Capitulo 21
Era domingo por
la tarde y hacía horas que no tenía nada entretenido que hacer. Solo estaba
mirando televisión recostada en mi cama, sin tomar varadera atención a lo que
estaban dando. Mi mente estaba dividida entre Damián y Leonardo. El primero me había
enviado bastantes mensajes de texto durante estos días, pidiendo disculpas
sobre lo que sucedió el viernes, cuando me había tratado de puta. De solo
recordarlo me enfurecía de nuevo, sin embargo, ya no seguía enojada, él se había
visto realmente arrepentido ese día, así que contesté sus mensajes.
Por otro lado
estaba Leonardo ¿a qué estaba jugando él? Ni siquiera me había llamado o
escrito por Facebook como usualmente
hacía y lo peor de todo ¿Por qué estaba atenta a Leo?
—Tonta Amaya,
tonta –me tenía que controlar, me estaba confundiendo y eso solo traería
problemas. Aquí mi único objetivo debía ser Damián, de esa forma dejaría de
tener encima a Amalia y podría tener un año escolar tranquilo, pero ya faltaba
un par de semanas para que tuviéramos un receso por las fiestas antes de
terminar el año. Tenía que avanzar con Damián o sino ese tiempo me
perjudicaría.
Me acerqué a la
ventana, sin poder estar quieta otro segundo más. Necesitaba aire y abriendo la
ventana pude obtenerlo.
Mi mirada se
dirigió hacia la primera casa gigantesca que había en el condominio. Mi corazón
comenzó a latir con rapidez cuando vi que una moto se dirigía hacia acá. ¡Era Leonardo!
— ¿Qué haces
mirando tan pensativa hacia afuera? –me tensé al escuchar la voz de Damián. Me
giré en un segundo y pude ver donde estaba él, apoyado en mi puerta, cerrada.
Se veía muy guapo con esos jeans oscuros y ese abrigo también oscuro. Su cuello
estaba cubierto por este.
—Da-Damián
–dije sorprendida, pensando en que venía Leonardo hacia acá. Él frunció el ceño
al escuchar la moto y se acercó hasta la ventana, no le tomó ni un segundo
cerrarla y correr la cortina color violeta, dejando la habitación más oscura.
—Hace frio como
para que tengas la ventana abierta –sus ojos verdes brillaban mirándome.
—Es Leonardo
–dije pensando en que estaría ya tocando a la puerta.
—Si… pero ahora
estás ocupada conmigo –tragué saliva nerviosa, siempre estaba preparada para
combatir a este Damián, pero me había tomado desprevenida, era domingo, pensé
que era mi día libre.
— ¿Y quién te
dijo eso? Nana va a abrirle.
—No –dijo
sonriendo –ya que tus padres se han ido a comer y tienen una hija tan aburrida
que ha decidido quedarse en casa, hablé con Nana para que nos dé un tiempo a
solas, para que nadie nos interrumpa –fruncí el ceño, eso sonaba como si ya
supiera que Leo venia hacia acá.
—Voy a ver que
quiere, quizás sea algo importante –caminé hacia la puerta, pero él tomó mi
mano y me acercó hasta su cuerpo.
—No, no iras
porque en este momento solo eres mía, siempre andas con él en el colegio, ahora
es mi turno de robarte –sorprendentemente su tono no estaba alterado, seguía
hablando de esa forma que me distraía.
— ¿Robarme?
—Sí, hoy
haremos algo entretenido, solo los dos —lo miré curiosa.
—Tienes que estudiar
–traté de buscar excusas pero no habían.
—Eso lo hice
ayer, ahora deja de escapar de mí, saldremos —la moto volvió a sonar, lo que
indicaba que Leo se había ido. Esa sensación que tuve no me gustó ni un poco.
— ¿Y a donde me
piensas llevar? No es que como si Ciudad Blanca fuera la gran cosa ¿no, crees?
—Bueno, para
enmendar la estupidez que dije el viernes, te llevare al cine ¿te parece? No
nos tomará nada ir y ver una película —lo quedé observando unos segundos. Tenía
que recordar mi objetivo para poder estar tranquila.
—Muy bien,
entonces –dije caminando hasta mi armario y tomando también un abrigo corto,
era de color azul y de grandes botones — ¿Qué película me harás ver?
—Esa es la
actitud –dijo acercándose hasta mi y rodeando mi cintura desde atrás con sus
brazos, apoyando su cabeza en mi hombro mientras yo tenía mi abrigo en las
manos.
Giré mi rostro
hasta apoyar mi frente con el costado de su cabeza. Suspiré pensando en todos
los problemas que tenía Damián y que finalmente también eran míos. Estaba tan
segura que si él estuviera en otro contexto las cosas entre los dos habrían sido
tan diferentes, mucho mejor.
Llevé mi mano
hasta su cabello y lo acaricie mientras él me mantenía abrazada, presionando un
poco más fuerte. No sé que habrá pasado por mi mente, pero sin pensarlo besé su
sien, como si de esa forma pudiera ayudarlo a que se sintiera mejor.
— ¿Quieres que
me ahogue por lo fuerte que me abrazas? –él me liberó para después quedarme
mirando sin decir nada. Por primera vez pude notar un matiz diferente en sus
ojos verdes, tenía su ceño levemente fruncido y su boca no articulaba palabra —
¿Qué sucede?
—Nada, no
sucede nada –dijo ahora sonriendo y llevando su mano a mi mentón — ¿estás
tratando de provocarme con esas caricias?
—Tú eres el que
se provoca solo, hasta cuando pasa una mosca cerca –dije poniéndome el abrigo,
él aprovecho ese movimiento para rodear mi cuerpo de nuevo, haciendo que
retrocediera unos pasos hasta apoyarme en el armario de color blanco. Miré
hacia un lado, tratando de concentrarme y no dejar que mi corazón se escapara
de mi pecho –Damián, debes dejar de aprovecharte en cada oportunidad que
tengas.
— ¿Por qué
miras hacia un lado? Solo te he abrazado, como cinco segundos atrás.
—Sí, claro… por
eso estoy sintiendo todo tu cuerpo contra el mío –me armé de valor y lo encaré,
mirando directo a sus ojos verdes.
— ¿Puedes
culparme por ser humano? Simplemente me encantan tus labios, aprovecho cada
oportunidad para tenerlos –no pude evitar mirar su boca, si éramos buenísimos
besando, en eso no cabía duda y hace días que no me desconcentraba con sus
labios.
—Aléjate,
tenemos que ir al cine ¿no? cuando lleguem… —no seguí hablando cuando quede
completamente prisionera de su cuerpo y el armario. Ahora sus labios se
acercaban a los míos. Rodeé su cuello con mis manos cuando sentí aquel beso,
comencé a mover mis dedos, mezclándolos con el comienzo de su cabello, lo que
hizo que suavemente mordiera mi labio inferior para que le diera acceso
completo a mi boca. No pude negárselo.
—Mmm… —gemí cuando
sentí que ahora sus manos bajaban a mi trasero, traté de separarme, pero no
pude hacerlo ya que sus labios me tenían como su prisionera. Volví a gemir
bajito cuando su lengua se movía de esa forma junto a la mía. ¡Por Dios! Era
tan bueno besando, hacia que me olvidara de todo.
Tiré suavemente
de su cabello, de forma inconsciente, lo que hizo que él me levantara varios
centímetros del suelo y como reacción mis piernas rodearon su cadera mientras
nos seguíamos besando.
—Damián… —susurré
apoyando mi frente junto a la suya, desde esta posición era bastante fácil –no,
ya basta.
—Realmente te
controlas mucho cuando estás conmigo ¿no? –volvió a atrapar mis labios y sin
siquiera darme cuenta, me recostó en la cama, quedando sobre mí, mientras sentía
por completo su cuerpo. Me estaba ahogando en ese abrigo, lo quería fuera.
—Damián… —traté
de separarme de su boca, acción que fue un grave error ya que él aprovecho para
posar sus labios en mi cuello. Tomó mis manos, dejándola a mis costados con
nuestros dedos entrelazados, de esa forma no lo podía alejar –Damián… no, para…
—tensé mi mordida cuando sentí que su boca se apoderaba del lóbulo de mi oreja
izquierda.
—Mmm… ¿Por qué
te resistes tanto? Estas toda sonrojada y puedo sentir como tu piel está más
caliente –cerré mis ojos cuando sentí que sus besos bajaban desde mi cuello
hasta el comienzo de mis pechos, aunque encontró el obstáculo del botón de la
camisa azul oscuro que estaba trayendo –respóndeme, Amaya.
Era simplemente
porque no quería hacerlo de esta forma, era tan hormonal y él se comportaba tan
seductor, sabía que lo hacía de la misma manera con otras chicas. Sabía que
esta era su técnica y que estaba resultando de maravillas conmigo. Sin embargo,
no había amor, no sentía esas mariposas en mi estómago, solo sentía que mi
cuerpo comenzaba a entrar en un proceso de ebullición por culpa de Damián.
—Porque digo
que no ¿eso no te basta? –él liberó mi mano izquierda, pero no con motivos decentes,
sino que fue para desabotonar mi camisa y para mi sorpresa, no lo detuve.
—Pero si es lo
que deseas, me encantaría que pudieras observarte, con ese cabello rojo suelto
sobre el cobertor de la cama, tus mejillas sonrojadas y con esos ojos verdes vidriosos,
dejándose llevar por el placer que te hago sentir.
—No hables así
–dije mirando hacia el otro lado, pero cerré mis ojos con fuerza cuando
sentí su mano entre mis pechos, pasando
su dedo índice por el sujetador violeta que traía.
—No sabía que usabas
encaje, Amaya –me sonrojé aun más, esa ropa me la había comprado mamá, era
linda así que me la ponía a veces –te queda increíble.
—Damián, bájate
de mí –recién me había dado cuenta en la posición que estábamos, él entre mis
piernas y presionando contra mí.
—No quiero
–dijo antes de volver a mi cuello, ahora recorriendo mi pecho, pero sin llegar
a mis senos.
—No… ya
detente, esto está mal, no podemos hacerlo –antes de poder empujarlo con mi
mano libre, Damián llevó la suya hasta mi sujetador, lo subía varios centímetros
y sin más llevó su boca hasta allí — ¡para! –dije muerta de vergüenza.
—Mmm… Amaya, no
he dejado de pensar en esto desde hace mucho tiempo –dijo mirándome para después
volver a atrapar mi pezón.
—Damián… —llevé
mi mano libre hasta su cabello –para… estoy incómoda –dije suspirando. Damián
se separó de mi, observándome un tanto cauteloso, no podía dejar que esto
siguiera de esa forma, tenía que pensar rápido.
—Bien, yo igual
–sin más, como si hubiera dicho las palabras mágicas, él se puso de pie para
poder sacarse su abrigo. Sonreí ante una idea que llegó a mi mente.
Me senté en la
cama, mirándolo con mis manos en mi abdomen, esperando por si llegaban algunas
mariposas, pero no.
— ¿Qué sucede?
–Dijo confundido ante mi mirada –tu abrigo –él esperaba que también me pusiera cómoda.
—Claro –me lo
saqué y lo deje a un lado, junto al de él. Damián estaba solo con su camiseta
negra y sus jeans, se estaba sacando sus zapatos y calcetines también negros.
Sin duda ese color había sido su favorito el día de hoy.
—Quiero probar
algo –dije mirando hacia un costado, un tanto “avergonzada”
— ¿Qué cosa?
—Siempre eres
tu el que toma la iniciativa –lo miré ahora un tanto traviesa –quiero que hagas
algo por mí.
—Dime.
—Recuéstate en
la cama –él enarcó una ceja.
— ¿De verdad
vamos a hacer esto? –por su tono de voz, parecía muy ilusionado ante la idea.
—Sí.
— ¡Oh esto será
excelente! No duermo con nadie desde que estoy contigo –no había pensando en
ello.
—Bien,
recuéstate –sin demorar ni un segundo se recostó sobre la cama, mirándome
entusiasmado. Me senté sobre su cadera,
aun con mi camisa abierta y dejando expuesto mi sujetador –siempre insistes
tanto Damián, supongo que te he hecho sufrir en este tiempo ¿no? –metí mis
manos bajo su camisa.
—Bastante… —fui
subiendo la prenda hasta que él levantó los brazos y me dejo sacarla para
tirarla al suelo. Ahora apoye mis manos a los costados de su cabeza para besar
su cuello –Amaya, no sabía que… —no pudo terminar lo que decía porque mordí
juguetonamente su pecho al mismo tiempo que ahora llevaba una mano hasta el botón
de su pantalón –Amaya… no hagas eso.
— ¿Qué? ¿Esto?
–volví a morderlo suavemente, lo que hizo que sus manos automáticamente
estuvieran en mi trasero, para empujarme un poco contra su erección. Cerré mis
ojos, concentrándome.
—Damián… —dije
besando por un corto tiempo sus labios, para después alejarme de él y comenzar
a bajar sus pantalones. Los ojos de Damián brillaban –ayúdame.
En un segundo
se había deshecho de sus jeans y ahora solo estaba con sus bóxer negros. Llevé
bastante nerviosa mi mano hasta su miembro que estaba completamente erecto y
presioné un poco, causando un pequeño gemido de su parte.
—Mmm… Amaya,
sigue.
— ¿Quieres que
siga? –dije mirándolo y mojando mis labios. Damián parecía como si fuera un niño
de cinco años pronto a recibir su regalo de navidad.
—Sí, sigue…
rápido –enarqué una ceja ante el tono un tanto autoritario que estaba usando,
era hora de culminar mi juego.
Llevé mi mano
libre hasta por su tórax, despacio y suave hasta que con fuerza tome su
mandíbula, haciendo que sus labios se fruncieran.
—Cuando digo no
es no Damián ¿Cuándo entenderás? –Solté su miembro ante su sorprendida mirada
–y este es el pago por haberme tratado de puta.
Me alejé de él
sonriendo y abotonando mi camisa.
—Ahora arreglaras
eso –dije apuntando a su erección –y bajarás para que podamos ir a ver una
película – le guiñe un ojo y me dirigí hacia la puerta, dejando a un atónito Damián
sobre mi cama –Piensa dos veces antes de tratar a una mujer de esa forma, para
que aprendas, no todo debe ser hormonas –dije riendo y dejándolo solo, tomando
mi bolso con mis cosas.
Bajé hasta el
primer piso riendo, bastante fuerte y pensando en lo enojado que debía estar Damián,
pero era insólito ¿de verdad pensaba que iba a dejarlo tener sexo conmigo
cuando me había tratado de puta hace dos días?
—Idiota –dije
riendo y sentándome en el sofá.
— ¿Y Damián? –Preguntó
Nana mirándome confundida — ¿ya se ha ido?
—No, está en el
baño, ya baja, iremos a ver una película –ella sonrió y asintió.
Me quede
esperando alrededor de unos quince a veinte minutos para que Damián bajara,
debo decir que pensé que se demoraría menos. Bajo las escaleras con una expresión
de dos metros, me miró un tanto furioso.
—Bien… no tengo
nada que decir, me lo merecía, ahora vamos —no me esperó, se dirigió directo a
la puerta. Lo seguí sin poder dejar de reír ante lo que había pasado, esto lo
recordaría para siempre.
Con Damián nos
subimos a su auto y nos dirigimos hacia la carretera. Por varios minutos solo
estuvimos en silencio, lo que me comenzó a aburrir así que simplemente puse
algo de música.
— ¿Sigues
enojado? –traté de mantenerme seria, pero era imposible. Dulce venganza.
— ¿Tu qué
crees? –podía ver como sus nudillos estaban blancos por lo fuerte que tomaba el
volante.
—Tú mismo lo
dijiste, no puedes decir nada, era algo que debías pagar ¿no te gusta tener
esos arranques de celos? Que esto te sirva para la próxima.
—No quiero
hablar de ello, creo que he aprendido mi lección ¿no?
—Sí, lo has
hecho, espero que no tenga que enseñarte de nuevo –lo mire y pude notar como su
mordida se tensaba — ¡no exageres, Damián! –Dije empujando su hombro –Relájate,
ahora dime ¿Qué película iremos a ver?
—No sé, lo que
haya en cartelera —fruncí el ceño, pero decidí
aprovechar este momento para averiguar ciertas cosas que necesitaba.
— ¿Y cuándo
habrá una de tus reuniones? Me gustaría volver a estar en algo así, son
interesantes.
—Solo hace un
par de días dijiste que no te gustaban.
—Pero eso no
significa que no me interese, son todos muy extraños, incluyendo a tus amigos.
—Algo –comenzó
a mover sus dedos sobre el volante ¿estaba nervioso?
—Nicole el otro
día preguntó por Amalia y Simón, pensé que ellos nos participaban de esas
reuniones.
— ¿Qué te hizo pensar
eso? Ambos son jefes de grupos extra programáticos –eso era cierto, pero por cómo
me hablaba Amalia de la situación de Damián, pensé que ella estaba ajena a todo
esto.
—No lo sé, solo
lo supuse… aun tengo dudas sobre como no se dan cuenta de lo que hacen ahí, el
alcohol, las drogas, todo es muy extremo.
—Solo hay que
sobornar a una de las mujeres de aseo para que se encargue de todo el lugar,
ella tiene una llave, además de Joan, quien se encarga de todo antes que
lleguemos.
—Ya veo,
entonces nadie más tiene acceso a ese lugar –él se encogió de hombros.
—Realmente se
mantiene abierto durante las horas de clases, nadie va hasta ese sector, así
que no nos preocupamos, además si se supiera algo con algún alumno, nos
encargaríamos de que no dijera nada.
—Eso suena
terrorífico, como si fueras algún estilo de mafioso –él me miró y sonrió.
— ¿No te dije
que he estado metido en drogas? –No me gustó nada el tono que utilizo — ¡Es
broma! ¿Es qué acaso eres la única que puede bromear? Claro que no soy ningún
mafioso, solo nos encargamos de esa persona dándole ciertos beneficios.
—Un soborno
para callarlo.
—Claro,
entonces lo tienes atrapado, es como si dos personas estuvieran apuntándose con
un arma, pero la otra tiene la bala correcta.
—Debes tener
cuidado, la otra persona podría conseguir una nueva arma o a un aliado que te
asesine antes de que puedas defenderte –su analogía era cierta, tener algo en
contra de la otra persona que te quiere perjudicar, así quedas a mano, pero
¿Qué sucede si se consigue otro dato? ¿Algo con que defenderse?
— ¿Amaya? –no
lo tomé en cuenta ¡Esa analogía era perfecta! Amalia tenía algo de mí, yo podía
conseguir algo de ella, siendo que nada bueno podía salir de ese salón de
reuniones — ¿Amaya?
—Lo siento
–dije sonriendo, pensando en que mañana iría a ver que había de nuevo en ese
salón, tenía que atrapar a Amalia. Demonios, ya no quería seguir en ese
colegio, era muy problemático –estaba pensando en otras cosas.
—Ya veo… hemos
llegado –mire hacia adelante y pude ver que ya habíamos llegado.
Salimos del
cine a las dos horas, después de haber visto El Conjuro. Ni siquiera puse atención a lo que sucedía, solo me concentré
en Amalia y en algún secreto oscuro que pudiera tener. Hace días que no hablaba
con ella, aunque era peligrosa, no quería interrogarla. Me descubriría.
—Estuvo muy
buena –dijo Damián a mi lado. Sonreí al
escucharlo, por lo menos unos de los dos tenia cabeza para poner atención a una
película – ¿Te asustaste?
—Ni un poco
–dije mientras caminábamos hacia el auto. Las nubes se habían vuelto más
oscuras, estúpido clima.
— ¿Quieres
comer algo? Yo invito –mire curiosa a Damián, creo que esta era nuestra primera
cita y debo admitir de que estaba sorprendida, en ningún minuto se quiso poner
muy cariñoso o algo por el estilo.
— ¿Estás bien?
¿Sucede algo? –me llamaba la atención que estuviera tan animado para que
siguiéramos recorriendo el centro de Ciudad Blanca.
—Bueno, debo
darle una buena cita a mi futura novia ¿no sería correcto ir a comer? –lo miré
curiosa.
—Hablas como si
hubieras leído lo que se debe hacer en una cita, Damián.
—Tuve que
investigar algo, no siempre se planea tener una novia –bufé y saqué de las
palomitas que le quedaban a Damián. Me apoye de nuevo en el auto.
—Eres todo un
caso, Andrade –no podía entender cuál era su fascinación conmigo ¿Por qué se
alejaba de su vida normal por estar a mi lado?
—Y tú todo un desafío,
Varela –lo miré sin decir nada. Damián me acababa de dar mi respuesta.
—Me gustaría
recorrer el lugar, no tengo hambre.
Nos subimos al
auto y él condujo hasta uno de los miradores, el lugar era bastante pintoresco,
de seguro a los turistas les agradaba, por lo menos había sido totalmente de mí
agrado. Seguía el mal tiempo, pero por lo menos aquí había entretenciones.
—Wow –dije apoyándome
en el capo del auto, se podía ver todo el mar –me agrada y mucho más a esta
hora – esta atardeciendo.
— ¿Y bien? ¿Con
esto me gané un “si”? –lo mire confundida ¿de qué estaba hablando? — ¿serás mi
novia ahora? –sonreí ante sus palabras, Damián no se rendía por nada en el
mundo. Me acerqué hasta él y deje mi mano sobre su rostro, pasé mi pulgar por
sus labios y luego me acerque a besarlo.
Apoyé mis manos
en su pecho, sintiendo aquellos labios que se movían con ansiedad, dando por
hecho que ya me había obtenido.
—Lo siento
–dije apoyando mi frente en la suya –pero no –volví a besarlo, pero esta vez Damián
me rodeó con sus manos de forma brusca mientras ahora su beso era de la misma
forma, traté de separarlo. Escondí mi cabeza en su hombro ya que no me soltaba –eres
como un niño caprichoso.
— ¿A qué estás
jugando, Amaya? Te comportas de una forma y luego me dices que no ¿Qué quieres?
–al notar que se estaba relajando, apoye completamente mi cabeza en su hombro y
le di un pequeño beso en su cuello, no puedo negar que sentía cariño por Damián,
llevábamos meses en este juego y yo no era de hielo.
— ¿Se podría
decir que estás probando de tu propia medicina? –dije pensando en cuantas
chicas habrá tenido en el lugar que estaba él, esperando porque las tomara en
cuenta, pero él siempre dándole la espalda.
— ¿De eso se
trata? –me alejó para pode ver mi rostro — ¿es qué acaso eres un estilo de
vengador? –me quede mirando su rostro, Damián era demasiado guapo para su
propio bien, nada bueno podía salir de ello.
—No, claro que
no –realmente si, ese era uno de mis objetivos, pero ya con el tiempo le fui
tomando cariño y pasó a segundo plano.
—Entonces ¿Qué
quieres?
— ¿La verdad?
–él asintió, mirándome con su ceño fruncido –me gustaría que no siguieras en
ese centro de alumnos y no te metieras en los problemas que me escondes,
estaría mucho más tranquila y creo que sería la primera vez que me concentraría
en pensar si seré o no tu novia.
— ¿Qué te ha
metido Leonardo en la cabeza para que pienses que estoy en problemas? –abrí mi
ojos sorprendida ¿de donde había sacado a Leo en todo esto?
—Estás loco, no
quiero discutir contigo, has sacado a Leonardo de la nada y luego tú me dices
que yo ando pensando en él –reí y lo empujé para que me dejara libre.
— ¿De dónde
sacaste que estoy metido en problemas? –dijo soltándome.
— ¿No es obvio?
Ese centro de alumno es tan turbio como el segundo trabajo de tu papá –dije
abriendo la puerta del auto — ¿Por qué sacas a Leonardo? ¿Qué tendría que saber
él de todo lo que te pasa?
—Deberías
investigarlo tú misma, tu perro no es tan santo como crees –mi risa se fue de
inmediato. Me negaba a desconfiar en Leo ¿es qué acaso él estaba metido en algo
como Damián?
— ¿Sabes? Para
tener solo 17 años estás metido en cosas muy raras.
—Y tú para
tener la misma edad, te manejas bastante bien con ello ¿no? –tensé mi mordida y
entre al auto, quería estar en mi casa.
Nos fuimos en
completo silencio, mi cabeza no podía estar tranquila y no dejaba de pensar en Leonardo
¿en qué demonios se había metido él como para que Damián me hable de esa
manera? No me iba a quedar con la duda, ya había anochecido pero me negaba a
pensar que Leonardo estaba metido en caminos raros.
Llegamos hasta
el condominio y solo le dije un frio Adiós
a Damián, probablemente esta sería la primera y última cita que tendríamos.
Ahora debía concentrarme en escapar de las garras de Amalia, pero por ahora, tenía
que saber de Leonardo. Sin embargo antes de que el partiera, miré a mi enojado
objetivo.
— ¿Sabes? No es
mi culpa todo esto, tú eres el que comenzó a hablar de Leonardo, acusándolo de
algo que ni siquiera me dices.
—Hasta mañana,
allá tú lo que pienses de tu querido Leonardo –arrancó el auto y se fue
rápidamente. Quede mirando el espacio donde había estado el auto, enojada y
pensando en las palabras de Damián.
¡Maldito
caprichoso! Se volvía un idiota cuando no obtenía lo que quería, ahora entendía
muy bien porque estaba tan interesado en mí, simplemente al negarme le parecía
un desafío.
Busqué las llaves
del auto y ni siquiera avisé que iba a la costanera, si Leonardo estaba metido
en algo me lo tendría que decir, no iba aceptar un no como respuesta.
¬¬ Damián, siempre jugando sucio, ya me cae mal ahora que he leído los otros capitulo ¡Waaa! nos queda poco para el final :P :P En la tarde subo el siguiente capitulo del día :P
Estupido damian...te ahorco.si.amaya se queda con.el.y no con.leo...ya quiero.que pase algo entre esos doos :)
ResponderEliminar