domingo, 30 de agosto de 2015

Invitación Peligrosa - Capitulo 5


Capítulo 5
“Nueva Vida”

Iba dentro de ese lujoso auto, con el chofer que no paraba de hablar, no sé si lo hacía porque sabía que estaba muy nerviosa y muerta del miedo o porque de verdad le gustaba hablar.
Me comentaba sobre la difícil mañana que tuvo porque pensó que había arruinado el auto y que para arreglarlo tendría que trabajar y ser un esclavo de por vida. Sin embargo lo único que quería escuchar de su boca nunca salió, él tampoco estaba autorizado para decir su nombre. Maldito cobarde, de seguro era alguien importante. No tenía idea de quién podría ser un vampiro encubierto, pero debía tener cuidado al hablar, no sabía si Thomas tenía conocimiento de la verdadera naturaleza de su jefe.
— ¿Cuántas chicas has visto con tu jefe? –dije tratando que pareciera una pregunta casual. Deseaba saber si las mataba luego de unos días ¿Cuánto tiempo me quedaba de vida?

— ¿Cuántas chicas? –dijo riendo. Se giró a verme, me puse nerviosa porque podía chocar al no poner atención en el camino –yo pensé que era gay señorita –dijo riendo.
—Mira hacia adelante –Él lo hizo para mi tranquilidad — ¿gay dices? –él asintió mirándome por el espejo retrovisor.
—Sí, jamás le habíamos visto novia, de verdad me sorprende que usted no esté enterada de esto –él me quedó mirando, esperando una respuesta.
—Bueno, mi relación con él ha sido algo repentina, realmente no tenía idea de sus planes, tendré que hablar con él –Thomas me quedó mirando como si tuviera dos cabezas.
—Yo sabía que algún día el jefe sería dominado, al final todos lo somos. Mujeres y su poder de brujas –dijo riendo. No pude evitar sonreír.
Estuvimos conversando sobre temas más triviales, pero nada que involucrara a mi “dueño” ya que el chofer era muy fiel a su jefe.
—Bien Elizabeth, hemos llegado, vecindario Loop –miré por la ventana.
Un gran edificio blanco, con hermosos diseños esperaba por mí, en sus ventanas se podía ver el nombre de una prestigiosa tienda de ropa ¿pero qué significaba esto?
— ¿Qué hacemos aquí? –dije confundida, esta tienda era carísima.
—Bueno, yo no sé mucho del tema, pero me dijeron que la trajera hasta este lugar y esperara hasta que terminara, debe ir adentro  –abrí mi boca sin poder evitarlo ¿este infeliz estaba tratando de comprarme? ¿De convertirme en su puta personal?
—No Thomas, yo quiero ver a tu jefe, vámonos, por favor –él esquivó mi mirada y tomó aire, como si necesitara valor para lo que iba a decir.
—Me dijo que esto iba a suceder, dijo que solo le nombrara a Sophia Stone –hice mis manos un puño y grité apretando mi mandíbula para que mi voz no se escuchara fuera del auto — ¡Srta. Elizabeth! ¿Está bien?
— ¡Diablos! –él me quedó mirando sorprendido.
—Le recomiendo que entre, así lo verá más pronto si desea tanto estar con él –le di una mirada envenenada mientras él se giraba hacia adelante, tomando en cuenta mi advertencia que si volvía a repetir eso, lo mataba.
Salí del auto y fui igual de desastrosa como vestía el día anterior hacia esa hermosa tienda exclusiva, donde todos vestían como si fueran a algún lugar importante.
Al entrar una chica de cabello negro, muy corto y de contextura delgada me miró y sonrió, de inmediato me comenzó a describir todas las cosas que tenia para ofrecer mientras me llevaba a otros sectores de la tienda, donde me midió y donde me llenó de bolsas. No tenía idea para que me midieron, si tenían paquetes llenos con ropa y accesorios.
—Esto le dejó su novio –no fue capaz de decirme el nombre y después la chica se retiró, desapareciendo, sin darme oportunidad de interrogarla un poco.
Tomé la nota y la rompí de inmediato después de leerla.
“Siempre he querido que mis propiedades estén en buenas condiciones”
Hijo de perra, eso era este infeliz, un sádico sin nada más entretenido que hacer que atormentarme.
Salí de la tienda, junto con otras tres chicas, llenas de paquetes. El chofer se bajó del auto y vino corriendo a ayudarnos. Dejamos todo en el maletero, ellas y Thomas insistieron que no era el lugar más apropiado, pero de todas formas no le iba a pasar nada a la ropa, estoy segura que este auto, tan lujoso, no permitiría tal cosa.
Cada vez sentía que mi presión arterial iba en aumento, deseando acabar con ese maldito ser ¿es qué de verdad pensaba que era algún estilo de “mujer alquilada”?
—Bien –dijo Thomas cuando miraba su reloj y las chicas regresaron a la tienda, luego de despedirse cariñosamente del chofer –son más de las dos de la tarde –suspiré agotada.
Pensar que había entrado ahí pasado el mediodía. Esas mujeres estaban locas, me dijeron que podía elegir todo lo que quisiera. Al bastardo le llegaría una linda cuenta de la tienda.
–Así que es hora de ¡comer!... además usted, luce un tanto enferma, no le haría nada mal comer algo.
Claro, si no había comido nada hacía días. Por lo menos me sentía como Thomas había dicho, enferma.
—Muy bien —dije asintiendo.
—Podré acompañarla, el jefe dice que jamás hay que comer solo –él sonrió alegre, le respondí, pero ni siquiera fue una sonrisa verdadera, esto estaba saliendo pésimo.
Fui mirando hacia afuera en todo momento, hasta que mi celular comenzó a sonar. Vi el número y se me revolvió el estómago.
—Hola Nathalie —dije nerviosa, esto saldría mal.
— ¡¿Dónde están tú y tus cosas Lizzie Green?!...¡estoy al frente de tu puerta la cual está abierta! ¡Y sin nada! no me digas que vendiste todo para largarte a Europa.
—No –dije cansada. Miré a Thomas y él estaba mirando de reojo por el espejo, decidí que mejor trataba de cortar esto rápidamente, no quería que llegara a oídos del infeliz y me amenazaran con otra amiga más –Me tengo que ir en estos momentos, pero te llamo más tarde.
—Lizzie, ni se te ocurra… ¿te estás acostando con alguien? ¿Por eso no me puedes hablar?
— ¡Basta! –dije nerviosa.
—Oh…por fin la santa virgen Lizzie ha visto lo que es bueno y no ha sido iluminada por el espíritu santo ¿es eso?
—Ya, no sigas –dije histérica y casi gritándole al teléfono.
—Está bien, aun así no te salvarás de decirme dónde demonios estás y con quien… eso es lo que más estoy esperando.
—De verdad, ahora no te puedo decir nada –miré desconfiada a Thomas –tuve que mudarme, tenía la opción y bueno…era sorpresa, pero lo has arruinado –dije finalmente.
—Lizzie, odio cuando me escondes información, de seguro tu mejor amiga Sophia sabía ¿no? –dijo con voz de niña desagradable.
—No, no sabía y no seas celosa, es tu amiga igual.
—Está bien –dijo de mala gana.
—Hablamos, adiós.
—Adiós –corté y guardé mi celular en el bolso.
— ¿Problemas? –dijo Thomas mirándome por el espejo. Negué.
—Nada de qué preocuparse –seguí mirando hacia afuera, pensando en un millar de preguntas que estaban apareciendo en mi mente. ¿Podría volver a ver a mis amigas y amigos? ¿Podría volver a trabajar? ¿Me iban a esconder en algún sótano?
Thomas manejó por un tiempo bastante largo, más de una hora aproximadamente hasta que llegamos a una pizzería bastante conocida en el estado de Illions.
— ¿Pizza? –pregunté mirando a Thomas.
—Si, por fin comida…muero de hambre –salió del auto y antes de que pudiera yo misma abrir la puerta, él la abrió por mi –señorita –dijo ofreciéndome su mano, la tomé y salí del auto.
Corría un viento bastante helado, y eso que estábamos por entrar a primavera, el invierno se estaba tratando de quedar a toda costa.
—Muy bien –dije suspirando. Si me habían llevado a comprar ropa, no me iba a negar a llenar mi estómago. Moría de hambre.
Con Thomas no hablamos nada que fuera realmente interesante. Deseaba saber sobre su jefe, pero él solo me repetía que esa información no me la podía entregar.
—Yo era el chofer de él ¿sabe? Me dijo que me iba a dejar con usted porque confiaba en mí, no voy a arruinar eso, la paga es buena –con eso me di cuenta que Thomas no sería un aliado, necesitaba conocer a más personas, para ver si iba a recibir alguna ayuda.
— ¿Sabes si estaré prisionera? –él rodó los ojos. Me era inevitable seguir preguntando, él era el único con quien tenía contacto en este momento.
—Srta. Lizzie, le diré que no puedo decir nada, pero… —dijo acercándose a mí –no dejaron sus carpetas de trabajo tirados en la basura como el resto de sus cosas.
— ¡¿Botaron mis cosas?! –grité.
— ¿Ve? Así no puedo decirle nada –dio un mordisco a su enorme pedazo de pizza mientras yo le copiaba y hacia lo mismo.

Fue lo único que pude sacarle a Thomas hasta que luego de una hora tuvimos que volver a subirnos al lujoso auto, para seguir nuestro camino.
—Ahora vamos a su nuevo hogar –dijo mirando por el espejo. Asentí y me concentré de nuevo en la ventana.
Realmente él hombre que estaba detrás de esos ojos rojos, me estaba tratando de alejar de toda mi vida, por lo menos mi trabajo estaban en el distrito de Lincoln Park. ¿Estaba buscando acabar con mi vida? ¿Apoderarse de cada detalle?

Pensar en todo lo que estaba sucediendo estaba logrando a que pronto alcanzara la desesperación y me entregara a la auto lastima. No podía creer que al parecer todo el control de mi vida, lo tenía otra persona ¿Qué había hecho para merecer esto?
Después de varios minutos Thomas estacionó el auto.
 –Hemos llegado –de a poco mi mirada fue subiendo a través de la ventana hasta poder visualizar el edificio que tenia al frente –el jefe es dueño de todo el último piso, no me pregunte para que quiere tanto espacio, no tengo idea desde cuando lo compró, pero siempre ha vivido aquí —mi boca se abrió al darme cuenta que estábamos al frente de un hotel ¿el Monstruo vivía aquí?
—Yo no puedo vivir aquí —dije pasmada. Esto era demasiado ridículo, este hombre era ridículamente millonario.
—Lo siento Srta. Lizzie, pero deberá, sabe lo que pasa si se niega a todo esto –lo miré asustada.
Thomas podía ser muy amable y simpático conmigo, pero él sabía de los malos pasos de su jefe y eso lo hacía tan mala persona como aquel infeliz, tenía que tener cuidado con Thomas.
Salió del auto y se dirigió a un botones del edificio y le pasó la llave. El chico desconocido asintió y Thomas volvió al auto para abrir la puerta y sacarme de este. Fue al maletero y extrajo todas las bolsas. Otro chico se acercó y lo ayudó negándome la posibilidad de ayudar a Thomas.
—Sígame, por aquí –dijo Thomas instándome a entrar. Lo seguí en silencio hasta que pasamos la puerta giratoria.
Nunca antes había entrado a este lugar, era hermoso. Todo estaba en una ambiente dorado, unas gigantescas lámparas de lagrimas de cristal colgaban en el techo, unos sofás color jade en forma circulares esperaban a que alguien descanse en su magnífica y suave tela.
—Srta. Lizzie –me giré molesta.
—Deja de decirme así Thomas, dime Lizzie solamente –negó e hizo una seña para que lo siguiera.
Caminé con cuidado de no romper nada, pasé un tanto nerviosa cuando las personas me miraban. Estaba desastrosa, como dije antes.
—Bien –Thomas se detuvo al frente de un ascensor. Me helé y comencé a buscar la puerta de las escaleras. Me fui directo hacia la esquina derecha.
— ¡Ey! –Dijo Thomas tomándome del brazo y deteniéndome — ¿Dónde cree que va?
—Yo no… –miré el ascensor, poniendo atención en la expresión confundida del chico que levaba los paquetes –le temo a los ascensores, solo subo con personas que me dan confianza.
—Yo soy de confianza, trabajo para el jefe –lo quedé mirando como si fuera el hombre más estúpido del planeta.
—Si le dejaras de decir “jefe” como si estuviera involucrado con la mafia y omitiéramos el hecho de estoy aquí en contra de mi voluntad y que tu eres el que maneja el auto que me ha estado llevando a todos lados, recién podría pensar en subirme a un auto nuevamente contigo…no confió en ti –me crucé de brazos indicando que no me iba a mover.
—Está bien, tiene razón –se giró y le pasó el resto de bolsas al otro chico –sube tu, yo iré por las escaleras –volvió a mi lado y me quedó mirando con cara de que esto de verdad le molestaba –bien, no se atreva a decir que está cansada –negué.
—Me ha tocado subir un edificio de sesenta pisos, he llegado tarde, pero sin una gota de sudor –me dirigí a la puerta y comenzamos a subir.
Thomas se quejó durante todo el transcurso de nuestro trayecto. Nos demoramos más de quince minutos y debo decir que era porque tenía que esperar a Thomas.
— ¡Nunca más haré esto! –dijo cuando abrió la puerta. Dejándonos entrar al último piso del edificio –Dios, usted está loca –di unos pasos para ver. Tenía la misma decoración que todo el edificio, pero era notorio que esto había sido modificado, era una casa gigante en un hotel enorme.
—Tu amado jefe no está aquí ¿cierto? –él sonrió y negó.
—Está trabajando y no me pregunte dónde, siempre llega muy tarde. Venga, la guiaré a su habitación –seguí sin decir nada mientras observaba el lugar.
Lamentablemente no había ninguna foto o algo parecido, este piso era tan frio como un tempano de hielo, era un simple departamento en un edificio, no era el hogar de nadie.
No me pude dar el lujo de ver la sala mucho tiempo, ya que pasamos rápidamente por ahí, y  qué hablar sobre la cocina ¿tendría alguna? ¿Necesitaba comer el Monstruo? En las películas los vampiros no podían.
–Aquí esta –abrió una puerta y entró. Thomas me quedó mirando, esperando a que lo siguiera, pero no podía, estaba en shock. Esta habitación era más grande, mil veces más grande que mi departamento.
Avancé unos pasos hacia el interior y me quedé aun más sorprendida. Tenía unos grandes ventanales que iban desde el techo hasta el suelo, adornados por unas gruesas cortinas crema con diseños bordados. La alfombra que se notaba que  era de aquellas que deseabas sentir bajo tus pies era también color crema, quizás un poco más fuerte que el de las cortinas.
Miré la cama y era gigante, esta tenía un cobertor a juego con la habitación, sabanas blancas, todo con bordados. El dosel que rodeaba la cama, cubría parte de esta.
—Bien, hasta aquí llego yo, nos vemos cuando  tenga que salir de nuevo –dijo Thomas dejando las bolsas en la cama –que esté bien, puede recorrer el lugar como si fuera suyo, esas son palabras del jefe, si necesita algo, ahí está el comunicador –dijo sonriendo y apuntando a un lado de la puerta, el aparato era blanco.
—Gracias, Thomas –dije aun hipnotizada por el lugar. Él asintió y desapareció de mi vista, cerrando la puerta.
Avancé hasta la cama y me senté con cuidado. Cerré los ojos al sentir lo blanda que era. Agotada me recosté en ella, dejándome envolver por la suavidad de la tela y sintiendo los diseños bordados en mis dedos.
Aun no podía creer que todo esto me estuviera pasando.
 ¿Qué había hecho para merecerlo? Nunca he tratado mal a nadie, siempre he vivido tranquila mi vida, sin molestar a nadie, ni siquiera  a mis padres, me había ido de casa a los dieciocho a trabajar en una tienda comercial, luego había ido de trabajo en trabajo por dos años hasta que hice un curso de secretariado, lo encontré algo útil y fue en un corto tiempo, desde ahí había comenzado a trabajar en distintas oficinas hasta hace más de tres meses llegué a Blake Ltda. Y hasta ahora mi vida había sido normal, cero problemas que me complicaran la existencia, mis padres no se tenían que preocupar por mí, cada uno de ellos vivía su vida, como lo habían deseado siempre.
No pude evitar volver a llorar por esto, ahora mis seres queridos estaban en peligro porque si no me sometía a ese bastardo, ellos podrían salir heridos.
— ¡MALDITO! –grité llorando.
Él no era nadie para hacer que mi vida se volviera un infierno, hasta tal punto de no tener control alguno. Él estaba haciendo lo que quería conmigo y no podía hacer absolutamente nada para evitarlo.
Comencé a mirar como el día estaba pasando al frente de mis ojos y no hacía nada, seguía en la misma posición en la cama, por lo menos esta era comodísima. Miré las bolsas de la tienda y decidí guardar la ropa, pero noté que no había un guardarropa.
Fui a abrir una de las tres puertas que había en la habitación. Una era la de salida, la otra que estaba a mi lado derecho era la del baño, que a todo esto, era hermoso, una tina enorme, la cual tenía una puerta de vidrio que corrías para darte una ducha; bajo el gran espejo se encontraba un mueble que contenía toallas, perfumes y todo lo que uno pudiera necesitar,  hasta tampones.
Cerré la puerta y decidí abrir la que estaba en el otro extremo y al hacerlo mi boca se quedo abierta. Había un estilo de pequeña sala, donde se encontraba un escritorio, un sofá y unos estantes llenos de libros. ¿Este tipo me había investigado o qué? Aunque bueno, a las personas debería gustarle leer. Me acerqué y noté que había muchos que eran míos, lo que me agradó, tener algo que en realidad fuera mío.
Salí confundida de la sala ¿Dónde estaba el armario? Miré toda la habitación hasta que fui a los amplios espejos que había cerca de la puerta del baño, me quedé mirando mi reflejo y estaba demacrada. Realmente parecía enferma.
Cansada apoyé mi cabeza en el espejo, pero un segundo después me estampe contra el suelo.
Miré a mi alrededor desde el piso y noté que el espejo se había movido y ahora estaba en otra habitación, en el…armario.
—Santo Dios –dije sorprendida.
Por lo menos este armario era unas seis veces más grande que el mío en mi ex departamento. Miré y estaba rodeada de estantes, donde habían zapatos, muy ordenados, otro donde colgaban vestidos, trajes de oficina, pijamas -que a todo esto, no era parecidos a los que yo o cualquier persona usaría, porque se notaba que eran demasiado caros y con muy poca tela- camisetas, jeans, pantalones, y todos doblados ordenadamente.
Más abajo había distintas gavetas que fui abriendo con cuidado, en estas había ropa interior, joyas, otros vestidos que estaban dentro de otras cajas En otra esquina pude notar tres cajas medianas de la mudanza. Corrí hacia ellas y penosamente fui sacando mi ropa.
Sonreí, aquí había algo mío, eso era bueno. Las deje ahí mismo, en las cajas y fui por las bolsas que estaban en la habitación. Arreglé todo cuidadosamente y comencé a ver los trajes de oficina, realmente si me ponía uno de estos, no me iban a reconocer en el trabajo, eran hermosos y sería sospechoso que los usara, más cuando era solo una secretaria, no una ejecutiva.
No pude evitar sonreír al ver aquel armario, era increíble, lamentaba que no fuera mío. Que estuviera a mi disposición no significaba que fuera de mi propiedad, algún día, si salía de aquí, lo primero que haría luego de volver de Europa sería trabajar hasta romper mi columna para tener este magnífico armario.
Salí de ahí más abatida y mi boca se abrió al notar que estaba anocheciendo ¿le podría ver su maldita cara cuando llegara? De verdad me enfermaba no poder saber cómo eran sus facciones o algo, solo conocía sus ojos, que a todo esto me aterrorizaban y…bueno, conocía su cuerpo, pero aun así, no lo veía.
Abrí la puerta de la salida  con cuidado para ver si había alguien. Thomas dijo algo sobre que habría gente trabajando, pero no me dijo nada más.
Di unos pasos hacia fuera y doble hacia la derecha, por donde había llegado. Seguí el mismo recorrido, apreciando los cuadros que había y las pequeñas esculturas sobre algunos muebles.
Mí recorrido duró bastante antes de llegar a la sala, aunque debe ser porque me fui muy lento, estaba asustada. Miré y todo estaba muy ordenado, nada salía de su lugar por lo que solo para arruinar el perfecto ambiente, tomé una pequeña escultura y la boté en la mesa al lado del sofá. Fui hasta las ventanas, mirando cada detalle y encontrando una vista magnifica.
La sala era muy diferente al resto de la casa, o por lo menos lo que vi. Esta era más moderna, en realidad era más…masculina, si, era notorio por los colores que tenía que era de un hombre soltero. Los sofás negros de cuero, las pequeñas mesas que había en las esquinas eran grises y una gran pantalla plana en la pared dejaba claro que en este lugar no había tacto femenino.
La cocina quedaba un poco más allá, no había puerta o algo que la separara de la sala. Esta era último modelo. Fui a la nevera y miré que había para comer. Saqué una manzana ya que era lo más…normal que había en su interior, estaba repleto de comida. Le di un mordisco y me quedé mirando como el sol se iba escondiendo a través de los edificios.
El sonido de una puerta me distrajo y me giré asustada. Se escuchaban pasos que se acercaban hasta donde me encontraba. Mi corazón comenzó a latir con fuerza por el miedo.
—Srta. Lizzie –suspiré al ver que era Tara. Con sus colores blancos y negros, y según yo, su inseparable agenda.
—Hola –dije un tanto nerviosa.
—Veo que está conociendo el lugar, me alegro –dijo sonriéndome. Se acercó más a mi — ¿necesita algo? He tenido que hacer unas diligencias para el jefe –como odiaba que le dijeran así, sonaba como si fuera de la mafia y no quería estar metida en más problemas.
—No, estoy bien, muchas gracias Tara.
—Si tiene hambre, solo debe llamar al Chef con este comunicador –dijo apuntando a uno que estaba cerca del horno –y alguien llegara a cocinar lo que usted desee, para eso están los comunicadores a lo largo de este piso.
—No, estoy bien, no tengo hambre, estoy comiendo solo para hacer algo –ella me sonrió amablemente.
—Usted me agrada, creo que nos llevaremos muy bien –sonreí, esperaba tener a alguien con quien conversar –mañana, Thomas estará abajo a las siete de la mañana para llevarla a su trabajo, así que no se preocupe por llegar, deben ir un poco antes porque el trafico aquí es ¡espantoso! –Dijo haciendo otra mueca de desagrado –pero bueno –se quedó pensando otros segundos –algo más debo decirle… ¡ah! Lo recordé, sus cosas están en el armario, hay libros de usted que se dejaron en su sala de estar y bueno, fotos, recuerdos, todo aquello, llegará mañana o pasado, se han mandado a restaurar…los portarretratos no son muy adecuados para la decoración actual del departamento –dijo un tanto avergonzada. Asentí –bien, entonces ¿segura que no necesita nada más?
—Tara ¿A qué hora llegará…él?
—Tarde, jamás he podido saber a qué hora llega, siempre lo veo en la mañana, diez minutos y sería mi contacto con él. Thomas tenía más interacción, pero como sabrá, ninguno de nosotros está autorizado para darle más información.
—Ya veo —dije un tanto apenada, necesitaba que alguien me guiara.
—Bueno, yo ya me voy, espero que este bien, Srta. Lizzie.
—Tu igual Tara –me giré al ver que ella se iba, más tranquila.
Me dirigí hacia la sala, para así encerrarme en la habitación que me habían asignado.
— ¡Srta. Lizzie! –me giré abruptamente. Vi que sacaba un sobre de su agenda –esto no se le puede perder —me pasó la invitación de esa dichosa fiesta.
—Gracias –dije un tanto nerviosa al ver esa maldita invitación. Recuerdo que llegó en la mañana siguiente luego de ver por primera vez los ojos rojos de ese infeliz.
Ella se fue después de eso y yo me quedé viendo por no sé cuánto tiempo aquella invitación, no decía nombre, no decía nada que me dijera algo de este tipo, solo hablaba de la fiesta Masquerade. Se realizaría este viernes, un poco antes de medianoche.
No iría ni loca, eso era demasiado peligroso, él no me haría ir.

Decidida me fui a la habitación para dormir o por lo menos estar más segura. Eran más de las nueve de la noche y ya había oscurecido. Me metí con la ropa bajo las frazadas y noté que mi celular tenía más de cincuenta llamadas perdidas, de Sophia, de seguro Nathalie le dijo todo. No sé qué haría mañana, pero tenía que ver  el lado positivo por ahora, mañana podría ir a trabajar.
Sin embargo, mis ojos no se cerraban y ya había pasado más de una hora desde que estaba tratando de dormir, desconocía este lugar y me quería ir. Realmente, me iba a ir ¿Por qué demonios me estaba dejando dominar así? ¡Esta era yo! ¡Esta no es la independiente y fuerte mujer que soy!...escaparía, hoy.
Tome un abrigo que fuera adecuado para la situación, así que cubrí bien mi cara y saqué una frazada, la cual guardé en un de las cajas que habían en el armario. Finalmente cogí mi bolso con algo de dinero. Mañana no iría a trabajar, ya me daba lo mismo ese trabajo, le avisaría a Sophia todo lo que estaba ocurriendo ¡al diablo todo! Esto era surrealista, por lo menos tendría una noche tranquila antes de perder completamente mi libertad.
Corrí a través del piso hasta que llegué a la puerta. La abrí y ¡estaba abierta! Me fui corriendo a la puerta de las escaleras, gracias a Dios que aquí no habían guardias. Bajé corriendo todos los pisos, me tomó bastante tiempo porque tenía la caja y debía ir con cuidado. Llegué al subterráneo. Miré a todos lados, estaba oscurísimo.
Seguí la luz y salí por la parte de atrás del edificio.
—Wow… –dije sorprendida –eso fue fácil –hice parar un taxi, el cual me vio gracias a un milagro. Le indiqué a donde tenía que ir y me dejé llevar por el taxista.
Pasó más de una hora cuando le pagué al hombre y me bajé del taxi. Sonreí ya sintiéndome en mi hogar y subí todos los escalones hasta llegar al que era mi departamento, estaba con la puerta abierta aun.
Entré y cerré con segundo. Me senté en una esquina y como una pobre vagabunda me arropé ahí, mis ojos se fueron cerrando al sentirme en la seguridad que mi departamento me proporcionaba.

Sentí como mi respiración estaba más pesada y ese maldito calor de la noche pasada volvía a invadir mi cuerpo. Me desperté de golpe al sentir algo entre mis piernas.
— ¿De verdad creías que te ibas a escapar? –Miré a mi alrededor sin saber de dónde venía la voz — ¿a que si? –me giré hacia la derecha, por aquel susurro en el oído.
Sus ojos rojos me miraban divertidos y por la suavidad de la superficie donde estaba recostada me di cuenta que mi gran escape había fallado por completo y que ahora estaba en la cama donde me había recostado horas atrás. Llevé mis manos a mis piernas y me di cuenta que estaba desnuda.
— ¡Maldito bastardo! –dije tomando el cobertor, girándolo hacia mí para cubrirme.
—No deberías tratarme así –odiaba que su voz siempre estuviera ronca cuando lo tenía cerca, ¡maldita voz! –te he dado todo esto.
—No soy tu maldita muñeca, ni tu puta –dije tratando de alejarme. Él entrecerró los ojos. Creo que ya se me estaba quitando el miedo a sus horripilantes ojos rojos.
—Claro que no eres mi puta Lizzie, a las putas se les tiene solo por una noche, yo te tendré hasta que se me plaza, porque eres mía –sentí por el peso en la cama como se acercaba.
— ¡No te acerques! –dije alejándome de él.
— ¿Otra vez con lo mismo?
— ¡Siempre!
—Esta noche no, necesito de tu sangre otra vez –dijo viniéndose sobre mí. Dios santo…iba a morir.

Por dios, sigo sin creer que este personaje hubiese salido de mi cabeza, es un malvado.

6 Lectores:

  1. Excelente es volver a leer esta super historia...... que emocion !!!! gracias Dani !!!!

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  2. Es demasiado malo... pero en algún momento cambia, jajajaja
    Jumm es demasiado duro para Lizzie acostumbrarse a ser tratada de esa forma... y más como una propiedad!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  3. "Yo pense que era gay señorita" Xd¡¡¡ poco a poco voy recordando cosas de la historia y me pongo mas ansiosa por leerla, muero por ver como sera cuando se " encuentren" en la oficina...y el baile y toooodo¡¡
    Saludos¡¡¡

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  4. Que hubiera pasado si lizzi no se hubiera dejado amenazar

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  5. Hay cosas que son too much para mi!!! Pobre Lizzie :(

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