Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece, sino a que son de Sthepenie Meyer.
Solo una excusa
La
iglesia estaba decorada de una forma espectacular, todo el matrimonio se estaba
desarrollando de manera hermosa. Esto se había convertido en el sueño de toda
chica, no se podía esperar menos si la encargada de la decoración había sido
Alice Cullen, mi querida amiga y ex compañera de departamento. Ella había
jurado que todo sería perfecto, ya que era la boda de su hermano Edward y la
familia Cullen no escatimaría en costos, era la boda del año.
Ya
la ceremonia estaba llegando a su final, cuando la gran pregunta llegó a los
oídos de Edward, sus ojos verdes brillaron, pero a mi parecer por una fracción
de segundo, esos ojos dudaron en dar el “si”
Mi
estomago se revolvió ante la idea de Edward pronunciando una negativa como
respuesta, pero eso no sucedió.
—Acepto…
Al
escuchar que aceptaba, sonreí y negué con mi cabeza ¿Cómo era posible que
pensara que podría negarse? La respuesta era bastante simple, miles de imágenes
en mi cabeza me dejaron en claro porque había la probabilidad de que Edward se
negara a casarse.
Eran
las siete de la mañana y yo ya estaba lista para poder llegar a la cafetería a
la que iba todas las mañanas, sin falta, para no perder la oportunidad de
verlo.
Tome
mi abrigo blanco y me cubrí con él, levantando el cuello de este para que parte
de mi rostro se cubriera de esta ola de frio que recorría Chicago.
—Nos
vemos, Alice –dije al guardar mi documentos en mi mochila blanca.
—Adiós
–dijo ella aun en pijama, dirigiéndose a la ducha.
Alice
era mi compañera de departamento desde hacía tres meses. Había comprado el
lugar cuando estaba muy bien económicamente, pero la empresa para la que
trabajaba como asistente ejecutiva había quebrado, así que me vi en la
obligación de poner un anuncio en el diario para que alguien me ayudara con la
renta. Alice vino a visitarme a los días de que el anuncio saliera en uno de
los periódicos más importantes de la ciudad.
La
chica de ojos verdes, cabello puntiagudo, de contextura pequeña y muy
sonriente, apareció en mi puerta mostrándome el anuncio del periódico. No me
tomo más de media hora para saber que ella sería mi nueva compañera.
Congeniamos
inmediatamente, era muy agradable y era muy fácil poder convivir con ella. Al
mes ya nos habíamos convertido en amigas, de las que se confesaban sus
problemas y las que solo viendo una película y hablando estupideces podían
pasar un excelente tiempo.
Finalmente
tome mi bufanda azul que Alice me había regalado el día anterior para que me
cubriera del frio y salí del departamento.
Apresure
el camino al notar que esta vez iba un tanto atrasada. Haber estado organizando
las citas de los pacientes del Dr. Newton por haberse ido de vacaciones
espontaneas, no era nada fácil. Desde hacía dos meses había encontrado trabajo
en una clínica privada donde tenía que ser prácticamente la secretaria de uno
de los doctores que ahí trabajan. La paga era mucho menor que mi antiguo
trabajo, pero era lo único que había podido encontrar luego de quedar cesante.
—¡Demonios!
–susurre enojada por estar tan atrasada, esta vez no lo vería, estaba segura.
Comencé
a correr para poder alcanzar mi última probabilidad de que este día no comenzara
mal. Abrí la puerta de la cafetería con fuerza, sintiendo como el frio había pasado
a segundo plano por haber corrido cuatro cuadras y cuando pude llegar, el frio paso
definitivamente al olvido en mi mente.
Sentí
como al entrar apresuradamente chocaba con alguien, de tal forma que provoqué
un gran accidente. El café que llevaba en sus manos se derramo sobre mi abrigo
blanco, los papeles que él llevaba saltaron, cayendo lentamente sobre el piso y
manchándose con el café derramado.
—¡Lo
siento! –dije levantando la mirada rápidamente. Me quede helada, el frio volvió
a mi cuerpo en un segundo, siendo que el café estaba traspasando las capas de
ropa.
—¡Demonios!
–dijo frunciendo el ceño. Sus ojos verdes estaban fijos en mi abrigo blanco que
ya no lo volvería a ser.
—Lo
siento mucho… —mi cuerpo comenzó a reaccionar al sentir que el liquido caliente
estaba comenzando a quemarme. Me moví hacia un lado para sacarme el abrigo, lo
hice con rapidez mientras miraba como el chico de cabello cobrizo trataban de
salvar los papeles que habían en el piso.
—Demonios,
demonios, demonios –hizo sus manos un puño y cerro sus ojos, tratando de
controlarse y no gritarme por lo que había hecho.
Mire
hacia nuestro alrededor y todos estaban atentos a lo que había sucedido,
incluso una de las chicas que trabaja en el lugar me paso una pequeña toalla
para que tratara de secar mi ropa. Trate de disimular mi emoción ante el
accidente, fingiendo concentración en mi blusa azul que estaba mojaba por café,
pero no podía dejar de poner mi atención en él, que ya había tomado todos los
papeles y los estaba arrojando al bote de basura que había al lado de la
puerta.
Ya
más tranquilo me miro y se fijo en mi abrigo que estaba sobre la mesa de mi
lado.
—Lo
siento… —susurro al darse cuenta que sus papeles no eran los únicos afectados,
aunque había sido mi culpa, completamente –no puedes entrar así a un lugar,
menos a una cafetería… —desee con todas mis fuerzas poder darme contra una
pared –si lo llevas a la tintorería quizás tu abrigo no quede con alguna
mancha…
Lo
miraba embobada mientras seguía moviendo la toalla sobre la blusa azul. Él me
quedo mirando de forma curiosa por unos segundos, hasta que tome toda la
valentía que podía tener, sumada a la desesperación del momento.
—Siento
mucho lo que sucedió, tus papeles…dime que no eran importantes, por favor –él sonrió
al escucharme y luego puso atención directa a mis ojos.
—Lo
eran, pero gracias a la tecnología simplemente debo imprimirlo de nuevo… ¿estás
bien? ¿Te he quemado? –negué rápidamente.
—¿Tu
estas bien? –él asintió sonriendo.
—Tengo
buenos reflejos, así que aleje mi cuerpo al instante que el tuyo se estampo
contra mi capuchino…
—Lo
siento mucho, en serio… —nos movimos cuando las demás personas comenzaron a
salir del local –me llamo Isabella Swan –estire mi mano hacia él.
—Edward
–miles de mariposas revolotearon en mi estomago al momento de sentir su mano estrechar
la mía. Sintiendo lo fría que estaba producto del frio que nos estaba atacando.
Aun
con las mejillas sonrojadas, mis piernas temblorosas y mi corazón en la
garganta, me atreví a seguir hablando.
—Déjame
compensarte, te invito otro capuchino, por lo menos déjame pagarlo… —él me miro
y sonrió de tal forma que me dejo sin aliento. La comisura de su labio se
elevó, dejando al descubierto aquella sonrisa seductora que me enamoró aun más.
—Me
encantaría Isabella, pero tengo que hacer algo muy importante, voy a la corte
–mis ojos se abrieron sorprendidos al pensar que él tenía problemas con la ley.
Él noto mi mirada –soy abogado, un gran caso para hoy…
Había
pasado semanas pensando en su posible trabajo, pero los minutos que lo
alcanzaba a ver, no eran tan reveladores como yo hubiera deseado.
—¿Tu
vienes seguido a este lugar? –mis hombros sintieron que pesaban más de los
debido al escucharlo. Él no tenía idea de mi existencia y yo que había soñado
durante días enteros al pensar que sus ojos se posaban en mí con frecuencia,
por lo visto no era así.
—Sí,
todos los días…
—¿En
serio? No te había visto…yo igual vengo todos los días —aquella sensación de
desilusión aumento aun más –bueno, entonces mañana podrías invitarme ese café
¿no? –nuevamente esas mariposas atacaron mi estomago.
—Entonces,
te veo mañana… —él asintió y se despidió con un “Hasta Mañana”
Esa
había sido la primera vez que habíamos interactuado, por lo menos después del
intercambio de palabras que tuve con él cuando llegó a la clínica donde
trabajo, en donde me pidió información para saber donde se encontraba un
doctor. Me encantaron sus ojos verdes desde el primer momento, su bajo tono de
voz y esas manos que me podrían rodear de la forma que deseara. Él no tomo
atención en mí y yo solo quede con la idea de que solo era un hombre demasiado
guapo que no lo volvería a ver.
Sin
embargo la sorpresa que me trajo el destino al ver que cambiarse de cafetería
no era nada malo, fue muy agradable. Había discutido con una encargada de la cafetería
porque había olvidado mi pedido, así que decidí que era hora de un cambio. Así
fue cuando entré al siguiente local, a las 7.15 de la mañana y sonreí al ver
que el chico guapo que había visto una semana atrás estaba a unos centímetros
delante de mí, esperando para poder comprar su capuchino.
Desde
el primer avistamiento en la cafetería, ya habían pasado dos meses, en donde no
había dejado de ir a la misma hora para poder verlo, aprovechando esos minutos
de la mañana para deleitarme con sus ojos…hasta que luego de dos semanas me di
cuenta que esto era obsesivo, pero aun así no me aleje del lugar ni tampoco
cambie el horario de mi llegada a la cafetería. Alice me decía que me había
convertido en una loca.
—¿Por
qué te estás arreglando tanto? –Alice nuevamente salía de su habitación con su
cabello desordenado y terminando de arreglar la parte superior de su pijama de
Hello Kitty, pude ver que cuando cerró la puerta, un cabello rubio estaba entre
sus sabanas. Era Jasper, su novio.
—Por
nada ¿me veo bien? –ella asintió, pero me miro sospechosamente.
—Siempre
vas linda para tus minutos de gloria con aquel desconocido, pero esta vez luces
diferente…
—Se
llama Edward –tome mi bolso negro de cuero y la apoye en mi hombro.
—¡¿Qué?!
¿Has hablando con él? –asentí y me retire rápidamente para no tener que correr
nuevamente, dejando a una Alice en shock, era agradable poder dejarla así de
vez en cuando.
Había
comprado el día de ayer un vestido de hilo con líneas horizontales de color
negro y gris, unas medias negras y un nuevo abrigo, esta vez uno con estilo
campana, también de color gris. Me veía bien y me sentía segura, hoy vería
nuevamente a Edward y todo tenía que salir bien.
Abrí
la puerta de la cafetería con cuidado y con los nervios recorriendo todo mi
cuerpo. De inmediato pude ver que él estaba mirando hacia la gran ventana que
daba hacia la calle, pensando en Dios sabe que.
—Buenos
días… —susurre aun nerviosa. Él se giro hacia mí y sonrió de nuevo, de esa
manera seductora que tenia.
—Buenos
días, Isabella ¿Cómo has amanecido hoy? –deje mi bolso sobre la mesa y me senté.
—Bien,
gracias… ¿y tú?
—Ahora
se ha convertido en un amanecer aun mejor… —mis mejillas se sonrojaron a pesar
de que el frio me había hecho bastante efecto durante mi caminata hasta aquí.
—Buenos
días ¿Qué van a pedir?
Ambos
hicimos nuestros pedidos y luego nos quedamos en silencio, mi nerviosismo
estaba jugándome en contra y tuve que controlarme demasiado para que eso no
siguiera ocurriendo.
—¿Y
cómo te ha ido en la corte? ¿He provocado que un delincuente quede libre por
arruinar esos papeles? –su mirada bajo hacia la mesa por un fracción de
segundo.
—Algo
así, pero no ha sido por los papeles…ha sido mi culpa –hice una mueca de desagrado.
—¿No
salió todo bien? –él negó, confundiéndome.
—Ese
es el problema, todo salió demasiado bien, hice que mi cliente saliera invicto…
—¿Y
no es una buena persona? –pregunte cautelosa, de seguro ese problema lo tenía
sumido en sus pensamientos cuando llegue a la cafetería.
—Trabajo
para una firma privada, la más importante de Chicago, ahí no se trabaja por
honor, Isabella…
—Sino
por dinero ¿no? –él me quedo mirando unos segundos, sin decir nada —¿y te
molesta?
—En
parte, pero gano bastante dinero, tengo un gran prestigio y no lo dejaría por
nada en el mundo.
—Ya
veo…
Luego
de conversar de todo por una hora, hablando sobre nuestros trabajos y nuestro
diario vivir, Edward esperaba poder verme al día siguiente…y así comenzó. Después
de una semana, los café no pudieron ser suficientes, así que él comenzó a
invitarme a salir, cosa que acepte encantada.
Desde
que conversamos la primera vez nunca dijimos mentiras, pero no se revelaba nada
que no tuviera una pregunta previa, así que solo tuve que hacer las preguntas
correctas.
Sabía
que era imposible estar enamorada de él, pero no sabía cómo definir aquello,
desde que me quedaba detrás de una mesa, leyendo algún libro mientras miraba a
escondidas a Edward, sentía que estaba enamorada del chico desconocido. Y
ahora, que salía con él y sabia como era, me sentía aun más atada a ese
sentimiento, que escondía muy bien delante de las verdes esmeraldas de Edward
ya que a pesar de que nos veíamos fuera de la cafetería y que nuestros
encuentros eran más frecuentes, él no me había besado y yo no tenía la
confianza aun de poder insinuarme, aunque moría de las ganas de sentir esos
labios sobre los míos, me habían quitado el sueño más de una vez.
—Mis
padres te quieren conocer –dijo Alice cuando cenábamos un día jueves.
—¿En
serio? –lleve un bocado de comida a mi boca.
—Claro,
mañana habrá una cena en su casa, podrías venir conmigo y Jasper, nos quedamos
a dormir allá ¿te parece?
—¿No
crees que molestaría? –esas comidas más que cenas, siempre sonaban como
reuniones familiares, no me parecía interrumpir aquel momento.
—Por
supuesto que no, por algo te invito ¿no?
—ella tomo de su jugo, mirándome por unos segundos –a menos que tengas
planes con tu Edward misterioso –sonreí y negué. La próxima vez que viera a
Edward, le preguntaría su apellido, ya habíamos salido tres veces fuera de la
cafetería no se me había ocurrido aquella pregunta.
—No
es mío, solo somos amigos… —ella rodo los ojos –deja de hacer eso, tus ojos te
quedaran deformes –Alice rio ante mi afirmación –bien, iré con ustedes, me
encantara conocer al Sr. Y Sra. Cullen…
—¡Excelente!
Alice
me hizo vestir de forma elegante para la ocasión, me dijo que era una cena
importante, pero que no tenía que incomodarme, a pesar de que sus padres eran
de una clase social bastante alta; había elegido un simple vestido negro que se
ajustaba a mi cuerpo. No me importo demasiado lo que eligiera, si ella me
invito debe estar bien, así que solo me arregle para la ocasión y nos fuimos
junto a Jasper hacia la casa de los padres de Alice.
Al
llegar al lugar, traspasado el gran portón negro y los jardines, hubiera
agradecido que Alice me hubiera aclarado que la “casa de sus padres” no era más
que una mansión de cuatro pisos, color blanco con pilares incluidos….esto era
una locura.
—¿Quién
eres Alice Cullen? –Dije mirando hacia su casa —¿es que ahora falta que digas
que tu tío vive en la casa blanca?
—Yo
le dije algo muy parecido… —rio Jasper. Él era un chico muy normal, profesor de
literatura de una universidad y creo que por eso mismo, Alice había tenido
problemas con su familia, pero les hizo entender que ella no dependía de sus
decisiones, que ella elegía con quien estar. Muy valiente de su parte –espera
que conozcas a su familia, no lamentaras el problema que tuvimos cuando veas al
hermano mayor de Alice, Edward –de inmediato mi mente me llevo a mi Edward ¿Qué
estaría haciendo ahora?
—Es
porque será el heredero de la firma de abogados más importante de la ciudad –Jasper
estaciono mientras llegaban dudas a mi cabeza.
—Nunca
me habías hablando de tu hermano ¿Cómo
es? –ella me miro y sonrió.
—Solo
tenemos los ojos y la piel igual…nada más, ni siquiera el carácter, él no es más
que un engreído, prepotente y sin moral.
—Amor
de hermanos ¿no? –Dijo Jasper mirando a Alice –no debes hablar de esa manera,
amor.
—Es
la verdad… y nunca te hable de él Bella, porque no quería que arruinaras la
imagen que tenias de tu Edward misterioso, como tienen el mismo nombre.
—Claro…
—estaba helada y mi corazón latía con fuerza ¿es que era posible? ¡No!
seria…demasiado raro ¿no?
Nos
bajamos del auto y nos acercamos a la puerta de esa increíble mansión. Una
empleada nos abrió, a quien Alice saludo animosamente.
El
lugar era maravilloso, frio pero increíble. Cuadros caros adornando las
paredes, muebles demasiado elegantes como para acercarme mucho, todo en la
misma línea decorativa.
—Alice…
—al llegar a la sala nos encontramos con cuatro personas. Pude identificar
quienes eran el Sr. Y Sra. Cullen, a su lado se giro hacia nosotros mi
sospecha, que vestía de un traje negro. Ambos nos quedamos mirando como si
hubiéramos visto un fantasma, Edward literalmente se volvió más pálido al
verme.
—Y
él es mi hermano Edward Cullen –dijo Alice luego de presentarme a sus padres, a
quienes había saludado casi balbuceando.
—Buenas
noches, un gusto –estiro su mano hacia mí, saludándome como si fuera la primera
vez que nos veíamos.
—Buenas
noches –susurre estrechando su mano, sintiendo la misma electricidad que nos trapazaba
cuando nos saludábamos…o despedíamos y podía sentir su piel contra mi mejilla.
—Ella
es mi prometida, Tanya Denali –dijo mirándome directo a los ojos, dejándome en
claro que ni siquiera se me podía ocurrir decir algo sobre nosotros, aunque no había
nada que decir.
—Buenas
noches… —la chica rubia me saludo amablemente, para luego ubicarse al lado de
Edward, como si estuviera marcando su territorio. Ella lucia como si hubiera
sacada de la revista Vogue, era hermosa y aquel vestido color azul le quedaba
muy bien.
Durante
la cena, me quede al lado de Alice, justo al frente de Edward, quien me miraba
unos segundos y luego se escondía con palabras hacia su novia. Le pedí más de
diez veces a Alice que no nos quedáramos a dormir, que nos fuéramos al
departamento, pero ella no aceptó, ya que Jasper estaba conversando
animadamente con el Sr. Cullen, quien antes ni siquiera le dirigía la mirada a
su novio, así que este se estaba convirtiendo en un gran avance.
Luego
de la cena fuimos a un salón donde todos conversaban y yo solo decía una o dos
palabras, así que mis esperanzas en ese momento estaban en que esto acabara
pronto, para dormir e irme rápidamente a la seguridad de mi techo.
—Alice,
necesito ayuda, quedan cuatro meses para la boda y aun me queda mucho por hacer
¿me ayudar a organizarla? –Tanya estaba al lado de Alice, tomando su mano y
mirándola amorosamente para que accediera a su petición.
—¿Es
en serio? ¿Quieres que organice tu boda? ¿Edward? –miro a su hermano al mismo
tiempo que yo, él tenía sus ojos fijos en mí, pero automáticamente miro hacia
Alice.
—Claro
que si –me puse de inmediatamente ¿es que acaso mi hermoso y misterioso Edward
se iba a casar?
—Si
me disculpan, estoy muy cansada… —Esme, la madre de Alice se puso de pie y le
indico a una empleada que me guiara a mis aposentos.
Al
llegar lo primero que hice fue sentarme en la cama, porque estaba esperando que
subir tantas escaleras acabara finalmente con mi estabilidad emocional.
Me
dirigí al baño para arreglarme y dormir, quería escapar de este lugar y no
volver a ver a Edward…Cullen. Me cubrí bajo el cobertor color crema y espere
que Morfeo se acordara de mi y tratara de llevarme, pero fue imposible. Las
horas pasaban y no era capaz de cerrar
mis ojos, que no dejaban de llorar al darme cuenta que todas mis
ilusiones hacia Edward, habían quedado en eso, ilusiones.
Alguien
toco a la puerta luego de varias horas, ni siquiera esperó que dijera algo
cuando una sombra se coló a mi habitación.
—¿Bella?
–cerré mis ojos al escuchar la voz de Edward. Trate de hacerme la dormida, pero
fue inútil. Él llego hasta mi cama, donde prendió la lámpara y me miro –lo
siento…
—¿Por
qué lo sientes? –entre nosotros nunca había pasado nada, solo conversaciones
como si fuéramos amigos desde hace años.
—No
te hable sobre Tanya…y nuestras salidas…
—Vete
de aquí Edward, solo quiero estar sola, además no tienes nada de qué
preocuparte –salí de la cama y me fui al baño para poder lavar mi rostro que
estaba rojo por las lagrimas.
—Bella
–golpeo a la puerta.
—¡Vete!
Que tu novia debe extrañarte.
—¡Oh
vamos! Sal de ahí, tenemos que hablar –mi mano se fue a la manilla de la puerta
y fue en ese segundo, que si hubiera tomado otra decisión, las cosas serian
diferente.
—¡No
tenemos nada que hablar! Entre tú y yo no hay nada… —al escucharme lo único que
hizo fue, avanzar rápidamente hacia mí, rodeando mi cintura con un brazo
mientras su otra mano tomaba mi rostro para inmovilizarme y poder estampar sus
labios contra los míos.
Cientos
de emociones llegaron a mi cuerpo y corazón al poder sentir como sus labios se
movían sobre los míos…¡Tantas noches soñando con este momento y ahora lo único
que deseaba hacer era alejarlo!
—¡No!
–dije alejándolo, pero él no se detuvo, solo se fue apoderando de mi boca,
lenta y lujuriosamente, tratando de acabar con mi voluntad y conmigo misma
–Edward… —susurre al sentir que me estaba rindiendo, llevando mis manos por sus
brazos trabajados. Teniendo mayor atención en él me pude dar cuenta que solo
estaba vestido con un pantalón de pijama, a rayas negras y blancas, dejando
descubierto el resto de su cuerpo –Basta, por favor… —susurre con mis ojos
llenos de lagrimas.
—No
la quiero a ella, Bella, te quiero a ti –lo mire como si me hubiera dicho el
peor de los insultos.
—Alice
no se equivocaba sobre ti, deja de mentir, eres muy bueno en eso pero no te
escuchare… —lo empuje para salir del baño, si o si me iba de este lugar ahora
mismo.
—No
entiendes, el accidente con el café fue mi culpa –al escucharlo me detuve, pero
todavía le daba la espalda, no quería verlo –te he visto durante bastante
tiempo, leyendo un libro todas las mañanas en aquella cafetería, tus ojos se
cruzaban muy pocas veces conmigo. Me convencí de que tenía que olvidarte porque
estaba comprometido con Tanya, pero cuando no te vi ese día comencé a
desesperarme, sabía que sería imposible sacarte de mi cabeza y lo único que
pude hacer fue ir hacia la puerta al mismo tiempo que tú estabas entrando, no
pensé que chocaríamos como para derramar el café, pero si estaba seguro que
tendríamos algún contacto, por lo menos escuchar tu voz.
Lo
que dijo era exactamente lo que había soñado por semanas, que él me dijera que también
me veía a escondidas, que iba siempre a la misma cafetería para verme, pero ya
nada tenía un real sentido si él estaba comprometido.
—Este
comprometido con Tanya –suspire tratando de convencerme que no había solución,
él estaba con otra mujer y punto.
—Con
ella no siento lo mismo que contigo, Bella…todo este matrimonios es para unir
los bufé de abogados más importante de la ciudad, el padre de Tanya es dueño de
nuestra competencia, es un negocio… —gente rica, que seguían con costumbres tan
arcaicas.
—No
sé por qué me dices esto, lárgate de aquí Edward, mañana me iré y te aseguro
que no me volverás a ver… —sin prevenirlo, sus brazos me rodearon, quedando con
su cabeza sobre mi hombro derecho.
—No…–tense
mi mordida parar que no se escaparan mas lagrimas –No tengo que esconderme
contigo, puedo decir lo que pienso sin que nadie me ataque por ello…no eres una
persona prejuiciosa y me encantas, por favor no desaparezcas de mi vida porque
te tendré que buscar –podía sentir su nariz pasar por mi cuello, mientras que
sus labios rozaban mi hombro.
—Jamás
te alejarías de este mundo, te agrada y me lo dijiste…eso significa que no
dejarías a Tanya… —sus brazos me presionaron un poco más, como si yo fuera
escapar en un segundo.
—No
puedo… —cerré mis ojos al escuchar su sentencia, pero no me podía concentrar
del todo, sus labios ahora besaban mi hombro –por favor, Bella…no me dejes...
—Edward,
solo hemos tenido un par de citas, no te puedes comportar de esta manera –apoye
mi rostro en su mejilla, sintiendo lo tibia que era su piel.
—Hemos
ido a esa cafetería por demasiado tiempo… —lleve mis manos a las suyas,
dejándome llevar por aquellos besos que dejaba en mi cuello ¿cuán mal podría
hacer teniéndolo solo una noche? Quedaría entre nosotros.
Edward
al notar que había cedido, dejo libre mi cuerpo, pero me giro hacia él y sus
labios se encontraron con los míos, ambos nos fundimos en un profundo beso, que
fue acelerando aun más mi corazón.
Como
si fuera lo más normal del mundo entre nosotros, como si estuviéramos
predestinados a llegar a este preciso minuto donde nos íbamos deshaciendo de la
ropa del otro, no nos tomo nada de tiempo estar desnudos, ya que ambos
vestíamos solo con un pijama.
—Eres
hermosa… —había dejado a Edward sentado sobre la cama y como si alguien me
hubiera indicado que hacer, me acerque a su cuerpo con toda la sensualidad que
estaba escondida en mí y me senté a horcajadas de él.
Sus
labios no demoraron en tomar mis pechos como suyos, provocando que gemidos y
suspiros escaparan de mi boca, pidiendo por más, exigiendo por él.
Cerré
los ojos al sentir como él me elevaba unos centímetros para ubicar su miembro
entre mis piernas. Me arme de valor y lo mire, nuestros ojos se conectaron y
fue la última gota de decisión que necesite.
Fui
bajando sobre él, sintiendo como cada centímetro que avanzaba, nuestros cuerpos
se unían como uno solo, por primera vez, me estaba entregando en cuerpo y alma
a Edward, como lo había soñado desde hace demasiado tiempo.
—Edward…
—susurre en su oído cuando estuvimos completos, el uno por el otro. Los brazos
de Edward me rodearon, acercándome hacia él.
Comencé
a mover mi cadera contra la suya, siendo ayudada por las manos de Edward, que
estaban en mi trasero, empujándome hacia su miembro que estaba en mi interior.
Estuvimos
entre esos movimientos que nos llevaban hacia la gloria y dejando que nuestros
labios y miradas se unieran como una sola…esto había sido mucho mejor de lo que
había soñado.
Nuestros
movimientos se volvieron más intensos, de tal forma que luego de unos minutos
ambos alcanzamos nuestro nirvana.
Al
día siguiente luego de dormir pocas horas y darme cuenta de lo había hecho me
levante a hurtadillas, teniendo cuidado de no despertar a Edward. Llame a un
taxi y me arregle con rapidez, tenía que escapar de aquí antes que fuera
demasiado tarde.
Pensé
que escapando y escondiéndome entre mis sabanas iba a estar a salvo, él lo más
probable ya hubiera perdido interés en mi, había obtenido lo que deseaba. No tendría
que verlo nuevamente y aquella obsesión por él iría desapareciendo. Sin embargo
nada resulto como lo había planeado.
Estaba
a una cuadra de la cafetería donde iba todos los días, donde podía ver a
Edward. Suspire y recordando los mensajes que me envió al celular durante este
fin de semana, abrí la puerta rendida.
Al
entrar y mirar su sonrisa al encontrarme aquí, supe que estaba perdida, iba a
hacer lo que él me pidiera y no había nada que pudiera hacer.
—Buenos
días –sonrió de esa forma que me gustaba. Segura de lo que iba a decir me
acerque a él.
—Esto
solo será hasta que te cases, no seré la amante de nadie ¿entendido? –su
sonrisa se esfumo, entendiendo lo que exigía.
—Bien,
pero no hablaremos de ello mientras estemos juntos.
Así
comenzaron los mejores meses de mi vida, saliendo por las tardes sin que nadie
nos viera, escondiéndonos de Alice que preguntaba quien estaba en mi habitación
por las mañanas cuando él se quedaba conmigo, ella nunca lo vio. Ambos vivimos
lo mejor que pudimos nuestro tiempo, pero éramos conscientes de que nuestra relación
se cortaba hasta que él se fuera con otra mujer.
—Me
tengo que ir… —suspire bajo las sabanas, con los brazos de Edward rodeando mi
cintura –sabes qué debo hacerlo –dije cuando vi su mirada entristecida.
—Quédate
hasta mañana, por favor…
—¿Hasta
que te vea partir hacia ella? A veces pienso que solo deseas hacerme daño,
Edward
—Claro
que no ¿Cómo dices algo así? –tomo mi mentón y me hizo mirarlo.
—Entonces
habrías evitado que llegue esa invitación a mi departamento…
—Alice
está organizando todo, por eso te invito…—gire mi rostro hacia un lado. No tenía
nada que decir, yo me había metido en esto y aunque dolía como los mil
infiernos saber que él se casaría el día de mañana, no podía hacer nada, las
cartas ya estaban tiradas.
—No
puedo hacer esto… —me aleje de él, para poder vestirme y salir de ahí.
—No…
—Lo
siento, pero no me puedo quedar contigo hasta mañana…duele demasiado.
Eso
había sido anoche y como la mujer masoquista y enferma en la que me he
convertido, miraba como ahora el amor de mi vida se había unido en matrimonio
junto a otra mujer.
—¿Bella?
–Jasper estaba a mi lado —¿estás bien? –sentía que mi cuerpo iba a colapsar, sintiendo
como el frio estaba envolviendo mi mente al ver como la feliz pareja cruzaba el
pasillo de la iglesia. Edward miro en mi dirección por unos segundos,
preocupándose de mi estado.
—Estoy
bien, nos vemos…. –Salí apresurada hacia la salida de un costado, no quería
estar en este lugar, rodeada de esa felicidad falsa que emanaba Edward,
sonriendo y abrazando a todo quien se le acercara. Me hacía pensar que después
de todo…su felicidad podía ser real y yo ahí no tenía nada que hacer.
—Estúpida
–dije al entender que nunca debí llegar a esa boda, nunca debí aceptar esta relación
a escondidas con Edward, jamás debí haber elegido aquella cafetería…jamás debí
haberme enamorado de él.
Luego
de más de una hora llegue a mi departamento, me encerré en mi habitación y
comencé a llorar como si el mundo se fuera en ello, estaba tan furiosa que
deseaba destrozar cada centímetro que me rodeaba, no quería que nadie se
acercara. Sentía como si mi puto corazón fuera a explotar de la impotencia que
sentía por lo que me estaba pasando ¿Por qué tenía que ser yo? ¡Deseaba
desaparecer!
Unos
golpes en la puerta me hicieron ponerme de pie e ir a ver de quien se trataba, abrí
rápidamente cuando los golpes se hicieron más fuertes.
—¿Q—que
haces aquí? –Edward estaba al frente de mis ojos.
—No
podía dejarte ir así de la iglesia, te veías mal…
—¿Qué
haces aquí, Edward? ¡Tienes que estar en la recepción! Tanya te descubrirá –él
negó de inmediato, mientras entraba al departamento, cerrando la puerta.
—Le
dije que me llamaban por un caso importante de la firma… —negué sin poder creer
que él estuviera haciendo esto.
—Tu
estas casado, esto no puede seguir…
—NI
siquiera somos capaces de despedirnos y tú dices eso, no hay otra solución
Isabella.
—¡No
seré la otra de nadie!
—Amor…ya
lo has hecho –mis ojos se llenaron de lagrimas al darme cuenta que eso era
cierto, lo estaba negando en mis sueños, pero era verdad, yo ya era la amante
de Edward –eres mía y no quiero dejarte ir, sé que es egoísta, pero no quiero
perder lo único verdadero en mi vida.
—Edward,
no te quiero compartir…
—Pero
si lo cierto es que he sido solo tuyo, Bella, te amo y no quiero que esto se
termine… —un balde de agua fría cayó sobre mi espalda, mariposas revolotearon
en mi estomago, él nunca me había dicho que me amaba.
—¿Me
amas? –él se acerco sonriendo, desde el momento que entro al departamento él sabía
que saldría airoso.
—Sí,
te amo…no me dejes… —sabia que él tendría una doble vida conmigo, era su única vía
de escape para ser como deseaba, me hacia reír, enojarme y cientos de
sentimientos más, donde todas se resumían en el amor que sentía por él. Todo volvería
a gris sin él en mi vida, pero ¿estaba dispuesta a ser su amante? ¿A soportar
que siempre ella este primero?...si fuera una amante cualquiera no, pero él
decía que me amaba, aunque tuviera que convertirme en solo una excusa para
verme, sabía que el siempre trataría de ponerme primero.
—Idiota…
—susurre rindiéndome –igual te amo… —sentencie mi vida con esas palabras y
selle ese compromiso con un beso, al mayor de mis placeres, sentir sus labios
contra los míos, moviéndose suavemente y acabando con mi corazón, como todo lo
que él hacia conmigo.
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