En la vida de
una adolescente, cada hecho marca tu vida como si fuera el ultimo día de esta,
sin embargo, una cosa era entrar a un colegio nuevo a principio de año escolar,
a los diecisiete y otra muy diferente era llegar a una nueva ciudad, a un nuevo
colegio, a mitad de año justo después de que tu terapeuta te haya dado el alta.
—Muy bien, Amaya
–dijo Miriam, mi madre. Sentí como mi estómago se revolvió por los nervios –no
debes estar asustada, es tu primer día en el instituto, todos están igual que
tu y ya has pasado por esto ¿no? –asentí.
—Pero ellos se
conocen de antes, lo que es diferente.
—Amaya, tienes diecisiete
años, eres hermosa y debes aprender a manejar estas situaciones –suspiré, sin
quedar tranquila con sus palabras.
Que tu mamá te
diga “hermosa” no significa que lo
seas y menos que te trate de dar ánimos de esa forma, sobre todo con mi forma
de ser, que me impedía ser lo que ella esperaba. Quizás fue muy pronto para
dejar a mi terapeuta.
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