Extraña
El sonido de un
celular comenzó con la música de The
Strokes, Is this it; canción que Ethan había elegido para despertar cada
día. Al momento de abrir sus ojos, se dio cuenta que era otra oscura mañana en
Chicago, lo que no fue de su completo agrado, le gustaban los días de sol.
Se levantó de
un salto de la cama y se dirigió al baño mientras se quitaba su bóxer azul
oscuro, quedando desnudo, pensando en todo lo que tendría que hacer hoy. Estiró
sus brazos cuando ingresó a la ducha, haciendo sonar los huesos de su cuello,
estos últimos días había estado bastante tenso por el trabajo y no encontraba
forma de relajarse, ni lo haría, a menos que obtuviera la campaña publicitaria
de Nike.
Mientras el
agua tibia caía por su rostro hasta recorrer todo su cuerpo, mojándolo por
completo, evitó que su cabeza lo llevara a pensamientos que le desagradaban.
Sin embargo cada ciertas noches se despertaba con una incertidumbre; recordaba
haber soñado algo, pero solo eran imágenes vagas que lo dejaban en una historia
sin inicio… ni fin.
Ethan Harris
para quien lo viera, era como cualquier hombre que estaba disfrutando del
éxito. Tenía dinero, mujeres y fiestas; veinticinco años, era guapísimo a la
vista de las mujeres, iba al gimnasio tres veces a la semana por lo que tenía
un cuerpo fuerte y marcado, pero eso quedaba para las mujeres que podían
conocerlo más… profundamente, a simple vista atraía por sus ojos verdes y
profundos, además de su rebelde cabello negro y esa sonrisa característica de
un sinvergüenza que destacaba en su blanca piel, sabía usar sus atributos y sin
duda estaba disfrutando de lo que la vida le había deparado. Ese era el lado A
de Ethan, el que todo el mundo veía, incluso sus amigos comunes y compañeros de
trabajo.
El lado B, era
el que escondía de toda persona que pudiera juzgarlo y llamarlo loco, desde que
había abierto sus ojos cuando era un bebé siempre había visto que estaba
rodeado de personas, pero no fue hasta que él aprendió a hablar, que le informó
a su madre, Helena Harris, de las personas
con heridas o expresiones frías que estaban rondando en su habitación y resto
de la casa; sus padres, ingenuos e ignorantes, pensaron que solo era cosa de
niños, sin embargo este comportamiento siguió hasta llamar la atención de su
madre, a los dieciocho. Ella decidió llevarlo a un psiquiatra, quien le indicó
los medicamentos para evitar estas “ilusiones”
Desde entonces
la frecuencia en la que Ethan veía un alma perdida pidiendo su ayuda, había
disminuido en un ochenta por ciento, aun no podía escapar del todo, pero sin
duda podía vivir solo viendo a un “fantasma”, como los llamaba él, al día o
incluso a la semana. Se negaba completamente a pensar que era un problema
mental, sino que era más bien una habilidad, solo quería dejar de ver espíritus
y aceptaría cualquier mentira para poder llevar una vida normal.
De todas
formas, estos dos lados en su personalidad, hacían que su vida se rigiera en
diferentes extremos, uno que guardaba solo para él y el otro, que hacía que
todo el problema de las almas pasara a segundo plano. Era algo que le había
dado resultado. Sin embargo, nada es para siempre.
Después de
varios minutos de estar bajo la ducha y pensar en mil cosas a la vez, como
usualmente hacía, salió de esta. A diferencia de su habitación, su baño era solo
claridad, completamente blanco, con las corredizas de vidrio, no se arriesgaría
a correr una cortina de baño normal y encontrarse con alguna sorpresa
desagradable, ya había pasado por eso, era todo un maestro para evitar
situaciones extrañas.
Los baños en
sí, no eran de su agrado, trataba de estar el menos tiempo posible en ellos, es
por eso que el de su departamento además tenía que ser apto para sus
requerimientos.
Tomó la pequeña
toalla que había a su lado, ahora ya cubriendo desde su cadera hasta sus
rodillas y miró el espejo que estaba al frente de él. Suspiró y sin poder
evitar los nervios de cada mañana, pasó su mano por el espejo, encontrándose
solo con su reflejo.
Ethan jamás
olvidaría cuando tenía dieciséis años y se había encontrado con alguien más a
sus espaldas, alguien… que no estaba ahí físicamente, nunca había corrido tan
rápido en toda su vida como esa mañana; la mirada de la mujer que esperaba su
ayuda, era tan desoladora que había hecho sentir una ola de escalofríos a Ethan.
Desde entonces los espejos no eran sus mejores amigos, no le agradaba nada que
tuviera reflejos. Era un maniático en este estilo de cosas y lo había aceptado
hacía ya años, incluso sus amigos muy íntimos, sabían de estas condiciones.
Al estar seguro
que no iba a pasar nada malo, siguió con su ritual de cada mañana. Lavarse sus
dientes mirando hacia el lavamanos mientras abría el mueble de un costado,
también de color blanco, que tapaba parte del espejo cuando se abría. Tomó las
pastillas que habían sido recetadas por el psiquiatra hace ya tantos años,
antipsicóticos es lo que necesitaba según todos, incluido él. No perdía sus
dosis cada mañana y noche, hacía un par de semanas se la habían cambiado por
unas más fuertes, lo mantenían más cansado, estado que no sucedía con las
anteriores, pero habían disminuido sus “ilusiones” a una o tres veces por
semana, pero lo habían hecho caer en el hábito de fumar.
Salió hacia su
habitación donde tenía ordenada su ropa de hoy, para su satisfacción, el día
que lo contrataron de inmediato le dijeron que no era necesario usar traje y
corbata, solo que llegara semiformal, era una nueva empresa que había comenzado
hace tres años, dirigida por jóvenes un poco mayores que él. Ni siquiera las
reuniones incluían una vestimenta especial, era su perfecto lugar de trabajo.
Tomó sus jeans
oscuros y la camisa gris con rayas negras, se las puso con rapidez, al igual
que sus zapatillas deportivas Vans negras,
no le gustaban los zapatos. Ya vestido se dirigió hasta la cocina, donde tomó
la taza de café que ya estaba preparada por la cafetera programada.
Su cocina
estaba complementada por todo aparato tecnológico que lo ayudara a que cocinar
fuera más fácil, tampoco era como si supiera hacer algo, todos los días
compraba su cena en el mismo negocio, a seis cuadras de su edificio.
Había elegido
colores también oscuros para su cocina, no le gustaba cuando algo creaba
sombras y los colores blancos de las habitaciones, hacían que se viera un tanto
extraño… realmente él se sentía bastante cobarde y evitaba a toda costa tener
que exponerse a situaciones incómodas y para él, las sombras en muebles
blancos, no eran una opción.
Bebió de su
café, concentrándose en la reunión que tenía en un par de horas, esa publicidad
tenía que ser suya, la comisión por darle en el clavo a Nike, era bastante alta y no le haría nada mal extender su cuenta
bancaria con varios cientos de dólares más. Sin embargo en su mente se cruzaba
este extraño sueño de la noche pasada, era similar a otros que había tenido
pero no podía descifrarlo.
Ethan había
soñado con su ángel custodio desde que era solo un bebé, Dana se había
encargado de estar presente en todas las etapas que él le permitió presenciar. Helena,
rezaba en las noches con Ethan hasta que tuvo dieciséis años producto de las
personas que veía, por lo que hasta esa edad siempre se acordó de su ángel
custodio, el problema fue cuando Ethan dejó de recordarlo. Su ángel pasó al
olvido y ni siquiera ahora podía entender de qué se trataban los sueños que
tenía.
En su memoria
se cruzaban árboles en imágenes muy
claras, además de notar como el cielo se volvía oscuro y la lluvia volvía a
caer. Era lo único que podía recordar y eso lo frustraba.
—Ya basta –dijo
molesto consigo mismo y terminó de tomar su café de un solo sorbo. Rápidamente
se dirigió hasta su estudio donde tenía sus dibujos y planos; estos habían
terminado de ser pintados y preparados para la exposición de hoy, solo un día
atrás.
Ensayó pensando
cómo vendería esta publicidad a los dueños por horas en la tarde anterior,
necesitaba las palabras correctas para poder convencerlos, ahora estaba seguro
que esa campaña sería suya, aun no llegaba la compañía que se negara a que él
fuera el publicista encargado de su éxito.
Guardó los
bosquejos en el porta planos negros de forma circular que su madre le regaló
cuando se graduó y se lo cruzó por su cuerpo. Tomó las llaves de su auto y
antes de salir vio la correspondencia que su madre había enviado ayer, era para
Diego, su mejor amigo, que no era capaz de comunicarse con su propia madre para
saber que aun llegaban cartas a la casa vecina de los Harris. Negó y suspiró al
darse cuenta que tendría que pasar a dejárselas. Vivía dos pisos más abajo.
Era la enésima
vez que repasaba sus líneas mientras bajaba por el ascensor y caminaba hasta el
departamento de Diego y Emma, sus mejores amigos. Al primero lo había conocido
a penas cuando tenía cinco años y luego a la “roba amigos”, como le decía a Emma en un comienzo, que llegó en
plena adolescencia, no se habían separado desde entonces. A pesar de que Emma,
había alejado a su mejor amigo de él, le tenía mucho aprecio y se había
convertido en su verdadera amiga. Ellos eran los únicos que sabían de su
secreto, no hablaban mucho del tema, pero cuando eran niños muchas veces
tuvieron que ayudarlo cuando llegaba corriendo a sus casas, este era uno de los
motivos de ser vecinos en la actualidad, nunca serían capaces de dejarlo solo.
Tocó el timbre
dos veces, pero nadie salía, solo podía escuchar unos gritos. Se apoyó al lado
de la pared, esperando a que Emma se diera cuenta de que había alguien afuera
de su departamento escuchando lo que discutían.
— ¡Pero cómo
has podido traer a una desconocida a la casa! –Ethan frunció el ceño al
escuchar aquello
“¿Qué había hecho ahora Diego?” pensó
Ethan.
—Llego de turno
y mira lo que has hecho, esto es imposible –le gritó ella a Diego al otro lado
de la puerta.
Turnos, Ethan
aun no podía entender cómo era posible que ambos vivieran de esa forma, uno a
veces tenía turno de noche mientras el otro dormía en su departamento, o al
revés, simplemente debían estar muy unidos como para soportar ese estilo de
vida. Ambos le respondían de la misma manera cuando él expresaba estas dudas.
—No
será por más de tres años.
Cada uno estaba
terminando su internado de medicina, solo les quedaba este año, aun así
discutían bastante por la frustración y ritmo que llevaba su diario vivir.
—Solo unos
meses más –susurró Ethan mientras volvía a tocar el timbre. Miró su celular
para constatar la fecha, estaban a veinticinco de octubre; comenzó a ver su
agenda para entretenerse, pero en ese momento Emma se acercó y abrió la puerta
sin siquiera saludarlo, se dirigió de nuevo hasta donde se encontraba Diego,
listo con su traje gris, su bata y maletín. Sonrió al darse cuenta que los
planes de su amigo eran dejarle un problema de último minuto a Emma.
Emma era una morena
de ojos azules, era simplemente hermosa, su cabello llegaba hasta varios
centímetros bajo sus hombros y tenía un flequillo que hacía ver su ojos más
profundos, adornando ese hermoso rostro, de tez blanca, lo que hacía destacar
aun más sus ojos azules; parecía una verdadera muñeca. Al igual que Diego y Ethan,
ella acudía al gimnasio, ya sea con su novio o su amigo, dependía del hospital,
es por eso que tenía un cuerpo firme y
curvilíneo, era lo que todo hombre
desearía en el mundo, sino fuera por su pésimo carácter. Era una mujer que se
guiaba por las reglas, cumplía su palabra y era correcta, muy estricta, pero
también muy amable, eso mismo esperaba de los demás, cosa que su novio no hacía
habitualmente, siempre cambiaba sus planes y era más espontáneo, es por eso que
siempre discutían, pero se amaban, ninguno podría vivir sin el otro.
Diego Benson,
más alto que Ethan, quien media metro noventa, cabello castaño muy corto, ojos
oscuros, era musculoso y muy pocas veces no sonreía, tenía un corazón de oro y
un cerebro increíble, amaba su profesión y lo único que amaba más, era a su
novia Emma, a pesar que tuvieran desacuerdos, como el que estaban teniendo
ahora.
Ethan atravesó
el pasillo de entrada hasta que llegó a la gran sala, la que era iluminada por
amplios ventanales por el lado de al frente, exactamente como la suya, pero
este departamento parecía un hogar, le gustaba pasar tiempo con los chicos, más
que en su departamento, donde se encontraba solo, aunque eso no pasaba seguido,
siempre podía conseguir una chica con la que pasar la noche… y no durmiendo
exactamente.
— ¡Tu amigo!
–Dijo Emma dirigiéndose a Ethan, ya estaba instalada en su pijama color rosa
–ha traído a una desconocida de la calle ayer por la noche y ahora me la quiere
dejar para que me haga cargo.
—Emma, tenía
que ayudarla… la vi en el suelo mientras llovía, ya te lo he dicho mil veces,
ahora me debo ir –Diego aun no podía dejar de estar sorprendido por la
situación de esa chica, su espalda toda manchada con sangre.
—Hay hospitales
–dijo Ethan, confundido por lo que había hecho su amigo, a veces podía ser muy
ingenuo –a todo esto, buenos días –dijo sonriendo y sentándose en unos de los
sofás violetas, dejó el cojín blanco invierno sobre sus piernas mientras miraba
la discusión. Diego y Emma estaban casi tirando chispas de rabia.
—Tú cállate –le
dijo Diego a Ethan, sus músculos incluso intimidaba a este último. Se le podía
notar las venas en su piel blanca, a nivel del cuello y frentes, estaba
furioso.
—Ethan… ven –le
pidió Emma –debes verla por ti mismo, esta con una túnica blanca en nuestra
habitación de huéspedes –él se puso de pie, sonriendo al escucharla.
—A pesar de que
luce bastante tentador ver a una chica solo con una túnica puesta, yo me debo
ir, solo te vine a dejar esto –dijo levantando la correspondencia a nivel del
rostro de Diego –llama a tu mamá, de esa forma la mía no me envía tus recados.
— ¿Ahora tú me
vas a regañar? No me da el tiempo de llamarla –Dijo Diego arrancándole las
cartas de la mano a Ethan –lo último que me faltaba –bufó molesto y tiró las
cartas sobre el sofá.
—Yo me retiro,
espero que el par de doctores no sigan haciendo un berrinche por lo que sucede,
se escucha hasta afuera.
Ethan se retiró
con una seña que era usual en él. Llevar dos dedos a su frente y despedirse
como si fuera cualquier jovencito de una película de milicia. Sin más
desapareció de la vista de sus amigos, preguntándose ¿Quién demonios era la
chica de la túnica?
Dana había
estado mirando como los humanos, Diego y Emma, discutían desde hacía ya una
hora. Sin embargo su atención se perdió y dio varios pasos hacia atrás cuando
vio, por el espacio que le proporcionaba la puerta, que Ethan entraba en
escena. Pudo sentir como su corazón latía con una fuerza que no sabía poseer…
aun no se acostumbraba a tener un cuerpo humano, se le hizo muy raro tener que
ir al baño a orinar y no pudo evitar reír cuando lo hizo, se sentía raro.
Retrocedió
tanto que volvió a caer a la cama, donde mordió su lengua para no gritar de
dolor. Aun tenía las marcas de sus heridas al nivel de su espalda, estaba
segura que se sentiría mucho mejor en un par de horas, estas ya no sangraban.
Miró asustada
la puerta esperando encontrarse con Ethan en cualquier segundo, no estaba
preparada para decirle lo que era, menos para decirle su misión, era peligroso.
Él tenía un carácter muy complicado y sabía que la mandaría a volar en cosa de
segundos si se presentaba. Lamentaba tanto que él no fuera capaz de recordar sus
sueños, tenía que eliminar esas pastillas para la cabeza que le habían recetado
hace años… pero antes, debía salir de aquí e ir por Adam Foster, no tenía idea
de dónde buscar pero lo más probable es que su intuición la ayudara, sabía de
ciertos lugares en esta ciudad donde se reunían cierto… tipo de ángeles.
— ¡Ya vete! –le
gritó Emma enojada; Dana la conocía porque era la humana de Quentin, quien
pasaba más de un dolor de cabeza, ella aun recordaba cada noche o mañana, según
sea la hora de dormir, de rezar por su ángel custodio. Era la única de los tres
que aun recordaba tenerlo.
Dana solo
escuchó el sonido de la puerta, un gran y glorioso portazo, digno del final de
una horrible discusión. Ella sintió como se formaba un nudo extraño en su
garganta, se sentía de una forma que no podía definir al ser causa de que Diego
y Emma, que se amaban tanto, discutieran por su culpa. Lamentaba ser una
ignorante referente a las nuevas sensaciones y sentimientos que la estaban
abordando, no las podía identificar.
Los
ángeles están muy conectados con sus humanos, es por ello que las sensaciones
desagradables o sentimientos negativos, no son usuales en ellos, no saben del
miedo o de la lujuria, son cosas que no se le otorgaron porque podían
interferir con sus propios humanos. En el caso de Dana y el resto de los
ángeles, jamás habían sentido miedo porque nada los preocupaba de esa forma ya
que sabían que si su humano se guiaba por el camino del bien, todo saldría de
igual forma. Sin embargo, esa situación no seguía ocurriendo en la tierra, Dana
había sido lanzada a un torbellino de nuevas experiencias sin previo
entrenamiento como se hizo en el pasado, con otros ángeles.
Su mente volvió
a la tierra cuando escuchó unos suaves golpes a la puerta. De inmediato Dana se
escondió en la cama, cubriendo la “extraña” vestimenta que traía según los
humanos. Ella no sabía nada de moda, ni nunca le había importado, quería
agradarles a los demás, sobre todo a Emma, que la había ayudado, pero no sabía
cómo.
—Adelante
–respondió con un susurro. Cuando Emma abrió la puerta, no esperaba encontrarse
a una chica tan hermosa…y con una expresión de absoluto miedo, detrás de las
sábanas.
Para los
simples ojos humanos, aunque sean femeninos, Dana llamaba la atención, sus
grandes ojos color miel eran lo primero que atrapaban además de su cabello del
mismo color, su piel blanca lucía muy suave y sin ningún defecto o
característica, como tener la nariz un poco torcida o tener cejas pobladas,
nada, su nariz era respingada y sus
cejas parecían recién hechas por un especialista, sus labios carnosos y sus
dientes perfectos. Su cuerpo seguía con las mismas características, su piel no
tenía ni un solo lunar o cicatriz, era muy blanca y solo destacaban sus firmes
pechos de un tamaño adecuado y proporcional a su metro setenta y cinco de
estatura y a sus cincuenta y ocho kilos de peso, lo mismo sucedía con su
trasero. Simplemente había sido creada por ángeles, ninguna definición sería
más perfecta.
Emma aun no se
podía creer que Diego trajera a esa chica a su departamento, era tan hermosa y
esa mirada de niña solo causó una ternura en ella, su enojo se fue de
inmediato. Miró a Dana que estaba sentada en la cama, esperando a ser atacada
por la loba que cruzaba la puerta. Emma se sintió mal por provocar que la chica
se asustara.
—Buenos días,
soy Emma… –utilizó su mejor tono y se acercó a la cama, donde se sentó y estiró
su mano derecha, la que fue estrechada con fuerza por parte de Dana — ¿Cómo te
llamas?
—Dana
–respondió de inmediato, Emma se dejó sorprender unos segundos por su hermosa
voz.
— ¿Dana… qué
más? –ella no sabía que más responder.
“¿Cómo que más?... ¡Un apellido!” Ella
necesitaba un apellido y no se le había ocurrido antes de lanzarse del
edificio. Miró hacia los lados asustada, hasta que vio un cuadro religioso
pintado con óleo, donde destacaba un cruz dorada… justo lo que necesitaba.
—Dana Cross –Emma
asintió al saber que por lo menos esta desconocida… tenía nombre y apellido.
— ¿Recuerdas lo
que pasó?
—Sí, caí del
edifico cuando corté mis alas, necesitaba ser humana –no pasó ni un segundo
cuando se arrepintió de decir aquello ¿en qué estaba pensando? ¡La iban a
mandar a esas casas donde enviaban a las personas con un trastorno mental!
— ¿Qué? ¿Te
caíste de un edificio? ¿Alguien te trató de hacer daño?
—Si –no supo
que más responder. Por primera vez Dana estaba mintiendo y no se daba cuenta.
— ¿Qué hacías
en ese edificio? ¿Vives ahí? ¿Te arrojaron desde tu departamento?
—De la azotea
–dijo Dana sin saber qué más inventar, no tenía la capacidad de mentir y crear
historias increíbles… jamás había tenido esa necesidad, pero sin duda había
tenido un buen maestro. Ethan Harris jamás en su vida había sido castigado,
solo por su capacidad para mentir… aun Dana no podía creer de cómo el Sr.
Harris y luego solo su madre caían en sus historias –un gato en la azotea –dijo
ella sin poder controlar el pánico que sintió por la mirada de Emma –le tengo
miedo a los gatos y caí de la azotea porque vi uno… perdí el equilibrio –ya
prácticamente no estaba respirando, su estómago estaba rugiendo y sus manos
temblaban, no sabía qué le pasaba.
—Malditos
gatos, bueno, yo como Diego soy prácticamente médico, así que ¿me dejas
examinarte? Él dijo que tenías unas heridas en la espalda.
—Claro –ella se
giró, sin más se deshizo de su túnica con una naturalidad que demostraba que no
sentía vergüenza de mostrar su cuerpo; ella no tenía pensamientos de ese
estilo, los que podrían tener algunas personas al verla desnuda, a pesar de
haber sido el ángel de Ethan, quien tenía una mente muy peculiar ella no se
daba cuenta de cómo podía llegar a ser un humano, siempre había visto a
personas buenas rodeando a Ethan.
—No puede ser.
Cuando Diego le
describió las heridas a Emma, ella se las imaginó tal cual como él las había
visto. Sin embargo cuando Dana dejó expuesta su espalda y Emma pudo sacar las
gasas que había usado Diego, solo se encontró con dos cicatrices de unos veinte
centímetros, tenían un color rojo superficial muy marcado.
— ¿Cuánto te
hiciste estas heridas? –preguntó estirando la piel por la parte baja, lo que le
provocó dolor a Dana. Podían no lucir como feas heridas, pero por dentro
desgarraban su alma.
—Ayer… cuando
caí –Dana podía sentir como su frente se perlaba de sudor, tenía demasiadas
sensaciones que jamás en su existencia había tenido, estaba abrumada.
—Aquí solo
tienes dos cicatrices, nada más ¿te duele? –Emma volvió a tocar.
—Un poco
–mintió –pero pasará en un par de horas, no te preocupes –ella se calló cuando Emma
le entregó su túnica.
—Bien, esto es
extraño, Diego me había dicho que sangrabas anoche.
—Debieron ser
solo un par de rasguños.
Sin duda alguna
esto llamaba la atención de Emma, pero estaba tan cansada por el turno de
noche, que solo quería dormir un poco.
— ¿Tienes
hambre?
Dana se quedó
pensando, no sabía cuál era la sensación de tener hambre.
—Mira, te
puedes quedar a descansar otro poco acá, aun es temprano y los taxis están
todos colapsados a esta hora, así que vamos a tomar desayuno, me hablas me de
ti y luego te puedes ir ¿sí? –Dana sonrió como si fuera una niña de cinco años
recibiendo la última edición de su juego favorito.
— ¡Muchas
gracias! –Dijo tomando las manos de Emma –gracias, gracias por tu amabilidad
–ella conocía a Emma y sabía que su carácter no era para ser tan buena
samaritana… fuera del hospital. Miró al cielo y pensó que esto era ayuda por
parte de Quentin, aunque nadie podía interferir en el libre albedrío de los
humanos.
—Está bien,
tranquila… —alejó sus manos cautelosamente de la chica que tenía al frente –te
traeré algo de ropa, medimos parecido ¿no?
—De nuevo,
muchas gracias, no me cansaré de decirlo.
Dana siempre
había destacado la bondad en algunos humanos, cosa que ya no se veía con
frecuencia; le gustaba espiar por las calles cuando una persona ayudaba a otra
desinteresadamente, antes se veía con más frecuencia… ya no.
Dana miró su
reflejo en la baño y pasó sus manos por sus jeans color caqui que traía, además
del suéter del mismo color. Jamás había sentido realmente como era esta ropa y
estaba encantaba. Sonrió al ver como lucía.
Realmente el
color no le quedaba y la ropa era un tanto ancha, Emma no se arriesgaría a
pasarle algo de su hermoso ropero, así que tuvo que rebuscar algo que
arriesgaba a perder.
—Bien… no es tu
color, pero es algo que te queda –dijo Emma sonriendo, realmente mirando cada
expresión que tenía la tal Dana, lucía como si recién estuviera despertando de
un coma de mil años — ¿Qué edad tienes?
—Ahmm… —ella
tampoco había pensado en una edad, si le decía la real, lo más probable es que
se riera, tenía cientos de años humanos y aun no entendía que esos años no la
estaban ayudando, se estaba comportando como un bebé, necesitaba a Adam Foster
con urgencia –veintitrés –dijo un tanto dudosa, había visto a chicas de esas
edades y aseguró que podía estar en ese rango de edad –si, esa es mi edad.
—Te ves más
joven, bien por ti… ahora vamos a comer que estoy hambrienta.
—Está bien
–avanzó y sonrió al sentir la textura de los calcetines que le habían entregado
y de las zapatillas deportivas que le habían pasado. Cuando Emma la dejó sola por un segundo,
aprovechó de sacar la daga de su túnica y guardarla en su pantalón, se sentía
incómoda sin ella.
Ambas se sentaron
a comer, Emma había hecho unos huevos, además de tener diferentes cosas dulces
en la mesa, su hobbie era la repostería, cosa que Diego amaba de ella.
—Prueba estos cupcakes de vainilla –Dana tomó uno y lo
mordió, nerviosa de sentir por primera vez un sabor en su boca. Fue como un
nuevo amanecer.
Cerró sus ojos
cuando sus papilas gustativas tuvieron contacto con ese sabor dulce tan
exquisito, podía sentir como se pegaban las chispas de chocolate en su paladar,
las que retiró con su lengua. Nunca en su vida había comido… y era lo más
maravilloso que jamás había imaginado.
—Wow… parece
que te gustó –Emma sonrió emocionada al ver la expresión de su compañera de
desayuno, realmente parecía gustarle mucho.
—Es…. Es
maravilloso –volvió a morder el panecillo, dejando que el sentido del gusto
enviara nuevos sabores en su paladar –Mmm…
—Aquí tienes un
poco de café –ella miró la taza un poco reacia al ver que Emma la llenaba. Ethan
en las noches tomaba mucho de ese líquido para no dormir y poder trabajar, sus pupilas se dilataban por
el exceso. Sin embargo, se vio tentada a probar lo que su humano bebía.
Tomó un sorbo
del café y se sintió desfallecer, ahora sabía el motivo del por qué Ethan era
adicto. Era simplemente sabroso y hacía que su cuerpo no tuviera frío en este
día.
—Veo que te
gusta comer ¿no? –dijo Emma sonriendo al ver que la chica disfrutaba cada cosa
que entraba a su boca, si supiera que estaba alimentándola por primera vez le
hubiese dado un ataque –mira –se puso de pie emocionada y llegó hasta el horno,
donde tenía escondido unos panecillos, los había hecho de un sabor nuevo que no
se atrevía a dar a Diego –no sé qué te parezcan estos, los inventé… yo probé
uno y me gustaron, pero no sé…
— ¿Puedo? –dijo
Dana ilusionaba por sentir un nuevo sabor. Emma se emocionó al ver la actitud
de su invitada, ya no la consideraba un estorbo. Dana estaba ciertamente muy
emocionada por compartir de esta forma con Emma, pero también estaba contenta
por estar distrayéndola, era más fácil que estar inventando respuestas.
—Claro que si,
debes ser sincera… no me mientas –Dana frunció el ceño, pensando que la
posibilidad de mentir para ella estaba negada… a pesar de haberle mentido a Emma
y no haberse dado cuenta. Aun no entendía que no seguía siendo un ángel
cualquiera.
—Mmm…. –dijo
fascinada de nuevo al sentir ese sabor tan exótico, una mezcla agridulce que
hacía que desearas comer más –deberías dedicarte a esto, realmente se te da
maravillosamente.
—Eso sería
imposible, mi padre me mata… después de haber estudiado tantos años medicina,
terminar siendo repostera no es una opción.
—Pero se nota
que te hace feliz –Emma miró un poco triste los cupcakes, era cierto que se entretenía mucho más haciendo pasteles
que atendiendo pacientes en el hospital, pero no había vuelta a ese tema, su
familia jamás le permitiría tomar esa decisión.
—Me alegro que
te hayan gustado.
Pudieron seguir
tomando su desayuno, Dana probó de todo lo que había en la mesa y Emma estaba
fascinada con las maravillosas opiniones que tenían sobre su forma de cocinar.
Pasaron alrededor de dos horas en esa dinámica hasta que el cansancio se
apoderó de Emma, lo que hizo que Dana pusiera mayor atención a lo que pasaría
después.
—Bueno, ha sido
un gusto –dijo ya en la puerta del departamento.
—Debes venir a
vernos de nuevo, me agradaste mucho –esas eran palabras sinceras por parte de Emma.
—Muchas gracias
por tu hospitalidad y siento haber causado tantos problemas ¿sí? No quería que
discutieran.
—Oh no te
preocupes, con Diego somos así, es como si prácticamente me trajera personas
desconocidas todos los días –Dana no pudo evitar reír ante las palabras de su
nueva amiga.
—Bueno, adiós y
de nuevo, muchas gracias –Emma se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla,
le dejó algo de dinero en su mano ya que era obvio que no tenía nada para
volver a casa.
—Nos vemos, Dana
Cross.
Se quedó
mirando como la extraña se metía en el ascensor y observaba un tanto asustada
los números, tomó aire y presionó un botón como si fuera todo un reto.
—Extraña, pero
agradable –asintió Emma, cerrando la puerta de su departamento y corriendo
hasta la cama matrimonial, donde se escondió, deseando que Diego llegara
pronto, odiaba estar peleada con él.
Las puertas del
ascensor se abrieron y salió Ethan con su ego por las nubes, acababa de cerrar
la cuenta con Nike y estaba seguro
que una gran comisión iría a su cuenta bancaria. Sonrió internamente y entró a
su oficina, sin antes dedicarle una mirada seductora a su nueva secretaria, con
la que hacía ya tres días se había acostado, en el sofá de su propia oficina… Zoe,
era su nombre. Estatura promedio, delgada, blanca con ojos marrones, igual que
su cabello, cuidaba su cuerpo a través de su dieta y de diferentes actividades
físicas que la mantenían con un cuerpo ejemplar.
—Sr. Ethan
¿Cómo le fue? –sus ojos brillaban por ver al guapo publicista, era tan
simpático y extrovertido, era imposible no caer ante sus encantos.
— ¿Cómo crees Zoe?
Perfecto como siempre –volvió a dejar expuestos sus blancos dientes, al mismo
tiempo que sus ojos se cerraban, siempre sonreía de esa forma… cuando estaba
realmente contento y eso pasaba solo con su trabajo.
Se relajó sobre
su sillón de cuero y giró un poco para poder ver como las primeras gotas del
día comenzaban a caer; el otoño se había adelantado.
Dana miró hacia
afuera desde el taxi, ya había dado las indicaciones necesarias para poder
llegar donde Adam Foster. Sonrió al pasar por las afueras del edificio donde
trabajaba Ethan, esperaba que le fuera bien en la presentación de hoy.
—Srta.… es aquí
–dijo el chofer indicándole el lugar que ella deseaba ir. Era un nuevo
edificio, un pub/discoteca para ser específicos, por las noches se dedicaban a
ir jóvenes a bailar y más de alguno dejarse llevar por sustancias ilícitas, el
lugar que ningún ser oscuro pensaría que viviría un ángel, según Dana.
—Muchas gracias
—ella pagó con el dinero que Emma le había entregado antes de salir.
En el pasado
había escuchado el nombre de Adam Foster, un ángel caído que no había decidido
bando alguno, pero de todas formas ayudaba a quien se lo pidiera, no sabía como
él podría ser beneficioso para ella, pero decidió seguir las ordenes de Eric y
ubicarlo.
— ¿Disculpe?
–había un hombre muy alto y musculoso de piel morena y ojos brillantes, que
sonrió al ver a la hermosa joven que pedía su atención, dejando expuesta la
blanca dentadura que poseía. Vestía con jeans y camiseta negra, que tenía
estampado el nombre de local, “Lucifer” de color rosa.
—Aun está
cerrado, guapa –ella sonrió por el piropo que ese humano le había dado, jamás
pensó en algo extraño. Él la quedó mirando sin vergüenza, sonriendo de una
manera perversa al imaginarse a esa chica en situaciones nada decentes.
—Necesito
hablar con Adam Foster ¿es eso posible? –sonrió de nuevo, de esta forma logró
que el humano la mirara de una nueva forma, vio lo tierna e ingenua que lucía y
a pesar de que sus pensamientos poco honestos seguían ahí, su actitud hacia
ella había cambiado.
—No sé si
quiera hablar contigo –ella pensó unos segundos, debía ganarse la amabilidad de
este hombre.
— ¿Cómo te
llamas? Yo soy Dana –dijo estirando su mano hacia él.
—Sam –estrechó
su mano. Sam ya era un caso perdido, había caído en las redes de Dana –bueno,
veré si puedo comunicarme con el Sr. Foster ¿de parte de quien vienes?
—Solo dile que
de Eric –el guardia asintió e ingresó al local, dejando expuestas las luces de
diferentes colores que se movían al ritmo de la música. Estaban arreglando todo
para la noche.
Dana, con la
poca paciencia que la caracterizaba también ingresó al antro después de
segundos que Sam lo hiciera; se llevó una gran sorpresa al ver la elegancia del
lugar, era mejor de lo que esperaba.
El local “Lucifer”
estaba ahí desde que todo el mundo tenía memoria, se iba renovando y adecuando
a cada década que traía consigo nuevas modas y nuevas exigencias por parte de
los usuarios, jóvenes sin control de la noche. Era caro y un tanto exclusivo,
no de los mejores, pero sin por donde todos tenían que pasar. Lucifer era parte de la cultura de
Chicago.
Dana apoyó sus
manos en la orilla del amplio balcón que había, debajo de ella estaba la pista,
en el centro estaba una gran barra circular y por las orillas estaba con
diferentes sofás, era amplio y mucho más llamativo de lo que ella esperaba. Le
llamaban atención las luces y la música, ella jamás había entrado a un lugar de
estos… dejaba solo a Ethan cuando iba detrás de mujeres.
— ¡Ey! ¡¿Qué
hace alguien como tú aquí?! –ella saltó ante el grito que le dieron. Se giró
para ver al portador de ese saludo tan mal educado.
—Buenos días,
soy Dana y Eric me ha enviado a buscarte, eres Adam Foster ¿no?
El hombre con
rapidez subió las escaleras y se acercó a ella, mirándola precavido. Dana puso
atención al que sería su próximo guía. Era de unos dos metros de altura,
mientras que su piel morena parecía brillar bajo las luces que había en el
lugar. Tenía unos ojos brillantes de color marrón y parecía tener un carácter
de los mil demonios, lucía tener unos treinta años. La intimidó un poco. Vestía
con jeans negros y una camisa blanca, además de usar una casaca de cuero color
negro, se veía peligroso.
—Sam… vuelve a
tu puesto –dijo de mala forma al guardia.
—Muchas
gracias, Sam –Dana le dedicó una sonrisa y él se dio por pagado, molestar a Adam
no era algo placentero.
—Bueno,
claramente tienes el rostro de un ángel, pero nada de eso me asegura que no
eres un lobo vestido de oveja ¿no?
—Por supuesto,
lo siento –ella de inmediato sacó su daga del bolsillo y se la mostró, era su
única prueba y evidencia de que participaba de los ángeles.
— ¡Guarda eso!
–Adam miró asustado hacia los lados, durante estos eternos años en la tierra,
había aprendido que no se debe confiar en nadie.
—Lo siento, es
para que confíe en mi palabra –él rodó los ojos y negó por el comportamiento
del ángel.
—Si vueles a
hacer algo así, yo mismo me encargaré de que Eric te venga a buscar, ahora ven
conmigo –se giró y bajó las escaleras, de inmediato Dana lo siguió emocionada
porque le dijera que tenía que hacer y la guiara con lo básico, su verdadera
emoción estaba en que cada segundo que pasaba con Adam, era un segundo menos
para poder estar cerca de Ethan.
—Solo debía
verificar tu autenticidad, Eric me avisó anoche que llegarías –ella no tomaba
atención a sus palabras, estaba atenta a los sofás color rojo, al bar que
estaba al centro del lugar, un chico que jugaba con las botellas sonrió al
verla y ella no pudo evitar responderle –atenta, niña –vio como chasqueaba los
dedos frente a ella y volvió a tomar atención en Adam.
—Lo siento.
—Entra –dijo de
forma brusca, abriendo de igual forma una puerta de metal con una flor de lis
al medio. Ella sonrió al darse cuenta que estaba en el lugar correcto y con la
persona adecuada para ayudarla.
La oficina
tenía un color oscuro, las paredes tenían un color parecido al rojo oscuro, con
diferentes signos de protección. Estaba alfombrada también de esa tonalidad; al
costado izquierdo de Dana, a un par de metros, se encontraba el escritorio de Adam,
mientras que a su costado derecho, había una librería adherida a la pared y un
sofá bastante amplio. Al centro había una gran chimenea de ladrillo color rojo.
—Toma asiento
–dijo él sentándose detrás de su escritorio, en un sofá negro, pero ella
decidió que el sofá más grande… no debía estar muy limpio, así que se dirigió
hasta la chimenea, tenía un poco de frío —¿así que enviaste una solicitud? –sus
hombros pesaron cuando escuchó esas palabras, había sido tan tonta y poco
eficiente.
—No… corté mis
alas –Adam comenzó a reír cuando escuchó el camino que había elegido Dana. Años
que no escuchaba que alguien llegaba así.
Ella tomó
atención en su expresión cuando rio, se veía más joven.
–Por lo menos
sabemos que tienes agallas ¿no?
—Eric me dijo
que viniera contigo, eres un Principado y puedes ayudarme ¿no? No conozco el
lugar y…
—Wooow… para
ahí, pequeña angelito –Dana frunció el ceño cuando la llamó de esa forma, no le
había gustado, ya que le traía recuerdos innecesario para esta época de su existencia
–si no te habrás dado cuenta, no soy ningún ángel.
—Pero la flor
de lis está en la puerta, además que en la hebilla de tu cinturón, es el
símbolo de los ángeles Principados… tú estás aquí para guiar a los demás hacia
Él ¿no?
Adam suspiró y
negó ante las palabras de Dana, hace ya mucho tiempo no llegaba un ángel
ingenuo a hablarle de cosas que él había olvidado hacía ya décadas. No tenía
ganas de soportar miradas extrañas o frases cursis para que volviera al camino
correcto.
—Diremos que ya
no me dedico a ese tipo de negocios.
— ¿A qué te
refieres? ¿Es qué acaso eres un ángel caído? –ella de inmediato sacó su daga
del bolsillo, tomando una postura bastante débil si deseaba atacar. Tenía
entendido que él podía ser un ángel caído, pero esperaba que Eric la enviara a
donde alguien que pudiera ayudarla, así que actuó por instinto.
Adam la analizó
y describió que esto no sería trabajo fácil.
— ¿Qué eres tú?
¿No te caíste al cortar tus alas? Lo primero que debes entender es que todo
ángel que está en la tierra, es un ángel caído, que se cambien al lado oscuro,
ese es otro tema. Ahora deja esa daga y cuéntame cuál es tu rango ¿un Arcángel?
¿Un Principado?... ¿o un Protestade?
Los ángeles
estaban divididos en tres coros, Dana estaba en el tercero, al igual que Sophia y Quentin; a ese nivel se encontraban
los Ángeles Custodios, como Dana, los
Arcángeles que luchaban contra
demonios y Principados que se
encargaban de guiar a los humanos al camino de Dios, ya sea en la tierra como
seres no visibles o desde la tierra de sus pares y estaban representados por la
flor de lis.
En el segundo coro, se encontraban los Potestades que trabajaban desde las
estrellas, con otras especies de un nivel superior a la de los humanos; Virtudes, que son el tipo de ángeles que
ayuda con los milagros, además de luchar con seres oscuros que los arcángeles
no pueden eliminar y los Dominaciones,
aquí se encontraba Eric, vestían con armadura y espada, encargados de guiar y
de proteger.
Finalmente en
el Primer Coro, a quienes Dana nunca
había visto porque eran compañeros de Dios, ahí estaban los Tronos, Querubines y Serafines,
todos complementados de sabiduría y conocimientos, pero estos últimos eran los
más destacables, ya que los Serafines poseían tres alas, escondían su rostro,
eran los encargados del amor, la luz y el fuego, todo ángel esperaba algún día
alcanzar ese nivel de conocimiento, sabiduría y sobre todo fe, lo que ayudaba
alcanzar sus alas.
—Entonces… dime
¿Cómo obtuviste tus alas? ¿Hiciste algún milagro o algo por el estilo?
—Qué blasfemia…
solo Dios puede realizar milagros, Adam Foster –era segunda vez que Dana
fruncía el ceño en el mismo día.
—Entonces las
obtuviste por fe, nada entretenido, ahora dime ¿en qué rango estás tú?
—Soy un ángel
custodio –la boca de Adam se abrió levemente.
— ¡Sabía que
había una trampa en esto! ¡Maldito seas Eric! –Gritó hacia arriba, dejando a Dana
en shock por el atrevimiento –mira, eres como un bebé rodeada de lobos, no
puedo ayudarte, mejor vuelve a donde debes estar.
—No… —ella
comenzó a negar de inmediato.
—Ni siquiera
sabes usar esa daga, estoy seguro que ni siquiera la has tomado más de dos
veces.
— ¡Cuatro! –le
aclaró ella.
— ¿Y has matado
algún ser oscuro? –de inmediato negó, esperaba nunca tener que hacer algo como
eso. Ella no tenía la capacidad de hacerle daño a alguien, ni siquiera se le
había pasado por la mente.
El corazón de Dana
comenzó a latir con fuerza ante la posibilidad de volver a la tierra de los
ángeles sin haber ayudado a Ethan, esa no era una opción, ella había luchado y
entregado por completo a esta misión, muchas personas podrían ser ayudadas si Ethan
volvía a encontrar el camino, además del hecho que ella podría verlo, saludarlo
e intercambiar palabras. No iba a permitir que un ángel caído con pésima
actitud viniera a decirle lo que tenía que hacer, menos si la miraba en menos, era un ángel, pero no era
tonta.
“¡No soy ningún bebé!” pensó, decidida a
convencer al ángel caído.
— ¡No me iré de
aquí a menos que tú me ayudes y me importa un comino si debo venir aquí diariamente
a hablar contigo! –sus manos se volvieron puños, no tenía idea de lo que estaba
haciendo, ni porque estaba usando ese tono de voz, pero por lo que podía
identificar, estaba enojada, por primera vez en sus cientos de años de
existencia — ¡no me importa si no comprendes lo que es ser un ángel custodio,
pero para nosotros nuestro humano es lo más importante y créeme… si fui capaz
de cortar mis alas por él, soy capaz de hacer cualquier cosa!
Adam la quedó
mirando unos segundos, parecía una gatita maullando más fuerte, pero sin duda
las palabras que dijo calaron en lo más profundo de su latiente corazón. Le
recordó cuando él era un joven ángel que se permitió caer en la única
prohibición que hay para un ángel custodio… enamorarse de su humano, pero a
diferencia de él, esta chica parecía que había elegido actuar y no llevarse el
secreto por una eternidad.
— ¿Eric está
enterado de que estas enamorada de tu humano? –todas las fuerzas de Dana se
fueron abajo por lo que había dicho, incluso dejó caer la daga al suelo.
—Eso… no puedo
hablar de eso –dijo rápidamente, lo que hizo sonreír a Adam.
—Te informo que
tendrás que aprender a mentir rápido, debes ser astuta y “no puedo hablar de eso” no estará permitido para más adelante.
— ¿Eso quiere
decir que me ayudarás?
—Eso quiere
decir que…
Antes de que Adam
pudiera contestar, la puerta de su oficina se abrió con fuerza tras la patada
que recibió. Ahí apareció un hombre un poco más bajo que Adam, vestido con
pantalones de color negro y una camisa del mismo color, junto con un abrigo
gris. Piel blanca como la nieve y un rostro de niño, de cabello corto y castaño
claro.
— ¡Gabriel! –Dana
sintió escalofríos al escuchar ese nombre. Se giró a verlo y pudo verificar que
era él.
—Gabriel…
—susurró mirando sus ojos dorados.
—Dana…
Su corazón
latía con fuerza al ver después de tanto tiempo el rostro de su arcángel
favorito, amigo y… algo más cuando aun ni siquiera existían los padres de Ethan.
Era él… su ángel caído que había elegido el lado oscuro. Él que los había
traicionado.
—Tanto tiempo
–sonrió, mostrando sus blancos dientes y sorprendentes colmillos de vampiro.
¡chan chan chan! Hola pequeñas mariposas *-* wwiii espero que les haya gustado nuestro Ethan *-* a mi me encanta, supuestamente no iba a poner a nadie para que se lo imaginaran solas... pero por las cosas de la vida llegó a mi una foto y fue el destino, este hombre, Jamie Dornan es mi Ethan *-* espero que les haya gustado, a quien esta leyendo por primera vez la historia, muchas gracias, para quienes la leen otra vez y asi meterse a los personajes, mil gracias tambien por permitir este cambio ;D
Ahora, como no quiero ir a estudiar todavia, ire a contestar los comentarios del capi pasado, las respuestas no llegan a sus correos, sino que quedan debajo del comentario correspondiente.
¡Espero que esten y muchas gracias por leer pequeñas mariposas! Esto es siendo mucho muy entretenido ejjejejje
Próxima Actualización: Sábado 9 de Marzo
hahhahah se me hace tan facil leer esta historia con los nuevos nombres *__*
ResponderEliminar*-* eso me emociona tanto! :D gracias por leer!
Eliminarque bien me encanto
ResponderEliminargracias por leer!
EliminarDemonios, Danii eres maravillosa, insisto es como leer algo nuevo y me absorbe de tal manera que casi me da un paro cuando entró Gabriel. Y luego están los chicos (Emma y Diego) me encatarón y me parecen más adecuados que cuando fueron E y R. Y sin dejar de lado a Ethan es un bombón, hasta me lo imagine en la ducha, mmm...
ResponderEliminaraaaaaaaaaaay que emocion que te haya gustado. A mi tambien me acomoda mucho mas diego y emma, es agradable :D espero que el otro capi tambien te guste, hay mas de gabriel
EliminarHello!!!
ResponderEliminarLa verdad esq pensé q iba a ser muy raro leer esto así pero a sido un paseo agradable, me gusta más así, me es fácil imaginarme a los personajes y este Ethan no esta nada mal.
Un beso y nos seguimos leyendo!
hola!!
Eliminarme alegro que se te este haciendo facil :D gracias por leer. Yo amo a ethan!! xD
Hola! Aún acostumbrándome a los nombres.....pero todo va genial, como ya pensaba esta es una historia unica y original.
ResponderEliminarEmma? Jaja no es un nombre muy pacífico para rose jaja
Un beso
hola!!!
Eliminarespero que con los siguientes capitulos se te haga mas facil :D gracias por leer
Estupendo capitulo...Me encanto Emma, el contraste de su nombre y su personalidad es genial, dulce y fuerte...y Diego un ángel en la tierra, por que a pesar de todo la ayudo...ufff Gabriel te juro que tengo la peor imagen de él, que tan malo puede llegar a ser, un ser que era bueno?...
ResponderEliminarSaludos...
hola!!!
Eliminaraaay gabriel es malisimo! no se porque un monton lo amaba antes en fanfiction xDD en fin, espero que te guste el siguiente capi. gracias por leer!
waoo dani se me hace raro leer esta historia con otros nombres, pero la trama sigue siendo la misma muero por saber mas de gabriel dana y ethan...
ResponderEliminaraaah muchas gracias, espero que con los siguientes capitulos se te haga mas facil
EliminarEl capitulo antes era bueno, pero ahora es aun mejor. Enhorabuena!
ResponderEliminarOye, siempre se llamaba lucifer el bar?, jajaja yo pensaba que era danubio azul o infierno rojo. Que mal!!!!
*Anapi*
Genial, genial.
ResponderEliminarSalu2
tienes razon, es mas divertido y entretenido poder darles a los perosnajes otras caras..por ejemplo Emma..woooa.. y ethan yo estoy enamorada de el (bueno en realidad de JAmie Dornan) el a hecho que le ponga una cara a mi adorado ethan...ya me di cuenta de mi error en la prueba para poder pertenecer al grupo en facebook..."lucifer" en mi defensa debo decir que estaba muy impresionada por gabriel y eso eme distrajo de cualquier otro detalle por obvio que fuera...
ResponderEliminarsigo leyendo los capitulos¡¡¡
saludos¡¡
Impresionante!!! he tardado mucho en continuar a leer por falta de tiempo y sinceramente me quería tomar mi tiempo para leer con calma todos los capítulos.. He de confesar que me quede media hora (que exagerada soy) leyendo el comienzo pues "se dirigió al baño mientras se quitaba su boxer azul oscuro,quedando desnudo" hizo que mi graannnn imaginación saltara y me lo imaginara a cámara lenta, por supuesto en mi mente se dirigía hacia mi, y no al baño.... Amo a Ethan. Adore como Dana poco a poco ve todos los cambios que hay ahora que es humana... ja ja espero que no le baje la menstruación porque entonces creo que se desmayara ja ja ja. Me voy corriendo al siguiente capitulo
ResponderEliminarhola linda nos leemos de nuevo vaya mujer pero que inspirador este cap. sabes cuando era niña solia rezar a mi angel de la guarda siempre fui miedosa pero con el tiempo me fui olvidando como Ethan esa parte me recordo a mi y sabes me gusta pensar que mi angel no me abandona nunca y bueno regresare a rezarle para que me cuide, ahora me he dado cuenta que ellos nunca lo olvidan ni nos desamparan ellos, estan protegiendonos y diciendonos que no hagamos algo mi angel creo que siempre me dice que no haga algo y sobre todo me cuida evitando que haga algo malo, mi arcangel a quien quiero mucho es a san Miguel arcangel el es mi protector siempre le pido que cuide a todos los que quiero. en verdad amo esta historia aunque la lea de a poco me encanta la musica tambien. saludos
ResponderEliminarlu537