Un Ángel Caerá - Capitulo 20

Antes de comenzar con el capitulo, debo decir que lo escribí con esta canción, por si desean escucharla.

Amor, Amor

  

   Era la primera cita que tenía Dana y Ethan, era la primera vez que Dana visitaba un cine y era la primera vez que ella observaba una película. Sin embargo, sus ojos estaban fijos en los asientos, en la silueta que estos le proporcionaban, no era capaz de concentrarse en su amado humano que le sonreía de vez en cuando. Desde que Gabriel la había dejado en la biblioteca, no había dejado de estar preocupada por la seguridad de su humano. Las palabras que le había entregado Gabriel eran contradictorias, algo se le estaba escapando de sus manos y no sabía muy bien lo que era.

Ethan observaba de soslayo a su ángel, que tenía una expresión preocupada. Pensaba que no le había gustado la película que él había elegido, quizás tenía más acción de lo que ella esperaba, pero él solo quería sorprenderla. Ya que nunca había ido al cine, según ella. Pero por lo visto, no había acertado, ya que ella con suerte ponía un poco de atención en él, ni siquiera había hablado mucho con Emma y Diego que estaban a su lado, tan entretenidos como él se había imaginado que estaría con Dana.

Se acercó hasta ella, sus labios casi rozaban la oreja de su vecina, que aun no se giraba a verlo, no ponía atención en nada más que en el suelo cubierto por palomitas.

— ¿Qué sucede? –le susurró al nivel de su oído. Fue en ese segundo cuando ella se giró hacia él. Ambos quedaron demasiado cerca, sus narices podían rozarse — ¿no te ha gustado la película?

—No, nada de eso, está genial –ella sonrió, dejando que sus ojos se iluminaran de esa forma que Ethan amaba.

— ¿Quieres salir? Te ves un tanto incómoda.

Ella se lo pensó un segundo. Estaba arruinando su cita, pero la idea de salir le atraía mucho más que seguir ahí sentada, escuchando gritos y llantos desesperados porque alguien había enviado a atacar a otro personaje.

—Está bien –ella asintió, respirando profundamente, tratando de encontrar paz. No lo logró.

                Ambos salieron de la sala de cine, en silencio, hasta que avanzaron varios metros para no escuchar ningún sonido de la película. Llegaron al vestíbulo, donde había varias filas para las siguientes películas.

—Ven conmigo.

Ethan tomó la mano de su vecina y la hizo avanzar entre las personas, teniendo cuidado en no chocar con nadie más. No se detuvieron hasta que ella pudo sentir la brisa que corría por las calles.

—Lo siento –dijo Dana mirándolo triste –no quería arruinar la cita.

—No has arruinado nada, creo que debimos salir solo los dos para comenzar ¿no?

—No me molesta Emma o Diego, son agradables, además me ayudaron cuando recién llegué.

—Es cierto, había olvidado que fue así como se conocieron en un comienzo. De todas formas, debí ser más ingenioso y traerte sola, así te habría tenido arrinconada en un asiento, robándote besos en la oscuridad.

Los ojos de Dana se abrieron sorprendidos y le fue inevitable sonrojarse. Su imaginación se estaba volviendo más amplia y no le desagradaba en nada la imagen que evocó de ellos besándose en la oscuridad.

— ¿Qué te ha sucedido que tienes la mente en otro lado? –ella miró hacia un lado por la pregunta de Ethan, pero él suavemente hizo que lo observara, tomando su mentón entre los dedos y aprovechando esa instancia para poder sentir su suave piel.

—Creo que está fuera de tus límites –Dana sintió como su corazón crecía en su pecho, logrando que se oprimiera bajo las costillas. Estaba sintiendo la angustia que le provocaba la incertidumbre que Gabriel había sembrado en ella.

— ¿Fuera de mis límites? ¿Crees que no podré sobrellevarlo? –Él frunció el ceño, extrañado por la actitud de su vecina –créeme cuando digo que has abierto mi mente.

Dana solo por una fracción de segundo se imaginó cual sería la reacción de Ethan al ver sus alas extendidas, al verla volar por los cielos y al ver que ella no tenía ni un centímetro de humano. No le gustó lo que vio. Ella no era igual que él. Era su ángel custodio y por alguna razón, sentía que estaba a kilómetros de su misión. Se estaba concentrando en disfrutar de su humano, cuando lo que debería estar haciendo era alejarse de él. Ya había cumplido la primera parte, Ethan estaba ayudando a las almas perdidas, pero aun así, sentía que esa acción era imposible para ella. No se podía alejar de Ethan ni aunque lo deseara de verdad, su alma se había ligado a la de él de una forma que no había esperado.

Los ojos de Dana se llenaron de lágrimas ante la repentina impotencia que estaba sintiendo. Por primera vez no le agradaba ser consciente de todo el amor que sentía por Ethan, ya que ese mismo amor estaba poniendo en riesgo la existencia de su humano, del único ser que la hizo sonreír de nuevo y que le dio una esperanza que había dado por perdida.

—Dana ¿Qué sucede? –Él se acercó a ella, asustado por la reacción que estaba teniendo — ¿Alguien te hizo daño?

Los brazos de Ethan la envolvieron. Siempre él pensaba que ella podría salir herida, era tan frágil que pensaba que todo ser humano quería hacerle daño, pero con esas palabras y pensamientos estaba logrando acabar aun más con ella, ya que la que realmente estaba haciendo daño, era Dana, al despreocuparse de su misión.

—Supongo que se acabó el juego –dijo ella con sus mejillas mojadas, alejándose unos pasos de Ethan.

— ¿Qué estás diciendo?

—Dijimos que estaríamos juntos solo hasta que pudiéramos disfrutarlo… —la expresión de Ethan cambió de inmediato y una imagen cruzó sus ojos: dolor.

Ella esquivó su mirada, concentrándose en el cemento y tratando de distraerse al escuchar las voces lejanas de otros humanos. Para su suerte, estaban completamente solos, incluso los conductores parecían haber elegido otra ruta para no ser testigos de lo que estaba ocurriendo entre ellos.

— ¿Ya no te apetece estar a mi lado? –ella lo observó ante la atrocidad que había dicho, pero era lógico que pensara en eso si estaba cortando su relación con Ethan.

Gabriel la había dejado realmente mal, solo deseaba volver a ser el ángel custodio de su humano y hacer bien su trabajo, de esa forma podría cuidar de la vida de Ethan como siempre ha deseado y además no tendría ningún riego de caer en las manos de ese demonio vampiro que siempre la rondaba en el momento menos adecuado.

— ¿Es eso? ¿Ya te aburriste?

—No digas eso Ethan –lo miró enojada, como si estuviera a un segundo de regañarlo por decir alguna grosería.

— ¿Entonces? ¿A qué viene este comportamiento tan raro? –La expresión de Ethan cambió, como si hubiera descubierto un gran secreto –tienes a alguien más ¿no? supongo que es ese hombre que estaba en tu departamento.

— ¿De quién hablas?

—De aquel que estaba cuando tú solo andabas con una toalla –los ojos de ella se abrieron sorprendidos al recordar qué momento estaba evocando Ethan.

— ¡Yo no tengo nada con Gabriel! –La voz de ella se elevó varios decibelios –no digas estupideces.

— ¿Entonces cuál es tu excusa? ¿Qué sucedió de esta mañana a la tarde? –Ethan tensó su mordida, enojado y sintiendo algo que jamás había sentido en el pasado: el dolor de ser rechazado por la persona más importante que había conocido en su vida.

Ese pensamiento lo hizo realmente darse cuenta de cuánto había avanzado Dana en su existencia, como se había vuelto en alguien a la que estaba considerando para siempre, como si fuera anormal tenerla lejos, como si estuvieran predestinados a encontrarse.

—No entiendes un montón de cosas, mejor volvamos a la película, así tus amigos no nos extrañaran –ella tragó saliva para disolver el nudo en su garganta.

—Ni lo pienses –dijo enojado.

Sacó el celular de su abrigo y envió en mensaje rápidamente hasta Diego, dándole la excusa de que Dana se había sentido mal y que tuvieron que volver al departamento.

—Tú y yo vamos a conversar, yo no estoy para los juegos de nadie –esta vez sí se había molestado de verdad con Dana.

Ella sorprendida por la nueva actitud de su humano, ya que nunca lo había visto enojado directamente por su culpa sino más bien lo había visto molesto por otros desencadenantes, se dejó llevar hasta el auto, donde entraron y se dirigieron en silencio hasta su edificio. Ethan manejó como un loco, sorprendiendo a su vecina tanto como a él mismo, se estaba comportando como alguien descontrolado, que se dejaba llevar por las emociones y pasiones. Cosa que nunca había hecho Ethan realmente, siempre se trataba de controlar y el hecho de estar siempre bajo los efectos de los fármacos, no estimulaban mucho sus reacciones más impulsivas, a pesar de ser tan pasional como su ángel.

—No entiendo qué es lo que quieres ¿sabes? –le dijo a ella cuando caminaban hacia el ascensor. Ella se quedó en silencio.  No sabía sobre todas las reglas humanas, pero tenía entendido que las discusiones no se efectuaban fuera de las cuatro paredes que entregaba un hogar, además que necesitaba tiempo, tiempo para dar una excusa válida.

Debía alejarse de su humano con rapidez. Debía protegerlo del demonio de Gabriel.

Ella abrió con sus manos temblorosas la puerta de su departamento y Ethan entró como un huracán. Él jamás había sentido tanta rabia y frustración al mismo tiempo. Ni siquiera se sacó el abrigo cuando llegó al centro de la sala, solo se quedó de pie, observando con su ceño fruncido a Dana, que recién había llegado hasta donde él se encontraba.

— ¿Y bien?

—Te deberías ir –dijo ella mientras que su corazón latía con rapidez, tratando de decirle: no, no, no, no. Todo en ella rechazaba la idea de alejarse de Ethan, pero Gabriel era demasiado peligroso y si ella había caído en sus juegos de cizañas el día anterior, Ethan sería acabado si se enfrentaba alguna vez a aquel demonio –estás muy alterado.

— ¿Alterado? Creo que esa palabra le queda corta para lo que estoy sintiendo en este momento.

—Dijimos que lo disfrutaríamos hasta que podamos ¿no? ¿No lo recuerdas? ¿Por qué actúas de esta forma?

— ¡Porque en ese momento solo pensé que sería un juego! ¡No sé qué has hecho conmigo Dana! –dijo aun con sus manos en los bolsillos, presionando a tal punto que las costuras de su abrigo verde estaban corriendo peligro.

Ella abrió sus ojos sorprendida.

— ¿A qué te refieres? Yo no he hecho nada contigo Ethan –por primera vez, Ethan estaba odiando la ingenuidad de su vecina.

— ¿Te gusta jugar con los hombres? ¿Es eso? Los encantas hasta tal extremo que te creen irreal y después solo te largas –se giró, dándole la espalda –esto me pasa por no haber tomando a nadie en serio en el pasado ¡maldito karma!

—Ethan.

— ¡No, silencio! –Se giró de un movimiento, enojado — ¡no me gusta que jueguen conmigo porque aunque suene cínico, yo nunca he jugado con nadie, para evitar esto! Siempre di mis reglas, nunca más allá de solo una relación física ¡pero tú has sido al revés! ¡Con tus rarezas y mirándome de esa forma!

Dana abrió su boca, sin poder creer lo que había escuchado. Siempre había atribuido las múltiples relaciones de Ethan a no querer que alguien supiera de su don, pero no, por lo visto solo era miedo a ser rechazado… como cualquier ser humano, no solo por su don.

—Ya basta, no digas eso –ella no quería sentirse especial, aunque sabía que lo era ya que había sido la única en tener una relación muy diferente a las que él estaba acostumbrado.

— ¿Qué cambió de la mañana a la noche? Dímelo.

Nada, nada había cambiado y parecía que amaba aun más a su humano. Eso era lo que ella deseaba decirle, pero no podía, tenía que defenderlo de Gabriel.

Los ojos de ella brillaron ante la mirada penetrante de Ethan, respuesta que él no pasó desapercibida, siempre estaba atento a las miradas que ella le regalaba, siempre las había encontrado un tanto… diferentes a todas las que había recibido en el pasado. La mirada de Dana era única.

Fue ese brillo en sus ojos que lograron que Ethan se diera cuenta de la realidad de los hechos.

—Estas mintiendo –la observó como si por primera vez la mirara — ¿Por qué estas mintiendo?

—Yo no estoy mintiendo, estoy hablando muy en serio, ahora debes irte –dijo ella retrocediendo hasta que sus pies chocaron con la blanca pared. Los nervios estaban acabando con ella. Después de todo, no había mejorado tanto en el arte de mentir.

—Si mientes, ahora la pregunta es ¿Por qué?

Inevitablemente Ethan comenzó a acercarse a ella, de forma cautelosa y mirándola sospechosamente, como si en cualquier momento ella fuer a salir corriendo.

—Dime –volvió a exigir.

Dana se odió  al darse cuenta que era pésima mintiendo en el ámbito emocional y más ante Ethan, a quien amaba tanto que no podía evitar sentirse feliz al darse cuenta que él solo con una mirada, sabía que mentía.

—No podemos estar juntos –dijo ella formando un mohín, su mentón comenzó a temblar mientras que miraba hacia el suelo y su cabello le cubría el rostro –nos harán daño y después tú me odiarás, eso es lo que sucederá y no quiero.

Ethan se acercó lo bastante como para levantar su mano y hacer que ella fijara la vista en la de él.

— ¿Quién nos hará daño? –dijo acariciando el pulgar de su vecina con el pulgar, como si la estuviera hipnotizando para que dijera todos sus secretos más ocultos.

—No entiendes Ethan y yo no te puedo explicar, esto va más allá de humanos –las lágrimas caían por las mejillas de Dana mientras que sus alas picaban por querer ser expandidas, deseaban ser liberadas para que Ethan viera quien era realmente su vecina.

—Nadie nos hará daño, no le permitiré a nadie que te toque o que te hiera, haría lo imposible antes que eso sucediera… además creo que está científicamente comprobado que tú eres la persona a la que nadie puede odiar.

—Basta ya, no bromees –ella lo miraba casi suplicante, casi esperando que fuera él quien le dijera que todo se acababa.

—No lo hago –dijo susurrando y sonriendo casi de una forma imperceptible –un grupo de científicos me ha contratado para investigarte –prácticamente los ojos verdes de Ethan sonreían, dejando descubierta su broma fuera de lugar, pero que estaban causando distraer a Dana. Necesitaba calmarla antes de exigirle respuestas –primero me dijeron que descubriera que había en tus ojos miel, tan profundos y que me observaban de forma tan especial… he tratado de saber el motivo, pero aun no lo descubro, mi empleo corre peligro por tu culpa.

—Ethan… —dijo ella ahora sonriendo. Había conseguido distraer a Dana. Todo temor y preocupación, se desvanecieron a medida que Ethan hablaba.

—Silencio, te pueden escuchar… ¿no quieres saber qué más me pidieron? Mi vida está corriendo peligro por darte esta información –ella asintió, esperando por más palabras románticas de su humano. Parecía estar en un sueño, casi se veía flotando con él entre las nubes mientras todos los ángeles observaban cuánto se amaban solo a través de sus miradas –una de mis misiones también es que no permita que tus mejillas sean recorridas por tus lágrimas, no es una mezcla que les agrade.

Aquello lo dijo mientras sus manos pasaban delicadamente por las mejillas de Dana, arrasando con todo rastro de lágrimas a su paso.

—Desean saber qué  secreto tiene tu boca –dijo ahora mirando atento con sus verdes ojos a los color miel de Dana.

Los brazos del ángel habían caído a sus lados sin fuerzas, ya no quería alejarse ni un centímetro de su Ethan, menos cuando los labios de él se acercaron para rozar los suyos, solo por una fracción de segundo, fue tan suave y ligero que le pareció como si una pluma de sus alas recorriera sus labios. Se empinó para seguir aquel beso, pero no encontró los labios de él, era varios centímetros más alto que ella y eso que su altura era cercana al metro setenta.

— ¿Por qué me mientes? –dijo él, trayéndola a tierra nuevamente — ¿Es que acaso quieres herirme? ¿Comprobar cuan atrapado me tienes?

—No, claro que no –dijo ella escondiendo su rostro en el cuello de él. Ethan la abrazó, entregándose al placer de sentir el cuerpo de ella junto al suyo.

—Porque te adelanto que me has atrapado completamente y ni siquiera me había dado cuenta de ello ¿Qué me has hecho? –susurró contra la oreja de ella mientras se daba cuenta de cuán importante se había vuelto Dana para él, incluso en este corto período de tiempo.

— ¿Qué? –se separaron unos centímetros, solo para ver el rostro del otro.

—Hasta hoy en la mañana no pensaba que eso fuera posible.

—No entiendo lo que dices.

—Usualmente esa frase está dirigida hacia ti, aunque es recíproco… —se quedó en silencio unos segundos, sintiendo como los nervios lo paralizaban por un momento.

— ¿Ethan?

—Creo que me he enamorado de ti.

El corazón de cada uno comenzó a golpear el pecho de su dueño. Se miraban el uno al otro mientras todo lo demás parecía desvanecerse a su alrededor, entendiendo que este momento seria único para el otro e inolvidable.

Dana había sido incapaz de creer que ella sería la persona que podría hacer sentir tal sentimiento en Ethan, jamás pensó que ella sería la afortunada de lograr escuchar esas palabras de la boca de su humano. Mientras que Ethan recién se estaba dando cuenta de lo que había dicho y de la libertad que ello le había entregado. Incluso se sentía más ligero, a diferencia de Dana que sentía su espalda más pesada, estaba reteniendo toda la ansiedad de expandir sus alas y volar de felicidad por toda la ciudad.

—Tú deberías… decir algo y que no sea “gracias”, así es como funciona.

Toda la liberación de Ethan se convirtió en vergüenza al darse cuenta que ella lo miraba como si le hubiera salido otra cabeza. Lo único que lo mantenía ahí era observar el brillo en esos ojos miel.

—Ethan –susurró ella aun sin poder creer lo que estaba sucediendo. Esto cambiaba todo en un giro de mil grados. Apoyó su mano en la mejilla de él, quien cerró sus ojos ante aquel roce –esas palabras se quedan cortas ante lo que me has hecho sentir todo este tiempo. Te amo de tal forma que sé que nadie podrá amar a otra persona como yo te amo a ti.

Dana por primera vez se sintió libre, como si aquello fuera tan excepcional como expandir sus alas. La picazón en su espalda se detuvo ante las palabras que pronunció, ante la confesión que por fin había cruzado sus labios, el secreto que había guardado por tantos años.

Ethan sonrió al darse cuenta de que su sentimiento era correspondido, pero aun así cierta sospecha comenzó a rondar en su cabeza. Sabía que ella le escondía algo, su actitud temerosa de minutos atrás y la confesión que acaba de decirle, le dejaban claro que ella solo estaba permitiéndole conocer lo que solo ella deseaba dejar ver. Algo intrigante, siendo que él se había enamorado solo con lo poco que la conocía.

Dejando todas las dudas y sospechas de lado, ambos se concentraron en el otro hasta que no lo soportaron más y sus labios se unieron. La ansiedad fue provocando que aquel beso fuera aumentando de temperatura hasta tal nivel que Ethan tenía completamente apoyada a Dana en la pared mientras sus labios exigían en los de ella una respuesta, la que no demoraba en llegar, solo siendo interrumpida por la errática respiración del ángel.

—Ethan –susurró contra los labios de él.

Su humano se separó de ella y supo que había llegado el momento que tanto había deseado y temido. Ella se dio cuenta, por la mirada que tenia Ethan y por la forma en que su propio corazón latía, que todo lo que había pensando en un principio se acaba de desmoronar. Estaba en las manos de él y deseaba consumir aquel acto tan mundano y prohibido para los ángeles, que unía a dos personas de tal forma que a veces hasta sus latidos se sincronizaban.

Él no puso atención en las palabras de ella y volvió a besarla mientras que sus manos llegaban a los muslos de Dana, de donde la tomó con fuerza, levantándola varios centímetros hasta que las piernas de ella rodearon su cadera. Se deleitó besándola contra la pared, aun teniéndola entre sus manos, agradeciendo al cielo por tener tal mujer entre sus brazos, regalándole pequeños gemidos que eran aplacados por su boca.

Por instinto él supo que ella simplemente no se negaría, que se había entregado por completo a él y lamentó no haberle dicho lo que realmente sentía por ella hace tiempo, se habría ahorrado varios días de amanecer con una dolorosa erección. Segundos después de tener ese pensamiento, se regañó por estar pensando en idioteces, cuando tenía a Dana mirándolo con sus ojos más oscuros y brillantes, mientras entraban a la habitación principal, donde habían compartido tantas noches, juntos, solo durmiendo en los brazos del otro.

—Me encargaré de esto –dijo ella tomando el cierre del abrigo que traía Ethan. Pudo notar como las manos de ella temblaban mientras bajaban.

—Dana, si no quieres no… —no le permitió seguir hablando, los labios de ella lo silenciaron mientras de un solo movimiento y de una forma que lo sorprendió, ya que tuvo que atravesar los cuerpo de ambos para desabrochar por completo su abrigo al mismo tiempo que usaba esos movimiento como excusa para deshacerse de la daga que tenía en su espalda, la que arrojó a un montón de ropa que había al lado del espejo.

—Si quiero, es lo que más deseo en el universo.

Ella había pronunciado cada palabra con toda la sinceridad del mundo, aun así le faltó completarla, admitiendo el susto que sentía ante las consecuencias de sus actos. Aun así, ella se había dado cuenta cuando confesó su amor por Ethan… que ya no había vuelta atrás. Jamás sería capaz de dejar atrás a su humano, se dedicaría a protegerlo en la tierra durante el tiempo que fuera necesario, nunca lo abandonaría.

— ¿Estás segura? –dijo él mientras la recostaba en la blanda cama, siendo solo iluminados por las decenas de pequeñas luces que iluminaban la habitación de forma aun más romántica –quizás desees esperar –susurró mientras besaba el cuello de ella y una de sus manos recorría el muslo derecho de Dana, solo siendo protegida por los jeans ajustados que llevaba –preparar algo más, sé que es tu primera vez y…

Ella tiró de su camisa para que sus labios volvieran a concentrarse sobre los de ella, distrayéndolo de las dudas más superficiales que Dana pudo haber imaginado. Segundos después se separaron para encontrar aire.

—He visto y he estado en lugares que cualquier persona encontraría parecido con el mismo Paraíso, Ethan, pero nada de eso se asemeja a lo perfecto que me parece estar en esta habitación… contigo.

Ethan sonrió al escucharla y se separó de ella para lanzar al suelo su abrigo, que era bastante grande debido al frío que hacía. Pero en ese momento, parecía que estaba en el Caribe, su cuerpo estaba ardiendo, reclamando por sentir el de Dana.

—Eres realmente alguien especial, pero también me basta solo con tenerte aquí –se acercó a ella de nuevo y desabotonó su abrigo, mucho más corto, color negro mientras que ella se apoyaba en sus codos, atenta a los movimientos que él realizaba.

Ella incómoda ante la idea de quedarse sin hacer nada, dejando que él la desvistiera, lo detuvo cuando sacó su camisa blanca de sus jeans ajustados. Dana se sacó sus ballerinas y se arrodilló en la cama, para dedicarse ella misma a desabotonar la camisa negra de Ethan.

—Hoy andabas muy formal –dijo ella, sonriendo y completamente entregada a la situación.

—Era nuestra primera cita –las manos de su vecina aun seguían temblando, pero decidió no darle importancia, de esa forma ella no se sentiría aun más nerviosa –quería verme bien.

—Supongo que has tenido primeras citas, que terminan de esta misma forma –dijo acariciando el pecho descubierto de Ethan, sin siquiera darse cuenta de lo que provocaba en él con esa caricia.

—No, es mi primera vez –susurró él, sonriendo contra los labios de ella y robándole un beso mientras la temperatura de la habitación seguía aumentando. La luna se podía ver a través de la gran ventana, dejando que su luz se colara por esta hasta llegar al cuerpo de Dana.

—Somos dos entonces –dijo ella ahora deteniéndose. Solo se había deshecho de la camisa, pero no quería encargarse del pantalón, ahí sorpresivamente se sentía avergonzada. Miró hacia un lado, esquivando la mirada y sonrisa coqueta de Ethan, como si adivinara el motivo de su vergüenza.

Las manos de Ethan fueron hasta el botón de los jeans de Dana, lo desabotonó y con una agilidad que agradeció Dana, fue deshaciéndose de la prenda mientras sus labios se unían para silenciar las dudas que podría tener ella. Sin embargo cuando él se recostó sobre ella, quien se sentía desfallecer al sentir la cálida piel de Ethan, se dio cuenta de un gran detalle.

—Solo puedes desabrochar mi camisa, no sacarla ¿sí? –él la miró sorprendido por ese requerimiento.

— ¿Qué sucede? Puedes mostrarme cada detalle de tu cuerpo, no te avergüences.

—Solo te pido eso esta noche, después… si quieres repetir lo que suceda hoy, podrás ver mi cuerpo por completo ¿sí? –él iba a protestar, pero se dio cuenta que ella solo le estaba pidiendo una condición temporal.

—Como usted desee –dijo ahora sonriendo mientras volvía a concentrarse en el cuello de ella, al mismo tiempo sus manos comenzaban a desabotonar la camisa femenina color negro que ella llevaba.

Dana observaba el techo de su habitación, mientras que sus párpados pesaban más de lo habitual, pero no por sueño sino producto de la excitación, mientras que las manos de Ethan iban recorriendo la piel que quedaba expuesta, mientras que los labios de Ethan besaban la piel de su cuello, mientras que su amado humano la estaba haciendo suya, en cuerpo y alma. Debió controlar con todo su poder a sus alas, que ansiaban ser liberadas… sería un momento difícil.

Sabía muy bien que no habría vuelta atrás, que este acto la seguiría de por vida, pero también sabía que desde un comienzo ella no tenía elección, de que no sería dueña de sus acciones, que todo estaría guiado por el amor que sentía por Ethan. Ya nada tenía sentido si estaba alejada de él, es por eso que ahora solo aceptaría el amor que él profetizaba por ella y lucharía con lo que tuviera que luchar para defenderlo, aunque arriesgara su vida en ello.

— ¿Dónde te has ido? –dice él mientras la mira, sin moverse, descubriendo que los pensamientos de ella están a kilómetros de él.

—Es como si tus caricias me hicieran entrar en trance –ella sonríe y solo con esas palabras animó a Ethan a seguir con lo que recién había hecho.

Él le sonríe de vuelta al darse cuenta que el sujetador de ella, de color negro con encaje gris, se abría por delante y parecía no tener tirantes. No demora mucho en buscar la respuesta ante tal acertijo y se siente un afortunado porque sus sospechas fueran ciertas. Se deshace de aquella prenda, pero más que quedarse mirando los senos de Dana, solo sonríe y observa el rostro de ella, quien lo mira tan confiada que ni siquiera se sonroja al estar expuesta ante los ojos de él.

—Haré todo lo posible para que sea tan placentero como lo será para mí ¿sí? –ella lo miró curiosa, preguntándose a que se refería, pero su respuesta llegó segundos después, cuando la mano derecha de Ethan, se estaba colando por el lado de su cadera hasta llegar a sus bragas negras. El dedo pulgar de su humano acarició tan solo el borde de su ropa interior y logró que todos los nervios de aquella zona, enviaran cientos de señales a su columna, logrando que se arqueara, exponiendo su pecho ante Ethan.

Él no lo dudó un segundo. Se acercó al tórax de Dana, besando justo entre sus pechos, pensando en lo sensible que era ella, que tan solo con la caricia de su pulgar, había logrado tal respuesta de ella. Aun así cuando salió su lengua a recorrer la piel de ella, pudo sentir como se estremeció bajo su cuerpo, gimiendo su nombre tan bajito que hasta dudó que lo nombrara.

La mano de Ethan que estaba volviendo loca a Dana, finalmente fue explorando más allá de su frontera, al mismo tiempo que bajaba la prenda y se deshacía de ellas de una forma tan rápida que Dana tan solo extrañó los labios de Ethan en su piel por un segundo.

— ¿Qué…? –Dijo ella abriendo sus ojos sorprendida cuando la mano de Ethan cubrió por completo su intimidad — ¡Ethan! –se apoyó en sus codos para poder observarlo, había sentido como dos dedos de él entraban a un lugar que no sabía que podían tener utilidad.

Ella sabía técnicamente lo que sucedía cuando dos personas tenían sexo, pero lo más básico, no sabía las nuevas técnicas de amar. Conocimiento que se encargaría Ethan en entregarle.

—De verdad estás bastante excitada –dijo él sorprendido al sentir la facilidad con la que sus dedos habían entrado, a pesar de que el interior de ella los aprisionaba.

— ¡Ethan detente! –susurró entre dientes, sintiendo el placer que le estaba provocando su humano. Cayó en la cama de nuevo, cerrando sus ojos y dejando que sus nuevos instintos florecieran. Sus caderas comenzaron a buscar el movimiento de Ethan, sin poder controlarlas. No podía creer lo que era capaz de sentir su cuerpo, ahora podía disfrutarlo de mejor forma que en la mañana.

Ethan se volvió a apoderar de sus labios, aumentando sus estímulos en el cuerpo de ella, como si fuera alguna travesura lograr que llegara al límite, ya que sin duda estaba disfrutando ver el efecto que tenía en ella y del suave tacto que tenía en su mano al no sentir ni un solo vello.

— ¿Así está bien? –susurró en su oído.

—Sí, si… —dijo ella de forma entrecortada.

Un grito se quedó en la garganta de Dana cuando los labios de Ethan ahora se apoderaron de uno de sus pechos, justo atrapando uno de sus pezones rosa, tirando de este con sus dientes, siendo cuidadoso y sin dejar de mirar a su vecina que se dejó desfallecer sobre la cama mientras que sus manos iban a detener la de Ethan que no dejaba de moverse.

Repentinamente las energías abandonaron su cuerpo y se quedó inmóvil, con sus ojos cerrados y sintiendo como los labios de Ethan abandonaban su pecho, al igual que su mano de su centro.

— ¿Hola? Tierra llamando a Dana –susurró contra el oído de ella — ¿te has quedado dormida? –de forma perezosa ella giró su rostro para encontrarse con los ojos verdes de él, que la miraban atentos, llenos de lujuria y de amor al observar como ella le sonreía.

—Esto es completamente nuevo, gracias –dijo mientras su boca buscaba la de Ethan.

El ego del humano se fue hasta las nubes. No muchas le habían dado las gracias por como  las hacía sentir, así que siempre escucharlo era algo agradable.

Las manos de Dana, que recorrían el pecho de Ethan hicieron que él volviera a tierra. Mientras ella se deleitaba pasando sus manos por su abdomen que estaba bastante marcado por el constante trabajo en el gimnasio, él se dedicaba a desabotonar sus jeans y bajarlos mientras ella estaba concentrada en él.

Aun así no pudo hacerlo, se tuvo que separar de ella, ponerse de pie y eliminarse de los odiosos pantalones que le estaban complicando la existencia. Decidió ir directo a lo necesario y también se deshizo de sus bóxers oscuros.

Los ojos de Dana brillaron al verlo completamente desnudo, al frente de la cama, observándola con esa sonrisa cautivadora y preparado para poder unir ambos cuerpos.

—Lo haremos de una forma diferente a la tradicional ¿sí? me puedo poner un tanto brusco cuando estoy arriba y no quiero hacerte daño así que probaremos algo.

Él se sentó en la cama, sintiéndose avergonzado por primera vez, ya que Dana no le quitaba la vista de encima y no decía palabra alguna.

— ¿Cómo? –dijo ella, saliendo de la ensoñación en la que se encontraba.

Ya sentado, Ethan le indicó que se acercara, para que se sentara sobre él. Ella se estaba apoyando en los hombros de su humano mientras analizaba su ceño fruncido, parecía muy concentrado. Puso atención como Ethan tomó su propia erección, guiándolo hacia el cuerpo de Dana. Ella sabía muy bien esa parte…en teoría.

—Debes tener cuidado al bajar, de forma lenta tu… ¡Dana! –gritó Ethan, cerrando sus ojos y aferrando el cuerpo de su vecina al suyo ante el movimiento tan inesperado.

—Auch –dijo ella ahora sintiendo que hacerlo de una sola vez, no era una buena idea –Yo… duele, Ethan –podía sentir como si algo ardiendo estuviera atravesando su cuerpo, justo donde ambos se unían.

Aun sintiendo el dolor tuvo que concentrarse en controlar sus alas y en no preocuparse del ardor que estaba comenzando a recorrer su cuerpo.

Su pobre humano tenía la mordida tensa y la cabeza apoyada en los pechos de Dana, mientras que sus manos se aferraban a la espalda baja de ella, sintiendo como ella presionaba su erección. Un golpe de placer había atravesado su cuerpo sin siquiera esperarlo… todavía.

—No te muevas aun –dijo él, susurrando, sus dientes se presionaban con fuerza uno sobre el otro –espera… ¿duele mucho?

Ella se acercó a él para hablarle a su oído, pero aquel movimiento logro que otra ráfaga de dolor se iniciara en su centro. Gimió despacio contra la oreja de Ethan.

El humano solo tenía en la mente que el nombre de su vecina era sinónimo de erotismo, parecía que cada parte de su cuerpo respondiera al doble cuando ella estaba cerca o cuando ella lo tocaba. Ahora un gemido en su oreja, aquella brisa que su aliento provocó… hizo que un escalofrió de placer recorriera su espalda.

—Vamos a probar si –ella lo observó y asintió, acercándose para que sus labios se unieran a los de él. Había comenzado lo inevitable, ya no había vueltas atrás — ¿recuerdas cuando cabalgaste en el campo? Trata de hacer lo mismo.

—Muy bien –dijo ella asintiendo mientras sabía que su cuerpo se había adaptado a Ethan, aun así el dolor no pasada, pero no se concentraba en la unión de sus cuerpos, sino mas bien había viajado a través de ella hasta ir a su hombro derecho —¿así?

Ella se estaba moviendo de forma perfecta sobre Ethan, logrando que olas de placer comenzaran a recorrerlos.

—Lo haces perfecto, tú eres perfecta –dijo llamando la atención de Dana, quien sonrió, aun teniendo esa mirada llena de placer ante los movimientos que estaba realizando.

La temperatura del cuerpo de Dana comenzaba a aumentar en cada arremetida que sentía de Ethan. En cada uno de sus movimientos parecía que iba a desfallecer de placer, se sentía tan unida a su humano que pensó que había nacido para estar ahí, junto a su Ethan.

—Es… por Dios, se siente increíble –dijo ella dejando que sus ojos se cerraran para comenzar a moverse más rápido, logrando que gemidos tanto de ella como los gruñidos de él, llenaran la habitación.

Tan solo se escuchaba los quejidos de ambos en la habitación, al mismo tiempo que los cuerpos de ellos cuando se unían y se separaban. Dana se sintió muy cómoda al dejarse la camisa, sabía que algo estaba ocurriendo en su brazo derecho, pero lo dejaba de lado, era mucho más el placer y entrega que tenía con su humano, que las marcas que se estaban formando cada segundo en su brazo.

Ethan se apoderó con su mano del cuello de ella por un costado, para hacer que lo mirara. Los labios de ambos se unieron por enésima vez esa noche, logrando que la necesidad fuera mayor. Las manos de Ethan se apoderaron de la cadera de ella, ayudándola a moverse mientras silenciaba los gemidos de Dana con sus labios, mientras que no dejaba de subir y bajar de la erección de Ethan, sintiéndose más viva que nunca, más feliz de lo que había sido durante toda su existencia.

—Te amo, no lo olvides –susurró ella en su oreja. Sentía que en cualquier momento iba a perder la conciencia por el placer que estaba recorriendo su cuerpo.

—Nunca –dijo él rodeando el cuerpo de ella como si se fuera a escapar en cualquier momento.

Justo para cuando ambos llegaron al máximo placer juntos, Ethan sintió el miedo de poder perder a Dana, pero dejó pasar ese sentimiento y se concentró en como ella lo nombraba entre gemidos.

Esa noche ambos se entregaron uno al otro. Nuevamente un ángel había caído en las manos de un humano, las marcas del pecado se quedarían por una eternidad en el brazo derecho de un ser que jamás debía pecar, pero cada ángel y demonio, estaba esperando que lo hiciera. Esa noche comenzó la carrera por ganar la lucha eterna entre dos seres divididos por la maldad y la bondad. Entre ángeles y demonios. Dos bandos eternamente divididos.

—Te lo dije –susurró Gabriel, de pie mirando hacia la noche estrellada, hacia la luna llena que lo observaba casi como una burla.

—No vale que digas eso cuando los dos opinábamos igual –Eric avanzó hasta la orilla del edificio de Ethan y Dana, estaban en la azotea. Apoyó su mano en la espada que llevaba a un lado.

—Ahora comienza lo entretenido ¿no?

—No, ahora comienza el infierno para Dana.

—Ella ya ha elegido, no seas pesimista –aclaró Gabriel, escondiendo sus manos en los bolsillos –aun no sabemos cómo terminará esto, pero ponerla al límite asustándolo, de verdad funcionó.

—Me gustaría saber cómo terminará la historia para ti.

—Ya veras, mi viejo amigo, ahora solo me queda decir que me deleitaré con mi ángel favorito y no podrás hacer absolutamente nada, no esta vez.

—Ya no tengo nada de poder sobre ella.

Las alas de Eric se expandieron con fuerza y rapidez. Debía volver arriba para dar las noticias.

—Ni yo tampoco –dijo Gabriel, dándose cuenta que por muy demonio que fuera, había dejado la esperanza de que ella no se entregara al placer.

—Nos vemos, demonio –Eric alzó el vuelo, pensando que ya había perdido a su alumna y que cuando se enterara de toda la verdad… la perdería definitivamente.

—Nos vemos, Eric.

El susurro de Gabriel se perdió en el viento mientras sus alas de fuego lo envolvían y creaban la ilusión de desintegrarlo, cuando tan solo lo estaban llevando al centro del infierno. También tenía que entregar las nuevas noticias.

¡chan chan chaaaaaaaaaaaaaaaan! da raaaa. Ok, no tengo nada que decir que espero sus comentarios, quisiera saber que les parecio este capitulo más que ningun otro por dos simples razones: Uno, no escribo un lemon de primera vez hace tieeeempo, quiero saber que les parecio. Dos, ¡la primera vez de Dana y Ethan! quiero saber también que les pareció  Debo aclarar que yo no pensaba escribir esta parte hasta mucho mas adelante, onda.. no sé que sucedio, pero estos personajes se mandan solos, yo solo escribí y terminé con este capitulo, no sé que les parece. 

Nada más que decir, muchas gracias a Iria por revisarlo ;D