Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece, sino a que son de Sthepenie Meyer.
La Ciudad de los Amantes
Eternos
Verona, la ciudad que
encanta, enamora y te llena el cuerpo de hormonas provocando que pierdas la
cabeza. Eso es por lo menos lo que dicen los guías turísticos cuando traen a
esas personas a la ciudad de mi familia.
Mi nombre es Isabella Swan,
aunque nadie me reconoce por mi nombre, sino más bien por la ser hija del jefe
de los “Swan” y por ser la encargada de hacer pagar a aquellas personas que le
habían pedido favores a mi padre. Mi vida era bastante arriesgada, pero me había
ganado la confianza de mis padres para poder ser la futura líder de nuestro
clan que ya tenía muchas generaciones. Me encantaba el trabajo y además lo hacía
bien ¿Qué podía salir mal?....nada, nada a menos que nuestra familia no fuera
la única mafia en esta ¡maldita ciudad que era tan pequeña! Me las tenía que
arreglar contra los “Cullen”, liderado por Carlisle Cullen, pero al igual que
mi padre también tenía un encargado que fuera leal a él, sin temer que lo
traicionara en cualquier momento…su hijo, Edward Cullen, un maldito hijo de
puta que me estaba haciendo la vida imposible. En dos meses me había arrebatado
a dos de nuestros asociados. Eso no me hacia feliz y si yo no estaba feliz,
nadie lo iba a estar. Menos cuando tenía que verle la cara al maldito de Edward
en la Universidad. Con veintitrés años y siendo la hija de uno de los más
grandes mafiosos de Verona ¿Qué demonios hago en una maldita universidad
perdiendo el tiempo? ¡Menos cuando el maldito Cullen estaba en mis clases!
Espero que economía me ayude a manejar más adelante los negocios de mi padre,
porque este sacrificio estaba por quebrar mi paciencia y no tenia escapatoria,
todos estaban a favor de que estuviera ahí.
Salí por las puertas de la
universidad con mis dos guardaespaldas que me seguían a todos lados menos
cuando entraba a clases, reglas que
establecieron los profesores. Edward tenia igual dos, tan grandes y peligrosos
como los míos, no teníamos nada que envidiarnos, excepto esos dos asociados que
me arrebato delante de nuestras narices.
—¡Bella! –tense mi mordida
al escucharlo. Odiaba que alguien me llamara de esa forma, más cuando era él
quien me nombraba. Me gire y no le respondí nada, solo lo mire. Jacob junto con
Sam, llevaron una de sus manos hacia el interior de su saco negro tomando sus
armas por si esto no salía bien. Lo mismo hicieron Jasper y Emmett, llevaban
años junto a Edward, exactamente como mis guardias había estado junto a mi —¿Cómo
te ha ido este último tiempo? –esa sonrisa burlona más su desordenado cabello
hacia que deseara sacarle sus asquerosos ojos verdes que demostraban lo
arrogante que era y manchar con sangre su piel tan blanca que parecía que
tuviera anemia, estúpido. Enarque una ceja sin decir nada, él no era digno de
que me dirigiera hacia él –disculpé su majestad –dijo haciendo una reverencia
que pareció más un
insulto –veo que su humor no tiene que ser del mejor en este día ¿es que están
yendo un poco mal los negocios? ¿Papi ya no podrá comprarle sus lindos
vestidos? ¿Ni sus joyas tan caras? –sonreí. Pase mis manos por mi hermoso
vestido blanco que se amarraba detrás de mi cuello y llegando hasta arriba de
mi rodilla.
—Edward Cullen, creo que
estas un tanto perdido –levante el mentón mirándolo con suficiencia –creo que
es a ti a quien papi –dije irónicamente –no le podrá comprar sus putas para que
alguien le habrá las piernas ¿no? – En mi defensa, por este vocabulario, he de decir
que no soy siempre así, pero Edward hace que mi sangre hierva de rabia. Él me sonrió
y dio unos pasos hacia mí, todo el mundo se tenso de inmediato.
—Puede ser, me sales un
tanto cara –curve mis labios en una sonrisa.
—Quizás en tus sueños Cullen,
yo miro a hombres de verdad, no a niños que se mojan en la cama –esa
información había llegado casi por arte de magia cuando tenía diez años y su
mejor amigo quiso invitarme a comer un helado, para eso tuvo que revelarme
información de mi enemigo mortal. Levante mi mano derecha, separando solo unos
centímetros mi dedo índice de pulgar —¡Vamos! –me gire y me fui al auto negro
que me estaba esperando, dejando sin respuesta a Edward, un muy enojado Edward.
Entre al auto y tome mi
traje que estaba esperando por mí.
—Miren hacia delante si no
quieren que les vuele la cabeza –les advertí a mis guardias cuando comencé a
sacarme el vestido. Me cambie por unos pantalones de tela negros, una camisa
blanca sin corbata, deje mis armas a mis costados y luego me puse el blazer. Me
hice un moño y tire el vestido blanco hacia atrás –vamos a la zona alta chicos,
hay un diputado que me tiene que escuchar.
Luego de un par de horas
salimos de la casa de nuestro objetivo y dejamos el cuerpo con un balazo en la
cabeza. Sonreí al darme cuenta que esto solo haría que los demás me respetaran,
no porque fuera mujer iba a ser una tierna flor comprensiva que iba a entender
que los demás no podían devolver el dinero que mi padre les había prestado,
claro con un “leve” interés como comisión para nosotros.
—No quiero problemas –le
dije a los dos chicos que recién estaban comenzando en esto –así que
encárguense de él.
Me fui de nuevo a mi auto y
seguimos con la ronda que hacíamos dos veces a la semana donde teníamos que
encargarnos que nuestros “amigos” devolvieran los favores que habíamos hecho
por ellos. Esta era la mejor parte de mi trabajo, pero como todo lo bueno se
tiene que acabar, las horas se pasaron más rápido de lo esperado y la noche
cayo. Una de las limitaciones que mis padres habían establecido era que no
podía circular de noche por la ciudad, lo cual era estúpido. Verona era tan
peligrosa de día como de noche.
—Haremos una última parada
–dije cuando me acorde de Edward y como me robo a dos asociados, aquello no me había
dejado nada bien delante de mi padre, tuve que escuchar un sermón de más de dos
horas y luego tuve que ir a misa para pedirle a Dios que me guiara en los
negocios…excelente ¿no? Dudo que Dios me ayude en estos problemas.
—No podemos –dijo Jacob. Fruncí
el ceño.
—Cuando me informen que eres
el encargado de esto tomare tu opinión en cuenta…ahora solo mueve el auto hacia
la empresa de carne.
—Pero…esa es zona de los Cullen
ahora.
—¡Ya he dicho, Black! –note
como el tenso su mordida y no pudo hacer nada más que seguir conduciendo, la
que mandaba aquí era yo.
Durante el camino me
entretuve mirando la bala que faltaba a mi arma, con la cual había asesinado a
aquel diputado que se había negado a devolver el dinero y sonreí. Me iba a ir
al infierno por llevar esta vida o puede ser que tenga algún karma el que me hará
pagar mis pecados o mejor aun…quizás cuando reencarne sea una piedra para poder
aprender de mis pecados o algo parecido, como sea, iba a pagar por esto, pero
nadie jugaba con un Swan, nadie.
Llegamos a empresa Vulturi y
bajamos del auto, sonreí al ver el rostro de miedo de la recepcionista de la
empresa. Este lugar estaba conformado por dos edificios, uno donde estaban las
oficinas donde trabajaba el dueño de esta empresa y más atrás estaba la fábrica
donde tenían animales que mataban y faenaban.
—Srta. Swan –le sonreí
dulcemente ante su palidez espontanea al vernos.
—Buenas noches, veo que el
auto de el Sr. Vulturi sigue aquí ¿podríamos hablar con él un momento? –ella
asintió nerviosa y marco en el comunicador un número, avisando nuestra llegada.
Segundo después íbamos camino a la oficina de nuestro amigo. El viejo se
encontraba de pie esperándonos, con un rostro tan o más blanco que su
secretaria.
—Sr. Vulturi…¿Cómo ha estado
usted? –me acerque y le di un beso en la mejilla.
—Sobreviviendo ¿y usted?
–hice una mueca de desagrado.
—No lo sé, pero usted podría
revelar mi estado de ánimo ¿no? ¿Cómo se sentiría si uno de los suyos lo
traiciona con su peor enemigo? –el trago saliva nerviosa. Mire hacia atrás y le
sonreí a mis guardias —¿Cómo se sentirían ustedes, chicos? –ambos tenían su
ceño fruncido.
—Pésimo –dijo Sam.
—La traición se paga, sin
duda alguna –aporto Jacob.
—¿Y usted, Sr. Vulturi? –su
respiración se había acelerado porque su pecho bajaba y subía ante el miedo.
—Yo pague mis deudas con los
Swan –estire mi mano mirando mis uñas.
—Lo tengo claro y ahora has
hecho negocios con los Cullen ¿no?
—Tienen intereses más
bajos…solo por eso, sigo teniendo una gran estima por ustedes… —sonreí.
—Cierto, pero creo que los
negocios no siguen la estima ¿no? –el me quedo mirando aterrado —¿Cuánto más
bajo? –pregunte por el interés monetario de los Cullen.
—Solo cobran un 23% —lo mire
sorprendida.
—¿Un 23%? –el asintió
–bueno, sin duda es un oferta tentadora siendo que nosotros cobramos un 30… —de
verdad deseaba tener de nuevo a este viejo, no solo por las ganancias, sino por
arrebatárselo a Edward y porque Aro era un viejo cliente que la familia quería
mucho –muy bien, creo que tenemos un trato –el viejo frunció el ceño.
—¿De qué habla?
—Un 20…
—Señorita –me llamo Jacob,
pero solo lo mire para que se quedara callado.
—Pero esto no lo vincula con
mi padre, sino que conmigo –sentí como todos se sorprendieron al escucharme.
—No puedo hacerlo, ya hice
el trato con el Sr. Edward.
—Ese hombre de señor no
tiene nada, así que no gaste saliva…además también tenía un trato conmigo ¿no?
Y lo ha destrozado como se le ha dado la gana…eso no me hace muy feliz.
—N—no puedo… —lleve mi mano
a mi blazer y saque mi arma.
—Por lo sé usted tiene
nietos ¿no? Uno de diecisiete años, ojos azules, cabello oscuro, alto…realmente
muy guapo.
—No se acerque a mis nietos
–dijo valientemente.
—¡No me diga lo que debo o
no hacer, anciano! –avance unos pasos hacia él. Esperaba que el Sr. Vulturi
aceptara porque la estima que tenía el conmigo, también la tenía yo con él.
—Isabella –dijo él esperando
por que fuera compasiva.
—¡Jacob, Sam esperen afuera!
Yo y este señor debemos hablar seriamente –dije enojada. Mire a mis guardias y
se quedaron mirando incómodos, pero solo una mirada más y se fueron de la
oficina –usted –dije acercándome con el arma –no me puede llamar Isabella
cuando se le frunza.
—Dios, te has vuelto en una
mujer frívola –rodee los ojos y me senté en uno de los sofás que estaban
delante del escritorio. El Sr. Vulturi llamado Aro, quien tenía más de sesenta
años y me conocía desde que estaba en
pañales. Por eso fue un problema que
hiciera negocios con los Cullen, mi padre lo apreciaba. Él se sentó detrás del
escritorio.
—Debes volver con nosotros,
sé que los intereses son complicados pero
ahora lo baje y yo estoy haciendo negocios contigo, no mi padre, pero
estas dentro de los Cullen…di que si –guarde mi arma y lo mire pidiendo que se
cambiara.
—¿Por qué estás haciendo
todo esto? Mira en quien te has convertido –tense mi mordida. Odiaba recordar
el motivo del porque me metí en todo esto.
—A los 17 jure que haría
caer a los Cullen y tu traición no me está ayudando a llegar a mi meta…
—No puedo cambiarme
Isabella, sabes que los Cullen están ahora tras mis pasos –rodee los ojos.
—¿Es que ya te has gastado
el dinero? –él asintió.
—Queremos expandir la
empresa a otro país más…
—Puedes devolverles con mi
dinero ¡por que te cambiaste con Edward! ¡Es un maldito!…
—Dios santo –dijo el negando
–ustedes dos ya deberían terminar con ese odio…son el futuro y podría ser mucho
más pacifico si no estuvieran enemistados.
—¿Crees que estos son grupos
de caza o de tomar té que están luchando? ¡es la mafia! –el me quedo mirando
unos segundos sin decir nada, los cuales parecieron eternos.
—Con una condición –me puse
de pie emocionada al ver que estaba aceptando.
—¿Qué?
—Vuelve a ser la que eras
pequeña, no sigas en este trabajo, estudia, vete de Verona, cásate, ten hijos y
se feliz sin temer que un día maten a los tuyos… —bufe –Isabella…Bella…
—No me llames así, te dije
que no me vuelvas a llamar así desde hace muchos años…
—Vuelve a ser la de
antes…solo así me cambiare, si me lo prometes –bufe sentándome de nuevo –muy
bien, entonces los Cullen me seguirán teniendo…
—El próximo año –el frunció
el ceño –me largo el otro año…
—Ahí voy a estar muerto –era
una posibilidad como también era que papá me mandara a Italia a expandir
nuestro territorio.
—Prometo largarme de aquí el
próximo año, solo acepta mi trato…sales ganando –el me sonrió.
—Supongo que esto es entre
los dos, nadie más.
—Si te refieres a que mi
padre sepa que baje el interés y que estoy metiendo mi dinero, si, esto es solo
entre los dos –asintió pensativamente.
—No vuelvas a nombrar a mis
nietos, pequeña, porque esto no podría terminar bien.
—Lo sé, lo siento, pero para
los dos orangutanes que están afuera…tengo que ser una perra.
—Isabella –dijo reprobatoriamente
al escucharme.
—Muy bien, Aro, entonces un
trato, debes darle la noticia a Edward –el sonrió.
—Esto me podría meter en
problemas…
—No, los Cullen se
caracterizan por ser unos blandos, así que no te preocupes –me puse de pie y
estire mi mano hacia el —¿trato hecho? –Aro se puso de pie.
—Trato Hecho, Srta. Swan –tomo
mi mano y la beso como era debido cuando se cerraba un trato con los Swan.
—Nos vemos Aro –el asintió y
tome mi arma para aparentar que había hablando seriamente con él.
La puerta se abrió de golpe
y mis guardias me esperaban sentados en el sofá, tranquilamente. Rodee los
ojos, estos dos solos eran dos cachorros perdidos.
—Vámonos –salimos de las
empresas Vulturi y nos fuimos al auto –ahora vamos a casa, que estoy realmente
cansada –me apoye en el respaldo del auto y nos fuimos, donde podría descansar
y estar segura, por unas horas.
Entramos por los jardines
hacia la mansión, la cual era de color blanco con unos pilares gigantes
rodeados por enredaderas, todo siendo iluminado incluso la gran pileta que
estaba en el jardín. Me volví a cambiar de ropa a mi vestido blanco porque a mi
madre no le agradaba que usara los trajes que usualmente usaba cuando trataba
con nuestros “negocios”. Baje y me despedí de mis guardias deseándoles unas
buenas noches. Entre a casa y mi padre venia a recibirme con su característica
bata color carmesí y su pipa.
—¡Me pequeña, Isabella!
–dijo caminando hacia mí con sus brazos abiertos. Mi madre estaba en la
escalera —¡Mira Renee lo hermosa que se ve! –me dio una abrazo el cual respondí
gustosa. Le di un beso en la mejilla y luego me acerque hacia mi madre.
—¿Todo bien? –su tono
preocupado siempre iba con ella cuando yo regresaba a casa.
—Muy bien, no te asustes –le
di un beso en su mejilla y ella después acaricio la mía.
—Imposible no asustarme
cariño, si estás involucrada… —miro a mi padre —¡en toda esta basura! –rodee
los ojos. Italianos, éramos un tanto efusivos cuando estábamos felices, pues
mas cuando estábamos enojados.
—Ya basta, vengo recién
llegando… —ella me sonrió.
—Ve a darte un baño, Leah
llevara tu comida a la habitación, descansa de este largo día…
—¡Alto! –dijo con tono
alegre mi padre —¿alguna buena noticia que me traigas, cielo? Luego de tu gran
derrota contra los Cullen –que él me dijera eso ahora no iba con un tono de
molestia, cuando se entero al principio se quiso morir, pero ahora lo utilizaba
para burlarse de mí fracaso.
—Vulturi volvió con nosotros
–dije orgullosa. La sonrisa de mi padre se borro y me miro sorprendido –buenas
noches, estoy muy cansada –le di otro beso a mi madre y subí a mi habitación.
Me saque el vestido por
segunda vez y me metí directo a la bañera que me esperaba lista, como todas las
noches. Era realmente una necesidad darme un baño de tina luego de estos días,
donde terminaba con mis manos manchadas de sangre. Cerré mis ojos disfrutando
de la tibia agua con las burbujas y a mi mente vino Aro Vulturi “¿Por qué estás haciendo todo esto? Mira en
quien te has convertido” Sin poder evitarlo volvieron a mi mente aquellos
recuerdos.
—¿Qué estamos haciendo? –lo
empuje antes que alguien nos encontrara, pero el siguió caminando hasta hacer
que quedara contra la mesa del profesor.
—Nada malo, nuestros padres se
odian, no tenemos porque hacerlo también nosotros –mire hacia un lado tratando
de escapar de esos ojos verdes que hacían perder mi cabeza.
—No Edward, me mataran si
alguien nos ve juntos y le llega con el rumor a mi papá –estábamos en la sala
del Lenguaje, la que ahora odiaba porque aquí nadie nos encontraría, solo mis
guardias sabían sobre mi actual ubicación, sin embargo, no estaban enterados
sobre mi especial compañero. No sé qué demonios tenía en la cabeza mi padre
como para meterme en este colegio, aunque era el único con una calidad excelente
y una Swan no sería menos que un Cullen –Basta –dije cuando sentí las manos de
Edward subiendo mi falda, pero mi piel comenzó a arder ante su tacto y sumando
a los besos que comenzó a darme en el cuello, solo lograron que mi control se
fuera desvaneciendo de a poco.
—Dime ¿es que acaso tú no
quieres? –lo empuje tratando de buscar aire. Dios santo, Edward había cambiado
tanto durante estos años, ahora ambos con diecisiete y podía decir con toda seguridad que él era el
chico más guapo de toda esta maldita ciudad.
—No puedo, es traición
Edward…
—¡Tracción! –Dijo riendo – ¿basado
en qué? Dime si el odio que sienten es justificado… ¿Quién se le ocurrió tener
un grupo de mafia?...¿acaso importa las ideas de nuestros antepasados? ¡Dios,
Bella, están muertos! Pensé que eras más inteligente….no tenemos porque seguir
como si fuéramos los protagonistas de una novela trágica… —él tenia razón, era
estúpido, había muerto muchas personas por eso y dinero pero…aun así no podía
–vamos, sé que me deseas ¿cierto? –trague saliva. Claro que lo deseaba, ese
gusto a prohibido en sus labios era algo que hacía perder a mi cabeza….y lo
peor es que no era solo pasión lo que sentía.
—Edward –mordí mi labio
inferior al sentir como sus manos me tomaban de la cintura y me sentaba sobre
el escritorio del profesor –nos van a expulsar si nos encuentran.
—¿Y qué? Solo nos quedan
meses en este colegio… —lo mire indecisa y él no ayudo a que mi cabeza pensara fríamente
cuando separo mis piernas con delicadeza y se gano entre ellas. Cerré los ojos
cuando sus manos subían por mis muslos hasta que alcanzaron mis bragas blancas
de algodón —¿sí?
—Ya tienes tus manos en mi
ropa interior ¿Qué crees? –él me sonrió y plato sus labios sobre los míos de
una forma posesiva, invadiendo mi boca con su lengua, la que se encontró con la
mía en un danza de dominación. Ambos éramos fuertes. Lleve mis manos a su
pantalón el cual desabotone y lleve mi mano hacia su punto más débil, pero él
fue más rápido. Sentí su mano jugaba con mi centro por sobre la tela de mi ropa
interior. Rodee su cadera con mis piernas y enrede mis dedos en su cabello,
acercándolo a mí. Aun asi no aleje mi otra mano de su miembro y comencé a
acariciarlo por toda su longitud. Me sentí realmente recompensada cuando los
dedos de Edward se movían en circulo contra mi clítoris, sacando gemidos de mi
boca los cuales el callaba con besos. Mis suspiro solos parecían animarlo más
porque sus movimientos se hicieron mas rápidos, hasta el punto que estaba muy
sonrojada y moviendo mis caderas hacia su mano.
—Edward…aah… —me queje sin
poder controlarlo –me encantas…
—Y tu a mí, mi Bella… —sus
palabras y siguientes gruñidos ante mis movimiento alrededor de su pene solo me
animaron a moverme más rápido al igual como lo hacia él conmigo. Nos quedamos
mirando sin decir nada por unos segundos, hasta que fuimos invadidos por
aquella sensación de placer máximo y silenciamos nuestros gritos entre besos.
—Te amo… —susurro en mi oído
haciendo que mi corazón saltara. Rodee mis piernas en su cadera y sonreí.
—Yo igual te amo…y desde
ahora no me importa lo que diga mi familia… —el se acercó y unió nuestros
labios de una forma realmente….fuera de este planeta, pero….no todo podía
seguir saliendo a la perfección.
—¡Isabella! –quede helada al
escuchar esa voz. Era Jacob, dos años mayor que yo que había sido asignado a
ser mi guardaespaldas hace ya dos años atrás. Se acerco a mi cuando nos
separamos con cuidado, mirándonos en cada segundo. Jacob me llevo del brazo
hacia fuera, lejos de Edward, se encargo de eso durante el tiempo que Edward me
olvido.
Solo eso basto para que
ninguno de los dos se volviera acercar al otro, sin embargo eso no fue lo que
provoco mi odio hacia él. Una semana después de aquel suceso, Jacob me dijo que
Edward estaba con una chica de nuestra generación pero de otro curso, follando
detrás del gimnasio, palabras exactas de Jacob. Di un golpe en el agua. Nadie volvería
a jugar conmigo de esa forma. Dos meses después ya llevaba un tiempo con mi
novio de esa época y termine perdiendo mi virginidad con él, así de simple,
semanas después termine con él porque no me gusto como lo hacía, además aun no
estaba preparada porque me imagine que era Edward en todo momento.
—¿Srta. Isabella? –me gire
al escuchar la voz de Leah. Ella era nuestra empleada hace ya varios años, tenía
alrededor de veintisiete años, era la hija de la empleada que estuvo conmigo
cuando era pequeña.
—Leah –ella se sentó, estaba
aun vestida con su uniforme negro con blanco.
—He dejado su comida en la
cama –asentí cansada. Me gire hacia ella, aun en la tina, quedando de panza sobre
esta, siendo cubierta por las burbujas.
—¿Cómo ha estado tu día?
–ella hizo una mueca.
—No hay mucho que contar
cuando estar arreglando una casa todo el santo día…¿y usted? –bufe.
—Lo típico… —me miro
incomoda.
—¿Alguna victima? –asentí.
No hablamos mas sobre ese tema —¿y en la Universidad? ¿Cómo le ha ido?
—¡Horrible! –me puse de pie
y Leah me envolvió en una toalla gigante de color blanco.
—¿Qué ha sucedido? –fui
hacia mi cama y tome mi pijama que estaba sobre esta. Era de color rosa y
realmente era una camiseta con unos pantalones cortos.
—Vi al infeliz de Edward
–los ojos de Leah se abrieron sorprendida.
—¿Ha hablado con él?
—Sí, se acerco a refregarme en
la cara lo que había pasado con Aro Vulturi… —ella sonrió —¿Por qué te burlas?
—No, no lo he hecho…solo que
me gusta verla hablar del chico Cullen, la hace enojar tanto –rodee los ojos y
me senté en la cama para poder comer algo.
—Bueno, es realmente
desesperante, gracias al cielo solo nos quedan meses y cada uno se va por lo
suyo, ya quiero terminar esta universidad.
—Ya no le queda nada –tome
un poco de jugo –aunque si sigue en este trabajo, vera al chico de por vida
–comí solo un poco pensando en lo que ella me había dicho, era cierto y no me
agradaba ni un poco la idea, hasta el límite de quitarme el apetito.
—Ya no quiero más, gracias Leah,
estoy muerta de cansancio así que agradecería si me dejaras a solas –ella
asintió y tomo mi bandeja.
—Que descanse –tomo la
bandeja de plata y se fue. Lave mis dientes y me fui como un zombie a la cama,
quedando casi inconsciente solo con tocar la superficie de esta.
Abrí mis ojos perezosamente
cuando sentí algo extraño en mi pierna para después sentir un peso sobre mi
cama. Entrecerré los ojos mirando a mis lados, mientras llevaba mi mano a la
almohada donde tenía mi arma, pero antes de poder alcanzarla, sentí como me
tomaban de los pies quedando recostada de nuevo y con alguien sobre mi cuerpo,
era un hombre, quien cubrió de inmediato mi boca. Rodee los ojos, no era
necesario gritar si sabía muy bien quién era el único que podía meterse a mi
habitación si ser descubierto por los guardias en el patio.
—¿Me has extrañado? –hice mis
manos un puño y no deje que estuviera sobre mi ni un segundo más. Moví mis
piernas de tal forma que tome el impulso necesario para quedar sobre Edward,
tomar el arma y tener tiempo de prender la lámpara y verle la cara. Me
sorprendió al ver que me estaba apuntado con su revólver –veo que te gusta
estar arriba.
—Dame una razón para que no
llame a alguien para que te mate…ahora mismo –me separe de él sin dejar de
apuntarlo y me puse de pie al lado de la cama. Edward dejo su arma al lado sin ningún
problema sobre su seguridad y me quedo mirando.
—Esta cama es cómoda,
pudimos sacarle provecho tiempo atrás –baje el brazo con el arma –lástima que
en ese tiempo no era tan astuto como ahora…
—Tan astuto como un topo
–dije irónicamente —muy bien…explicaciones Edward…
—Supongo que has podido
practicar bastante en este lugar ¿no? –fruncí el ceño ¿Qué demonios le sucedía
a este hombre?
—Con quien yo practique en
mi cama es problema mío, ahora habla… —tenía ganas de vomitar por verlo,
realmente deseaba golpear cada centímetro de su cuerpo para desquitarme por
todo. Tonta Bella.
—Has ido a donde Vulturi y
me lo has robado, una lástima que ahora el no te pueda decir cómo fue su último
respiro.
—No, Edward –mi voz salió
como un susurro.
—Ten cuidado con lo que
haces, no me gusta que jueguen conmigo Bella –fruncí el ceño sin poder creer
que Aro estaba muerto…y por mi culpa, él era mi amigo.
—Hijo de… —tire el arma y me
fui en contra de él, pero Edward me apunto con el arma y se puso de pie
provocando que me detuviera de inmediato.
—Recuerdo muy bien como
golpeas, así que no pienses que te permitiré que lo hagas de nuevo –se acerco a
mi apuntando a mi pecho, mirándome de arriba hacia abajo. Retrocedí hasta
chocar con la pared. Trague el nudo que se formo en mi garganta al pensar en
Aro –si mal no recuerdo –paso la punta de la pistola por mi cuello –fue cuando
me viste en el primer año de Universidad ¿no? –si, así era, me acerque y le di
un golpe en su mandíbula porque debía hacerlo, ya no soportaba todo el rencor
que tenía por culpa de este bastardo.
—Vete de aquí –le mantuve la
mirada evitando ser humillada por él.
—¿Quién ha dicho que he
terminado contigo? –comenzó a bajar la pistola hasta el comienzo de mis pechos.
—Basta Edward, no te atrevas
–lleve con cuidado mi mano hacia la mesa que estaba a mi lado. Edward por un
momento se quedo concentrado mirando solo en mis ojos, pero luego comenzó a
bajar el revolver mas cerca de mis pechos, bajando con ello mi camiseta. Tuve
que utilizar toda mi fuerza de voluntad para tranquilizarte y ser más sagaz que
él, quien estaba concentrado en el arma. Con astucia tome un nuevo revolver que
estaba detrás de la mesa y apunta hacia su abdomen.
—Estamos a mano ¿no? Ahora
retrocede lentamente, deja el arma en el piso y sal de aquí…
—¿Crees que porque tienes un
arma apuntándome seguiré tus ordenes? Si no lo has notado estoy apuntando a tu
corazón –tense mi mordida y lo empuje sin importarme que estuviera a punto de
morir si él se lo proponía.
—¡Basta, Edward! Vete ahora
mismo, si querías decirme lo que hiciste con Aro pudiste esperar hasta mañana,
no llegar a mi habitación como si estuvieras invitado.
—Antes lo estaba…
—¡Antes! no vuelvas a hablar
de eso…has sido el peor error de mi vida.
—El sentimiento es mutuo…no
soy del que le gustan las fáciles —lo
mire sorprendida. Esto era nuevo.
—No sé de lo que estás
hablando y no eres el más adecuado para habla de ese tema…—lo volví a empujar
hacia la ventana, la cual estaba abierta. No me importaría lanzarlo desde aquí,
saldría victoriosa. Edward de verdad se veía más molesto que lo normal,
frunciendo tanto sus labios como cejas.
—No fui yo quien solo estuvo
mintiendo para luego terminar acostándose con un tipo luego de dos meses –fruncí
el ceño ¿Cómo sabia eso?
Comencé llevarlo hasta la
ventana sin que él se diera cuenta a donde iba
—¡Ja!..Que descaro tienes,
ni siquiera preguntare como sabes eso…pero no fui yo quien se follo a una
compañera detrás del gimnasio a la semana que nos encontrara Jacob…él te vio y
me lo dijo —Edward miro hacia atrás y se dio cuenta donde se encontraba. Deje
el arma en un mueble cerca y lo mire –Adiós, Edward Cullen… —lleve una de mis
manos hacia su pecho y lo empuje hacia la ventana, donde caería hasta romperse
el cráneo, pero la tonta Bella tenía que aparecer de nuevo —¿Por qué no
disparas? –Tenía su arma en la mano y ahora me estaba apoyando en la pared
sujetando a Edward por su camiseta para que no cayera, él mantenía su peso en
los pies y manos que seguían en el interior de la casa —¿Por qué demonios no
disparas? –mi corazón estaba latiendo desbocado al ver los ojos de Edward.
—¿Por qué no me sueltas y me
dejas caer? –ambos estábamos seguros de que ninguno iba a ceder como tampoco
ninguno iba a asesinar al otro. Fueron eternos segundos que estuve sosteniendo
a Edward con su ayuda, ya que sus manos se sujetaban de la pared y parte de la
ventana. Sus ojos no me dejaban tranquila en ningún momento.
—Te odio.
—Te odio –Edward se impulso
con las manos y yo lo atraje hacia adentro de la casa, evitando que cayera. Escuche
como cayó su arma al suelo y me empujo hasta quedar acorralada contra la puerta
que daba a mi armario. Edward rodeo mi rostro con sus manos, acabando con todo rastro de conciencia que queda en
mí mente. Me aferre a su camiseta, haciendo mis manos un puño. Ambos nos
quedamos mirando sin decir nada, con nuestras respiraciones descontroladas,
demonios, ninguno daba el primer paso hasta que sentí como su lengua se movía
con fuerza contra la mía. De inmediato mis manos se enredaron en su cabello
para acercarlo más, su cuerpo me atrapo con mas violencia contra la pared
dejándome sin escapatoria. Tuve menos posibilidades de librarme de él cuando
sus manos se fueron directo a mi trasero y me empujo hacia su cadera
levantándome unos centímetros del suelo, ambos gemimos ante tal contacto.
Aquello me hizo despertar del ensueño donde me encontraba por culpa de mi
enemigo
—¡No! –lo empuje para
dirigirme hacia la puerta, pero Edward me tomo con fuerza del brazo y me atrapo
entre su cuerpo y la madera de una forma violenta que provoco un poco de dolor
en mi espalda.
—No volverás a dejarme así
como así –se acercó aún más como si eso fuera posible y me volvió a besar
mientras su mano iba directa a mis pantalones cortos, colándose con una rapidez
y confianza que me sorprendió hasta llegar a aquel botón tan sensible que hacía
que mi cuerpo se volviera envuelto por lava caliente. Ahogue un grito ante su
atrevimiento y apoye mi cabeza contra su pecho sin poder controlar mi cadera
que se movía contra su mano que estaba haciendo maravillas conmigo.
—Edward… —mire hacia un
lado, verdaderamente avergonzada, sintiéndome como si fuera la misma que estaba
en el salón de nuestro colegio hace unos años atrás.
—Esto lo he deseado por
mucho tiempo –mordí mi labio inferior nuevamente reprimiendo un gemido cuando
Edward atrapo mi oreja y la mordió suavemente, estaba provocando que todas mis
fuerzas se fueran por completo.
—Está mal… —suspire aun
escondiéndome contra su pecho –tu eres…mi…enemigo…
—Cállate Bella, deja eso…
—tense mi mordida cuando sentí como su dedo se movía con más fuerza en forma
circular.
—Dios… —Esto se volvió en un
Deja Vu por las sensaciones que me abordaban, era exactamente como años atrás sucedió con Edward, cuando tonta
Bella salía a luz del día todo el tiempo. Solo ese pensamiento me hizo ver quién
era yo ahora, no era la misma. Ahora había asesinado, amenazado, torturado y
otras cosas que no quería recordar en este momento. Con ese pensamiento volví a
ser Isabella que odiaba a Edward Cullen. Lo empuje hasta que llegamos a la cama
y quedo recostado –maldito hijo de puta, ni pienses que estarás sobre mí, si
hacemos esto lo haremos a mi manera –me senté sobre él y comencé a sacar su camiseta gris con su ayuda –ni creas que esto
cambia algo –sus manos se fueron a mí camiseta y la levantaron sin dificultad,
provocando que cientos de mariposas pasaran por mi estomago al estar
prácticamente desnuda ante él.
—Ni siquiera paso por mi
mente que algo cambiara, no conociendo a esta Isabella –su vista estaba fija en
mis pechos que quedaron al desnudo solo al instante de arrancar la parte
superior de mi pijama. Se sentó de inmediato, levantándome en su movimiento y
dejándome a horcadas sentada sobre él. Nuevamente mis manos fueron a su cabello
para acercarlo a más a mi pecho. Sentía como su lengua atrapando aquella
aureola y tirando levemente con sus dientes la cúspide de ésta, mojando aquella
zona mientras su otra mano le daba atención a aquel botón en mi otro pecho que
estaba haciendo que perdiera la cordura.
—Edward… —ambos gemimos al
momento que me removí sobre él. Sentí como su erección que aun estaba cubierta
por su pantalón, aquel bulto chocaba
contra mi centro. Lo mire un tanto sorprendida, él me sonrió curvando sus
labios. Segundo después estaba sacado sus pantalones y me quede sorprendida al
verlo desnudo. Debía decir que en este momento volvió toda la timidez por mi
parte, jamás había visto a Edward desnudo, solo su torso…y era cuando solo éramos
unos adolescentes, pero nunca habíamos llegado a este nivel.
—Mi turno… —hizo que me
recostara para eliminarse de la última prenda que nos separaba. Mi espalda se
arqueo cuando me tomo de las rodillas y me acerco a él para después seguir
besando entre mis pechos para luego seguir bajando por mi abdomen. Mi
respiración se descontrolo al darme cuenta hacia donde iba. Separo mis piernas
con suavidad y luego grite cuando sentí su lengua jugar con mi clítoris. Dios,
Edward me quería asesinar.
—Edward…por favor…más… —no
me pude resistir y no seguí con mi idea de quedar arriba…de verdad quería que
en este momento Edward de mis enemigos Cullen, se rindiera y me venerara como
una Diosa, si…esa idea era mejor que llevar el control, aprovecharía este
momento al máximo porque no se volvería a repetir. Edward sujeto mis caderas
que se movían sin parar casi al ritmo de mi respiración y corazón, pero el
infeliz se detuvo y se acerco mirando mientras yo seguía en estado de shock por
lo que había hecho –una pregunta… —fruncí el ceño, realmente molesta —¿te has
acostado con Jacob Black? –me quede helada al escucharlo ¿Qué demonios le
pasaba?
—¿A qué viene eso? ¿Por qué
te detienes? ¿Estás jugando? –él sonrió.
—Solo responde –iba a
escapar de la cama y salir, pero Edward me tomo de las manos y evito que me
moviera dejándolas sobre mi cabeza, trate de moverlas pero su fuerza fue mayor
que la mía esta vez.
—Claro que no, idiota ¡Es mi
guardia! ¿Cómo se te ocurre que me acostaría con él? Dios…eres un mata
pasiones, suéltame –trate de moverme, pero lo evito.
—Yo no me folle a nadie
detrás de un gimnasio por eso te pregunto ¡porque te mintieron! –presiono con más
fuerza mis muñecas causando que el dolor llegara a mis terminaciones nerviosas.
—¿Qué?
—Por eso te pregunto, quería
saber si el perro de Jacob había obtenido lo que quería…quizás no era eso pero
sin duda te mintió para ganar algo… —quedo mirando mis labios y se acerco con
cuidado hasta alcanzar mi cuello y morderlo. Comencé a tratar de pensar en lo
que estaba diciendo.
—Imposible…él… —me removí bajo
el cuerpo de Edward, mas cuando sentí que se acomodaba mejor entre mis piernas
–el no haría eso…Edward… —suspire sin poder controlarlo cuando sentí su
erección en mi entrada, moviéndose de arriba hacia abajo, jugando conmigo.
—Si lo hizo…te digo que no
me acosté con nadie…en ese tiempo por lo menos –se ubico entre mis piernas
donde pude sentir su erección entrando solo un poco para luego salir. Levante
un poco mis caderas hacia él, pero era inútil, el tenia todo el control.
—Eso ya no importa –dije
mirándolo para que de una vez por todas entrara en mi cuerpo.
—¿No? –negué, lo que hizo
que Edward frunciera el ceño, me quedara mirando unos segundos sin decir nada
para que luego sin previo aviso entrara a mi cuerpo de una sola embestida. No
pude evitar el grito que salió de mi boca, de lo más profundo de mí ser. Edward
era de verdad grande, lo podía sentir por completo. Ambos nos quedamos en
silencio con los ojos cerrados disfrutando del momento, pero segundos después
tuve que rodear su cadera con mis piernas para que se comenzara a mover, él
entendió de inmediato porque sus embestidas comenzaron a aumentar, de a poco la
cama se empezó a mover a nuestro ritmo. Mis manos fueron liberadas del agarre
de Edward, pero no hice mas que entrelazar mis dedos con los suyos, él dejaba
un tanto de su peso sobre ellas realmente no me importaba, solo estaba
concentrada en como él era capaz de prender mi cuerpo de esta forma. Nunca
había sentido como cada célula de mi
cuerpo respondía ante la piel de Edward, ante sus movimientos y miradas. Mordí
mi labio en cada segundo para que no se escucharan mis gemidos, pero luego se
hizo inevitable. Escuchar los gruñidos de Edward al entrar en mí, más los
golpes de la cama contra la pared solo hicieron que mi propios gemidos no
pudieran secretos.
—Edward…así….más…aah...—salió
de mis labios más de una vez por culpa de las sensaciones que estaba provocando
en mi cuerpo, sin embargo aun seguía concentrada en la mirada de Edward, estaba
molesto mientras seguía entrando en mi cuerpo, descargando toda la rabia que
sentía por mí. Sentí como aquel familiar torbellino de calor comenzaba a quemar
mi piel y a concentrarse en mi vientre. Con esfuerzo moví una mano sacándola
del agarre de Edward y la lleve a su cuello para acercarlo y besarlo mientras
ambos nos entregábamos al otro de una forma que nunca pensé que fuera posible.
Cada uno callo al otro, ante esta maravillosa liberación, besando al otro. Sus
labios se siguieron moviendo con suavidad contra los míos, hasta que nuestras
energías se agotaron. Acaricie su mejilla, me tenía que regalar este pequeño momento
de debilidad por este estúpido Cullen que volvía mi vida en una locura, pero ya
era tiempo de parar y verlo por lo que era, mi enemigo.
—Edward… —lo mire y me moví
para que saliera de mi interior.
—No…un poco más –sentí ganas
de llorar al escucharlo. Nuestras vidas no estaban destinadas a unirse y aun
así lo hicieron, provocando que ambos estuviéramos con un corazón destrozado de
por vida. Me acerque un poco y le di un último beso. Cerré mis ojos y memorice
como era sentir su sabor en mi boca, como los movimientos de sus labios se
acompasaban a los míos, como aquella sincronía nos decía que en otro mundo
paralelo, hubiéramos sido el uno para el otro.
—Debes irte… —él esquivo mi
mirada y realmente me sentí vacía por primera vez luego de tener relaciones con
alguien y ver que él se tenía que alejar. Buscó su ropa mientras yo me cubrí
bajo las sabanas, se vistió sin rapidez y tomo su arma.
—Esta equivocada… —negué.
—Tú y yo no debemos hacer
esto, eres mi enemigo… —negó.
—Ustedes los Swan son tan
tercos…si vieras mas allá Bella… —sonreí triste al escucharlo.
—Ya no importamos –hice un
mohín –paso demasiado tiempo y muchas cosas en él desde aquella vez que fuimos “nosotros”…no soy la que conociste.
—Eso veo...Isabella… —que me
llamara así esta vez, me hizo sentí como si estuviera rodeada de hielo.
—Debes irte –esquive su
mirada, todo esto estaba provocando que me volviera a sentir triste y débil, es
más, ni siquiera pude controlar las lagrimas. Escuche el golpe de la ventana
cuando se cerraba y mire esperando no ver a nadie ahí, pensando que esta sería
la última vez que vería a Edward en este contexto, pero no, estaba equivocada.
—Me puedo conformar con
esto… —no pude evitar sonreír y más cuando él se sacó su camiseta junto con sus
zapatos y se recostó a mi lado – ¿Quién sabe?...quizás puedo volver a recuperar
a mi Bella…y dejar de odiarte…
—Eres un bastardo –le di un
pequeño golpe en el pecho –pero… ¿estás hablando en serio sobre nosotros?...¿como
quieres que funcione si Mataste a Aro?
—Soy el único que puede
lograr llegar a tu habitación sin ningún problema y si Aro hubiera sido tan
amigo de tu familia como proclamas jamás estaría vinculado con ustedes, lo
sabes –sin poder evitarlo por el momento en el que estaba me acerque a Edward y
apoye mi cabeza sobre su pecho pesando en lo que había dicho….aprovechando el
poco tiempo antes de que él tuviera que irse.
—Dame mi teléfono –dije
indicándole mi mesa de noche. El se giro y me lo pasó. Marque el número que
necesita en este momento para encargarme de alguien.
—Nombre –dijo fríamente,
exactamente como era él. Mire a Edward, suspire nerviosa por lo que iba a
hacer.
—Jacob Black –Edward me miro
sonriendo notando que había llamado a alguien que se encargara de mi guardia
mentiroso. Me separe de él suspirando y notando como me habia vuelto en tonta
Bella, en tan pocos minutos. Me baje de la cama seguida de la mirada curiosa de
Edward —¿A dónde vas? –fui al mueble donde había dejado el arma, al lado de la
ventana y me gire con rapidez hacia él —¿Qué estas haciendo? –su tono cambio de
inmediato al verme apuntándole.
—Te dije que ya no era la
misma de antes, eres mi enemigo… —antes de que me siguiera mirando o hiciera
algún movimiento….presione el gatillo a sangre fría.
Abrí los ojos lentamente y
pude ver el cuerpo de Edward Cullen sobre mi cama con un balazo en su frente.
Corrí hacia él y tome sus manos mientras las lágrimas caían por mis mejillas,
hice marcas en mi cuerpo y luego salí corriendo de mí habitación para hacer
parecer esta noche como si hubiera sido víctima de los abusos de Edward. No
dudaba de Edward sobre Jacob, pero ya ninguno de los dos importaba, esto era
más grande que un simple amor adolescente que se fue apagando de a poco hasta
acabar con cada uno de nosotros, convirtiéndonos en verdaderos criminales.
Bella ya no existía y el amor que sentía por Edward se fue con ella, esa tonta
chica que creía que podrían llegar a ser felices algún día.
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