Capítulo 2
“Horas Extras”
Sophia me miró unos segundos, sin decir
nada mientras mantenía en alto su tenedor lleno de arroz. Estábamos en la hora
de almuerzo.
Me encontraba sentada junto a Sophia y Jennifer
desde hace más de media hora, tiempo que aprovechamos para recargar energías y
así seguir con nuestro día laboral. Les platiqué lo que me había pasado la
noche anterior y lo sucedido en el ascensor con “Ojos Rojos”, su nuevo apodo.
De verdad me había servido hablar con
ellas, ahora sentía que no estaba loca.
—Solo te diré una cosa, Ojos Rojos –dijo
Jennifer, utilizando ese término para dirigirse a mí ¡que tenía los ojos azules,
no esa mirada tétrica de ese hombre! –creo que hablaré con el Sr. Ezequiel, de
verdad necesitas unas vacaciones –me siguió mirando preocupada.
—No lo puedo creer –dijo ahora Sophia
–pensé que la loca del grupo era yo, pero parece que tendré que luchar por mi
trono –ella se carcajeó en mi propia cara con su estúpido y hermoso traje negro
de dos piezas, una falda tubo que la
hacía ver más delgada de lo que era.
—Ustedes son imposible ¿saben? les estoy
comentando algo que me asustó mucho y no son capaces de responder de una forma
agradable –tomé mi bandeja decidida a salir de la cafetería y no seguir
escuchando sus bromas.
— ¡Lizzie! –dijeron ambas. Me giré ya
malhumorada por su comportamiento.
—Siéntate –dijo Sophia. Hice lo que me
pidió, resignada después de ver sus miradas — ¿sabes? creo que deberías
tranquilizarte, estamos en marzo, hay estrés, deberías hacerle caso a Jennifer,
tómate unos días, no creo que al Sr. Ezequiel le moleste –las quedé mirando sin
saber qué hacer, quizás tenían razón y me estaba afectando tanto trabajo, era
una época complicada, con la unión de nuevas empresas.
—Hablaré con él, espero que no sea un
problema –ellas sonrieron al ver que su consejo había sido escuchado.
—Sabes cómo es tu jefe, un amor –Jennifer
tenía razón, pero aun así, jamás había pedido días libres, y menos por algo
como esto, llevaba solo tres meses trabajando aquí.
Terminamos de comer y las chicas como
siempre se organizaron para que yo pudiera subir por el ascensor, me sentía
culpable pero ambas siempre me decían que no tenía de que preocuparme, ya que
no era ninguna molestia para ellas ayudarme.
Todas seguimos trabajando hasta las
siete de la tarde, como solía ser cada día; Jennifer me llamó alrededor de las
cinco diciéndome que había visto al famoso supervisor que tanta conmoción
estaba causando, dijo que dejaría a Arthur o a quien fuera por tener una
oportunidad con aquel tipo. No pude evitar reír, Jennifer no dejaría a Arthur
ni aunque tuviera a Jamie Dornan pidiéndole de rodillas que se casé con ella. Jenn
amaba a Arthur, llevaban más de tres años juntos.
Media hora antes de nuestra salida
Sophia me llamó para decirme que Jennifer iría a las siete a mi piso para que
pudiera bajar en el ascensor, ya que ella se iría antes porque no podía faltar
a una cita con Damien; llegar atrasada no era una opción, ambos trabajaban
bastante y se veían poco.
Damien era el novio de Sophia, eran tal
para cual, él trabajaba en el edificio de enfrente, era contador o algo así…realmente
no tenía idea, pero era relacionado con números, en estos años de conocerlo
jamás he entendido su trabajo, pero si era un amigo muy cercano, uno de esos
que sabes que en las malas estará junto a ti. Lo había conocido el mismo año
que a Sophia, cuando tenía 14 años y había entrado a la secundaria de Danville.
Miré el reloj y marcaba las siete en
punto, el Sr. Blake se quedó en su oficina todo el día, por lo que no pude
hablar con él, así que mi oportunidad era ahora o nunca. Apagué el computador y dejé todo ordenado.
Iba a tocar la puerta cuando noté que mi
tacón estaba sucio, no me podía presentar de esta forma, así que volví a mi
escritorio y saqué un pañuelo desechable del cajón y lo limpié con rapidez.
—Lizzie, estamos listos por hoy –me
senté de golpe al ver a mi jefe ya con su maletín, listo para retirarse.
Ezequiel Blake, era un empresario de cuarenta
años o algo así, conocido internacionalmente y mantenía negocios con muchos
empresarios a la vez, dirigiendo y organizando ganancias de otros además de las
suyas para que dichas empresas fueran más exitosas aun. Este no era el único
edificio que tenía, en Europa había instalado otro a cargo de su hijo, Maximiliano
Blake, hacía un par de años, le iba muy bien. Sin embargo, no solo destacaba en
mi jefe lo inteligente y bueno que era con los negocios además de tener una
personalidad adorable y de ser alguien estricto, sino que también era
guapísimo.
Era de un metro noventa, con espalda
ancha y siempre de traje; sin duda se ejercitaba porque se mantenía vigente
para su edad. Su piel blanca se destacaba aun más con su cabello negro que
llevaba siempre correctamente peinado. Era muy atractivo, aunque siempre me
causaba cierta extrañeza su mirada oscura.
—Sr. Blake –dije nerviosa, poniéndome de
pie –estaba a punto de entrar a su oficina porque necesito hablar con usted —me
miró, pensando un segundo y asintió acercándose a mi escritorio.
—Dime lo que sucede Elizabeth –mis manos
jugaban nerviosas, él lo notó y me sonrió amablemente.
Él me intimidaba, era agradable, pero aun
así, no confiaba por completo en él. Tenía una mirada oscura tan extraña; en
resumidas cuentas, no me subiría a un ascensor a solas con él.
—He tenido unos problemas y me
preguntaba si… podría tomar unos días administrativos, serian solo dos –él levantó
ambas cejas dándose cuenta de lo que estaba pidiendo.
— ¿Está usted bien de salud? –Asentí —
¿Es su familia? –Negué – ¿Ha pasado algo extraño estos últimos días? –Negué
nuevamente, sintiéndome estúpida por estar pidiendo unos días libres —entonces
está todo bien –lo miré nerviosa, parecía que me iba a dar una negativa como
respuesta –Muy bien, puede tomarse los dos días, así recuperará energías, no me
sorprende que me pidas esto, has sido un tanto adicta al trabajo. Solo son dos
días así que podré sobrevivir, manda a pedir a Mary para que te reemplace ¿sí?
—Muy bien, muchas gracias Sr. Blake.
—No hay de que, nos vemos –dijo
sonriendo y caminando hacia el ascensor. Tomé mi bolso para esperar a Jennifer,
pero mi jefe antes de que se cerrara la puerta del ascensor puso su mano
evitando que esto ocurriera –Lizzie –dijo afligido –olvidé entregarte unos
papeles que tienen que estar fotocopiados para mañana, a primera hora ¿podrías
hacerlo? Son las nuevas normas sobre cómo manejaremos las empresas este año —
¡rayos!
—No se preocupe –dije con mi mejor
sonrisa.
—Están en mi escritorio –asentí.
El Sr. Blake dejó la puerta y el
ascensor se cerró.
Tomé el teléfono y marqué a recepción
para que le informaran a Mary Ray que viniera a cubrir mi puesto mañana; ella
era muy agradable, había tenido la oportunidad de hablar con ella una o dos
veces.
Suspiré y dejé mi bolso al lado,
claramente no me iría pronto. No como mi jefe que ya debería ir en camino a su
penthouse, al lado de su pareja. El Sr. Ezequiel estaba casado hacía ya años
por lo que tenía entendido, con una mujer tan guapa y simpática como él. Eran
bastante parecidos, con su piel blanca y ojos oscuros; la única diferencia era
que ella tenía su cabello rubio, siempre arreglado de forma elegante, al igual
que su vestimenta. La había visto un par de veces.
Rendida entré a la oficina, no podía creer lo
que veían mis ojos, tres pilas gigantes de papeles sobre el escritorio de mi
jefe ¡no terminaría en horas! ¿Cómo no me dijo antes?
Resignada salí y marqué a Jennifer para
que no me viniera a buscar, bajaría por las escaleras ya que tenía para mucho
rato más y no tenía sentido que ella me esperara. Dios, sesenta pisos me aguardaban
al terminar con mi trabajo.
Eran las nueve y media de la noche y por
fin había acabado. Me dirigí rápidamente a la oficina, ya era muy tarde. Al
entrar me di cuenta que la oscuridad reinaba ¿Qué diablos?
Prendí la luz de la oficina del Sr. Ezequiel,
pero esta no funcionó. Tenía un montón de papeles en mis brazos y debía
dejarlos en su escritorio, a un par de metros más.
Tragué saliva nerviosa ¿Por qué estaba
tan miedosa últimamente?
—No pasa nada —me dije a mi misma y
cerré los ojos para después caminar muy rápido hacia el escritorio del Sr. Ezequiel
y dejar los papeles sobre este.
—Buenas noches.
— ¡Aaahh! –grité con todas mis fuerzas
al saber que había alguien ahí. Me apoyé en el escritorio y boté los papeles al
suelo. Cerré mis ojos para sentir algún golpe o algo por el estilo, como sucede
en las películas de terror.
— ¿Disculpa? –Abrí mis ojos de inmediato
al notar aquella voz –siento haberte asustado, pero me dijeron que Ezequiel
estaba aquí –lo único que podía ver a mi lado era un rostro pálido que se
colaba por las gigantes ventanas que adornaban esta oficina.
Mi mano fue de a poco a la lámpara del
escritorio de Ezequiel, pero me quedé estática al ver como aquel extraño
sonreía, mostrando una perfecta y blanca sonrisa.
–Déjame hacer eso a mí –se acercó un
poco y prendió la lámpara.
Me quedé como una verdadera idiota
mirándolo, ya que su cuerpo estaba solo a unos centímetros del mío. Su piel
pálida, su cabello negro correctamente peinado, manteniendo una sonrisa
inocente me estaban causado cierta incomodidad; vestía con un traje negro y una
camisa blanca, solo me daban a entender que este era el supervisor del que
había hablando Jenn, ya que jamás lo había visto.
—N-no había luz –dije al ver que la
lámpara prendía. Él volvió a sonreír. Un escalofrió recorrió mi espalda. Tenía
que salir de aquí.
—Supongo que ha vuelto ¿no? –asentí como
una imbécil, sin poder dejar de mirar esos ojos, tan negros –Y bueno Lizzie,
creo que Ezequiel no está.
— ¿Cómo sabes mi nombre? –dije
frunciendo el ceño, él volvió a sonreír.
—Sé todo lo que me interesa saber y eres
la secretaria de Ezequiel entonces…
—Claro — ¿Por qué otra cosa iba a saber mi nombre? estúpida Lizzie.
Esquivé su mirada porque ya no me estaba
pareciendo tan atractiva como hace un segundo atrás, miré hacia el piso y vi
todos esos papeles en el suelo, suspiré frustrada.
Me agaché y comencé a recogerlos uno por uno, hasta que
vi otras manos ayudándome.
—No tiene porque hacer esto, le debo
pedir que se retire –dije aun recogiendo los papeles, sin mirarlo –no debió
entrar aquí sin mi autorización o la del Sr. Blake.
—Creo que el Sr. Blake, puede comprender
si entro a su oficina sin su permiso –lo miré frunciendo el ceño, esta oficina
era sagrada, nadie entraba así como así, ya que podrían sacar algo importante y
perjudicar a mi jefe.
—Disculpe –dije poniéndome de pie para
enfrentar a este sujeto — ¿Cuál es su nombre? –ahora me venía a dar cuenta que
estaba conversando con un extraño.
Él
miró por unos segundos mis piernas que estaba al frente de él ¿Por qué
me tuve que poner falda hoy? Se puso de
pie cuando lo miré de mala forma por su comportamiento.
—Mi nombre es Maximiliano Blake, solo
dime Max –tragué saliva. La había cagado. Era su hijo.
—Disculpe —dije ahora más tranquila –El Sr. Blake jamás
me informó de su visita, pero aun así le pediré que se retire, ya se ha
terminado el horario de trabajo –me
quedó mirando sin decir nada por unos largos segundos.
—Creo que eso lo decido yo –tensó su
mordida, aquello no me agradó y tampoco me dio mucha confianza, es más, me dio
miedo.
—No, no lo decide usted, llamaré a
seguridad si insiste –dije tomando el teléfono, pero él tomó mi muñeca con
rapidez, evitando hacer cualquier movimiento — ¿Qué está haciendo?
—No me gusta que me ordenen lo que debo
o no debo hacer –dijo mirándome serio, con esos ojos negros que no eran nada
atractivos ahora.
—Suélteme en este instante o gritaré.
—Dudo que alguien siga trabajando a esta
hora –mi corazón comenzó a latir con rapidez, era la misma sensación de anoche.
Quizás había soñando con ese ser tan extraño y era un sueño tipo premonitorio
al psicópata que tenía adelante. No eran a los ojos rojos que debía temer, sino
a estos de color negro.
—Se lo advertí –tomé aire e iba a gritar con
todas mis fuerzas, pero nuevamente fue más rápido que yo; llevó su mano a mi
boca y me acorraló contra el escritorio.
Grité pero fue inútil teniendo tal
barrera, su otra mano libre fue hasta mi cabeza, evitándome escapar de su
agarre. Comencé a golpearlo pero por lo visto no le hacía ningún daño. Se
acercó más a mí, llevando su boca a mi oído.
—Eres un tanto testaruda ¿no? –me quedé
quieta, no fui capaz de moverme por el miedo, además que sentía como su agarre
se sentía ardiendo sobre mi piel, eso no era normal, este tipo era malo en
serio –sigamos recogiendo los papeles, pero sin gritar ¿de acuerdo? –asentí sin
saber que responder ¡el tipo era un maniático!
Me soltó de a poco hasta que quede
libre. Mis ojos estaban llenos de lágrimas, pero era más inteligente seguirle
la corriente.
Me agaché de nuevo y comencé a recoger
todo rápidamente para largarme de aquí, debo decir que él fue bastante rápido
también.
Dejé todo donde debía estar y no me
moví, como si estuviera esperando una orden de él o algo parecido, no quería
que esto se saliera de mis manos de nuevo.
–
¿Deseas quedarte más tiempo ya que sigues aquí? –no me faltó otro comentario
para comenzar a caminar muy rápido hacia afuera de la oficina.
Tomé mi bolso y ahora el dichoso Maximiliano
estaba cerrando la puerta de Ezequiel.
Me fui directo a la salida por las
escaleras, ahora menos me subiría a un ascensor si tenía que ser con él.
— ¿A dónde vas? –dijo ahora apoyado en
la pared, al lado mío. ¿Cómo se movió tan rápido?
—Me voy, adiós –traté de abrir la puerta.
—Hay ascensores ¿sabes? –tomó la
manilla, por lo tanto estaba tomando mi mano.
Lo miré y ahora con la luz que había sus
ojos no lucían negros completamente, se veían diferentes.
—No me gustan los ascensores –moví mi
mano de donde estaba para que no me tocara.
— ¿Por eso no subiste hoy en la mañana?
–bien, esto se estaba convirtiendo en la peor pesadilla que he tenido.
Este tipo fue el mismo al que vi con los
ojos rojos, aunque todavía no estaba segura si fue mi imaginación o fue
realidad, aunque ahora creo que era la primera porque sus ojos eran negros…o de
un color raro, pero no rojos.
—Realmente me tengo que ir –miré la
puerta. No quería enfrentarme a él de nuevo.
— ¿Por qué? No es como si algún novio te
estuviera esperando en casa ¿cierto? — ¿es qué acaso estaba tratando de averiguar
sobre mi vida?
—Em…en realidad si –mentí
descaradamente, él sonrió curvando sus labios.
—No eres buena mintiendo, eres alguien
inocente y esas son las más fáciles para mí –lo quedé mirando con los ojos bien
abiertos ¿a qué se refería con que mi alma era pura?
— ¿Qué deseas? me quiero ir, estoy
cansada y tengo mis días libres, así que ya me estoy aburriendo de este juego
¿Quién te envió? ¿Fue alguna de mis amigas? ¿De verdad eres el hijo de Ezequiel
Blake? –me cansé, no tenia porque
soportar esto solo porque supuestamente aquel tipo era el hijo de mi jefe o
cualquier idiota que pudieron mandar las chicas para una pésima broma.
—Nadie me ha enviado y ¿lo qué deseo?
aun no lo decido, tengo dos días aun para saber que haré contigo –rodeé los
ojos, molesta.
—Mientras lo decides, yo estaré camino a
mi cama a descansar –dije abriendo la puerta y saliendo de ahí. Le puse seguro
por el otro lado y comencé a bajar todos los escalones corriendo…esto me
tomaría tiempo.
Estaba caminando hacia mi auto por el
oscuro estacionamiento, pero en realidad estaba corriendo, me sentí mucho más
segura dentro de mi cacharro, no podía creer lo que me había pasado. Se lo
diría al Sr. Ezequiel cuando volviera, eso no se repetiría otra vez.
Llegué a casa bastante tarde, faltaba
poco para las once de la noche. Entré y fui directo a mi habitación. Prendí la
televisión y preparé algo para comer, lo llevé a mi cama y tomé el sobre que
había tirado en la mañana, tratando de olvidar todo lo sucedido en la oficina.
Me recosté tranquila, prendí la luz de
la lámpara y abrí el sobre, era color crema y no decía de quien era, solo tenía
mi nombre, con una letra verdaderamente hermosa. Lo abrí… adentro había una
tarjeta negra.
Era una invitación a la fiesta Masquerade que era este viernes a las
once y media en el hotel Piedra Negra;
ese era un hotel bastante lujoso. El único requisito que había que tener, era
usar una máscara y vestir para la ocasión. ¿Por qué me enviaron esto?...de
seguro era un error, ya que esa fiesta era para la elite de nuestra sociedad.
Tiré el sobre a mi mesa de noche.
Terminé de comer, lavé mis dientes ya
agotada, apagué el televisor y me metí bajo el cobertor, sonriendo por poder
descansar finalmente.
Cerré los ojos y no pude evitar traer a
mi mente al tal Max ¿Qué maniático era ese? Dios…aun así era muy guapo, no lo
puedo negar, pero daba miedo. Pensando en él me quede dormida.
Sentí
de nuevo las manos de aquel extraño en mi boca, evitando que gritara. Estaba
ahora todo a oscuras en la oficina de Ezequiel, pero esta vez no se acercó a mi
oído, sino que alejó su mano de mi boca y sonrió de esa forma tan cautivadora
para después acercarse y unir sus labios a los míos.
De
forma brusca me tomó de las caderas y me hizo sentar sobre el escritorio. No
podía decir nada, estaba tan concentrada mirándolo, como si eso fuera todo lo
necesario para que estuviera tranquila. Me volvió a besar con más ímpetu
haciendo que saliera un leve gemido de mi boca que lo hizo reír suavemente
mientras ahora sus manos viajaban por mis piernas causando que varios
escalofríos recorrieran mi espalda. Cerré mis ojos al sentir que sus manos
ahora se metían bajo la falda, acariciando con delicadeza mis muslos.
Dejó
de besarme para dejar pequeños besos en mi cuello, logrando más suspiros de mi
parte.
—Max…
—mi voz salió completamente diferente, ronca producto de la excitación que
provocaban sus labios en mi cuerpo; llevó sus manos a mi trasero y me acercó a
su cuerpo de un solo movimiento.
Me senté en la cama, respirando agitadamente.
Miré a mí alrededor y noté que era de noche aún. No podía creer lo que estaba
soñando. Me levanté y fui al baño.
Mojé mi rostro y me quedé mirando en el
espejo, mi cabello negro estaba alborotado y mis ojos bien abiertos, estaba bastante sonrojada ¿Cómo diablos tuve
un sueño así?... ¡Con él! Era un desconocido ¿Qué era lo que me estaba pasando?
Repentinamente sentí un escalofrió en mi
espalda al escuchar un ruido en la sala. Mi corazón comenzó a latir con fuerza
producto del miedo.
Con cuidado tomé un paraguas que tenía
en mi habitación y me dirigí a la sala, estaba todo oscuro y el interruptor de
la luz estaba al lado de la puerta principal o al lado del mueble de la cocina,
sin dudas la puerta era mi mejor opción.
No podía ver nada por la oscuridad así
que antes que mis piernas temblaran aun más, corrí hacia la puerta y estuve a
punto de tocar el interruptor, pero me estamparon contra esta, apretando mi
cuello contra la madera y sintiendo el cuerpo de otra persona contra el mío.
— ¡Nooo! –grité, mirando hacia mi captor
lo que terminó por dejar mi cuerpo congelado, convirtiéndome en una muñeca de
trapo.
No podía creer lo que estaba viendo,
eran esos ojos rojos que estaban solo a unos centímetros de mi rostro.
Nunca había sido mi imaginación.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar como
él se reía de una forma escalofriante, ronca y muy profunda.
—Creo que ya sé lo que deseo de ti –ni
siquiera entendí lo que me dijo, solo me concentré en sus ojos ¡Dios santo!
¡Este Monstruo era real!
Ayyyy así que ya conoció a Max... y ahora??? Pensará que sigue soñando??? o se dará cuenta que es real????
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Este Max me recuerda muxho al sr. Lenardi
ResponderEliminarEsto se esta poniendo interesante!
ResponderEliminarYa quiero que llegué la fiesta!
😆😆😆😆
HOLA ME ENCANTA ESTA MARAVILLOSA HISTORIA Y QUISIERA SABER CUANDO VAS A SUBIR LA CONTINUACIÓN.
ResponderEliminarHOLA ME ENCANTA ESTA MARAVILLOSA HISTORIA Y QUISIERA SABER CUANDO VAS A SUBIR LA CONTINUACIÓN.
ResponderEliminar