domingo, 27 de diciembre de 2015

Un Ángel Negro - Capitulo 18 Final


Capítulo 18

Ethan y Adam cargaban a un inconsciente Thomas mientras que Lilia caminaba unos pasos más adelante, sin comprender todo lo que había pasado minutos atrás. Ninguno decía palabra alguna, ni lo hicieron hasta llegar a la casa del Caído, donde recostaron al Nephilim en una cama para que descansara. Había sido una suerte que no lo mataran, solo habían faltado un par de centímetros para acabar con él.

—Gracias —dijo Adam cuando recostaron a Thomas.
Ethan solo asintió y salió de la habitación. Lilia lo esperaba en la sala principal.
— ¿Ya te vas?
—Si —fue lo único que pudo responder él.
Ethan no espero a la respuesta de Lilia, solo salió de la casa y dejó que sus alas se expandieran. Por primera vez utilizó los regalos que la Luz le había dado, recorrió los oscuros cielos hasta llegar a la azotea del edificio donde vivía.
Cansado y abatido se sentó en la estructura de cemento y miró la oscuridad de la noche. Parecía que incluso las luces de la ciudad brillaban con menor intensidad.
Dejó que sus alas lo cubrieran mientras llevaba las manos a su rostro y dejaba que las lágrimas por fin escaparan de sus ojos. Jamás en su vida se había sentido tan frustrado, odiaba todo lo que estaba sucediendo. Odiaba incluso a Dana por haber aparecido en su vida y haber hecho que se enamorara de ella. Ahora la había perdido, para siempre y tenía toda una eternidad que sobrevivir, sin ella.
Incluso habían perdido a Eric, aun no podía creer que hubiese sucedido aquello. Cuando Lilia y Adam le informaron lo sucedido, le costó varios minutos salir de la ensoñación en la que se encontraba.
Ahora ni siquiera se podía identificar con la Oscuridad o la Luz. Había eliminado a Gabriel y eso le daba cierto poder, pero no podía ejercerlo. Ni siquiera era un vampiro real.
—Sebastián tenía razón —se dijo para sí mismo —soy una abominación.
Sin embargo, sus pensamientos se hicieron pedazos cuando sintió una mano en su espalda.
—No estés triste —le dijo una voz conocida.



Dana se había perdido en el profundo orificio que la estaba absorbiendo. Solo cerró sus ojos luego de perder la visión de Ethan tratando de alcanzarla. Se entregó a su destino sin deseos de seguir luchando. Lucifer la había engañado y ahora ella se encontraba atrapada en lo que sería su nueva eternidad.
Cuando abrió los ojos se encontró en un salón, blanco y limpio. En el centro había un gran trono, donde la esperaban dos demonios, vestidos con trajes negros. Ella había acabado con los otros cuatro.
—Bienvenida —dijo uno de ellos, era alto y con su piel blanca. Lucia joven y no tenía ninguna apariencia demoniaca.
— ¿Quién eres? —preguntó ella. Se dio cuenta que seguía vestida como minutos atrás. Pudo notar que no había recuperado sus alas, seguía teniendo aquellos aguijones gigantes que la hacían ver terrorífica.
—Eres la nueva Reina de los Demonios, por lo que me presentaré con un nuevo nombre, su alteza.
—El cual sería… —respondió Dana.
—Astaroth —dijo sonriendo.
El otro demonio dio un paso hacia adelante. Era de piel oscura y ojos azules, alto y musculoso. También tenía una apariencia humana.
—Mi nombre es Stolas —dijo haciendo una leve reverencia —como has asesinado a los otros comandantes, solo quedamos nosotros.
—He de suponer que Lucifer los dejó aquí porque eran mejores que los otros cuatro ¿no es así?
—Correcto —afirmó Astaroth —nos informó que acabarías con la vida de los demás.
Dana miro a su alrededor, notando lo extraño que le parecía el Infierno.
—Es bastante blanco y limpio.
Se acercó a las grandes ventanas y pudo ver otro mundo, uno oscuro y rodeados de llamas, donde se movían seres de un lado a otro, pero todos miraban hacia una dirección, el salón donde ella se encontraba.
—Este es tu nuevo hogar, se hizo de esta forma porque es la primera vez que llegas a este nivel del Infierno. Lucifer lo hizo construir especialmente para ti, así la transición sería más fácil.
—Que considerado de su parte— dijo Dana, dándole la espalda a las ventanas —deben saber que no soy ningún demonio.
—Ahora sí, eres parte de nosotros —respondió Stolas —debes comprenderlo o sino este lugar se volverá un Infierno para ti.
—Irónico —dijo ella sonriendo —pero han de entender que no tengo los mismos objetivos que mi padre, no quiero ver caer la Luz.
—Lo tenemos entendido —respondió Astaroth —Lucifer nos informó de ello antes de partir. Sin embargo, alguien debe reinar en el Infierno o esto caería en un caos y los mismos humanos que atesoras tanto, correrían peligro.
—Podríamos decir que desde ahora comienza un nuevo reinado —dijo Stolas —no está mal tener un descanso, por algunos siglos —sonrió, tratando de darle confianza a Dana —debes saber que servimos a quien reine y en este caso eres tú.
Ella los miró curiosa, nunca los había visto antes, pero al parecer no eran demonios comunes y corrientes.
— ¿Ustedes vendieron sus almas a Lucifer?
—Claro que no —respondió Astaroth —nosotros fuimos ángeles en algún momento, solo seguimos a Lucifer cuando arriba se volvieron locos porque habíamos cometido un par de pecados.
—Que hoy en día —dijo Stolas —son perdonados a los ángeles. Como sea, seguimos teniendo nuestras almas.
—Interesante —respondió Dana, relajándose un poco. Le agradaba la idea de que no fueran unos psicópatas las veinticuatro horas del día —pero he de suponer que les agrada seguir cometiendo los mismos pecados con los humanos ¿no?
Ambos se miraron y sonrieron.
—Es cierto que a veces salimos para conocer a una u otra humana, pero más allá de eso, no hacemos nada —respondió Astaroth.
—Éramos parte del equipo de logística dentro del ejército. Nuestro trabajo nunca ha sido el de adquirir nuevas almas, sino de defender las que tenemos en el infierno y sobrevivir a los ángeles —dijo Stolas.
Dana los miro extrañada, pero decidió mirar hacia otros puntos del salón. Al parecer era toda una mansión la que había hacia arriba y los lados. Toda llena de luz.
—Debe reunirse con el jefe de la Luz —dijo Stolas de repente —son las reglas.
—He de suponer que ella no bajara hasta acá ¿estoy en lo correcto? —preguntó.
—Exacto, se reunirán en un lugar donde ambas estén a salvo.
—Su habitación está en el segundo piso si desea descansar un poco —sugirió Stolas.
Dana asintió y caminó por el lugar como si conociera cada rincón de su castillo, donde viviría sola por toda una eternidad. Sin embargo, antes de salir, se giró para ver a sus demonios.
—No esperen que dedique cada segundo de mi vida para acabar con la Luz o adquirir almas humanas, no es lo mío. No quiero estar en este cargo, ni quiero que la Oscuridad triunfe.
—Lo sabemos —dijo Astaroth —incluso Lucifer lo tenía en consideración, él solo quería que alguien se quedara en el reino, para que no se apagara.
Dana se fue del gran salón y se dirigió hacia su nueva habitación, donde cerró con llave. Era un lugar amplio y hermoso, al parecer Lucifer había considerado cada detalle, ya que no lucia como si estuviera en el mismo Infierno. El único problema eran las ventanas, dejaban libre el horrible paisaje que había afuera de su nuevo hogar.
Se recostó en su blanca cama y optó por esconderse bajo las sabanas, haciendo desaparecer sus escalofriantes nuevas alas. Las lágrimas comenzaron a caer mientras sentía que su corazón se hacía pedazos al pensar en todo lo que había ocurrido.
—Ethan… —lo llamó en la oscuridad bajo sus sabanas.
Deseaba que estuviera a su lado y le dijera que de alguna forma, todo iba a salir bien. Quería ver su sonrisa y sus ojos que brillaban al verla. Deseaba decirle que lo amaba y que había sido una tonta al no entregarse a él completamente, cuando podían estar juntos, libres de todo lo que la Luz y la Oscuridad traían.
Habían pasado horas para Dana, pero en el Infierno no había tiempo, por lo que cuando se cansó de llorar, se fue a dar una ducha. Ni siquiera se quiso preguntar cómo había agua en aquel lugar. Pudo notar que su armario estaba lleno de ropa bastante elegante y sofisticada, era el armario de una reina.
Eligió un vestido rojo sangre, que dejaba libre sus hombros y espalda pero que cubría su cuello, tenía joyas en forma de hojas de cobre que adornaban los bordes superiores. Dejo su cabello blanco suelto.
Salió de su habitación y caminó hacia el gran salón, donde se encontraban los demonios.
—El portal está preparado para usted —dijo Astaroth, indicando a la blanca pared, donde se podía ver un amplio espejo —solo debes pensar en reunirte con ella y te llevará al lugar correcto.
—Entendido.
—Cualquier cosa que necesite, solo debes pensarla. Tus poderes ya no tienen límites —dijo Stolas.
Dana podía sentir aquel poder correr por todo su cuerpo, pero no le agradaba ni un poco.
Cuando se acercó al espejo, se dio cuenta que en su reflejo, si bien ya no estaban los gigantes aguijones saliendo de su espalda, sus ojos continuaban siendo negros. Supo de inmediato que jamás podría escapar de ellos.
Dana caminó hacia el espejo y se perdió de la vista de sus demonios.

Cuando la Reina de los demonios apareció en la azotea de su antiguo edificio, no pudo evitar sonreír. Solo tuvo que dar un par de pasos para encontrar a la representante de toda la Luz.
—Ser la Reina de los Demonios te asienta de una forma increíble —dijo una voz conocida.
Su madre se encontraba sentada en la estructura de cemento, donde tantas veces se había sentado ella misma para tener unos momentos de soledad y pensar.
—Noelia, por fin te presentas como realmente eres ¿no te aburre andar de incógnita entre tus ángeles? —dijo Dana, acercándose a donde se encontraba la Diosa de los Cielos.
Vestida implacablemente de blanco, llevaba un pantalón y blazer, sus alas estaban escondidas. También llevaba su cabello blanco suelto.
—Seria mucha presión para ellos ¿no crees? Eric se habría vuelto loco si hubiese descubierto quien era realmente, no, es mejor mantenerlo en secreto.
Dana al escuchar cómo se dirigía a Eric, sintió un golpe en su corazón, que latía con fuerza y rapidez.
—No te veo para nada alterada por como salieron las cosas —dijo Dana, sentándose al lado de su madre.
Ambas miraban hacia las luces de la ciudad.
—Lo que lamento realmente es la forma como murió Eric, era uno de mis mejores ángeles, aunque odiara serlo por culpa de Arial.
Dana miro a Noelia, con sus ojos completamente negros.
— ¿Qué será de él? Los ángeles no van a un cielo.
—Antes de hablar sobre ello, quiero saber cuáles son tus planes Dana.
Ella miro a su madre con el ceño fruncido.
—No soy cruel como Lucifer o tú, no pretendo seguir con este juego que se lleva la vida de demonios y ángeles… pero tú ya sabias esto ¿no? Jamás estaban en tus planes que yo acabara siendo parte de la Luz, nunca fue tu objetivo —la acuso Dana.
Siempre iba a tener un rencor hacia la que se hacía llamar su madre, pues la había abandonado después de nacer, entregándola a Lucifer. Aunque técnicamente él la había robado, Noelia no había hecho nada por recuperarla.
—Solo estaba comprobando los futuros hechos —respondió la Diosa —y no seas injusta, te protegí a pesar de que te comportaste como un demonio, te atraje a mi lado para que no entregaras tu alma a Lucifer… si bien no fue de la mejor forma porque Gabriel realmente te hizo daño, no puedes negar que encontraste felicidad en tu vida, tanto con él como con Ethan, sin ellos no hubieses tenido la capacidad de valorar lo que tenías, de aprender a hacer amigos y de volverte reamente buena.
—Soy la jodida Reina de los Demonios, Noelia ¿Cómo dices que soy buena?
Noelia la miro y sonrió.
—Claro que eres buena, no todos los demonios son malos ¿cierto? Por algo la Redención está yendo tan bien.
Dana no tuvo nada que decir ante eso. Tenía razón, no todos los demonios eran malos, como tampoco todos los ángeles eran buenos.
—Como sea, ya confirmando que no te volverás malvada como tu padre y todo ha salido como correspondía, te tengo dos regalos por tu nuevo puesto —dijo sonriendo.
Dana no podía creer que tuviera padres tan trastornados. Noelia estaba tan loca como Lucifer, por algo se habían involucrado en algún punto de la historia.
—En realidad son tres regalos. Comienza una nueva era en la historia de la Luz y la Oscuridad, por ello, para comenzar, tenemos que lograr que las comunicaciones sean efectivas, por lo que necesitamos un mensajero y para ello, conozco a la persona perfecta.
Dana miro con los ojos bien abiertos a Noelia, sin poder creer lo que ella decía.
—Debe ser alguien que tenga una parte de la Luz y una parte de la Oscuridad. Alguien que tenga un cargo dentro de tu ejército, como en el mío. Yo sé muy bien quien es el encargado de la Redención dentro de la Luz y por lo que tengo entendido, tú ya no tienes un Rey de los Vampiros ¿no es así?
Dana recién en ese momento se dio cuenta de la información que Noelia le estaba entregando.
Gabriel había muerto.
— ¿Fue Ethan quien lo acabó? —pregunto esperanzada.
—Así es, por lo que ahí tienes un candidato para otorgarle el titulo como Rey de los vampiros, podría viajar de la Luz a la Oscuridad sin problemas teniendo los dos cargos, al final sería un mensajero entre las dos.
Los ojos de Dana, aunque completamente negros, no pudieron evitar brillar, encantados con la idea de Noelia.
—Eso significa que podría estar con él.
Noelia la miro sonriendo.
—Creo que es hora de que haya un poco de amor en tu vida, Dana. Si Lucifer tuvo a alguien ¿Por qué tu no?
Dana se quedó sorprendida por las palabras de Noelia.
—No tengo objeción alguna —dijo ella sonriendo.
—Bien, el segundo regalo que tengo para ti es el siguiente.
Su madre sin aviso alguno pasó sus dedos por la espalda de Dana, haciendo que de ella volvieran a nacer unas hermosas y amplias alas negras.
—Debes aprender a usar las otras —dijo refiriéndose a los aguijones de escorpión que tenía antes —esas son tuyas también, una leve variación, pero puedes seguir teniendo las que te di desde un comienzo.
Dana se puso de pie, admirando sus alas. Realmente le desagradaban las otras, aunque no dudaría en usarlas cuando se enojara de verdad con algún demonio o ángel.
— ¿Esta es tu forma de comprarme? —Pregunto Dana —porque no me hare la dura, está funcionando de manera magnifica. Ya con la parte de Ethan me atrapaste, no sabía que tuvieras tanto poder.
—Y tú también lo tienes, solo de una forma diferente. Tu misión ahora es aprender a usarlo, sé muy bien que Stolas y Astaroth se encargaran de enseñarte.
Dana asintió.
—Te darás cuenta que nuestro trabajo se limita a mantener tanto la Luz como la Oscuridad. Yo no puedo existir si tu no estas, como tú tampoco si yo desaparezco. El equilibrio es nuestro objetivo Dana, ya después es misión de ellos —dijo mirando la ciudad, dirigiéndose a los humanos.
—Entiendo —respondió Dana, muy complacida con las palabras de Noelia, ya que era lo que ella pensaba desde un principio.
—Y tu ultimo regalo —dijo Noelia, poniéndose de pie —realmente no es directamente para ti, pero quiero que decidas que hacer con Eric.
Dana abrió sus ojos aún más sorprendida. Sabía exactamente qué hacer con el ángel.
—Creo que ya sabes mi respuesta —dijo Dana, sonriendo.
Era increíble para ella, pero desde hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz. Jamás se imaginó que siendo la Reina de los Demonios iba a conseguir tal dicha.
—Muy bien, no hay problema. Ahora es mi tiempo de partir, nos seguiremos comunicando a través de Ethan, te encargo que le des la noticia.
—Hecho —dijo Dana.
—Bien, porque viene volando por ahí —respondió Noelia.
Se acercó a su hija y le dio un beso en la mejilla antes de desaparecer de los ojos de Dana.
—Aun no me agradas —susurro Dana.
Luego se dirigió hacia la una esquina para esconderse y esperó a que llegara Ethan. No tomo mucho tiempo para que eso sucediera, pero se le partió el corazón al ver que él estaba sufriendo por ella.
Se acercó lentamente a donde se encontraba, cubierto por sus propias alas. Aun no podía creer que él tuviera esas hermosas alas. Sin embargo, al estar con su camiseta dañada, pudo ver las cicatrices que tenía en su cuerpo.
Dana lo miro confundida, sin saber lo que había sucedido con Ethan. Justo en ese momento casi por un acto de magia, llegaron todas las escenas de la tortura del vampiro, como Sebastián había estado detrás de todo. Recién en ese momento se dio cuenta de que era su poder como Reina de los demonios que estaba actuando.
—Sebastián tenía razón, soy una abominación —dijo Ethan, para sorpresa de Dana.
—No estés triste.
Ethan se puso de pie en un solo segundo y se giró para verla. Cuando se dio cuenta que era ella, se quedó sin palabras.
—Me hubiese gustado que Sebastián se fuera al infierno —dijo Dana, tocando el tórax de Ethan, acariciando las cicatrices que habían quedado en su piel —me encargaría de que sufriera el doble.
Ethan dio un paso hacia atrás, incrédulo de lo que estaba viendo. Era Dana, pero no era ella. Lucia tan poderosa, además sus ojos eran completamente negros.
—Lo siento —fue lo primero que Ethan dijo —siento no haber evitado que Lucifer ganara.
Dana no podía dejar de mirar las cicatrices y tocarlas.
Ethan al sentir el tacto de las manos de Dana se dio cuenta que realmente no la había perdido. En un segundo la rodeo con sus brazos, la acerco y la beso, como si fuera el último beso que le iba a dar.
—Dejaré la Luz, todo lo que sea necesario para estar a tu lado —dijo Ethan, entre besos. No concebía una vida sin ella, era imposible, haría lo que fuera para estar a su lado.
—No será necesario —dijo ella, acariciando el rostro de Ethan, donde también tenía un par de cicatrices —tengo mucho que decirte —volvió a besarlo.
Dana esperaba no tener que separarse jamás de Ethan, ya habían sufrido lo suficiente separados, no quería volver a sentir algo como eso. Él había hecho tanto por ella, había entregado su vida, su corazón y alma por ella, solo para que ella pudiera ser feliz. Ya le era imposible desconfiar de Ethan, incluso había dejado a sus amigos por ella.
—Te amo.
Ethan la miro sorprendido, sin poder creer que ella por fin dijera aquellas palabras, sin rastro de arrepentimiento o desconfianza.
—Siento haberme demorado tanto, siempre te he amado, por algo corté mis alas, fue por ti. Que estúpida me comporté al tratar de separarme de ti, es imposible. Si hoy te hubiese perdido para siempre, si no te hubiese vuelto a ver… estaría lamentando por toda una eternidad no tenerte a mi lado. Te amo, Ethan.
Él simplemente se quedó de una pieza, catatónico por las palabras de Dana, jamás le había dicho algo como eso.
Ethan no pudo hacer otra cosa que besarla, en tan solo tres segundos se encontraba en su departamento. No importaron las nuevas noticias, el nuevo cargo de Dana o que Ethan iba a ser la conexión entre la Luz y la Oscuridad, solo les importaba que volvían a estar juntos.
Él fue recostando lentamente en la cama a Dana, mientras la besaba e iba rompiendo su vestido desde la espalda. Para cuando ella quedo recostada, Ethan se deshizo del vestido mientras besaba su cuello, logrando suspiros como recompensa.
Ella miro atentamente las cicatrices que habían en el cuerpo de Ethan, con sus manos toco cada una de ellas mientras lo miraba con el ceño fruncido, pensando en todo lo que él había tenido que sufrir por entrar a su mundo y estar junto a ella.
Dana dejo sus manos en el cuello de Ethan y lo miro unos segundos, acariciando su rostro, como si aún no creyera que estaba con ella. Su corazón latía con fuerza y rapidez por la emoción de estar junto a él.
No pudo evitar pensar en que siendo la Reina de los Demonios, su corazón latía descontrolado por el hombre que amaba. Lo encontraba algo irónico, pero no le importaba.
Ambos se sonrieron y volvieron a unir sus labios, deseosos de no terminar nunca con aquel momento.
Mientras Dana disfrutaba de los besos de Ethan, ella se encargaba de deshacerse del pantalón de él.
Ethan se deshizo de la ropa interior de Dana.
—Te amo —susurro él en el oído de ella, luego la miro y para sorpresa del vampiro, los ojos de Dana ya no estaban completamente negros, el color miel volvía a aparecer.
—Te amo también —dijo ella sonriendo.
Ethan ingreso en el cuerpo de Dana, obteniendo un gemido por su parte. El cuerpo de la Reina de los Demonios se arqueó al sentir como el vampiro comenzaba a moverse contra ella.
Ella comenzó a recorrer con sus manos los brazos de Ethan, sus hombros y su cuello. Lo acercó para volver a besarlo mientras sentía como entraba y salía de su cuerpo lentamente, disfrutando cada momento.
Estuvieron de esa forma por toda la noche, sin importar nada más que ellos. No les intereso que sucedía con Adam, Lilia o Thomas, simplemente se dedicaron a amarse uno al otro.


El reloj marcaba más de las seis de la tarde, tanto Lilia y Adam estaban en la sala, ella rodeada entre los brazos de él, pensando una y otra vez lo que había sucedido la noche anterior. Haber perdido a Eric los había dejado catatónicos por un largo tiempo, aun no podía salir de ahí.
—No puedo creer lo que ha sucedido —dijo Adam, aun sin creer lo que Eric había hecho por ellos.
—Ha sido injusto.
Antes que Adam pudiera decir algo más, fueron interrumpidos tanto por Dana como por Ethan, ambos habían entrado a casa del Caído.
Esta vez Dana volvía a tener sus ojos completamente negros, pero vestía con ropa casual que había sacado del que había sido su departamento, por lo que llevaban jeans y una camiseta blanca que le quedaba ancha. Ethan también vestía casualmente con un pantalón negro y un suéter azul.
— ¿Dana? —Pregunto Lilia, escapando de los brazos de Adam y poniéndose de pie — ¿pero qué demonios…?
—No lo puedo creer —dijo Adam.
—Deberías estar en el mismo infierno —susurro Thomas, bajando con dificultad las escaleras.
Dana sonrió y tomó la mano de Ethan.
—Tenemos mucho que contarles.


FIN

 Por fin hemos llegado al final <3 fue exactamente como lo pense en un minuto. Agradezco a todas las personas que la siguieron y sobre todo a las que comentaban, porque esta historia si que costo que saliera debido a la universidad, asi que les agradezco un monton por su constancia :D Vayan por el epilogo ;)

1 Lectores:

  1. What
    noelia Reyna
    sospeche que era la mamá
    Pero que fuera la reina
    Nunca
    Jajajaja
    Me encanto y que bueno que Eric va a ser feliz

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