo Benjamín, no era una opción.
—Quizás deberías alejarte –le dije a Leonardo –saldrás perjudicado si estas con la chica más odiada del colegio.
—No digas estupideces –susurró en mi oído –además no seas egocéntrica, no todos están atentos a tus movimientos.
—Ja ja –dije irónica.
Caminé hasta mi asiento, junto con Leonardo, quien miró a los demás de mala forma, le di un golpe disimulado para que dejara de hacer eso.
—Tranquilo.
Nos sentamos y de inmediato pensé que esto sería aun peor que en mi antiguo colegio. Amalia tenía razón, esto se podría volver en un infierno.
Para cuando llegó el profesor, todos volvieron a la normalidad, pero él se acercó a mí, llamando la atención de la clase.
—Srta. Varela, el director requiere de su presencia ahora mismo –asentí y me puse de pie. Leonardo volvió a mirarme preocupado, pero solo toqué su hombro para que se tranquilizara,  no era como si fuera a que cortaran mi cabeza.
Cuando salí del salón, caminé lo más rápido hasta la oficina del director, pero cuando giré en el ultimo pasillo me encontré con Cloe. Estaba apoyada en la pared, mirándome con una sonrisa que me dio escalofríos. Llevaba su cabello suelto, le quedaba muy bien, aunque por su expresión parecía el mismo demonio vestido de mujer.
—Quien lo hubiera dicho –dijo dando un paso para no dejarme avanzar –realmente pensé que serias una presa fácil para nuestro Damián y mira en los problemas donde lo has metido.
—No tengo nada que hablar contigo, además debo ir donde el director –traté de pasar por su lado, pero ella con fuerza me tomó de mi brazo derecho y me hizo chocar contra la pared.
—Escúchame atenta cuando te hablo, no soy como Amalia, yo no juego y no tengo su paciencia –el agarre de su mano paso a mi cuello con una rapidez sorprendente –vas  a retirar todos los cargos contra Damián, tu puedes hacerlo ya que eres la principal perjudicada, luego aceptarás todo lo que se diga en este colegio, es por tu propio bien ¿sabes?
— ¿Por qué… haría eso? –sonreí, tratando de parecer valiente, a pesar de que me estaba muriendo de miedo, esta tipa estaba loca.
—Porque  sino los papeles de hoy no serán nada comparado a lo que yo puedo hacer. Ese es estilo de Amalia, no el mío –fruncí el ceño al escuchar la confirmación de que Amalia había sido la mente detrás del empapelado del pasillo.
— ¡Suéltame! –le grité tomando su brazo y doblándolo para que me dejara libre. La inmovilicé de tal forma que su brazo ahora lo tenía en su espalda y la sujetaba desde ahí. Manejar a una mujer en defensa personal era más fácil  –no vuelvas a hacer lo de hoy, no sé qué te habrán dicho los Andrade, pero se defenderme muy bien, todos estos problemas son la evidencia de ello.
—No juegues con fuego, te puedes quemar Amaya. Suéltame ahora mismo antes que me encargue de ti y no puedas volver a levantarte por días –la solté y la miré desafiante, no iba a dejar que me pasara a llevar de esta forma.
—No retiraré nada y por tu bien y el de Amalia, no vuelvas a hacer algo como lo de hoy.
—La que habla aquí soy yo y retirarás los cargos.
— ¡Él va a pagar de todas formas! No puedes hacer nada, es un delito y aunque saque el cargo de intento de violación, no puedes hacer nada contra la droga –sus ojos se abrieron bastante ante mis palabras y segundo después comenzó a reír.
— ¿De verdad crees que se irá preso? Por Dios ¿es qué no te has dado cuenta? Si estoy hablando contigo ahora es solo por la imagen que representa Damián en este colegio, la institución que hay detrás de él –por mucho que quisiera no creer en sus palabras, había una gran posibilidad de que así fuera, que no saliera afectado por parte de la justicia.
—Estás loca si crees que haría algo así –ella se puso recta y me miró desde varios centímetros más arriba. Demonios, era alta.
—Entonces… atente a las consecuencias.
Ambas fuimos por caminos diferentes hasta que toqué a la oficina del director. Me dijo que pasara y lo hice.
El hombre de unos cincuenta años estaba de traje negro con su cabello canoso y ojos azules atento a los míos.
—Me mandó a llamar –él con su mano indicó que me sentara y así lo hice.
—Ha causado gran espectáculo estos días, Srta. Varela ¿Cuáles son sus planes para futuro? –de inmediato supe de que se trataba todo esto.
—Quedarme en el colegio, si esperaba que me fuera… no será así –su mordida se tensó. Era obvio que este hombre sabía muy bien todo lo que ocurría en el colegio.
—No puedo asegurar la ayuda correspondiente en todo momento si ocurren sucesos como los de esta mañana.
—No se preocupe, puedo manejar muy bien esto sola, no es necesario que me este cuidado, muchas gracias de todas formas, eso habla excelente de usted como director –sonreí de manera falsa, no iba a quedar como una mala educada para que tuviera algún pretexto y así sacarme del colegio.
—Eso veo –golpeó sus dedos sobre el escritorio por unos segundos –aunque estoy seguro que el colegio podría darle una excelente carta de recomendación para ser matriculada en el lugar que usted desee, incluso podría ser partícipe de alguna beca, sé que sus notas son muy buenas.
—No, muchas gracias, me quedo con mis padres, sus trabajos están aquí y es donde yo estaré –sabía que esto no acabaría hasta que yo me fuera de aquí, pero no le iba a dar esa sensación de relajo al inútil director que teníamos — ¿Y cuáles son sus planes a futuro? –debía encontrar un buen camino con este señor, no quería tener problemas cada día por culpa de Damián y sus secuaces.
— ¿Mis planes a futuro? –lucía confundido.
—Claro, esto se volverá un escándalo a nivel educacional, puede que incluso perjudique en la matriculas del próximo año, no muchos padres querrán que sus hijos ingresen a un colegio donde hay drogas ¿Qué hará al respecto?
—Ese es un tema que debe abordar la institución –aclaró, dejando expuesto que no tenía idea que hacer.
—Debería crear una campaña contra drogas, que la gente de aquí y los alrededores se dé cuenta que está preocupado por sus alumnos –me quedó mirando unos segundos y sonrió.
—Era claro que alguien como tú debía tener cerebro como para estar involucrada con los Andrade ¿no? –sonreí, este colegio era una mierda, peor que el anterior en el que estuve. Incluso el director estaba coludido, el Sr. Andrade debía ser muy poderoso para tener a gente importante dentro de su bolsillo.
—Limpié la imagen del colegio de esa forma… así se hace en todo el mundo, todo se tapa con campañas ¿no? –Asintió ante mi idea — ¿me puedo retirar?
—Adelante –me puse de pie y me dirigí rápidamente hasta la puerta — ¿Srta. Varela?  —dijo antes de que me fuera.
— ¿Sí?
—No creen una guerra aquí, sigue siendo mi colegio –asentí y desaparecí de su vista.

Cuando volví a clases, tuve una entrada más normal, aunque varias miradas se enfocaron sobre mí no las tomé en cuenta. Le dije lo que había pasado a Leonardo y él no podía creerlo, cada vez quedaba más expuesta la realidad de este colegio.
Las siguientes horas solo nos concentramos en las clases, Leonardo me distraía con sus bromas y cuando no estaba hablando, yo me distraía con los problemas que tenía en mi cabeza y… en mirarlo más de la cuenta. Ninguno había dicho nada sobre lo que paso días atrás.
—Es mejor que no te alejes de mí –dijo Leo cuando caminábamos hasta la cafetería. Era la hora del almuerzo.
—No seas paranoico, me sé defender.
—Sí, pero yo estaría preocupado, no quiero que te pase nada –sonreí porque me encantaba la idea de que yo le importaba.
—Bien, entonces me quedaré cerca de ti para no preocuparte.
Cuando elegimos nuestra comida y fuimos a buscar una mesa, notamos que no había ningún puesto donde pudiéramos sentarnos, se notaba por las miradas de sus ocupantes.
—Ahí esta Vivian –dijo él al ver que habían puestos libres, pero noté la expresión de nuestra compañera y me di cuenta que no era lo mejor irnos con ellos.
—Leo, no creo que nos quieran cerca, en este momento somos como lo peor en el colegio.
—Pero no hemos hecho nada –dijo enojado –es ese infeliz y su familia los que ha hecho de todo en este lugar.
—Mejor vamos afuera, no hace frío y podemos comer al aire libre ¿no es mejor? –dije sonriendo, no quería que él se sintiera mal por mi culpa, si no hubiera sido mi amigo nada de esto le estaría pasando.
—No, no tenemos porque ir a comer afuera como si no pudiéramos hacerlo aquí, ven conmigo –negué, no era una buena idea –Amaya… —suspiré y lo seguí, pero antes de que pudiéramos llegar a la mesa de Vivian, se nos cruzo Juliana, quien estaba acompañada de Nicole y Felipe.
— ¿Dónde creen que van? –Dijo Juliana sonriéndonos de una manera desagradable, vestía con su traje de porrista de color verde y gris ¿Por qué lo usaba fuera de horario?  –no hay espacio para ustedes en esta cafetería.
— ¿De qué estás hablando? Hay muchos puestos donde nos podemos sentar –dijo Leonardo –por lo que tengo entendido, vivimos en un país libre ¿no?
—Fuera de aquí, Leonardo –dijo Felipe metiéndose entre Juliana y Leo.
Bien, no era que no le tuviera fe a mi amigo, pero ese tipo era gigante, podría hacer caer a cualquiera.
—Leonardo, mejor vámonos… no causemos problemas –pude ver como Vivian discutía algo con Benjamín, que era su amigo o novio, no sabíamos aun –Leo… —tiré de su brazo al ver que se estaba enojando por la actitud de Felipe.
—Hazle caso a tu novia –dijo Nicole, mirándome despectivamente, era obvio que ya no era de su agrado.
—Leonardo, ya basta –tiré de nuevo de su brazo, pero antes de que se pudiera girar hacia mí, alguien interrumpió todo.
— ¿Qué está pasando? –Dijo Vivian, metiéndose entre todos –chicos, los estamos esperando en nuestra mesa –nos quedó mirando con una sonrisa –apresúrense que la hora de almuerzo se va muy rápido.
— ¿Disculpa? –dijo Juliana tan sorprendía como estaba yo.
—Lo siento ¿querías hablar con ellos? –Vivian sonrió de una forma sarcástica –yo pedí una cita antes, su agenda está muy ocupada ahora que son el centro de atención de todo el colegio, así que por favor, si me permiten… —sin más me tomó del brazo para que avanzara y de esa forma yo tiré a Leonardo para que dejara atrás a Felipe que lo miraba furioso.
Sin embargo, esta increíble escena donde alguien se apiadaba de nosotros, no pudo ser perfecta. Cuando íbamos camino a la mesa de los chicos, Amalia, que apareció de la nada, chocó contra mí, dejando que toda su bandeja de comida, además de la mía,  cayera sobre mi pecho.
— ¡¿Pero que te sucede?! –le gritó Leonardo.
— ¡Oh! Amaya, no te vi, lo siento tanto –dijo ella con un tono de preocupación falso.
Me quedé unos segundos sin decir nada y mirando al suelo, sintiendo como los fideos con salsa caían de mi suéter y como los jugos de frambuesa traspasaban mi camiseta hasta llegar a mi piel.
—Amaya… —escuché la voz de Vivian y me di cuenta que si seguíamos cerca de ella, podría correr la misma suerte y no podía permitirlo, no hasta que Amalia quedara un escalón más bajo de lo que yo estaba.
—Estoy bien –tragué saliva para que el nudo de lágrimas que se formó en mi garganta desapareciera. Tenía tanta rabia que quería abofetear a Amalia. Levanté la mirada y la encaré –no se puede pedir un mínimo de coordinación para alguien con el cerebro tan pequeño –sonreí al ver su expresión de odio, sus ojos verdes, los mismos que tenia Damián, me miraron con rabia.
No me sorprendió cuando levantó su mano y me dio una bofetada al frente de toda la cafetería. Leonardo la tomó de su brazo para alejarme, pero en ese segundo llegaron Simón y Felipe quienes lo alejaron, empujándolo contra uno de los pilares.
— ¡Ey! –Gritó un profesor que estaba almorzando — ¿Qué está pasando aquí? ¡Ustedes suelten a Ulloa ahora mismo! –Los chicos lo hicieron y Leonardo los miró enojado para después llegar hasta donde yo estaba –Srta. Varela… puede retirarse, Leonardo, acompáñala.
Nos fuimos de la cafetería como si fuéramos la escoria de todo el colegio, lo que en este caso incluía a todo el pueblo de Ciudad Blanca. Miré a Leonardo, lo peor de todo esto fue arrastrarlo conmigo, era tan injusto.
— ¡Y una mierda! –dijo tomando mi mano y llevándome por los pasillos del colegio, íbamos bastante rápido así que tenía que prácticamente correr, mis piernas no eran tan largas como las de él.
Llegamos hasta el estacionamiento del colegio, junto a su moto.
— ¿Tienes algún pañuelo? –Saqué algunos que tenía en mi bolso, los había guardado por si me ponía a llorar –sácate ese suéter, esta asqueroso –me senté en la moto e hice lo que me pidió, con cuidado para no ensuciarme aun más. Me quitó los pañuelos y saco uno para limpiar mi cabello.
—Ahora tengo mi blusa color rosa –dije viendo como el jugo la había manchado.
—Bueno, ahora que estas de moda puedas hacer que cambien este uniforme, crear un nuevo diseño, que tenga una mancha roja  –lo miré enojada ¿se estaba burlando de mi?
—Idiota… —sacó algo de mi cabello y lo quedó mirando, era un fideo. Nos quedamos observando y un segundo después comenzamos a reír –esto es horrible –dije a carcajadas.
—Sí que lo es, pero no me arrepiento de haber pateado a ese Andrade –siguió limpiando mi cabello y parte de mi rostro. Estaba toda sucia –es mejor que te vaya a dejar a casa ¿no?
—Puedo llamar un taxi.
—No seas tonta, yo te llevo, además así estudiamos… esto problemas no nos quitarán los exámenes de encima ¿no?
—Tienes razón… —deje que siguiera cuidado de mí mientras me concentraba en sus facciones, se veía muy concentrado tratando de sacar los fideos de mi pelo –siento haberte metido en esto, no te lo mereces.
—No me importa, tú tampoco te mereces nada de lo que te pasa, además soy tu amigo.
— ¿Si?  –él concentró su vista en la mía y sin previo aviso se acercó lo suficiente para que sus labios tocaran los mío. Apoyé mis manos en sus hombros para no caer, cientos de mariposas revolotearon en mi estómago e hicieron que me acercara más a él –No… para –lo empujé para detener esto.
— ¿Qué? –él me miró confundido.
—Estoy toda sucia, Leo, no te quiero ensuciar –me sonrojé al darme cuenta que de seguro aun tenia fideos en mi cabeza. Él comenzó a reír.
—No me importa –esta vez me dio un beso en la mejilla y fue a tirar los papeles al basurero –mejor nos vamos –cuando dijo eso a varios metros de distancia se escuchó como un auto hizo mucho ruido al acelerar y salió del estacionamiento por nuestro lado. Era el auto de Damián.
— ¿Qué habrá estado haciendo aquí? –dije al sentir un escalofrió por el miedo.
—De seguro arreglando problemas, el colegio debe estar en unos bastante grandes por culpa de él.
—Cierto… —recordé la conversación con el director.
—Mejor vámonos ¿sí? –asentí, era lo mejor.
Obviamente nos retiramos antes de la jornada escolar y nos fuimos a mi casa en la moto de Leonardo. Cuando llegamos él se quedó en la sala mientras yo subía a ducharme, lo hice rápidamente y me vestí con unos jeans claros que estaban rasgados en una pierna y una sudadera color violeta, además de usar mis pantuflas de casa. Me sorprendí cuando me vi arreglando mi cabello al frente del espejo, tratando de lucir mejor. Negué y solo tomé mi cabello por completo, dejando un moño bastante alto.
Bajé con mis cuadernos hasta la sala, Nana le estaba sirviendo un café con un pedazo de pie de limón a Leo, me preguntó si quería algo, pero negué. No tenía apetito.
—Mucho más limpia, siento si me demoré mucho.
—No te has tardado nada, no te preocupes –moví todo en la mesa de centro para tener espacio. Dejamos los libros y cuadernos encima.
Comenzamos a estudiar, principalmente física y luego química, debo decir que me desconcentré varias veces y no por los problemas que tenía, sino que por mi compañero de estudio. Leonardo se concentraba bastante cuando estudiábamos, es por eso que su ceño se fruncía levemente mientras leía o hacia algún ejercicio. Eran esos momentos que como una estúpida me quedaba mirándolo por más tiempo del que debía.
—Sí y aquí es hacia el infinito ¿ves?
—Odio física ¿sabes? –sonreí.
— ¿Qué harás cuando te toque ir a la universidad? No me tendrás para ayudarte –me di cuenta en ese segundo que no había hablado con Leonardo sobre mi traslado en un par de meses.
—Supongo que me tendré que ir a la misma Universidad que elijas para que me sigas ayudando –sonreí de nuevo.
— ¿Qué te gustaría estudiar?
—No lo he pensado muy bien, queda un año aun ¿no?
—A mi me gustaría ser profesora, me agrada la idea.
—Te queda, enseñas bien, mira como me has ayudado, ahora en mis próximos exámenes veremos si tienes madera para enseñar.
—Eres un desafío entonces, lobo –dije mirando sus ojos tan oscuros –de verdad que pareces uno, tus ojos son tan negros –inconscientemente llevé mi mano hasta su mejilla y pasé mi pulgar por su pómulo izquierdo.
—Amaya… —tomó mi mano y entrelazo sus dedos junto a los míos para después acercarme hasta él y besarme.
Mi corazón saltó con fuerza al sentir que su lengua pasaba por mi labio inferior, no pude negarle el acceso,  mi cabeza dio un giro al sentir aquella manera de besar. Me deje llevar y cerré mis ojos.
Sonreí cuando él se acercó más, provocando que tuviera que apoyar mis manos en el suelo para no caer hacia atrás por completo, pero si me sorprendí cuando sentí su mano en mi cintura ¡estábamos en la sala de mi casa!
—Leonardo… —lo miré sonrojada –mis padres llegaran pronto.
—Tengo excelente oído, no te preocupes.
Antes que pudiera decir algo él volvió a besarme. Rodee su cuello para no caer sobre la alfombra. No pude evitar sonreír mientras sentía sus manos en mi cintura.
Podíamos dar por terminado nuestro estudio.

Leo se quedó a cenar con nosotros, así que tuvo su hora para ser elogiado por mi padre y mi madre, que prácticamente lo amaban por haberme salvado de las garras de Damián, así que se llevaba grandioso con ellos. Cuando él ya tuvo que irse, se despidió de todos y lo acompañé hasta la puerta.
— ¿Mañana irás a clases? –preguntó un tanto preocupado, sonreí al verlo de esta forma, estaba varios centímetros sobre él por las escalas.
—Claro que iré, ahora solo debo evitar que me caiga otra bandeja en la cabeza.
—No pasará y si sucede, yo te cuidaré –me acerqué a él y lo besé en la comisura de sus labios.
—Gracias, lobo –él dio un paso hacia atrás para irse, pero nerviosa puse mis manos alrededor de su cuello. Realmente él me ponía nerviosa, no sabía qué hacer o como hacerlo, algo así nunca había pasado antes, era como volver a cero, lo que también era agradable. Leo era el primer chico que me gustaba de verdad.
—Amaya –sonreí al sentir que sus manos rodeaban mi cintura y eliminaba toda distancia entre nosotros, me sorprendió aquel movimiento de su parte –sé que debes estar confundida y no te pediré que seas mi novia… es pronto para incluir otra preocupación en tu mente  —mis ojos se abrieron por la sorpresa –pero para dejar en claro algo, nosotros… no somos simples amigos ¿cierto? –fruncí el ceño enojada y di un paso hacia atrás, alejándome de sus brazos.
— ¿Crees qué me ando besando con todos los amigos que tengo? –bien, no tenía otro además de Leonardo, pero no quería que pensara eso de mí. Si no fuera por Amalia, lo más probable es que esto se hubiera dado de forma natural.
—No, sabes que no es eso lo que quiero decir, solo quiero tener las cosas claras ¿serás “no solo mi amiga”? –lo quedé mirando confundida, era como si me pidiera que fuera su novia con otras palabras.
—Bueno… eso somos ¿no?
—Excelente –lo miré sorprendida cuando me tiró de mi camiseta para acercarme a él y besarme, sin decir nada más.
Rodeé su cuello y respondí aquel beso, dejando que mi corazón se disparar y cerrando mis ojos, confiando en él. Esto si se sentía bien.
—No es que te quiera echar de mi casa –dije susurrando en su oreja –pero es tarde y tienes que manejar.
—Muy bien, muy bien… me voy “no amiga” –sonreí y volvió a darme un beso corto en los labios para después irse a su moto.
Lo miré como una estúpida hasta que desapareció de mi vista.
Entré a casa con una sonrisa que no me podía sacar y me sorprendió cuando mis padres me miraron por unos segundos para después burlarse de mí. Excelente.
Me quedé con ellos por un par de horas mientras mirábamos televisión, fue agradable ya que nadie habló sobre los Andrade o algo que provocara problemas. No les dije que había llegado antes de clases por culpa de Amalia, así que todo terminó muy bien, para mi sorpresa. Además no podía sacarme de la cabeza a Leonardo.
Era casi medianoche cuando me despedí de mis padres y me fui a mi habitación, era hora de dormir. Arreglé mis cosas para mañana, tuve que sacar mi otra tenida de uniforme, ya que la de hoy se había ido al lavado. Guardé todo en mi bolso y a esa hora le envié un mensaje de agradecimiento a Vivian, aun me sorprendía lo que había hecho y estaría eternamente agradecida, aunque lo mejor era alejarme de ella, no quería meterlos en problemas.
Me puse mi pijama y puse el equipo de música para poder dormir. Comenzó a sonar Somewhere Only We Know, no sé cuando tiempo habrá pasado, pero ya no había música que escuchar cuando abrí mis ojos sin saber el motivo.
Mi habitación estaba a oscuras, pero sabía que algo andaba mal. Me giré sobre la cama y pude ver una sombra extraña en mi escritorio.  De un salto prendí la luz de la lámpara y vi quien era mi no invitado.
— ¿Cómo entraste aquí, Damián? –estaba sentado sobre mi escritorio, apoyando sus codos en las rodillas y su cabeza sobre las manos. No se veía decaído, ni siquiera preocupado, lucía como siempre, pero la diferencia era que yo sabía su verdadera cara.
—No vamos a decir que esto tiene una gran seguridad, Amaya –me pude fijar que estaba con unos jeans y una camiseta negra, lucia ahora más peligroso.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza por el miedo que me provocaba verlo, de inmediato todos los recuerdos vinieron a mi mente.
—Vete de aquí o voy a gritar. Tienes la desfachatez de venir hasta acá después de lo que hiciste.
—Solo he venido a decirte cómo va a ocurrir todo.
—No pedí cita con el oráculo, sal de aquí ahora mismo –él sonrió, tenía una expresión extraña, no lucía como un enfermo psicópata.
—A pesar de todo me haces reír –rápidamente salí de cama, tomando el aparato de descarga eléctrica que papá me había dado hace unos días por si algo como esto pasaba.
—Damián, vete de una buena vez –me quedó mirando unos segundos, sin decir nada. No sé que podía estar pensando.
—No me iré preso, deberás irte de este lugar a menos que quieras estar en un infierno, lo de hoy solo fue una muestra de lo que pueden hacerte. Amalia y Cloe pueden ser muy amigables a veces, ya sabes.
—Gracias por el consejo, ahora fuera.
—Te estoy hablando en serio –mi corazón latía con fuerza, tenía ganas de llorar por estar en la misma habitación que él.
—Voy a contar hasta tres y te irás, agradece esta oportunidad que te estoy dando… uno, dos…
—El juez está de mi parte –no pude contar hasta tres por lo que dijo –todos están de mi parte si no te has dado cuenta, ahora lo único que te queda es el intento de violación, las drogas quedaran en silencio como ha sido hasta ahora, tu padre será promovido por su gran hallazgo, será reasignado en otra ciudad… en este lugar no puede mandar alguien de afuera, esta todo coludido, no tienes escapatoria y por lo que intenté hacer en el colegio… bueno, de seguro me enviarán a hacer trabajo voluntariado porque la cantidad de droga que fotografiaste y que encontraron los policías en ese momento no fue más que para consumo.
Deje caer mis brazos ¿Cómo podía estar tan seguro de lo que decía? ¿Es qué acaso ya lo habían asesorado?
—Es mejor que te vayas de este pueblo, tú y tu familia. Mañana pretendo volver a clases, para que lo sepas.
—Me da lo mismo –susurré, sin fuerzas por culpa de sus palabras.
—Si hubiéramos estado en otro lugar, me habrías atrapado, no lo dudes, fuiste astuta, más de lo que yo mismo pensé, pero no es una lucha justa, hay muchas más personas detrás de mí.
—Solo vete y no vuelvas a molestarme.
—Si he venido aquí es para advertirte, no para establecer un tratado de paz, te quiero fuera de Ciudad Blanca –fruncí el ceño ¿Quién se creía que era? –no serás más que una molestia para mí en el colegio.
—Qué pena ¿no? esta vez no obtendrás lo que quieres –él sonrió de una forma que me causó escalofrió. Damián estaba loco.
—Bueno –se puso de pie de un salto y se dirigió hacia la ventana de mi habitación, la cual abrió sin problemas –no es por darte una excusa porque todo lo que dije fue cierto, pero ese momento en el colegio, cuando trate de… —no fue capaz de decirlo –ya sabes, estaba bastante drogado.
—No me interesa, asqueroso –él volvió a sonreír.
—En otro contexto habríamos sido perfectos el uno para el otro, quizás debiste nacer un poco menos decente –tensé mi mordida, era un monstruo.
—Solo vete.
—Aunque –dijo con mitad de su cuerpo afuera –no estaba tan drogado para olvidar lo que ese perro me hizo, por eso, ahora que eres su noviecita deberías estar en hospital… acompañándolo.
Deje caer el aparato de descarga eléctrica mientras Damián desaparecía de mi vista con esa sonrisa malvada.
—Leonardo…

Maldito Damián u.u 

3 Lectores:

  1. PUUUUUUTO DAMIIIAN! qe le hizo a nuestro Leo ? T_______T esto no se puede qedar asi >:c VEEEENDETTA!!!

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  2. por fiin!! se aproxima lo mejor! weee jajaj me emociones :D me parece todavia horrible que le hagan bullying a amaya >.< igual te felicito dani por seguir alegrandonos :D
    DTB

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