Emma Miller es una sobreviviente de la hambruna, del caos y muerte que ataca el planeta Tierra. Tras perder a su familia y descubrir que no es una simple humana, decide unirse al grupo de guerrilleros para acabar con ellos y lograr llegar a la Estación Lunar, donde al parecer, tienen todas las respuestas de los misterios que rodean su vida y la de su familia.
Prólogo
Año 3012.
Mamá estaba
acostada en el suelo, dentro de nuestra casa, que se podía describir como una
choza al medio de la nada. A nuestro alrededor no teníamos muchos vecinos, solo
un par de casas a unos kilómetros, por lo que pedir ayuda era muy complejo, sobre
todo con el ambiente que se vivía a fuera de nuestro refugio.
Tan solo tenía
quince años y debía cuidar de mi madre. Con mi hermano no sabíamos que era lo
que le pasaba, pero en ese entonces él se había decidido a buscar ayudar.
—Iré en
busca de un médico —dijo preocupado.
Vicente tiene
dieciocho años, era el hombre de la casa.
Nunca conocimos
a papá realmente, mi hermano tenia algunos recuerdos sobre él, pero yo no.
Murió al poco tiempo de que yo naciera. Mamá nunca nos dijo cómo había sido,
supusimos siempre era por alguna enfermedad, como el resto del mundo. Se
llamaba Brad.
—Eso es
imposible, no nos puedes dejar —dije asustada.
—No hay
otra forma.
—Nadie nos
ayudará, no tenemos dinero.
De la nada
apareció David, llevaba un abrigo negro, sucio y con agujeros por todos lados.
Hacia un frio horrible, el viento levantaba constantemente el polvo de la
tierra. He de explicar que David es el mejor amigo de mi hermano, se conocen
desde los tres años o algo parecido. Vivía a un par de kilómetros de donde nos encontrábamos,
ayudaba a otros niños.
Él nunca
conoció a sus padres.
—Tengo algo
de dinero guardado —respondió a mi objeción.
—Con un par
de pesos no vas a lograr nada —dije de malhumor.
Nunca me había
agradado David, siempre había sido demasiado unido con mi hermano. Mucho más de
lo que yo había logrado. Siempre lo vi como alguien con quien tenía que
competir por Vicente.
—No me
puedes dejar sola con mamá, está realmente mal —dije asustada. No podía
quedarme sola en ese lugar.
—Mamá está
muy mal, Emma, debes entenderlo —respondió Vicente, como si mi deber fuera
hacerme cargo de quien me trajo a este horrible mundo.
La amaba
más que nada, pero Dios, nadie traía niños a este mundo. Era estar en el mismo
infierno.
—Vicente… —dije
sintiendo como me temblaba el mentón. Mis lágrimas ya corrían por mis mejillas.
—Emma,
volveremos pronto —dijo David, tratando de hacerme sentir bien —solo iremos por
algo de ayuda, en dos días estaremos acá.
—Cuida de
mamá ¿sí? —preguntó Vicente, tomándome de los hombros —todo saldrá bien, no te
preocupes.
No había
forma de convencerlo, tenía aquella mirada que usaba cada vez que salía de casa
para buscar algo de comer. Mamá le rogaba que se quedara, que ella se haría
cargo, pero él se negaba y siempre se salía con la suya.
Si no
habíamos muerto de inanición, había sido gracias a él… y David.
—Todavía
queda algo de agua potable, sigue dándole a mamá mientras recobre la conciencia
¿sí?
—Está bien —dije
asintiendo y temblando como una hoja, tanto por el frio y el miedo.
—Estaremos
en la ciudad en un par horas, si todo sale bien, puede que lleguemos en la
madrugada —me trató de animar David.
—Está bien
—no lo miré, solo me concentré en mi hermano —tengan cuidado de la EBE ¿sí?
Ambos
asintieron y para mi sorpresa, David se sacó su abrigo andrajoso como el resto
de nuestra ropa y lo puso sobre mis hombros.
—Estarás
bien, Emma —dijo sonriendo y desordenando mi cabello —también buscaremos algo
de comida.
Siempre
hacia lo mismo, como si yo aún tuviera cinco años.
Por algunos
segundos me concentre en mi hermano, tan pálido como yo, con un rostro huesudo,
aunque era alto y tenía una espalda ancha. Me miraba sonriendo, sus ojos azules
destacaban aún más cuando hacia eso. Llevaba el cabello negro y un poco largo,
todo desordenado debido al viento.
—Solo
promete que volverás —dije abrazándolo, sin querer soltarlo.
—Claro que sí,
Emma.
Ambos
corrieron hacia los pastizales, solo tuvieron que distanciarse un par de metros
para perderlos de vista. La intensidad de polvo era como si estuviéramos en
medio de una tormenta de arena.
Entré a la
choza y me senté al lado de mamá. Apagué la vela para que durara más días y me
acurruqué al lado de mamá. No debía ser más de las siete de la tarde, pero ya
había anochecido.
— ¿Mamá?
No hubo
respuesta. Me gustaba cuando ella me relataba aquellas historias de cuando ella
era pequeña y aun se veían las estrellas y no había esta horrible tormenta de
polvo. Si viviéramos en la ciudad todo sería mejor, ahí las tormentas eran muy
poco frecuentes, pero no era demasiado peligroso. Si nosotros vivíamos en un
infierno, los citadinos, vivían en el centro de el.
No sé qué
hora habrá sido, pero sentí que mamá se movía. Desperté de inmediato, me sorprendió
ver que la vela estaba encendida. Era curioso, desde que mamá había caído
enferma la luz que siempre habíamos obtenido en nuestra pobre choza, siempre
estaba encendida, éramos la única casa que tenía electricidad, pero desde que
ella se resfrió, no hubo forma de hacer funcionar la ampolleta nuevamente.
—Vicente… —susurró
agotada. Le costaba respirar.
Busqué un
poco de agua para darle, pero la rechazó, a pesar de que tenía sus labios
resecos.
—Soy Emma.
Mamá tomó
mi mano con fuerza, aferrándose a mí, pero sin decir nada. Sus ojos estaban
abiertos, pero parecía que miraba hacia cualquier parte, menos a mí.
Mamá, quien
se llama Alma, es sin duda la mujer más hermosa que he visto. Para comenzar
tiene todos sus dientes, cosa que no todas las mujeres adultas pueden decir, su
piel era tan blanca como la de Vicente y la mía, sus ojos azules son muy lindos
y lo que más destacaba de ella.
Tanto
Vicente como yo, habíamos salido en un ciento por ciento a ella, aunque yo tenía
los ojos negros como papá, según decía ella.
Verla así
de enferma no quitaba lo hermosa que era.
—Debes
escapar de la EBE ¿sí? no dejes —por un momento sus ojos se enfocaron en mi —no
dejes, que… te atrapen.
La miré sin
entender. La EBE, que era la sigla para una agrupación que se había extendido
por todo el mundo y que se hacían llamar En Busca de las Estrellas, tenía como
objetivo acabar con la Estación Lunar que enviaba a los guerreros para
acabarlos. Nunca he tenido muy claro cuál fue el origen de ellos, yo llegué al
mundo cuando ya llevaban años de guerra.
No había
ido al colegio como lo hacían antes los niños. Mi mamá me había enseñado a
leer, a escribir, un poco de matemáticas e historia, pero jamás había nombrado
el origen de la EBE.
—Está bien,
descansa —dije acariciando su mano —Vicente traerá ayuda y mejorarás.
Ella me
miro con sus ojos llenos de lágrimas. Su cabello ya un poco canoso se pegaba a
su frente debido a la transpiración.
Respiró
profundamente.
—Ustedes
son lo más hermoso que hicimos con tu padre.
Luego
volvió a perder la consciencia.
Estuvimos
de esa forma por dos días, mi hermano no volvía y mamá empeoró cada vez más.
Hasta que llegó el momento que tanto que costó alcanzar.
Ella se
quejaba constantemente, no me reconocía y solo hablaba incoherencias sobre la
EBE, la Estación Lunar y sobre nosotros, además de papá claro está. Lo llamaba
a gritos, pidiéndole que nos ayudara, también pedía perdón por nosotros sus
hijos.
No entendía
nada de lo que estaba ocurriendo.
Sin saber
que hacer me quede aferrada a su mano y rezando para que Vicente volviera
pronto… lo que nunca ocurrió.
Estaba
amaneciendo cuando mamá tuvo su último suspiro. Se había quejado toda la noche
y para cuando el sol apareció para calentar el día de una forma casi infernal,
ella simplemente soltó mi mano y todo su cuerpo se relajó.
Supe de
inmediato que ella se había ido, era obvio, pero no reaccioné hasta horas
después. Seguí tratando de darle agua, de que despertara, que tratara de comer
un poco de sopa fría que quedaba.
Su cuerpo
estaba helado cuando decidí a ponerme de pie y soltar su mano de una vez por
todas. No podía dejar de mirarla, por ello vi claramente lo que sucedió con su
cuerpo una vez que me alejé de ella.
Fue como si
mamá estuviera hecha de luz, como si una corriente eléctrica atravesara su
cuerpo y yo pudiera verlo tan claro como si mi vista fuera súper poderosa.
Luego cada célula de ella se volvió en luz… o estrellas mejor dicho.
Ella me había
relatado como eran, tan detalladamente que podía imaginarlas con claridad.
Mamá se había
vuelto en cientos de estrellas, lo que no tenía sentido.
Tan solo
fueron uno segundos y su cuerpo ya no estaba, había explotado en mil estrellas
y ascendido a través del pajoso techo.
Me quede en
un rincón de la choza, mirando hacia donde debería estar el cuerpo de mamá. No
dejaba de temblar y llamarla a través de susurros, incluso golpeé mi cuerpo
decenas de veces para despertar de la pesadilla en la que me encontraba.
No estaba
dormida.
No tenía la
menor idea de cuánto tiempo había transcurrido, pero aferrándome al abrigo que
David me había dado, salí de la choza y comencé a correr hacia la tormenta de
polvo, por la misma dirección que Vicente se había ido, dos noches atrás.
Corrí y corrí
por lo que parecieron horas, no entendí lo que estaba ocurriendo ni analizaba
aun el hecho de que mi hermosa madre se había ido de mi lado… de una forma tan
extraña que si la explicaba iba a quedar como una verdadera loca.
Sin
embargo, encontrándome en esas condiciones, llegué a la costa. El sonido del
mar me indico que estaba cerca de la ciudad, así que tuve nuevas energías para
correr sin parar hasta llegar al puerto.
No podía
ver con claridad hacia dónde ir, pero por alguna forma terminé arriba del
sector de madera que tenía el puerto. Podía ver las luces de la ciudad y
sorpresivamente de varios helicópteros que estaban dando vueltas, buscando a
alguien porque tenían los focos apuntando a cientos de lugares.
Corrí por
el puerto, en dirección al gran puente que conectaba con la ciudad. Solo me
faltaban un par de metros para poder llegar, así que vi claramente lo que
estaba pasando.
En el otro
extremo del puente venían alrededor de unos seis autos, de los cuales puede
identificar las siglas EBE en las puertas, mientras que ante ellos corrían dos
chicos, que no me costó reconocer.
Iba a
gritarles, para que escaparan hacia donde yo me encontraba, pero la voz no salió
de mi garganta al ver lo que estaba ocurriendo.
David sin
previo aviso se giró hacia los autos, sin dejar de correr y movió los brazos de
forma extraña, como si estuviera esperando a alguien para que le diera un
abrazo. Al mismo tiempo dos de los autos se elevaron hacia los costados y
salieron disparados hacia el agua.
No sabía lo
que estaba ocurriendo, pero lo que haya sido no los ayudó mucho ya que los
otros cuatro autos se acercaron lo suficiente para rodearlos. No tenían hacia
donde escapar y ahora comenzaban a bajar hombres de los autos, vestidos con
overoles negros y con la sigla EBE en el pecho.
Fue mi
turno de correr, hacia ellos.
Pude ver
como David y Vicente se dirigieron lentamente hacia el borde del puente
mientras que los hombres trataban de lidiar con ellos.
Nadie me
vio cuando me acerqué lo suficiente para poder escuchar.
—Chicos, no
queremos hacerle daño —dijo uno, exponiendo ambas manos —solo queremos su
ayuda.
—Eres
Vicente Miller ¿no? —preguntó otro.
Mi hermano
ya estaba en el borde del puente, mirándolos con odio. Jamás había visto esa
mirada en sus ojos azules.
—No los voy
a ayudar, sé todo lo que han hecho.
David
miraba nervioso a Vicente y a los hombres que lo estaban rodeando.
—Solo
queremos hablar.
Uno de los
hombres se acercó demasiado a mi hermano y trato de atraparlo, aunque los demás
gritaran para evitar que lo hiciera ya que Vicente estaba demasiado cerca del
borde de puente.
David gritó
cuando mi hermano perdió el equilibrio sobre el borde y se perdió en la
oscuridad mientras gritaba. Estiró ambas manos hacia abajo, como si aún pudiera
alcanzarlo.
— ¡No lo
veo! No lo veo —gritó moviendo sus manos como si tratara de manipular algo — ¡que
alguien traiga algo de luz!
Caí de
rodillas, sin saber lo que estaba ocurriendo.
—Vicente…
Pensé que había
susurrado su nombre, pero lo había gritado, ya que todos se giraron a verme.
David se puso pálido al ver que me encontraba cerca de ellos.
Nunca poder
explicar lo que ocurrió después, pero pude ver como mi cuerpo también estaba
formado de luz, exactamente como el de mamá. Miré la palma de mis manos y
estaban llena de luz… o eso parecía. Solo por instinto apunte ambas manos hacia
los hombres de negro y dos rayos salieron de estas para electrocutar a dos
personas.
Fue como si
hubiese despertado de algún sueño, realmente no recuerdo los detalles, pero en
unos segundos los autos estaban destrozados y los hombres con esos extraños
overoles, estaban todos calcinados.
David me
miraba desconcertado. Sus ojos verdes aterrorizados me hicieron despertar.
—Vicente… —gemí
despacito, buscando a mi hermano.
Pude ver
que habían lanchas abajo, iluminadas, buscando a Vicente.
—Corre,
corre ahora mismo —dijo David cuando más autos se acercaban, pero yo no podía
moverme.
Fue en ese
momento cuando sentí algo extraño en mi cuerpo. David tenía levantada una mano,
movió sus dedos unos centímetros y yo salí disparada hacia el otro extremo del
puente.
Termine en
unos pastizales y me golpeé tan fuerte la cabeza que perdí la consciencia.
Esa noche
de verano, perdí a mi familia.
Pero gané
un nueva meta, acabar con la EBE.
Wiiiii espero que les haya gustado y llamado la atencion. Estoy super entusiasmada escribiendo esta historia. Gracias por pasarse y espero que esten atentas al capitulo 1 :D