Capitulo 19
Estaba en la mesa tomando mi
desayuno junto con Cristian y Miriam que conversaban de lo que iban a hacer el día
de hoy, mientras mi mente divagaba entre Damián y su comportamiento de ayer por
la tarde; estuvo durmiendo una pequeña siesta conmigo hasta que se despidió,
pronto iban a llegar mis padres así que mejor era ser cuidadosos.
— ¿Estás bien? –Preguntó Cristian,
sacándome de mis pensamientos –estás muy callada.
—Sí, todo bien, solo pensando en
el colegio –respondí rápidamente y sonriendo para que no se preocuparan. No
funcionó mucho, pero dejaron de preguntar sobre mi estado anímico.
Me despedí de mis padres y de Nana
luego de haber comido, pero sin dejar de pensar en ningún segundo en la
situación de Damián ¿Cómo podría sacarlo de ese grupo? Ahora todo se había
vuelto más difícil. Amalia había omitido un gran detalle, ahora no sabía qué
plan usar, ni siquiera podía usar a Cloe sabiendo que Damián ya no estaba
interesado en ella… hombres, tan volubles, un día proclaman amor por una y al
otro día cambian de opinión.
—Damián… Damián —susurré ya en
mi auto, manejando hasta el colegio.
Sonreí al ver que por hoy no
habría lluvia y que a pesar de no haber sol, no sentía frio. Era viernes e iría
a jugar ajedrez con los chicos como lo estaba haciendo últimamente, eran un
buen grupo y se podía estar en silencio, abandonando cualquier preocupación,
solo pensando en cual iba a ser tu siguiente movimiento sobre el tablero.
Estacioné el auto y miré hacia
mis lados, por lo visto hoy estaba llegando a una hora normal. Al bajarme y
esperar encontrar una cara conocida, sonreí alegre de ver como Leonardo se
bajaba de su moto, por lo visto no estaba enfermo y la lluvia de ayer no le había
afectado.
Se acercó hasta mi, muy serio.
Se veía tan guapo con su uniforme, me gusta su piel morena, invitaba a ser
tocada ¿pero qué demonios estaba pensando?
—Hola –dijo con un tono de voz
extraño.
—Hola… —respondí bajito,
sorprendiéndome por su saludo. Comenzó a caminar por lo que me apresuré para
que no me dejara atrás –me alegro de que no hayas enfermado.
—Gracias –subimos las escaleras
hacia la puerta principal en un ambiente extraño, no me agradaba, esto no era
normal entre nosotros.
— ¿Leonardo? –no tenía la menor
idea de porque me sentía nerviosa y porque no dejaba de pensar en cómo estuve
ayer con Damián. No tenía porque sentirme así, pero era como si hubiera
traicionado a Leo.
— ¿Qué? –siguió sin mirarme,
caminando muy recto, se veía incluso aun más alto de lo que era.
— ¿Por qué estas enojado?
—No lo estoy, solo es temprano y
tengo sueño, quiero que acabe el día para volver a casa –suspiré, estaba
mintiendo.
—Amaya… —mi cuerpo completo se
tensó y tuve una graciosa sensación en mi estómago al escuchar la voz de Damián.
Me giré y lo encontré a un par de metros detrás de mí, sonriendo con su cabello
desordenado –buenos días.
—Buenos días –dije sonrojándome
de inmediato. Miré hacia atrás, pero Leonardo seguía su camino hasta el salón
de clases.
—Parece que tu perro guardián se
ha enojado.
—No le digas así, no seas mal
educado Damián –él curvó sus labios en una sonrisa y se acercó sin más, tomando
mi mano y haciendo que avance hasta el patio, donde quedamos detrás de un
pilar, escondidos de la mirada de los demás que cruzaban el pasillo.
— ¿Cómo has amanecido? –seguía
con esa sonrisa tan seductora, miré hacia los lados, tratando de que mis ansias
por besarlo desaparecieran.
—Bien ¿Cómo te sientes? –él sabía
muy bien a lo que me refería.
—Excelente, te dije que dejé
esas cosas justo en el momento adecuado, lo de ayer solo fue… —dijo acercándose
a mi rostro –una recaída –mis ojos se cerraron un poco y tomé con más fuerza mi
maletín de cuero que tenia entre mis manos.
—No… alguien puede vernos, estar
besándose en el colegio no es algo que se permita ¿sabes?
—Nadie nos está viendo —mis ojos
se cerraron completamente cuando su nariz rozó la mía, al mismo tiempo que mi corazón
se disparaba — ¿hoy dirás que si? –susurró contra mis labios… ¡ah! ¿Por qué tenía
que conocer a Damián en estas circunstancias? Si todo fuera normal no me tomaría
ningún segundo responderle.
—Basta, debemos ir a clases,
vamos –mi voz no tenia consistencia alguna, además mis ojos seguían cerrados,
esperando por sus labios, lo que se cumplió. Iba a decirle que tenia clases de
lengua y que la profesora era muy estricta con los horarios cuando suavemente Damián
se apoderó de mi labio inferior.
Con mi mano derecha acaricie su
mejilla mientras nos seguíamos besando, para luego acariciar su cuello. No dejé
que nuestras llegar a mayores porque si volvía a sentir sus lengua contra mi
labio inferior, sería mi perdición.
—Que tengas buen día –me alejé
de él, apresurando el paso y mirado después de unos metros como se quedaba
observándome con una sonrisa en su boca.
Entré a la sala pensando en el
reciente beso de Damián cuando vi a Leonardo sentando en nuestro lugar, pero
ahora con un chico, era rubio y le hablaba animadamente a mi amigo. Fruncí el ceño ¿de qué se trataba
todo esto? Me acerqué hasta ellos enojada.
—Este es mi puesto –dije mirando
al rubio de ojos verdes.
—Hola, mi nombre es Jack –dijo
estirando su mano, la estreché un segundo y después miré a Leonardo para que me
diera una explicación.
—Jack se sentará hoy conmigo, te
puedes sentar con Laura –miré a la chica que estaba hace semanas atrás
discutiendo algo sobre Damián, no había cruzado palabra con ella.
—Para tu mala suerte, Leonardo Ulloa
–si él se ponía pesado, yo también podía serlo –quien se sentó aquí primero fui
yo, así que ahora Jack tomará su mochila y se irá con Laura ¿sí? –dije mirando
al rubio que frunció el ceño.
—No estamos en primaria para ese
estilo de juegos, Amaya –lo miré sorprendida por el tono de voz que uso.
—Exacto, no estamos para juegos así
que sale de aquí Jack, que quiero sentarme y poder poner atención a la clase
–él frunció el ceño y tomó sus cuadernos.
—Ten cuidado con tu tono, que
andes como noviecita de Damián no te hace la gran cosa ¿sabes? –mi boca se
abrió levemente y debo decir que la mirada de Leo cambió hacia Jack –nos vemos,
Leonardo –el rubio se fue hacia su antiguo puesto mientras que yo me sentaba en
el mío, no había que decir sobre Juliana mirándonos con los ojos bien abiertos
y con su mordida muy tensa.
—No vuelvas a hacer algo como
esto, si no me quieres como tu compañera de asiento vete tú porque yo no me voy
a mover –miré a Leonardo que simplemente se ubicó de tal forma que no pudiera
mirarlo, además se alejó varios centímetros de mi lado ¿es qué acaso ahora
teníamos cinco años? — ¡Ay por Dios! –dije sin poder creer como actuaba Leonardo.
La clase comenzó y apenas me
pude concentrar, no podía dejar de pensar en el comportamiento de mi amigo, no sabía
cuál podía ser el motivo de su molestia ¿era por lo qué había sucedido con Damián
ayer? Pero si era así ¿Por qué no me preguntaba? No le diría la verdad, pero si
podría responder algo. No me gustaba estar enojada con Leonardo, ahora era frio
y no se reía conmigo. Fruncí el ceño molesta ¿es qué acaso estaba haciendo esto
a propósito? ¿Quería que me sintiera mal por él? ¡En sus sueños! No iba a
dejarme expuesta ante él.
Con todo el poder mental posible
traté de concentrarme en la clase, tomando apuntes y leyendo lo que necesitaba
del libro. Ninguno dijo palabra alguna, pero para mí era inevitable mirarlo de
reojo, me desesperaba que no me hablara. Leonardo me entretenía durante las
clases, me era tan agradable conversar con él, además… ¡simplemente no me
gustaba que estuviera enojado conmigo! ¡Menos cuando no sabía el motivo!
La clase de lengua terminó y Leonardo
desapareció de mi vista antes de que pudiera decirle algo, así que rendida me
tomé todo el tiempo del mundo en guardar mis cosas y salir de la sala, pero el
timbre tocó de nuevo, había que entrar a clases de historia. Esta vez Leonardo
no tenía ningún invitado, mi lado seguía libre.
— ¿Seguirás comportándote como
un niño de cinco años? –lo miré para que me respondiera, pero él estaba viendo
su página de Facebook en su celular, ahí me di cuenta que tenía sus audífonos
puestos.
No podía creer que Leonardo también
tuviera un lado idiota. Tomé mi celular y me conecté para poder entrar a
facebook y escribirle en su muro Idiota.
Sin embargo, ni siquiera tomó en cuenta la notificación, bloqueó el celular y
lo guardó, sin dejar de escuchar música.
Estuve triste y enojada durante
el resto de la clase hasta un nuevo recreo, donde guardé mis cosas rápidamente
antes que Leonardo y salí de la sala
antes que él. No pasó ni un segundo cuando ubicara en el pasillo a Damián,
quien conversaba animadamente con dos chicas que lucían ser de ultimo año, les
sonreía como siempre lo hacía, pero su vista las abandonó para fijarse en mí,
les dijo algo más y luego se alejó, para venir hasta donde yo me encontraba.
— ¿Y este milagro de que estás
sola? No te vi en el recreo anterior.
—Me quedé en la sala, no tenia ánimos
de salir –su ceño se frunció.
— ¿Qué te ha hecho Leonardo?
–sonreí, realmente tenía que buscar nuevos amigos, era muy notorio que solo tenía
a Leo.
—Nada, solo está un tanto
extraño.
—Está enojado por mi culpa ¿no?
–Encogí los hombros, no sabía el motivo de su comportamiento – ¿crees qué le
diga a alguien de lo sucedido ayer?
—No lo creo, él no anda por su
vida hablando de la vida de los demás.
—Eso espero, no quiero que luego
todos anden hablando de posibles rumores –miró hacia los lados, un tanto
preocupado. Negué a sus palabras, de verdad que le importaba su imagen hacia
los demás.
— ¿Te gusta mucho ser
presidente? Podrías estar mucho más tranquilo si no estuvieras metido en ello
¿no te gustaría?
—No, es entretenido ser un pez
grande –no dije nada a esas palabras, pero ciertamente me sorprendieron – ¿a ti
no te gustaría? Podrías el otro año estar en el centro de alumnos, no me
molestaría de tenerte como secretaria o tesorera —reí ante sus palabras.
—No gracias, es de mi agrado ser
una más del montón de alumnos, además esas fiestas que hacen en tu grupito, no
son lo mío.
— ¡Lo sabia! –Dijo apuntándome
con su dedo índice –sabia que ibas a decir algo sobre ello.
—Oh vamos, no es normal y sin
duda alguna no pasan cosas buenas en esas “reuniones”
—Son divertidas –negué a sus
palabras.
—No lo creo –dije sonriendo
–pero bueno, tus gustos son un tanto extraños ¿no?
—Un poco…
—Además no me gustaría estar
bajo esas miradas extrañas –como las que estábamos concentrando en este mismo
minuto, no me gustaba estar con Damián en el colegio, las chicas me miraban con
cierto odio que me incomodaba.
— ¿Cómo las de ahora?
—Te gusta ser el centro de atención
¿no? eres muy egocéntrico Damián.
—Cada uno tiene sus defectos
–los de él eran varios –además no es nada malo, es agradable saber que tienes
poder sobre los otros, no se dan cuenta cuando puedes estar manipulándolos –lo
miré extrañada, esas no eran buenas ideas.
—No es mi estilo –él me quedó
mirando unos segundos.
— ¿Siempre fuiste así?
usualmente las chicas de aquí le gusta tener la atención de los demás –era
cierto, en una gran mayoría las chicas se podían comportar así, incluso yo lo
hice, supongo que aprendí más rápido y de una forma muy desagradable.
—No, no siempre fui así, pero me
agrada como soy ahora –él timbre sonó, avisando que era hora de entrar a
clases.
— ¿Qué harás después? Me agrada que
sea viernes y podamos salir antes.
—Voy a jugar ajedrez luego de
comer algo ¿no quieres venir?
—Me encantaría, pero debo
arreglar unas cosas antes, quizás hoy en la tarde podamos salir ¿te parece?
—No lo sé –realmente tenia ánimos
de quedarme en casa, viendo una película o algo así –luego hablamos ¿sí? –él
frunció el ceño. Negué en mi mente al darme cuenta que Damián era como un niño,
siempre que no conseguía lo que quería se amurraba.
—Está bien –dijo con otro tono
de voz.
—Nos vemos –me alejé de él, pero
tomó mi mano e hizo que me detuviera.
— ¿Y no te despedirás de mi? Quizás
no nos veamos hasta mañana –me sonrojé porque habían otras personas mirándonos.
—Ya basta… recuerda que nuestro
trato se terminó ayer y no debemos seguir aparentando nada.
—No estoy aparentando, pensé que
te quedaría claro desde ayer.
—Sí, pero no te puedo andar
besando por todos lados, nosotros no somos novios –frunció su ceño, pero antes
de que me pudiera alejar de él, sus labios se unieron a los míos, fue un beso rápido
y me dejó sorprendida. Prácticamente podía sentir los rayos que venían de los
ojos de las chicas.
— ¡Damián! –él sonrió y soltó mi
mano.
—No me puedes culpar, tus labios
me invitan a atacarlos –me volví a sonrojar por sus palabras, no tenía remedio.
Me giré para poder irme a la
sala, pero me quedé helada cuando Leonardo nos estaba mirando, no esperó ni un
segundo para entrar a nuestra última clase de la semana.
Llegué hasta nuestro puesto en
silencio, me senté y esperé que su pésima actitud se mantuviera, pero para mi
sorpresa, esta vez habló, aunque no fueron palabras agradables.
—Primero lo ayudas en una
situación completamente sospechosa, dejando las clases y ahora estaban besándose
en los pasillos del colegio, supongo que el noviazgo va viento en popa ¿no? –no
sé porque sentí que mis venas ardían al escucharlo, estaba siendo irónico y muy
desagradable, no conocía este lado de él.
—Exactamente –respondí sacando
mi cuaderno –eres muy perceptivo ¿cierto? –pude ver como tensaba su mordida al
escucharme.
—Te estás metiendo en problemas
por alguien que no vale la pena y lo sabes –enarqué una ceja.
— ¿Qué? ¿Es qué acaso estas
celoso? Damián es mi novio ¿no? –segundo después de decir aquello me arrepentí
¿pero qué estaba pasando por mi mente?
— ¿Yo celoso? No, solo soy tu
amigo que te está diciendo que vas por mal camino, solo eso –increíblemente
aquello fue como si fuera una abofeteada, claro ¿Por qué iba a estar celoso?
—Bien, yo soy quien tomo mis
decisiones, no tu, así que mejor trágate tus palabras.
—Muy bien, como quieras
–presioné con fuerza mis dientes, llena de rabia por todo esto, odiaba que se
hiciera el desentendido y que se metiera donde no debía al mismo tiempo. Además
no quería estar enojada con él.
—Ya basta… —susurré casi
alcanzando los límites de lo patético –no estés enojado conmigo.
— ¿Cómo quieres que no lo esté?
–Susurró mirándome, por lo visto ya se había cansado de guardarse lo que
pensaba –te fuiste ayer con Damián en un estado deplorable y ni siquiera me
llamas o escribes algo para saber cómo demonios estabas, además ¿en qué estas
pensando? Él no es para ti ¿Cuándo lo verás? Te va a destrozar y no quiero ver
cuando estés llorando por alguien que no se lo merece.
—Leonardo…
—Nada de Leonardo –el profesor había
entrado y ahora estaba hablando aun más bajo para que nadie nos escuchara
–sabes que tengo la razón, pero de todas formas vas a quemarte ¿es qué acaso te
gusta sufrir?
—Basta, no es el momento ni el
lugar ¿sí? Además no conoces a Damián.
—Ni tu tampoco –negó enojado –él
simplemente no te merece, es así.
— ¿Y quién me merece según tu?
–me quedó mirando con sus ojos oscuros, sin decir nada y presionando sus labios
con fuerza, mi corazón latía con fuerza por aquella expresión ¿pero qué
demonios estaba pasando aquí?
— ¡Bueno… bueno! Pongan atención,
ya queda poco para que salgan –dijo el profesor, llamando la atención de todo
el curso que estaba hablando.
—Él solo te está usando, Amaya,
abre los ojos –lo miré enojada.
—Ya basta ¿sí? Se acabó, no eres
quien para decirme esto, ni siquiera conoces a Damián.
—No hay que conocerlo para darse
cuenta que hay algo mal con él. Es hombre como yo, uno no psicoanaliza a los
otros como lo hacen ustedes.
—Cállate de una buena vez ¿es
qué acaso quieres hablar ahora? No dijiste ni pio durante toda la mañana, bueno ahora soportaras mi ley del
hielo, jodete.
Podía sentir como mi cara estaba
roja porque estaba furiosa, Leonardo me había hecho enojar mucho, no tenía idea
porque tenía tanto rencor en contra de Damián. Se llevaban mal, eso era cierto,
pero esto ya se estaba pasando de límites.
Ninguno dijo palabra alguna
hasta que salimos de clases, él se fue rápidamente, sin siquiera despedirse y
yo me fui a comprar algo para después ir al grupo de ajedrez, aunque mi ánimo
estaba por el suelo. Para mi sorpresa estar enojada con Leonardo me afectaba más
de lo que jamás pensé, él siempre me hacia reír y era increíble tenerlo de
amigo, era bueno y siempre me escuchaba, pero ahora se estaba portando como un
idiota malhumorado, además de terco.
—Hola Amaya –miré hacia mi lado,
era Simón que era el primero en llegar a la sala, no hablaba mucho con él, me
daba una impresión rara, al igual que Amalia.
—Hola ¿no ha llegado nadie más?
—Lo siento, pero he olvidado
decirte que este viernes no habrá ajedrez, no te encontré antes para avisarte y
Damián ha estado desaparecido, así que vine para avisarte.
—Oh… bueno, supongo que es mejor
–no tenía ganas de jugar.
—Pero si quieres jugar, creo que
tienes un contrincante –dijo mirando hacia la puerta. Me giré y encontré a Damián
sonriendo —Bueno, los dejo, que estés bien Amaya –sin más se fue y Damián entró.
—He traído un tablero ¿te
apetece jugar?
— ¿Tu no tenias planes para esta
hora?
—Nada importante, además podemos
estar tranquilos ¿no? sin que nadie nos vea y así no estarás incómoda –sonreí
al escucharlo.
— ¿Se nota mucho que no me gusta
la atención? –eso era algo obvio.
Damián se acercó hasta una mesa
y dejó su bolso en el suelo, le copie y me senté al igual que él para ordenar
el tablero con las piezas.
— ¿Qué hacías Damián? –Era
demasiado notorio que estaba haciendo cosas sospechosas — ¿vendías algo de
importancia?
—No, ya te dije que no sigo con
eso hace un tiempo, relájate –sonreí, no le creía.
—Muy bien…
—Estaba hablando con Cloe sobre
la situación de Tobías, solo eso.
— ¿Qué ha dicho?
—Nada, estaba de acuerdo, aunque
quiso propasarse con este pobre adolescente, caballerosamente la he rechazado
–lo miré sorprendida.
—No puedo negar que me alegra,
pero tu actitud es muy rápida ¿no? hace solo unos días querías tenerla para ti.
—Eso no era cierto, sabes que
desde que aceptaste el trato, todo entre nosotros se volvió diferente… Cloe fue
pasando al olvido.
—Hombres.
—Mujeres, ustedes son las que se
quedan prendadas tanto tiempo de los hombres –moví mi primer peón y presioné el
reloj.
—Si claro, como tú digas, eres
un experto en tener una fila de chicas detrás de ti ¿no? –él movió su peón y
presionó el reloj.
— ¿Estas celosa? –hice mi
movimiento y a mi mente vino Leonardo.
—No, solo estoy curiosa de tu
visión sobre las mujeres, sé cómo eres y me sorprende que quieras que sea tu
novia así de simple, a veces me pregunto si es solo para quitarte las ganas
–sus ojos se abrieron ante mis palabras.
— ¿De dónde has sacado eso?
—De lo que he visto, eres
extraño y no me lo puedes negar, tú mismo has admitido que te gusta jugar ¿no?
–Damián frunció el ceño y puso en pausa el reloj.
—Sí, no lo voy a negar, pero yo
no soy de los que anda mintiendo y prometiendo cosas que no voy a cumplir, te
he preguntado si quieres ser mi novia y eso ha sido verdad, no un juego o algo
por el estilo ¿Quién te puso esas ideas en la cabeza? ¿Fue tu amiguito Leonardo?
— ¿Qué tiene que ver Leonardo?
Siempre lo sacas a colación, tienes una fijación por él.
— ¿Estás ciega? Soy una persona
bastante estratégica Amaya, sé quiénes son mis enemigos en este lugar y Leonardo
es uno.
— ¡Oh por favor! eres un
melodramático.
—No… ese amiguito tuyo está
detrás de ti ¿es qué acaso no lo ves?
— ¿Sabes? –dije poniendo de pie,
no iba a permitir esto –para tu información una mujer y hombre pueden ser
amigos sin que el otro se quiera meter entre sus pantalones, no todos son como tú,
además ten en cuenta que mi opinión juega un papel importante y para mi, Leonardo
es un muy buen amigo –Damián me miró enojado, pero no podía permitir que hablara
de esa forma –que tu no tengas amigas, no significa que los otros chicos
tampoco puedan tenerlas.
Tomé mi bolso y salí corriendo
de la sala antes de que Damián dijera algo o me detuviera. No paré hasta
esconderme entre los edificios del colegio.
Me apoyé en la pared de
ladrillos y descansé mi cabeza, estaba cansada de estar siempre bajo presión
con Damián ¿pero qué demonios me estaba pasando? ¿Cómo había permitido que esto
llegara a estos niveles? Él no era alguien en quien podía confiar, le gustaba
jugar y siempre estaba bromeando, no se tomaba nada en serio ¿Qué lo haría
cambiar en estos días?
Llevé mis manos a mis mejillas
cuando sentí las lagrimas de frustración que brotaron por todo estos problemas,
no quería estar aquí, no quería ver más a Damián, simplemente deseaba que la
tierra me tragara o que por lo menos se tragara a Amalia, así podría estar
tranquila y no tendría porque relacionarme con el problemático y raro de Damián,
que hacia girar mi cabeza.
Fui bajando hasta llegar al
suelo y apoyarme en mis pies, cubriendo mi rostro en mis rodillas y esperando
que segundos después todo fuera como yo lo deseaba y que Leonardo estuviera
sonriéndome como usualmente lo hacía, sin embargo, cuando levante la mirada, me
encontré con una chica que me observaba preocupada, vestía igual que yo así que
supuse que era una alumna del colegio.
— ¿Te encuentras bien? ¿Te han
herido? –traté de secar rápidamente mis mejillas para no quedar expuesta ante
esta desconocida, pero era inútil, justo en este momento toda la presión de
estos meses, estaba escapando.
—Lo siento –dije sin poder parar
de llorar, la chica de lentes y piel morena se acercó y se inclinó hasta llegar
a mi nivel, me tendió unos pañuelos desechables, pude observar como tenían
dibujos de mariposas de diferentes colores.
—Gracias –dije tomándolos para
secar mis mejillas.
—Tranquila –susurró preocupada,
dejando su mano en mi hombro, lo que me hizo llorar aun más –ya… —me sorprendió
que me rodeara con sus brazos, pero era exactamente lo que necesitaba, así que
solo seguí llorando mientras la chica me abrazaba.
Pasaron varios minutos de mi
patética escena cuando por fin me pude calmar y mirar a mi nueva conocida, que
sonreía.
— ¿Estas mejor?
—Lo siento –volví a repetir,
esto era vergonzoso –te he hecho perder el tiempo, lo siento de verdad –ambas
nos pusimos de pie.
—No te preocupes –me ayudó a
ponerme de pie y la miré con las mejillas sonrojadas, ahora si deseaba que me
tragara la tierra –te vi corriendo por el patio, ganó mi curiosidad y vine a
ver si te encontrabas bien, además Damián Andrade salió de una sala gritando tu
nombre –ni siquiera lo había escuchado.
—Gracias –dije entregándole el
resto de los pañuelos que no había usado.
—Mi nombre es Vivian, estamos en
la misma clase –dijo estirando su mano y sonriéndome. Ahora que la miraba un
poco más podía recordarla, creo que era una de las chicas que hablaba sobre Damián
en los primeros días de clases.
—Amaya Varela –dije estrechando
su mano –que papelón he hecho, siento hacerte pasar por esto, ya me siento
mucho mejor, gracias.
—Debe ser un tanto complicado
estar con Damián Andrade ¿no? es entendible que tengas presión sobre tus
hombros, las chicas de este colegio no dejan de hablar sobre ustedes y además
me enteré de que un trió de tontas te trató mal en el baño, que si no fuera por
otra chica, quizás que habría pasado.
—Wow… —si que estaba informada
–corren rápido los rumores en este colegio.
—Supongo, aunque estoy segura
que no seria así si fueras novia a de otro chico, pero no debes dejarte llevar
por esas cosas –puse atención en sus lentes violeta con líneas blancas.
—Gracias.
—Ven, ya es tarde y
es viernes, mejor es irnos ¿no? –asentí a sus palabras. Creo que esta era la
primera vez que hablaba con una chica que no fuera Juliana o Amalia. Era
agradable.
— ¿Quieres que te lleve o tienes
tu auto? –ella sonrió.
—No tengo auto, usualmente me
voy caminando hasta el pueblo.
—Te puedo llevar –dije mientras
caminábamos hacia el estacionamiento.
—No quiero ser una molestia, no
te preocupes, me gusta caminar.
—Es lo mínimo que puedo hacer, después
de estar consolándome –ella sonrió de nuevo y luego asintió.
—Está bien.
Nos dirigimos hacia mi auto,
pude ver que el auto de Damián seguía ahí, pero él no se veía por ninguna
parte, así que le dije a Vivian que nos apresuráramos para entrar a mi auto.
—Es lindo –dijo ella cuando ya estábamos
adentro.
—Fue un regalo de cumpleaños –encendí
el motor y comencé a manejar, quería salir de aquí pronto — ¿Dónde vives?
—Cerca del centro del pueblo, yo
te voy indicando –asentí, ya que de todas formas si me hubiera dicho su
dirección no habría servido, no tenía idea del nombre de las calles.
Nos fuimos conversando sobre las
clases durante los minutos de conducción. Vivian me dijo que estaba becada en
el colegio, que su familia tenía un negocio al que le iba bastante bien en Ciudad
Blanca.
Por lo que pude notar durante el
viaje es que le gustaba hablar, además de que su vida se enfocaba cien por
ciento a los estudios, así podía mantener sus notas y su beca, quería estudiar
medicina y sería la primera en su familia en tener un título profesional. No
tenia hermanos ni tenía novio, solo era parte de un grupo de amigos con los
cuales solo compartía en clases ya que durante su tiempo libre lo usaba para
estudiar. Vivian era de mi total agrado hasta ahora.
—Muchas gracias –dijo cuando
estacioné a las afueras de su casa. Era un hogar pequeño y de color azul con
ventanas blancas, con un hermoso jardín.
—Gracias a ti –esta vez fui yo
quien sonreí, por lo visto tendría otra cara conocida en el colegio, me gustaba
que fuera completamente fuera del circulo en el que me estaba desenvolviendo
–nos vemos el lunes.
—Nos vemos y sube ese ánimo –asentí
a sus palabras y luego nos despedimos con un beso en la mejilla.
Seguí conduciendo hasta el
centro con una sonrisa en mi boca. Hace mucho tiempo que no conversaba con una
chica como la gente normal lo hacía, ya que entre Juliana y Amalia… bueno, los
problemas venían con ellas.
Cuando llegué al final de la
calle central de Ciudad Blanca donde tenía que girar para ir hacia los
condominios, me quedé mirando el semáforo rojo y el letrero que me señalaba la playa
hacia la dirección contraria a mi casa. Cerré mis ojos unos segundos y no lo
pensé dos veces, ya no quería estar enojada con Leonardo.
Giré hacia la playa y presioné
el acelerador, mientras avanzaba en el camino las nubes se volvieron más
oscuras hasta lucir como si de un segundo a otro la lluvia iba a caer a
cantaros.
Me metí por la costanera hasta
que encontré a una pareja de chicos, a los cuales le pregunté donde vivía la
familia Ulloa, me dieron las indicaciones y después de haber dado unas vueltas
demás, pude llegar a la casa de Leonardo. Estaba al frente de la playa.
Me bajé del auto y miré la hermosa
casa de tres pisos, hecha de madera nativa y con unos ventanales hermosos, sin
duda se notaba que al padre de Leonardo le iba bastante bien. Sonreí al notar
que la moto estaba a las afueras del garaje, Leonardo estaba en casa.
—Bien –susurré presionando el
timbre, no pasó ni un segundo cuando un hombre bastante alto, moreno y con una
coleta que dejaba caer por su hombro derecho, me miraba curioso. Vestía con
unos jeans y una camisa blanca, debía tener unos cuarenta y tantos.
— ¿Si?
—Buenas tardes –dije armándome
de valor –mi nombre es Amaya Varela.
—Oh… la amiga de Leonardo, soy
su padre –de inmediato sonrió, dejándome bastante claro de donde había sacado
la sonrisa Leonardo –él no se encuentra en casa, está en la playa, si quieres
puedes ir a buscarlo.
—Oh –asentí –muchas gracias.
—No se queden mucho tiempo por allá,
pronto lloverá –dijo mirando hacia el cielo.
—Yo le digo, muchas gracias –él
asintió y de inmediato me giré hacia la playa.
Avancé por el camino de piedras
que había por el costado de la casa hasta llegar a una escalera que me dejaban
entrar a la playa, las bajé corriendo para poder ver a donde estaba Leonardo.
No me costó nada poder encontrarlo. Estaba sentado en la arena, aun con su
uniforme, mirando hacia el mar. No sé porqué motivo, pero mi corazón se encogió
por encontrarlo ahí.
Avance hacia él mientras la
arena se colaba en mis zapatos negros y el viento provocaba que me dieran
escalofríos. Se estaba poniendo helado.
Leonardo no me miró, ya que
estaba de espaldas mirando las olas así que cuando me senté a su lado, se
sorprendió bastante, me quedó observando por unos segundos con sus labios
entreabiertos.
—Linda vista –dije apoyando mis
manos sobre mis rodillas, esquivando su mirada.
—Si –dijo segundos después
–vengo aquí cuando estoy realmente molesto –por lo visto la sorpresa se había
acabado. Seguía enojado conmigo.
— ¿No quieres ser más mi
compañero de puesto? –no pude evitar ponerme nerviosa por su respuesta.
— ¿A qué viene eso? Es más… ¿Qué
haces aquí? –giré mi cabeza para poder verlo, sus ojos negros estaban fijos
sobre los míos.
—No me gusta estar enojada
contigo, pero si no quieres seguir sentándote a mi lado, lo puedo comprender.
—Estas siendo melodramática
¿sabes?
—Tú fuiste quien le pidió a Jack
sentarse contigo ¿no? –podía notar por su mordida de que estaba tenso, molesto.
—Solo no quería hablar contigo
en ese momento –él volvió a mirar el mar. Lo que dijo hizo que me doliera el
pecho.
— ¿Y ahora? ¿Sigues sin querer
hablar conmigo? ¿O me vas a gritar de nuevo?
—No te grité –dijo susurrando
–lo siento, no debí hablarte de esa manera –sonreí al ver que su actitud había
cambiado.
—Bueno, somos amigos, también
podemos discutir ¿no? –él sonrió al escucharme.
—Sí, podemos, soy tu amigo
celoso ¿no? –negué a sus palabras.
—Siento haber dicho eso… sé que
te preocupas por mí, lo que agradezco, pero debes saber que me sé cuidar –él
respiró profundamente y negó.
—No quiero hablar de eso o me
enojaré de nuevo, no quiero pelear más –sonreí al escucharlo, era lo mismo que
yo deseaba.
—Entonces ¿sigues siendo mi
amigo? –él asintió y después me rodeó con su brazo, acercándome a su cuerpo.
Apoyé mi cabeza en su hombro, quedando muy cómoda de esa forma.
—Sí, sigo siendo tu amigo, pero
eso no quita de que me siga preocupado por culpa de ese Andrade.
Ni siquiera tomé atención a sus
palabras, solo cerré mis ojos, sintiendo lo agradable que era estar así con él.
Me acomodé mejor para quedar más cerca de él y me agradó saber que mi cabeza
quedaba tan bien sobre su hombro. Al respirar podía sentir el aroma de Leonardo,
el cual era muy agradable.
—Hoy he conocido a una chica
–dije aun con mis ojos cerrados, sintiéndome extrañamente tranquila.
— ¿Dejarás a Andrade por ella? –No
pude evitar reír por sus palabras — ¿me estás diciendo que has hecho una nueva
amiga?
—No, solo conversé con otra
persona aparte de ti, es simpática, se llama Vivian.
— ¿Y cómo la conociste? –me
tensé al recordar que ella me había estado consolando mientras lloraba. Me
separé de Leonardo y lo miré un tanto nerviosa.
—En el colegio, estaba de salida
cuando me ofrecí a llevarla.
—Me alegro –dijo mirando hacia
el mar y volviendo a atraerme a su cuerpo, pero no pasaron muchos minutos
cuando varias gotas comenzaron a atacarnos –mejor nos vamos –dijo poniéndose de
pie.
—Tu papá me dijo que teníamos
que volver pronto, que la lluvia iba a caer en cosa de minutos.
—Sabias palabras cuando se avisa
por la televisión que viene un temporal ¿no? –dijo Leonardo sonriendo, pero no
pude seguir mirándolo, la lluvia comenzó a caer realmente fuerte y comenzamos a
correr, para mi sorpresa Leonardo tomó mi mano y nos dirigimos a una dirección
diferente, hacia un bosque que estaba más cerca que las escaleras que daban a
su casa.
— ¡¿A dónde vamos?! –dije sin
soltar su mano mientras la lluvia nos estaba mojando bastante ¡maldito clima!
— ¡Es mejor ir hacia los árboles
que a casa! ¡Nos mojaremos menos! –era cierto, llegamos más rápido a los
arboles, que nos protegían de la fuerte lluvia. Llegar a su casa nos hubiera
dejado empapados.
—Bien… —susurré apoyada en un
árbol, mirando como las olas ya no se veían con tanta claridad, la lluvia era
demasiado copiosa y gracias a las frondosas ramas del árbol de cientos de años,
con Leonardo no nos estábamos mojando, además los arboles de los costados también
ayudaban –No estoy acostumbrada a correr sobre arena y con estos zapatos –cerré
mis ojos respirando rápidamente.
—Me sorprende que hayas venido, Amaya
–dijo apoyado a mi lado, cubriéndome de las gotas que caían. Abrí mis ojos y
miré sus profundos ojos que no dejaban los míos.
—No quería que siguiéramos
enojados, me molesta –unas gotas se colaban hasta mi rostro y cabello que
estaban mojados, al igual que Leonardo.
— ¿Y por qué? –susurró, mirándome
de una forma extraña. Me quedé pensando en su pregunta por unos segundos.
—Eres mi amigo –comencé a jugar
con mis manos nerviosa por la mirada de Leonardo –me gusta que lo seas y no… —mi
atención fue hasta su boca, quedaba al nivel de mis ojos, era inevitable.
Tragué saliva nerviosa cuando una gota cayó por su rostro, llegando hasta sus
labios.
— ¿No qué? –podía sentir mi corazón
latiendo con fuerza en mi pecho. Presioné mi falda cuando noté que se acercaba
unos centímetros más a mi rostro ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué permitía
que lo hiciera?
—No… yo no… — ¡demonios! Estaba
tan nerviosa, toda seguridad se iba al olvido cuando Leonardo se acercaba así
–yo no quiero perderte, eres mi amigo –susurré sin poder dejar de mirar sus
labios.
— ¿Amaya? –abandoné su boca para
poner atención a sus ojos, prácticamente podía sentir su nariz rozar la mía
mientras las gotas de la lluvia nos seguían mojando. ¿Qué iba a pasar ahora?
¿Qué me iba a decir Leonardo?
¡WAAAA! Leo, me encanta, no sé a quién podría elegir, si a Damián o a Leo :3 lindos. Como sea, ya nos quedan 8 capítulos para llegar a donde llegamos en el pasado, o sea que me debo poner las pilas con el final :3 jejejej tengo muchas ganas de escribirlo ahora. ¡GRacias por leer! :D
Yo elijooa leo definitivaments...damiean es muy wn y no se puede confiar en.el...sube otrooo
ResponderEliminarNo puedes dejarlo asi, amo a Leo, quiero otro capítulo
ResponderEliminar